1 Samuel 8:18 RVC
18 El día que ustedes elijan su rey, lo van a
lamentar; pero el Señor no les responderá.»
1 Samuel 12:11-12 RVC
11 Entonces el Señor envió a Yerubaal, a
Barac, a Jefté y a mí, Samuel, y los libró del poder de todos los enemigos que
los rodeaban, para que vivieran tranquilos.
12 Pero cuando ustedes vieron que Najás, el
rey de los amonitas, venía a pelear contra ustedes, me dijeron: “Queremos que
nos gobierne un rey”, cuando en realidad el rey de ustedes es Dios el Señor.
1 Samuel 12:25 RVC
25 Pero si insisten en hacer lo malo, tanto
ustedes como su rey perecerán.»
Deuteronomio 28:36 RVC
36 »El Señor te llevará a ti, y al rey que
hayas puesto para que te gobierne, a una nación que ni tú ni tus padres
conocieron, y allá servirás a dioses ajenos de palo y de piedra.
Juan 19:15 RVC
15 Pero ellos gritaron: «¡Fuera, fuera!
¡Crucifícalo!» Pilato les dijo: «¿Y he de crucificar al Rey de ustedes?» Pero
los principales sacerdotes respondieron: «No tenemos más rey que el César.»
Estamos en tiempos de crisis sobre todo el
mundo, por lo que el rol de los gobernantes se hace cada vez más visible,
cuestionado y frustrante. En la sociedad y también dentro de la Iglesia hay dos
visiones o corrientes en relación con las autoridades, tanto civiles como
espirituales; por un lado están aquellos que enfatizan en la responsabilidad
individual y se esfuerzan para alcanzar cosas por ellos mismos, por otro están
los que depositan toda esperanza y responsabilidad en los gobernantes, todo o
la mayor parte de lo que uno pueda lograr depende fuertemente del liderazgo y
no de uno mismo. Claro que estas son
expresiones “extremas” de posturas que pueden ubicarse en una línea
continua entre uno y otro punto, pero resumen esquemáticamente dos amplios
grupos.
El tema que nos interesa es que “teológicamente”
se justifican ambas posturas. Es simple, la Biblia es un libro LARGO Y COMPLEJO
para entenderlo, esto quiere decir que hay muchos versículos y si alguien
quiere sacar unos cuantos para justificar algún punto de vista seguramente los
va a encontrar. El asunto es si eso resulta el mensaje de TODA la Biblia o
simplemente un arreglo para justificar mi propio punto de vista.
Dado que hoy estamos en el inicio de una
crisis mundial sin precedentes, unida claro está a una fuerte crisis de
liderazgo, debemos evitar algunos errores comunes que terminan encerrando a los
cristianos en caminos sin salida. Entonces, o los líderes políticos y sociales
son los principales responsables de los problemas que tenemos, o lo es la
sociedad, o la responsabilidad es “mitad y mitad”. De la respuesta a esta
pregunta depende mucho.
Si los líderes son los principales
responsables entonces todo o al menos la mayor parte se soluciona cambiando a
los líderes, eligiendo al “líder correcto”, u orando para que tomen las
decisiones correctas. Está claro que nada de esto es incorrecto e incluso
tenemos fundamento bíblico para cada una de estas acciones; el asunto es si
podemos esperar que esto sea “la” solución o no.
Por otro lado, si la principal
responsabilidad recae en el pueblo, enfocarse en el líder traerá pocas
consecuencias prácticas; habrá que extender el Evangelio hacia toda la
sociedad, pero como en realidad la mayor parte de la gente lo ha rechazado de
alguna manera ya, no podemos esperar ninguna gran solución en el corto plazo.
Si la responsabilidad está repartida por
partes iguales entonces no es tanto el esfuerzo que habrá que hacer hacia la
sociedad para lograr un cambio sustancial.
Uno podría sentirse tentado a aceptar la
tercera opción porque parece más “equitativa” y menos simplista, pero veamos
bien qué dice la Palabra.
Dios había puesto en Israel un sistema
bastante parecido a una democracia, no determinó que hubiera rey y no fue sino
hasta unos cuantos siglos después de estar en Canaán que le permitió a Israel
tenerlo, pero la historia que siguió después no fue, la mayor parte del tiempo,
muy feliz en relación a los reyes que hubo. En los pasajes que cité al
principio del artículo vemos dos cosas. Por un lado, Deuteronomio 28:36 nos
muestra una situación de juicio que afectaría por igual al líder y a los
liderados, I Samuel 12:25 nos dice lo mismo; no se establece aquí una
diferencia entre “el pueblo” y “el rey” delante de Dios: el pecado iba a
significar castigo para ambos.
Por otro lado, fue el pueblo el que quiso
tener tal cosa como un rey, y no porque no hubiera algún tipo de autoridad
sobre Israel, sino porque querían un formato de liderazgo más similar a lo
acostumbrado, algo más “seguro” que depender de que Dios eligiera a quién sabe
quién… y así les fue. Finalmente es el pueblo el que “elige” a sus autoridades,
sea porque voluntariamente lo haga sea porque permite que otro elija por ellos,
es decir, no hace nada significativo por impedirlo. El texto de Juan 19:15 le
da una “vuelta de tuerca” más al asunto: aún un “invasor extranjero” podía ser
muy conveniente para unos cuantos.
La decisión de las sociedades en el fondo es
la misma decisión que toma cada persona individualmente, y consiste en aceptar
a Dios o rechazarlo. En realidad, no hay muchas más decisiones posibles; cuando
rechazamos a Dios no “elegimos” (en sentido absoluto) qué pecados cometeremos,
simplemente quedamos a merced del Enemigo que nos llevará por donde quiera.
Cuando elegimos a Dios tampoco “elegimos” qué bendiciones recibiremos: todas
están disponibles y Dios las enviará conforme podamos recibir.
Cuando una sociedad rechaza a Dios, el Señor
permite que el Adversario tome control (aunque siempre parcial), y no puede
pretender que los líderes que reciba sean buenos.
Pero hay algo más. Cuando Dios forma a Israel
le encarga expresamente que le obedezca para que le vaya bien:
Deuteronomio 28:1 RVC
1 »Si tú escuchas con atención la voz del
Señor tu Dios, y cumples y pones en práctica todos los mandamientos que hoy te
mando cumplir, el Señor tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la
tierra.
Este capítulo es el que mejor resume las
bendiciones o maldiciones que vendrían por la obediencia o desobediencia del
pueblo, aunque no es el único. En todos ellos Dios habla a Israel como nación y
deposita en ellos, en el pueblo, la responsabilidad de seguirlo.
Levítico 26:3-4 RVC
3 »Si ustedes siguen mis decretos, y cumplen
y practican mis mandamientos,
4 yo haré que llueva a tiempo, y que la
tierra produzca, y que los árboles del campo den su fruto.
Éxodo 34:27 RVC
27 El Señor le dijo a Moisés: «Pon estas
palabras por escrito, porque el pacto que he hecho contigo y con Israel tiene
como base estas palabras.»
Dios hace un pacto con Israel, no con los
líderes de Israel. Alguien podría decir que esto era así porque no había
todavía un liderazgo centralizado, otro podría aducir que en realidad los que
recibían primero estas palabras eran los líderes de tribus y cabezas de
familias; y es probable que así fuera en parte, pero lo cierto es que las palabras
que leemos aquí y en muchos otros pasajes se refieren a “Israel” como nación, y
no van dirigidas a un futuro líder. Sea lo que fuere que hubiera de pasar en el
futuro, Dios habló a una nación e hizo responsable a una nación de su propio
destino, y aunque dejó instrucciones expresas para ese futuro rey que vendría,
el énfasis mayor está puesto en la nación y no en el líder.
No es un dato menor lo que leemos en
Deuteronomio 28 porque ese capítulo es la clave con que Israel entenderá luego
toda su historia; el resto de los libros históricos y proféticos del Antiguo
Testamento interpretará lo que está viviendo y lo que le va a suceder desde ese
punto de vista.
Esdras 9:7 RVC
7 Desde los días de nuestros antepasados, y
hasta hoy, hemos vivido en la maldad. Por eso nosotros, y nuestros reyes y
sacerdotes, hemos sido entregados en manos de los reyes de otras naciones; nos
han robado, nos han hecho prisioneros, y hasta le fecha la vergüenza no se
aparta de nosotros.
Esdras, el maestro de Israel considerado a veces
como un “segundo Moisés”, dejó en claro el nivel de responsabilidad, haciendo
un resumen de siglos de historia: “eso nosotros, y nuestros reyes y sacerdotes”.
La responsabilidad no recaía solamente en el pueblo y de eso tenemos ejemplos
sobrados en las historias de los reyes (la mayoría malos y que favorecían el
pecado del pueblo). Pero la responsabilidad EMPEZABA por el pueblo. Además, si
como vimos el liderazgo de alguna manera surge o es aceptado y seguido por el
pueblo, finalmente no es algo muy diferente a él.
Esto es historia del Antiguo Testamento, y no
vemos que en el Nuevo se hable demasiado de eso porque el enfoque es otro,
¡pero tampoco se lo da por anulado! El Nuevo Pacto es muy claro respecto de qué
cosas quedan anuladas del Antiguo y cuáles son cambiadas o al menos pueden
existir de diversas formas; pero no vuelve sobre lo que ya quedó establecido
antes.
Algunos piensan que la gracia que Jesús
manifestó cambió todo de tal manera que ahora ya no rige esta cuestión de la
“justicia” o “injusticia” para que Dios bendiga o maldiga una nación, tal como
expone Deuteronomio 28. Sin embargo no están entendiendo que la gracia de Dios
es precisamente para que dejemos de pecar y hagamos justicia EN UN NIVEL MUCHO
MAYOR del que los judíos podían alcanzar en ese tiempo. Deuteronomio 28 no fue
anulado por Cristo, al contrario, se les dio a las personas el verdadero poder
para cumplirlo.
El Nuevo Testamento nos da el poder y la guía
para vivir vidas santas y hacer justicia, cuando llevamos eso a nivel nacional
no puede haber sino bendición; lo contrario es también cierto.
Dicho esto, es también innegable la multitud
de pasajes que se dirigen a los poderosos y a los líderes exhortándolos
fuertemente a que hagan justicia.
Mateo 20:25-27 RVC
25 Entonces Jesús los llamó y les dijo: «Como
ustedes saben, los gobernantes de las naciones las dominan, y los poderosos les
imponen su autoridad.
26 Pero entre ustedes no debe ser así. Más
bien, aquel de ustedes que quiera hacerse grande será su servidor;
27 y aquel de ustedes que quiera ser el
primero, será su esclavo.
Isaías 10:1-3 RVC
1 «¡Ay de los que dictan leyes injustas y
emiten decretos opresivos!
2 Con ellos evitan la defensa de los pobres,
y les niegan la justicia a los afligidos de mi pueblo; ¡despojan a las viudas y
les roban a los huérfanos!
3 ¿Y qué van a hacer en el día del castigo? Y
cuando venga de lejos la destrucción, ¿a quién recurrirán para que les ayude?
¿En dónde dejarán sus riquezas?
Salmos 58:1-2 RVC
1 Ustedes los jueces ¿en verdad hacen justicia?
Ustedes, simples mortales, ¿juzgan con rectitud?
2 Más bien, en su corazón urden hacer el mal,
y luego actúan con violencia en la tierra.
Y muchos, muchos más.
¿Entonces qué? ¿Tomaremos los pasajes que
mejor se adecuen a nuestro pensamiento y con ellos haremos una doctrina, ya sea
para poner toda la responsabilidad en el pueblo o para ponerla sobre los
gobernantes de turno, o incluso para hacer una “mezcla” entre ambos? No, la
respuesta no es tan simple.
Según entiendo yo, la principal responsabilidad
Dios la ha puesto sobre el pueblo y no sobre los líderes. Esto no significa que
los tales no tengan una responsabilidad mucho mayor que el pueblo EN EL CORTO
PLAZO, sino que EN EL LARGO PLAZO, el gobierno o sistema de gobierno que haya
sobre una sociedad será fruto de la justicia o injusticia que dicha sociedad
haya sembrado.
Cualquier cambio de liderazgo será solo una
solución momentánea porque el pecado de la nación inevitablemente “atraerá” más
temprano que tarde un liderazgo perverso. La responsabilidad de fondo NO ESTÁ
EN NINGÚN LÍDER sino en el pueblo. Si la nación se vuelve a Dios, Él permitirá
que surjan buenos líderes y les dará el éxito; pero si hay pecado Él mismo se
encargará de poner y sostener líderes malos que sean Su mazo de castigo.
Dicho esto, aquí y ahora la Iglesia tiene una
función profética y de ningún modo podemos pasar por alto la responsabilidad
del liderazgo actual, ni dejar de declarar la palabra de justicia conforme Dios
nos guíe y no nuestra propia bronca o rechazo político (como la mayor parte de
los mensajes que se leen por ahí…).
¿Esto es una responsabilidad “mitad y mitad”?
Yo creo que no, se trata más bien de distintos ámbitos de responsabilidad, y,
vuelvo a decir, que la mayor culpa siempre es del pueblo y no de los líderes.
¿Culpa de qué? De no buscar a Dios, de no obedecerlo, de no vivir en justicia,
de no hacer justicia en su “ámbito pequeño” para que después se coseche
justicia también en el ámbito nacional, de no orar por la nación, de no
esforzarse por ella…
En la medida que la iglesia comienza a actuar
así ENTONCES recibe la autoridad para proclamar la palabra profética sobre el
liderazgo nacional.
Y una cosa más: ¡esto se trata de mí, de mi
vida, de mi santidad, de mi caminar con Dios! Necesariamente todo cambio
empieza por mí, no termina allí, pero no es verdadero cambio sino empieza allí.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario