lunes, 7 de mayo de 2018

483. Los ciclos en la historia: ¿repetición diabólica o propósito creativo?




Jueces 2:11-23 RVC
11 Los israelitas hicieron lo malo a los ojos del Señor, y adoraron a los baales.
12 Abandonaron al Señor, el Dios que sacó a sus antepasados de la tierra de Egipto, y empezaron a adorar a los dioses de los pueblos que vivían a su alrededor, con lo que provocaron el enojo del Señor.
13 Se apartaron del Señor, para adorar a Baal y a Astarot.
14 Por eso el Señor se enojó contra el pueblo de Israel y los entregó en manos de ladrones, que lo despojaron de todo; los dejó a merced de los enemigos que lo rodeaban, a los cuales ya no pudo vencer.
15 A dondequiera que iban, la mano del Señor estaba en contra de ellos para su mal, y tal como se lo había jurado, se vieron en gran aflicción.
16 Entonces el Señor suscitó caudillos para que los libraran de aquellos que los despojaban.
17 Pero ellos tampoco escuchaban a sus caudillos, sino que se fueron tras dioses ajenos, a los cuales adoraron, y pronto se apartaron del camino que habían seguido sus antepasados, pues sus antepasados habían obedecido los mandamientos del Señor, pero ellos no lo hicieron así.
18 Cuando el Señor suscitaba algún caudillo, también lo apoyaba y, mientras ese caudillo vivía, los libraba del poder de sus enemigos, pues el Señor se conmovía al escuchar los gemidos de su pueblo oprimido y afligido.
19 Pero al morir aquel caudillo, el pueblo volvía a corromperse aún más que sus antepasados, y seguía a los dioses ajenos para servirles y adorarlos; y no se arrepentían de sus obras, ni de su obstinada conducta.
20 Por eso la ira del Señor se encendió contra Israel, y dijo: «Como este pueblo ha roto el pacto que establecí con sus antepasados, y no me obedece,
21 tampoco yo volveré a expulsar delante de ellos a ninguna de las naciones que Josué dejó al morir.»
22 Ésta era una prueba para Israel, para ver si se esforzaban en volver al camino del Señor, como sus antepasados.
23 Por esta razón, el Señor no expulsó a aquellas naciones, ni se las entregó a Josué, sino que las dejó entre ellos.


El problema de la opresión de los poderosos suele ser un tema “irresuelto” en muchas teologías, que ha dado lugar a ríos de tinta. Sin pretender cerrarlo para nada, lo cierto es que la Biblia nos presenta una realidad muy práctica y terrible: “Ésta era una prueba para Israel, para ver si se esforzaban en volver al camino del Señor, como sus antepasados.” Un solo versículo de la Palabra “resume” en cierto sentido siglos de debates teológicos. Pero vamos un poco más allá.

En todo el libro de Jueces son claros los “ciclos” a través de los cuales el Señor pretendía que Israel se volviera a Él: había un tiempo de paz luego de una liberación, pero en ese tiempo de paz la gente se olvidaba del Señor, por lo que permitía que algún enemigo los oprimiera durante un período, hasta que nuevamente clamaban y el Señor enviaba un caudillo a través del cual se daba a conocer y del que ejecutaba una liberación sobrenatural, para empezar de nuevo… También es claro que los israelitas repitieron el ciclo vez tras vez, sin atinar a volverse a Dios de todo corazón.

Un cambio sustancial ocurrió con Samuel, pero la posterior introducción de la monarquía nos lleva a otros “ciclos”, quizás menos evidentes pero reales. La Biblia de estudio Thompson lo presenta de manera resumida y muy gráfica como un “sube y baja” del nivel espiritual del rey y de su pueblo, con prosperidad y bendición cuando se volvían a Dios, y derrota cuando se alejaban.

También es claro que ninguno de estos ciclos repite exactamente el anterior, de hecho pueden ser muy diferentes en los detalles, lo suficiente como para que cualquier historiador moderno los ignore por completo, pero una visión espiritual rápidamente muestra su hilo conductor.

¿Es esto propio de la historia de Israel o es más bien algo común en todas las historias? Notemos que el hilo conductor en la historia es Dios, quien permite que ocurran determinadas cosas pero también interviene para que no lleguen al extremo. Mirando hacia atrás queda un fuerte sentimiento de frustración: “¡seguimos dando vueltas en el desierto!”, que dicho sea de paso, ilustra muy bien esta cuestión “cíclica”.

Eclesiastés 1:1-10 RVC
1 Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
2 ¡Vanidad de vanidades! ¡Vanidad de vanidades! ¡Todo es vanidad! —Palabras del Predicador.
3 ¿Qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos y de todos sus afanes bajo el sol?
4 Una generación se va, y otra generación viene, pero la tierra permanece para siempre.
5 El sol sale, el sol se pone, y vuelve presuroso al lugar de donde se levanta.
6 El viento gira hacia el sur, y da vueltas por el norte; va girando sin cesar, y vuelve a girar el viento.
7 Todos los ríos van al mar, y el mar jamás se llena. Y los ríos vuelven al lugar de donde salieron, para volver a recorrer su camino.
8 Todas las cosas fatigan más de lo que es posible expresar. ¡Los ojos nunca se cansan de ver, ni se fatigan los oídos de oír!
9 ¿Qué es lo que antes fue? ¡Lo mismo que habrá de ser! ¿Qué es lo que ha sido hecho? ¡Lo mismo que habrá de hacerse! ¡Y no hay nada nuevo bajo el sol!
10 No hay nada de lo que pueda decirse: «¡Miren, aquí hay algo nuevo!», porque eso ya existía mucho antes que nosotros.

El autor de Eclesiastés, con su particular visión de un mundo “secular” debajo del sol (es decir, desde la perspectiva estrictamente humana sin tener en cuenta a Dios) deplora esta ciclicidad interminable, inútil, “improductiva”, que hace que nada cambie. Bueno, por supuesto que no podemos decir que la historia humana como un todo sea así, ni tampoco la historia de los países, pero tampoco podemos negar que son más las épocas en donde los hombres “dan vueltas en el desierto” que en las que avanzan sustancialmente. Esto me recuerda al título de un libro: “Tres pasos adelante dos para atrás”, de Charles R. Swindoll, aunque la mayoría de las veces diría que son “tres para adelante y tres para atrás”…

He escuchado y leído bastantes testimonios sobre el infierno, y hay algo que siempre me llamó la atención: la repetición de los castigos. Recuerdo un testimonio en el que el Señor muestra a varias almas que estaban condenadas a repetir los últimos eventos de su vida, que los llevaron a la muerte; o los muchos castigos que se repiten una y otra vez, interminables, monótonos y espantosos. A través de esos testimonios entendí claramente que la cuestión “cíclica” es profundamente satánica.

Sin embargo, basta una sencilla mirada a la naturaleza para entender que Dios mismo, en Su proceso creador, ha establecido también ciclos, precisamente con un propósito creativo, para señalar tiempos y estaciones, para mantener la vida e incluso para seguir creando cosas nuevas.

Partiendo de la premisa de que Satanás no puede crear nada sino que pervierte los diseños que Dios estableció, y especialmente teniendo en vista el pasaje de Jueces, podemos concluir que los ciclos de conflictos y desgracias en las naciones, que sin duda el Adversario aviva, son una corrupción de ciclos originales que Dios mismo estableció. Por lo tanto, si entendemos esto, podemos “meternos” en un ciclo de destrucción y “sacar” vida de allí ubicándolo en el diseño original.

Este fenómeno que estamos viendo desde la perspectiva de naciones es archiconocido en el plano individual: ¿quién no ha tenido la experiencia de luchar contra un pecado o vicio determinado, “dando vueltas en el desierto” durante mucho tiempo, para, una vez vencido, darse cuenta de que había otro pecado del que no se daba cuenta con el cual tiene que seguir luchando ahora, también “dando vueltas” durante un cierto tiempo? Algunos se desaniman ante este hecho, pero creo que es también la forma en la que Dios trata con nosotros para llevarnos a un nuevo nivel de comunión y santidad, no porque sea así Su voluntad perfecta, sino porque es lo que puede hacer con nosotros (por nuestra humana debilidad).

Volviendo a la dimensión nacional, que en realidad no está para nada divorciada de la dimensión individual, como podemos ver muchísimas veces en la historia de Israel, creo que la historia de Argentina es uno de los ejemplos más claros de “dar vueltas en el desierto” de las naciones, avanzando siempre un poco, sí, pero sin llegar nunca a arrimarse al potencial que Dios puso en el país. Supongo que algo similar pasa en el resto del mundo, pero supongo también que nuestra historia lo ejemplifica de manera “ejemplar”, ¡valga la redundancia!

Tiempo atrás encontré una interesante interpretación de la historia argentina en base al mito de Gualicho y Chachao, dos dioses hermanos que crean al hombre “por error” y mientras Chachao vuelve al cielo, Gualicho se queda en la tierra para eliminar al hombre que habían formado. El proceso para lograr este objetivo sigue una serie de etapas cíclicas, en 4 períodos de 14 años divididos a su vez en cuatro subetapas cada uno.

Bueno, de nuevo tenemos una leyenda pagana, propiamente idolátrica, satánica en su esencia, ¡pero no puede ser totalmente “made in the hell”! Cuando leí esto por primera vez me di cuenta de que escondido y pervertido en ese mito, tenía que haber un principio de Dios establecido para la nación (y probablemente para muchas otras naciones también) que Satanás astuta y eficazmente había distorsionado.

Quien desarrolla esto de manera extensa es Oscar Robla en su página: www.oscarrobla.com, en la cual “acomoda” la historia argentina en los “dictámenes” de ese ciclo de 56 años, y lo más espeluznante de todo es ¡que encaja! Por supuesto que hay grandes diferencias entre un período y otro, como también las hubo en la historia de Israel, pero leyendo todo con ojos espirituales es fácil encontrar el hilo conductor: evidentemente hay un diseño de Dios allí que el Adversario hábilmente ha pervertido y utilizado hasta el cansancio.

Entonces si “Gualicho y Chachao” representan uno de los principados de la nación o incluso la región, o quizás el más importante, necesariamente deben tomar los diseños divinos para sus planes. Una visión en conjunto nos remite a un proceso “cíclico” de desarrollo nacional, con momentos de establecimiento y afianzamiento de una estructura de poder y proyecto nacional y momentos de debilitamiento y cambio. Todo está signado por el conflicto entre “dos” corrientes antagonistas que nunca se ponen de acuerdo, una subyuga a la otra durante un tiempo, hay lucha entre las dos al tiempo siguiente, la subyugada ahora hace lo mismo con la primera… Eso solo es el mejor resumen de la historia argentina y este antagonismo “dual” es por demás de conocido y manifiesto en todos los ámbitos de la vida nacional.

Tiempo atrás escribí una serie de artículos sobre las raíces de iniquidad nacionales, y una de las más evidentes es el “espíritu de Caín”, que no necesita demasiada explicación y que en realidad es “mundial”, pero que en algunos lugares se manifiesta de manera especial.

Recomiendo que se lea la página del escritor mencionado más arriba con paciencia, para tener un panorama general. No voy a repetir lo que dice, porque ya está escrito allí, pero considero valiosísimo ese enfoque porque, entre otras cosas, pone en perspectiva la “lucha política” en la que se “enganchan” muchos cristianos (y que no es exclusivo de nuestro país, según pude ver), sin saber que están metidos en el gran juego de Satanás, cumpliendo los papeles asignados que casi todos los argentinos han seguido a lo largo de los siglos.

Ahora bien, mi objetivo no es describir la historia en función de ese modelo porque el autor que cité anteriormente lo hace muy bien y ese análisis constituye una “profecía” muy certera para la nación. El asunto es: ¿cuál es el diseño divino detrás de ese diseño satánico?

Para hacer el análisis consideré tres cosas: los números que aparecen en el ciclo completo y en sus partes, el hecho de que los “dictámenes” de Gualicho son lo opuesto a los propósitos divinos y que, como dije antes, los ciclos se inscriben en una lógica de establecimiento, desarrollo y cambio

Veamos algo básico sobre los números. Cada gran etapa del ciclo dura 14 años; 11 es el número de la imperfección, el desorden y lo incompleto, 12 es el número del gobierno perfecto y autoridad de Dios (completa al 11), 13 es el número de la depravación y la rebeldía (uno más que 12) y 14 es el número de la liberación.

“Liberación” es entendido en un sentido amplio, puede significar tanto la “liberación” de una condición penosa como la “liberación” para una nueva y mejor etapa. Precisamente el número que le sigue, el 15, que es el año “1” del período siguiente, es el número de la nueva dirección y también los actos de la gracia divina. Así que tenemos un período que en el propósito de Dios se completa de manera perfecta, es decir, que todo lo que debía cumplirse allí se cumplió, y da pie a una nueva etapa que debe ser mejor en donde Dios obrará por Su gracia.

Pero hay algo más: 14 es 7 x 2. Conocemos el significado del 7: perfección espiritual, lo completo, pero el significado más popular del 2 en el ambiente cristiano tiene muy mala fama: división; sin embargo también implica “doble testimonio” y en toda la Biblia queda claro que cualquier asunto debía decidirse por “dos o tres” testigos. Es decir, el 2 es el número que también significa una decisión firme tomada en función de un adecuado testimonio o análisis de las partes involucradas, es el número del acuerdo (ya que “división” es su corrupción satánica). Por lo tanto, desde el punto de vista de Dios, cada etapa del ciclo debe verse como un período de un acuerdo entre diversas partes que permite establecer un perfecto orden divino.

El dos es un número muy importante para Argentina y hablaremos sobre él más adelante.

El número 56 viene de multiplicar 14 x 4, y es la duración total del ciclo. Es el tiempo en que un proceso se gesta, se desarrolla, alcanza su madurez y termina, y desde el punto de vista de Dios, debe “terminar” como Él ha dispuesto para los seres vivos, que no crecen indefinidamente ni son eternos sobre esta tierra, sino que dan lugar a hijos que desarrollan su propia vida; es decir, un ciclo debe terminar adecuadamente habiendo gestado, nutrido y capacitado al liderazgo del ciclo siguiente que va a tomar decisiones muy distintas. Eso no ha pasado en la historia del país.

Si 4 es el número por excelencia de la Tierra y la creación material, y 7 el número de la perfección divina, 56 muy bien podría significar el número del establecimiento de esa perfección, es decir, de los diseños divinos sobre la Tierra, por lo que 56  años es un período en el cual uno de esos diseños, o una etapa en el diseño general, o una parte del diseño, como queramos verlo, es establecido sobre el territorio y todos sus habitantes. Eso, claro, desde el punto de vista divino; cuando vemos la historia, manchada de principio a fin por Satanás, nos encontramos con algo muy distinto.

Ahora bien, más allá del significado simbólico que encontramos en todos estos números, la realidad es que un proceso de establecimiento, desarrollo, madurez y gestación del cambio en el ámbito social y político de una nación no ocurre “de la noche a la mañana”, como tampoco ocurren en un individuo. Entonces estos “números de años” no deben verse como un simbolismo caprichoso sino como tiempos perfectamente “naturales” para el proceso ocurra como debe ser. ¡Y eso es algo maravilloso de Dios! Todos Sus “números”, es decir, los números que describen sus tiempos y acciones, están totalmente llenos de sentido y significado, a la vez que son totalmente naturales y adecuados a los tiempos y procesos de Sus creaturas.

Dentro del ciclo, cada etapa tiene un orden: 1°, 2°, 3° y 4°, cada uno de estos números con un significado bíblico muy claro y relacionado con el sentido de la etapa, aunque empiezo a contar a partir del ciclo de evolución y no de gestación (podría leerse de otra forma también).

El cuadro N° 1 lo tomo de la página web citada el proceso correspondiente a cada etapa del ciclo completo, lo relaciono con un número y doy  mi interpretación del propósito divino perfecto para la misma.

Cada “ciclo” tiene a su vez 4 etapas: ascenso, euforia, descenso y crisis, y para cada una hay un “diseño de Gualicho” para traer destrucción. En el cuadro N° 2 (a y b) intento delinear el propósito redentor de Dios en contraposición al designio satánico. El “Diseño de destrucción” está tomado literalmente de la página web consultada.

Aquí hay mucho para analizar y no lo podemos agotar en un artículo. Por un lado vemos una especia de “fatalismo”, obviamente motorizado por el pecado de la nación que se abre a los diseños satánicos y los cumple “al pie de la letra”, ¡no podemos sumarnos a eso! Por otro lado, vemos precisamente cómo orar en cada etapa.

Pero también podemos entrever propósitos divinos en cada momento, qué es lo que Dios quiere establecer, y es sobre eso que tenemos que orar y trabajar más específicamente.

Por supuesto, tenemos aquí grandes ciclos socio políticos, pero las realidades puntuales son muy diferentes entre época y época, por lo que necesitamos también “ver” qué está ocurriendo en lo específico, sin perder de vista el proceso general. Tenemos entonces una relación: etapa del ciclo – particularidades de la época; eso nos guía en la intervención para orar por la bendición del país, pero MÁS QUE NADA Y POR ENCIMA de cualquier bendición material que es imperfecta y pasajera, para orar por las salvación de las personas en medio de las vicisitudes y frustraciones.

¡Señor, danos entendimiento!


Danilo Sorti




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