jueves, 3 de mayo de 2018

466. Problemas multidimensionales: la “brújula de los conflictos” como herramienta para entenderlos










Mateo 13:34-35 RVC
34 De todo esto habló Jesús con la gente por parábolas, y no les hablaba de otra manera,
35 para que se cumpliera lo dicho por el profeta: «Abriré mi boca y en parábolas hablaré de cosas escondidas desde la fundación del mundo.»

Jesucristo manifestó diversos dones y ministerios en esta Tierra, sin embargo, una de las principales formas en que fue conocido era como maestro. Mucho de lo que vemos de Él tiene que ver con la enseñanza y las “herramientas didácticas” que utilizó. La parábola, tal como estaba profetizado, es una de ellas, simple de recordar y transmitir, muy poderosa en sus resultados. De ahí que Jesucristo mismo nos “habilita” especialmente para utilizar las herramientas didácticas más adecuadas a la enseñanza de Su Palabra, siendo ésta uno de los ministerios que más tiempo y personas ocupa dentro de la Iglesia; mientras que el don de evangelista lo tiene alrededor del 10 % de los creyentes y no más, el don de maestro, en sus diversas formas, abarca un mayor porcentaje de cristianos. No es que sea más importante, simplemente es necesario que se desarrolle más tiempo que muchos otros.

Dicho esto, volvemos sobre un tema del que hablamos hace un tiempo atrás, los problemas multidimensionales, y sobre el esquema que presentamos en ese momento. Por supuesto que no es un esquema “bíblico” en el sentido de que uno no lo va a encontrar en las páginas de las Escrituras, pero es una ayuda didáctica para entender y aconsejar. Para recordar su explicación puede leerse el artículo: “Problemas multidimensionales: ¿los demonios, las personas, yo o Dios? ¿Quién tiene la culpa…?”.

Utilizando ese esquema podemos representar al problema como una “nube gris” que se gesta entremedio de los cuatro vértices, indicando que, normalmente, cualquier conflicto tiene que ver con mis propios errores y pecados, con la infaltable acción del reino de las tinieblas, con otras personas y, en definitiva, con Dios que lo está permitiendo con algún propósito (esquema n° 1). Es decir, con este dibujo podemos explicar los cuatro componentes de un problema, para evitar la visión simplista que pretende encontrar soluciones fáciles y rápidas que normalmente no ocurren. Sobre eso hablamos en el artículo citado más arriba.

Ahora bien, los cuatro vértices no son cosas separadas sino profundamente interrelacionadas, por lo que dibujamos flechas que los vinculen en ambos sentidos. La flecha de Dios hacia nosotros implica todo lo que viene de él: Su amor, Su protección, Sus promesas pero también Su disciplina, y atraviesa la “nube del problema” precisamente porque es lo que Dios utiliza para perfeccionarnos y es “a través del problema” que se quiere revelar de una nueva forma, tal como vemos que hizo a lo largo de la historia bíblica. La flecha de nosotros hacia Dios, obviamente, tiene que ver con nuestra respuesta, nuestras oraciones, nuestra obediencia, nuestra búsqueda… o nuestra falta de ello. Luego tenemos las flechas que van y vienen desde Dios hacia el reino de las tinieblas y hacia las otras personas (involucradas en el problema): ahí podemos simbolizar la relación que hay entre ellos en función del problema que estamos tratando, qué quiere lograr el Señor en las otras personas, cómo ellas se relacionan (o no) con Dios, qué le permite o no hacer a las tinieblas, qué propósitos tienen “hacia Dios” Satanás y los demonios, y cómo todo eso influye en nosotros a través del problema en cuestión.

En otro vértice tenemos a “las personas”, es decir, los involucrados en el problema. Puede ser uno, algunos o muchos, normalmente nunca es solo uno, por más que uno sea el que nos esté enfrentando o con el que tengamos problemas; siempre “detrás de ese uno” hay alguna estructura social, círculo de relaciones, familia, amigos, etcétera, que lo están influyendo de manera directa o indirecta a favor o en contra de nosotros. La flecha que va desde los otros hacia nosotros probablemente contenga la manifestación del conflicto, sus expectativas no cumplidas, sus odios, su enojo. La flecha que va desde nosotros hacia los otros indica nuestras propias expectativas incumplidas, nuestros propios conflictos, odios, rencores, etcétera. La flecha de las tinieblas hacia los otros simboliza, claro está, la acción satánica para generarnos problemas: la mejor forma que tienen para obstaculizarnos es a través de personas, porque así permanecen en lo oculto y es mucho más difícil identificarlos, además de qué a una persona no se la puede reprender como a un demonio. La flecha en el sentido contrario indica la respuesta de los otros hacia las influencias satánicas: normalmente de aceptación si se trata de un problema que nos afecta, pero también puede haber un rechazo.

La flecha de las tinieblas hacia nosotros indica la acción directa de los demonios, a través de problemas espirituales, “cosas” que ocurren o no ocurren, presiones, y demás. La flecha de nosotros hacia las tinieblas indica nuestra respuesta, tanto si aceptamos sus sugerencias e ideas como si los reprendemos en el nombre de Cristo.

A partir de ese esquema podemos “desmenuzar” el conflicto y determinar cómo intervenimos: hacia el mundo espiritual (haciendo guerra espiritual enfocada), hacia los otros (cambiando nuestras conductas, hablando si es posible con ellos, buscando ayuda humana), hacia Dios (poniéndonos de acuerdo en lo que Él quiere lograr, orando por solución) y hacia nosotros mismos (cambiando nuestra forma de pensar y actuar, cambiando hábitos).

A partir de este esquema podemos reconocer que hay una “alianza tácita o expresa” entre las tinieblas, la sociedad y nosotros, por más que no nos guste, y que debemos romper esa alianza (figura n° 2), que hay un área “predecible” porque actúa según leyes definidas que podemos conocer, y un área “poco predecible” porque está sujeta a una voluntad cambiante (figura n° 3).

Podemos representar distintas dinámicas, por ejemplo, cómo empezamos “atravesando” el problema y dirigiéndonos a Dios, para que luego Él obre en nosotros, en el mundo espiritual y en los otros (figura n° 4). O cómo podemos buscar una solución más fácil, “rodeando” el problema y dirigiéndonos hacia el mundo espiritual y social, tratando de luchar con nuestras propias fuerzas y recibiendo la represalia de ellos (figura n° 5).

Podemos indicar cómo Dios nos manda a hacer guerra espiritual enfocada y a tratar con sabiduría a las otras personas (figura n° 6). Podemos mostrar como Dios actúa trayendo confusión en nuestros enemigos (figura n° 7).

También podemos explicar los “tres niveles” del problema: nosotros, los otros y Dios, o el “eje central” del problema y la periferia (figuras n° 8 y 9).

Bueno hermanos, esto es simplemente una herramienta que espero sea de utilidad en la consejería y en nuestra vida personal.


Danilo Sorti




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