martes, 9 de enero de 2018

369. Ese monstruo llamado Leviatán y su extraño “paralelo” con la obra del Espíritu Santo – y V

·         Job 41:30 RVC
30 Su pecho está cubierto de agudas escamas, y al arrastrarse va abriendo surcos en el fango.

Leviatán domina también sobre la naturaleza, no solamente sobre el mundo de los hombres o el mundo espiritual. Es el que configura la superficie de la Tierra dañando y erosionando la creación de Dios. Es un poder espiritual y como tal actúa, pero en estos últimos tiempos se nos ha hecho bien visible como puede hacerlo también a través de los hombres, cuyas manos han destruido cuanto han podido. Las huellas del orgullo humano están marcadas en la naturaleza.

Miqueas 7:13 DHH
13 La tierra será convertida en desierto
por culpa de sus habitantes,
como resultado de su maldad.

Pero cuando esa naturaleza infructífera nos lleva a volvernos a Dios entonces:

Salmos 104:30 DHH
30 Pero si envías tu aliento de vida, son creados,
y así renuevas el aspecto de la tierra.

Y nosotros participamos del mismo poder creador y restaurador.

·         Job 41:31 RVC
31 Si se lanza al mar, éste hierve, y brotan candentes burbujas de agua.

El “mar” del Leviatán que entendía Job era el reino del caos, de hecho, uno de los Reinos de Satanás, del cual Leviatán es su espíritu principal. No es solo la afectación de la naturaleza sino también del infierno mismo: allí vuelve y lo enciende contra el Reino de Dios, en la Tierra y en nuestras vidas.

Pero Uno ya descendió allí y produjo algo muy distinto:

Efesios 4:9-10 RVC
9 Y al decir «subiendo», ¿qué quiere decir, sino que también primero había descendido a lo más profundo de la tierra?
10 El que descendió, es el mismo que también ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.

Y es El que quitó del reino de las tinieblas los dones y las bendiciones que Dios había dispuesto para nosotros, pero mucho más que los dones materiales:

Efesios 4:11-12 RVC
11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,

·         Job 41:32 RVC
32 Tras de sí va dejando una brillante estela, ¡cabellera de plata se torna la blanca espuma!

Finalmente, el orgullo nunca “está solo”, va acompañado de su séquito y las señales de su paso. El orgulloso “sigue hablando” aún mucho después de haberse ido, las semillas sembradas de orgullo crecen y fructifican, y se vuelven a sembrar y repiten el ciclo, multiplicándose en cada nueva generación. El orgullo es “bien conocido”. Pero en Cristo nos pasa algo distinto:

2 Corintios 6:9 RVC
9 desconocidos para unos, somos bien conocidos para otros; parecemos estar moribundos, pero seguimos con vida; se nos ve castigados, pero no muertos;

No hay “estela” detrás de nosotros pero nuestros nombres son bien conocidos en donde vale la pena que lo sean. Y por eso, no nos pasa como a unos que pensaban que eran conocidos pero no:

Hechos 19:15-16 RVC
15 pero el espíritu maligno les respondió: «Yo sé quién es Jesús, y sé también quién es Pablo; pero ustedes, ¿quiénes son?»
16 Dicho esto, el hombre que tenía el espíritu malo se arrojó sobre ellos; y los derribó con tanta fuerza que los hizo huir desnudos y heridos.

·         Job 41:33 RVC
33 Nada en la tierra se le puede comparar; es un monstruo que a nada le teme.

Lutero pudo captar muy bien la esencia de estas palabras cuando dijo:

“Con furia y con afán
Acósanos satán:
Por armas deja ver
Astucia y gran poder;
Cual él no hay en la tierra.”

Y luego reconoce:

“Nuestro valor es nada aquí,
Con él todo es perdido;”

Para inmediatamente después proclamar:

“Mas con nosotros luchará
De Dios el escogido.
Es nuestro Rey Jesús,
El que venció en la cruz,
Señor y Salvador,
Y siendo El solo Dios,
El triunfa en la batalla.”

Los antiguos tenían todavía el recuerdo de este principado, luego se borró con la historia y el secularismo, lo que le dio la oportunidad de disfrazarse con mil caras distintas. Pero hay Uno mucho más temible:

Salmos 96:4 RVC
4 El Señor es grande, y digno de alabanza; ¡es temible, más que todos los dioses!

El principado de Leviatán nos hace “soñar” con ser poderosos e indestructibles, o más filosóficamente, el famoso superhombre de Nietzsche. Todo lo que hacemos por orgullo lo hacemos para ganar poder… ¿y para qué necesitaríamos tal poder sino para cubrir nuestra propia desnudez y debilidad? Leviatán es poderoso por sí mismo y así nos hace ser, o mejor dicho, pretender ser.

Pero Cristo, quien legítimamente podía ser todopoderoso por sí mismo, se sometió voluntariamente a la mano de Dios y entonces pudo decir:

Lucas 11:20 RVC
20 Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a ustedes.

Podía echarlos por sí mismo, pero lo hizo en el poder de Dios y nos dio el ejemplo, para que ahora sí nosotros podamos decir:

Filipenses 4:13 RVC
13 ¡todo lo puedo en Cristo que me fortalece!

·         Job 41:34 RVC
34 A los poderosos los mira con desprecio; ¡es el rey de todos los soberbios!»

¿Qué pueden darle los poderosos a Leviatán? Nada, si su propio líder pudo decir:

Lucas 4:6 RVC
6 y le dijo: «Yo te daré poder sobre todos estos reinos y sobre sus riquezas, porque a mí han sido entregados, y yo puedo dárselos a quien yo quiera.

Él, el príncipe de este siglo, es el que entrega el poder a los poderosos que gobiernan conforme al sistema de este mundo, ¿por qué habría de pedirles algo?

Leviatán nos hace mirar con desprecio a los verdaderamente poderosos en Dios, es decir, a aquellos “pequeños” ante los ojos humanos pero grandes delante de Dios. Es cuando nuestros ojos son abiertos y vemos el mundo espiritual tal como es que nuestro sistema de valores cambia radicalmente y podemos llegar hasta despreciar nuestra propia vida, para ganar algo mucho mayor:

Juan 12:25 DHH
25 El que ama su vida, la perderá; pero el que desprecia su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna.

Leviatán es, entonces, el rey de todos los soberbios, el principado del orgullo, aquel que ha dominado sobre todo el mundo, el monstruo marino escrito en los cielos de los más antiguos zodíacos, temido por los primitivos, disfrazado con mil vestidos hoy, pero el mismo, pronto a levantarse e inspirar al Anticristo en su arrogancia y soberbia extrema:

2 Tesalonicenses 2:3-4 RVC
3 De ninguna manera se dejen engañar. Porque ese día no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, es decir, el hijo de perdición,
4 el cual se opone y se enfrenta a todo lo que se llama Dios o es objeto de culto. Llega al grado de sentarse en el templo de Dios y de ocupar su lugar, haciéndose pasar por Dios.

La plenitud del orgullo humano, siendo consumada, abre las puertas de par en par nuevamente a Leviatán, pero ahora de una forma muy distinta, mucho más sofisticado y elegante, nada que ver en apariencia con el monstruo marino que describe Job… pero en realidad, el mismo.

¿Por qué tanto poder? Si finalmente Satanás y sus huestes no pueden crear nada ni operar bajo ningún principio que no sea lo establecido por Dios, ¿de dónde viene ese poder humanamente indestructible?

Pues precisamente de un principio divino: Leviatán representa todo lo que Dios había dispuesto originalmente para el hombre y que este perdió con el pecado. Es todo lo que el hombre anhela recuperar… pero exactamente al revés, es decir, sin Dios.

“Sin Dios”, o mejor dicho, “con el esfuerzo propio”, qué sencillo e inocente suena, ¿no? Pues esconde al principado más terrible. Job es de los relatos más antiguos de la Biblia, más o menos del tiempo de Abraham, y un buen porcentaje de las palabras que Dios mismo dice allí se refieren a Leviatán, con lo que debería llamarnos suficientemente la atención sobre el poder de este monstruo.

Y no se lo dice a Job cuando todo le iba bien y el orgullo podía encontrar terreno fértil en su próspero corazón, ¡se lo dice cuanto todo iba tan mal que pero sería imposible! Pues allí también podía anidar Leviatán en el corazón de Job, y de allí lo extirpa el Señor con el discurso aparentemente enigmático del capítulo 41.

Estas palabras se han escrito para nosotros, y el testimonio de Job quedó registrado para que aprendamos de él y podamos vencer. Leviatán es mucho más que un simple “monstruo mitológico” o una figura allende al zodíaco, está muy vivito y coleando entre nosotros, por eso es que desde el principio de los tiempos ha quedado registrado en las páginas bíblicas. ¡Señor, gracias porque has abierto nuestros ojos!


Danilo Sorti




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