martes, 9 de enero de 2018

361. Señales, sabiduría y poder

1 Corintios 1:22 RVC
22 Los judíos piden señales, y los griegos van tras la sabiduría,

Cuando leemos el contexto en el que fue escrito este pasaje podemos ver claramente que Pablo está hablando en contra de la actitud de los judíos y griegos incrédulos; pero sin embargo, no está propiamente hablando “en contra” de las señales ni de la sabiduría porque la predicación apostólica estuvo llena de señales y de sabiduría divina aunque no podría afirmar lo mismo de la nuestra…. Pero vamos por partes.

Jesucristo empezó su ministerio haciendo señales, y de hecho lo “concluyó” con la más grande de todas: su propia resurrección. El relato de Hechos está lleno de señales y claramente tenemos el mandato de continuar con esas señales:

Marcos 16:15-18 RVC
15 Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura.
16 El que crea y sea bautizado, se salvará; pero el que no crea, será condenado.
17 Y estas señales acompañarán a los que crean: En mi nombre expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas,
18 tomarán en sus manos serpientes, y si beben algo venenoso, no les hará daño. Además, pondrán sus manos sobre los enfermos, y éstos sanarán.»

El inicio de la historia de Israel como nación fue marcado también con grandes y poderosas señales que hizo Dios de mano de Moisés. Y estas no terminaron a lo largo de la historia, simplemente ocurrieron cuando el Señor encontró la suficiente fe en algún hombre o mujer como para realizarlas.

Las señales son una evidencia externa de una realidad espiritual que “no vemos” con nuestros ojos naturales. Dios no acomoda las señales a nuestro antojo:

Marcos 8:12-13 RVC
12 Lanzando un profundo suspiro, Jesús dijo: «¿Por qué pide esta gente una señal? De cierto les digo que ninguna señal se le concederá.»
13 Los dejó entonces, y volvió a entrar en la barca para irse a la otra orilla.

Pero nunca deja a la gente sin ellas:

Mateo 12:39 RVC
39 Pero él les dijo: «La generación mala y adúltera demanda una señal, pero no tendrán más señal que la del profeta Jonás.

¡Aún a los pecadores más endurecidos!

Los judíos estaban bien entrenados en el asunto, y sabían que cualquier profeta verdadero debía presentarse con señales; lo podían leer en su historia. Las señales son la evidencia de Dios Padre, en su faceta de Creador de la naturaleza y por lo tanto, Soberano sobre ella. No debemos menospreciarlas, son necesarias y son parte del testimonio que debemos recibir y creer. Si no hay señales, no podemos decir que algo sea de Dios, pero las señales, o mejor dicho, algo que se parece a señales también puede ser falso:

Marcos 13:22 RVC
22 Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios para engañar, de ser posible, incluso a los elegidos.

Tenemos la sabiduría, que viene de la Palabra de Dios. Los griegos no estaban tan preocupados por el mundo sensible como por el mundo de las ideas, ellos juzgaban la veracidad o falsedad de algo de acuerdo a la sabiduría que se expresara, es decir, de acuerdo a cuánto explicara la realidad y cuán consistente internamente fuera el sistema de ideas. ¡Y claro que no hay mayor sabiduría que La Palabra, Cristo, el Hijo de Dios!

Isaías 52:15 RVC
15 Muchas naciones se asombrarán de él. Los reyes callarán al verlo, porque verán algo que nunca les fue contado, y entenderán algo que jamás habían oído.

Este pasaje, que claramente alude a Jesucristo, está diciendo que la gente más sabia de aquel entonces, los reyes, parecerían niños ignorantes al escuchar la voz del Único Sabio.

Aunque el sistema del mundo ha hecho un muy bien trabajo convenciendo a no creyentes y, especialmente, a creyentes de que el Evangelio “no tiene sabiduría”, que es “para ignorantes”, la profundidad de la sabiduría de vida que tienen sus aparentemente sencillas palabras es mayor que las, también aparentemente, grandes frases de los grandes pensadores de la humanidad.

¡Pero la sabiduría también es corruptible! Es sumamente fácil enredarse en los vericuetos del razonamiento:

Romanos 1:21 DHH
21 Pues aunque han conocido a Dios, no lo han honrado como a Dios ni le han dado gracias. Al contrario, han terminado pensando puras tonterías, y su necia mente se ha quedado a oscuras.

Hoy tenemos sistemas filosóficos y de conocimiento científico que son impresionantes y enormes “edificios” del pensamiento, pero que al estar basados en unas pocas y falsas premisas fundamentales, terminan siendo “impresionantes y enormes” tonterías. ¿De qué sirve tanto trabajo, tanto “jugo de cerebro” invertido si los fundamentos son incorrectos?

Las señales y la sabiduría son parte de la manifestación del Trino Dios, cualquiera de ellas por sí sola bastaría para que un corazón sincero pudiera encontrarlo, pero los sistemas de pensamiento humano han llegado a corromper esas claras evidencias, y por eso Pablo pudo decir:

1 Corintios 1:22-24 RVC
22 Los judíos piden señales, y los griegos van tras la sabiduría,
23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, que para los judíos es ciertamente un tropezadero, y para los no judíos una locura,
24 pero para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios, y sabiduría de Dios.

Cristo crucificado y resucitado era un tropiezo para los judíos, porque no podían negar que eso había ocurrido, pero tampoco podían “encajarlo” en su sistema de creencias; las “señales” que ellos estaban esperando eran las que ellos querían ver, cualquier señal que estuviera “por fuera” necesariamente iba a ser interpretada de otra forma. No eran honestos ni siquiera con su propia forma de pensamiento.

Pero la predicación cristiana no era un mensaje “livianito y superfluo” (como muchos de los que escuchamos hoy) sino palabras de profunda sabiduría… que no venían de un reconocido filósofo y estaban en contra de lo que cualquier persona “humanamente” hubiera buscado, por eso los griegos no pudieron reconocer la sabiduría que traían estos predicadores de un “Dios crucificado”, ¡era una locura desde todos sus puntos de vista! Ellos tampoco eran honestos con su propia forma de pensamiento.

Pero de entre ellos, los que creyeron y recibieron con corazones abiertos las señales y la sabiduría que encerraba la “locura de la predicación”, Cristo se transformó en el poder de Dios para cambiar la realidad material y la sabiduría divina para explicar lo incomprensible. Este poder de Dios y esta sabiduría revelada no es otra cosa que Dios Espíritu viniendo y habitando en los corazones de los creyentes, y aquí tenemos la definitiva revelación, la que ocurre en el interior de la persona, en su espíritu.

Señales y sabiduría pueden ser el camino que nos acerca, pero nadie entra sino por el Espíritu, y el sello del testimonio, aquello que Dios Padre puede ver y reconocer como propio, y aquello que a nosotros nos asegura en Quién hemos creído y qué es lo que somos, es el Espíritu. De paso, digamos que Él también se ocupa de dar testimonio:

Juan 16:8 RVC
8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.

Para el que es deshonesto, no ya con Dios, sino consigo mismo, ni las señales, ni la sabiduría ni mucho menos el testimonio del Espíritu al espíritu sirven de algo. Pero para los que hemos creído, las señales, la sabiduría y el testimonio del poder del Espíritu son las tres “patas” de nuestra fe; en la hora de la prueba, cuando todo alrededor se desmorona, cuando se acaban todas las certezas, cuando Satanás viene a tentarnos con todas sus fuerzas; son las señales, la sabiduría y el poder del Espíritu las que nos sostendrán.


Danilo Sorti




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