Job 40:1-9 RVC
1 El Señor también le dijo a Job:
2 «¿Te parece sabio discutir con el
Todopoderoso? El que discute con Dios, tiene que responderle.»
3 Y Job le respondió al Señor:
4 «Indigno soy. ¿Qué te puedo responder? Más
me conviene quedarme callado.
5 Una vez he hablado, así que no voy a
responder. Hablé por segunda vez, y no lo volveré a hacer.»
6 Entonces el Señor respondió a Job desde el
torbellino, y le dijo:
7 «Pórtate como hombre, y prepárate. Yo te
voy a preguntar, y tú me vas a responder.
8 ¿Acaso vas a invalidar mi justicia? ¿O vas
a condenarme para justificarte?
9 ¿Tienes acaso el mismo poder que yo? ¿Puede
tu voz resonar como la mía?
Aparentemente Dios no le responde a Job el
por qué de su sufrimiento, pero en realidad está tratando con lo más profundo
de su corazón; el lugar donde anida Leviatán, que aparece al final de la
sección en que Dios responde. Job tenía de sí un más alto concepto del que
debía tener:
Job 42:1-6 RVC
1 Entonces Job le respondió al Señor, y le
dijo:
2 «Yo sé bien que todo lo puedes, que no hay
nada que tú no puedas realizar.
3 Preguntaste: “¿Quién se atreve a oscurecer
mis designios, con palabras carentes de sentido?” Yo fui ese atrevido, que
habló sin entender; ¡grandes son tus maravillas! ¡Son cosas que no alcanzo a
comprender!
4 Por favor, escucha mis palabras; quiero
preguntarte algo; ¡házmelo saber!
5 Yo había oído hablar de ti, pero ahora mis
ojos te ven.
6 Por lo tanto, me retracto de lo dicho, y me
humillo hasta el polvo y las cenizas.»
¿Orgulloso Job? Sí, aunque no lo parezca;
pero muy distinto a lo que nosotros normalmente conocemos por “orgulloso”, por
cierto, mucho menos de lo que nosotros solemos ser, pero aún así, había una
raíz bien escondida y Dios estaba dispuesto a purificar lo máximo posible a Su
siervo. Probablemente no consistía en considerarse a sí mismo una especie de
súper héroe o magnífico personaje con privilegios superiores, tal como lo
conocemos nosotros, sino en algo mucho más sutil, en considerar que él, como
creatura, podía comprender el accionar del Todopoderoso, y al no poder hacerlo,
cae en la desesperación. ¿Quién de nosotros puede considerarse libre de eso?
Job está “respondiendo” a la raíz más oculta
del orgullo humano, la “menos pecaminosa”, aquella que tiene que ver con
nuestra alma, la parte de nuestro ser que tomó preeminencia por sobre las otras
dos en la caída, y del alma, la parte quizás más “noble”: el intelecto.
Podemos someter nuestras acciones, nuestros
sentimientos, nuestra voluntad, pero ¿nuestro intelecto? Finalmente, los
pensamientos no necesitan manifestarse, puede haber un duro combate allí pero
ahí se queda, no “sale” hacia las acciones. Sin embargo está.
Job era ejemplar, Dios mismo dio testimonio
de él delante del Adversario y toda la Corte celestial, ¿de quién podría
decirse algo semejante? El Señor no cuestionó nada de lo dijo en defensa de sí
mismo antes sus (supuestos) amigos pero sí su actitud, ¿podía un mortal
cuestionar a Dios? Esto no quiere decir que uno le pregunte, o requiera
sabiduría, o incluso que exponga toda su queja delante de Él.
Salmos 39:4-6 RVC
4 «Señor, hazme saber qué fin tendré, y
cuánto tiempo me queda de vida. ¡Quiero saber cuán frágil soy!
5 Tú me has dado una vida muy corta; ante ti,
mis años de vida no son nada. ¡Ay, un simple soplo somos los mortales!
6 ¡Ay, todos pasamos como una sombra! ¡Ay, de
nada nos sirve tratar de enriquecernos, pues nadie sabe para quién trabaja!
O incluso las palabras que Jesús mismo
repitió:
Salmos 22:1-2 RVC
1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado? ¿Por qué estás tan lejos, y no vienes a salvarme? ¿Por qué no
atiendes mi clamor?
2 Dios mío, te llamo de día, y no me
respondes; te llamo de noche, y no hallo reposo.
Tenemos toda la libertad del Espíritu para
derramar nuestra queja delante de Dios. Mucho del problema de los que se llaman
ateos es que nunca han “sentido” la libertad de reclamar a ese Dios que les
parece lejano y arbitrario, nunca se han permitido exponer toda su angustia y
esperar una respuesta. Y por ello terminaron enojados, y ese enojo se
transformó en “ateísmo”.
Pero el orgullo no consiste en eso, sino en
pretender saber TODO lo que Dios es o hace en relación con un tema. Job suponía
que sabía cómo Dios trataba a los justos como él, cuando eso falló comenzó una
crisis intelectual. “¡No comprendo cómo Dios actúa!” Bueno, de eso se trata: no
lo puedo comprender todo pero sin embargo puedo confiar en que será lo mejor.
Esa simple frase es el más “sangriento y cruel” asesinato posible al orgullo de
nuestro intelecto… somos creaturas, no Creador.
Lucas 1:34 RVC
34 Pero María le dijo al ángel: «¿Y esto cómo
va a suceder? ¡Nunca he estado con un hombre!»
Ella no dudó, simplemente se intrigó por la
forma.
Lucas 1:18 RVC
18 Zacarías le preguntó al ángel: «¿Y cómo
voy a saber que esto será así? ¡Yo estoy ya muy viejo, y mi esposa es de edad
avanzada!»
“¡Eso no puede ser así!” Dijo Zacarías, es
decir, “yo sé cómo funciona la naturaleza, y es no puede pasar”. Orgullo, “yo
sé”.
En la cotidianeidad ese principio se expande
en mil formas y se manifiesta en todo lo que llamamos “orgullo”, incluso en sus
formas más aberrantes. Pero su raíz es muy pequeña. “Yo sé cómo funcionan las
cosas porque yo estudié lo suficiente” y entonces hago que las cosas funcionen
como “yo sé”, y después, cuando ocurren los problemas me pregunto: “¿qué salió
mal?”.
Pero hay un problema práctico aquí, porque
entonces no podría hacer absolutamente nada, ni dar un paso, ni respirar, si al
fin y al cabo “no sé”. La clave está en Jesucristo, Aquel que venció a
Leviatán:
Juan 5:19 RVC
19 Entonces Jesús les dijo: «De cierto, de
cierto les digo: El Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve que
el Padre hace; porque todo lo que el Padre hace, eso mismo lo hace el Hijo.
Y esta es la absoluta dependencia, que según
muchos “anula la personalidad” pero lo cierto es que exalta nuestra verdadera
personalidad. La victoria sobre Leviatán es vivir conforme la vida de Dios, a
cada paso, y eso comienza en la mente, la voluntad, el yo, en lo más hondo del
ser humano. Consiste en reconocer mi verdadera naturaleza de criatura y no
pretender ser lo que no soy… lo que paradójicamente me hace ser exaltado por Su
propio poder.
Danilo Sorti
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