martes, 9 de enero de 2018

372. La victoria definitiva sobre Leviatán: la humildad de Cristo

Mateo 11:29 RVC
29 Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma;

Como Leviatán no hay otro en la Tierra… pero nuestro Dios está por encima de la Tierra, y Él vino, haciéndose hombre, con las armas más poderosas para derrotar a todos los principados de maldad. Y Leviatán, el monstruo marino que asoma veladamente la cabeza en Génesis 1 cuando Dios pone orden en las aguas y el mundo, fue uno de los que venció.

En realidad comenzó a vencerlo desde antes de su nacimiento y siguió haciéndolo hasta que ascendió al cielo. Pablo nos da el panorama completo:

Filipenses 2:5-8 RVC
5 Que haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús,
6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

La humildad o el “despojo de sí mismo” es lo que caracterizó al ministerio de Jesucristo, de principio a fin. Siempre lo hemos visto como una virtud, y lo es, pero también debemos entenderlo como un acto consciente de guerra espiritual, de principio a fin. Y no podía ser de otra forma, dado que Leviatán tiene un dominio tan extendido sobre la faz de la Tierra.

·         La humildad nace en la eternidad, cuando Él decide despojarse y ofrecerse en sacrificio:

Apocalipsis 13:8 RVC
8 Y adoraron a la bestia todos los habitantes de la tierra, todos los que no tienen su nombre inscrito en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.

El simbolismo propio del “Cordero”, que aparece desde los primeros capítulos de la Biblia, es casi un sinónimo de la palabra “humildad”. El sacrificio de sí mismo, ofrecido por Cristo desde la eternidad y hecho realidad en la historia, es la mayor señal de humildad.

·         La humildad estuvo en los eventos que rodearon su nacimiento:

Lucas 1:38 RVC
38 María dijo entonces: «Yo soy la sierva del Señor. ¡Cúmplase en mí lo que has dicho!» Y el ángel se fue de su presencia.

Lucas 2:7 RVC
7 y allí tuvo a su hijo primogénito; y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en ese albergue.

Lucas 2:15 RVC
15 Cuando los ángeles volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «Vayamos a Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha dado a conocer.»

Una joven israelita que fue sospechada por su flamante marido, un establo como sala cuna y un grupo de ovejeros malolientes como primeros visitantes… ¿así nacía el Rey del Universo? Jesucristo es una piedra de tropiezo para todos los religiosos, no pueden evitar narrar Su historia y “usarlo” para su provecho, pero ¿cómo pueden justificar sus propios lujos en Su Nombre?

Las condiciones “de nacimiento”, es decir, las relaciones sociales que los padres le dan a los hijos, los recursos económicos que les heredan, el ambiente en el cual los insertan y les enseñan a manejarse, constituyen el capital de partida de cada persona y es difícil que a lo largo de su vida pueda avanzar mucho más allá de eso. Pero el Padre no miró nada de eso, y cuando José necesitó recursos para huir de la ira de Herodes, dispuso a unos sabios astrólogos de oriente que habían guardado recursos económicos (a lo mejor durante varias generaciones) para que no tuviera problemas en el viaje y estadía. Sin embargo, el Padre miró la fe de una joven israelita que no dudo al escuchar lo más extraño que una mujer pudiera escuchar en su vida, y el valor de un hombre que aceptó sin vacilar la voz del ángel.

El orgullo procura elevarse por encima del común de los hombres desde el principio, la humildad se identifica con ellos desde ese mismo principio.

·         La humildad estuvo en el tiempo de espera

Lucas 2:51-52 RVC
51 aunque se fue con ellos a Nazaret y vivió sujeto a ellos. Por su parte, su madre guardaba todo esto en su corazón.
52 Y Jesús siguió creciendo en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y con los hombres.

“Todo tiene su tiempo” había escrito el sabio siglos atrás, y los propósitos de Dios también. La impaciencia es característica de Leviatán, aunque a veces puede lograr dominarse con dificultad. La paciencia descansa en Dios y no pretende apurar la resolución de ninguno de Sus planes, tampoco cuando en esos planes uno “sale ganando” al final.

·         La humildad estuvo en el inicio de Su ministerio

Mateo 3:13-17 RVC
13 Jesús fue de Galilea al Jordán, donde estaba Juan, para ser bautizado por él.
14 Pero Juan se le oponía, diciendo: «Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?»
15 Jesús le respondió: «Por ahora, déjalo así, porque conviene que cumplamos toda justicia.» Entonces Juan aceptó.
16 Después de ser bautizado, Jesús salió del agua. Entonces los cielos se abrieron y él vio al Espíritu de Dios, que descendía como paloma y se posaba sobre él.
17 Desde los cielos se oyó entonces una voz, que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco.»

Había un acto legal que consistía en ser bautizado por el sacerdote Juan, genuino descendiente de la línea sacerdotal y probablemente el único que no estaba corrompido de los muchos que había en ese entonces. Juan sabía perfectamente quien era Jesús y no podía entender esto, porque había algunos resabios de Leviatán en su corazón, pero Jesús entendía que la perfecta justicia humana y divina también tenía que ser cumplida, aunque eso significara un acto que podía considerarse “humillante”: el mayor sometiéndose al menor.

Cuando es justo que así ocurra, la humildad no tiene problemas en “someterse”, es decir, en recibir la habilitación, capacitación, autoridad o lo que sea que el “menor” le debe conferir.

·         La humildad estuvo a lo largo de Su ministerio

Juan 6:15 RVC
15 Cuando Jesús se dio cuenta de que iban a venir para apoderarse de él y hacerlo rey, volvió a retirarse al monte él solo.

Desde el inicio no encontramos nada que sea autopromoción, o ninguna de las estrategias de promoción exageradas que hoy usarían muchos ministerios “exitosos”. Jesús no tuvo problemas en anunciar Su misión y llamar a la gente a Sí, pero aún así fue muy moderado en ello.

Incluso Dios Padre se “contuvo” más de una vez (solo habló “públicamente” tres veces, según está registrado), y el Cielo con él, para que no hubiera ningún “show” espiritual que opacara el valor de las palabras del Cordero.

La humildad implica seguir el camino trazado para que las “cosas ocurran” y no buscar atajos fáciles y honrosos. El camino para ser rey era la cruz y no otro intermedio.

·         La humildad estuvo al final de Su ministerio terrenal

Isaías 53:7 RVC
7 Se verá angustiado y afligido, pero jamás emitirá una queja; será llevado al matadero, como un cordero; y como oveja delante de sus trasquiladores se callará y no abrirá su boca.

La descripción profética de Isaías es lo que mejor resume la actitud del Señor en los eventos de Su encarcelamiento, juicio y muerte. Sin amenazas, sin alardes de Su sacrificio, con muy pocas palabras. Así es la humildad al cumplir la tarea difícil, simplemente se cumple.

·         La humildad estuvo hasta Su ascensión y más allá

1 Corintios 15:3-8 RVC
3 En primer lugar, les he enseñado lo mismo que yo recibí: Que, conforme a las Escrituras, Cristo murió por nuestros pecados;
4 que también, conforme a las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día;
5 y que se apareció a Cefas, y luego a los doce.
6 Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos aún viven, y otros ya han muerto.
7 Luego se apareció a Jacobo, después a todos los apóstoles;
8 y por último se me apareció a mí, que soy como un niño nacido fuera de tiempo.

¿Y por qué no a Sus enemigos? ¿Por qué no apareció sobre una nube roja cargada de rayos para aplastar al sumo sacerdote, o a los soldados, o a Pilatos? ¿Por qué no a todo Israel, que lo había rechazado?

Su humildad no solo estuvo allí, continúa hasta el presente, a lo largo de veinte siglos, en los que los hombres lo han ignorado, insultado e incluso burlado grotescamente de Él, como hacen algunos en el presente. Esto no significa que Sus juicios no hayan venido sobre tales personas y no estén por venir dramáticamente sobre todo el mundo, sino que durante todo este tiempo Él no se ha manifestado públicamente como sí ocurrirá al final de este tiempo. Propiamente, éste es el tiempo de la gracia, el tiempo en donde claramente se manifiesta la humildad de Dios Hijo, ¡nada menos!, porque las personas lo pueden aceptar o rechazar por Su naturaleza, por Sus palabras, por Su historia, sin ninguna demostración espectacular de poder que los intimide y presione.



Desde hace dos mil años, el Dios que se hizo hombre sigue siendo “uno de nosotros”, hasta “escondido” en cierto sentido, alguien en quien podemos creer o a quién podemos ignorar. Alguien al que prestarle atención o alguien para dejar juntando polvo en un libro olvidado. Incluso alguien de quien nos podemos burlar, alguien a quien se puede ofender públicamente, sobre quien se pueden escribir literalmente toneladas de libros diciendo lo que se le ocurra a cada uno.

Por eso estamos en el tiempo de la gracia, porque es el tiempo de la humildad divina que nos permite responder por amor, no por temor, no por obligación, no por ningún show cósmico sobrecogedor. Así también es en las relaciones humanas: la humildad ofrece, no exige; espera, no obliga; tolera el rechazo, no amenaza; permite que se desarrolle el verdadero amor, que surge cuando “somos iguales”, en este caso, cuando Dios se hace hombre.

Pero la humildad no es injusta y no permitirá que la injusticia de los hombres crezca sin límites. Por eso, la misma humildad también vendrá con juicio y fuego destructor. Aquí es donde (también) tropiezan los religiosos: han exagerado tanto la humildad del Señor que la han transformado en complicidad culpable con el pecador. Eso no es verdadera humildad, y pronto los hombres lo descubrirán.


Danilo Sorti




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