Jeremías 2:5 DHH
5 El Señor les dice:
de malo encontraron en mí sus antepasados,
que se alejaron de mí?
Se fueron tras dioses que no son nada,
y en nada se convirtieron ellos mismos.
Jeremías 2:5 RV1995
5 Así dice Jehová:
«¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres,
que se alejaron de mí,
y se fueron tras la vanidad
y se volvieron vanos?
Es un hecho que el “dios” que tenemos
finalmente determinará lo que seamos. Jeremías lo describe dramáticamente en
este pasaje al comienzo de su profecía, y lo ilustra sobradamente en el resto
del libro. Pero si esto es cierto para los dioses falsos, también lo es para
cualquier imagen distorsionada del Dios verdadero.
Cualquier concepto errado que tengamos de
Dios nos va a conformar de la misma manera, y estas desviaciones pueden ser muy
sutiles. Podemos hacer el mismo recorrido “hacia atrás”: si hay algo claramente
desviado en nuestra espiritualidad también lo está en nuestra imagen de Dios. Y
uno de estos puntos comunes suelen ser los sentimientos del Creador.
Quizás algo de lo que más nos cueste
dimensionar adecuadamente sea precisamente eso; como solemos asociar directa o
indirectamente a los sentimientos, y más aún, la expresión de esos
sentimientos, a los conceptos de debilidad o vulnerabilidad, es difícil que
Dios pueda “encajar” allí. Por eso, “acercarse a Dios”, “ser santo como Dios es
santo”, implica inconscientemente para muchos cristianos transformarse en una
criatura tan racional y tan “en las nubes” que no resulta afectada por ninguno
de los pesares de los mortales, al tiempo que se vuelve emocionalmente
inexpresivo. Esta imagen, sin embargo, corresponde más bien al ideal griego (y
al espíritu de Grecia) que al modelo bíblico; es decir, a la infiltración del
espíritu griego en el Evangelio.
¿Podemos ver los sentimientos profundos de
Dios en la Biblia?
Juan 11:35 RVC
35 Y Jesús lloró.
Lucas 22:44 RVC
44 Lleno de angustia, oraba con más
intensidad. Y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la
tierra.
Juan 2:16-17 DHH
16 A los vendedores de palomas les dijo:
—¡Saquen esto de aquí! ¡No hagan un mercado
de la casa de mi Padre!
17 Entonces sus discípulos se acordaron de la
Escritura que dice: consumirá el celo por tu casa.
Lucas 10:21 DHH
21 En aquel momento, Jesús, lleno de alegría
por el Espíritu Santo, dijo: alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los sabios y
entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Jesucristo es la imagen más clara del Padre
que tenemos en esta tierra:
Juan 14:9 RVC
9 Jesús le dijo: «Hace ya tanto tiempo que
estoy con ustedes, ¿y tú, Felipe, no me has conocido? El que me ha visto a mí,
ha visto al Padre; ¿cómo entonces dices: “Muéstranos al Padre”?
Las palabras de Jesucristo son tan claras que
llega a ser una herejía “desvincular” el ejemplo de Jesucristo de la naturaleza
de Dios. Lo que vemos en Cristo, toda la gama de emociones que aparecen
registradas en los Evangelios, es lo mismo que expresa Dios Padre, a quién no
podemos ver. Vuelvo a decir que considerar al Padre como un Dios lejano,
inexpresivo, o peor aún, siempre enojado y vengativo, es una herejía y una
blasfemia. Por supuesto, ignorar esas facetas es otro error no menor.
¿Es el “Dios del Nuevo Testamento” distinto
del “Dios del Antiguo Testamento”? Algunos consideran que Dios se volvió “más
bueno” en el Nuevo Pacto, y que en los tiempos del Antiguo era mucho más
distante. Es cierto que Jesucristo acercó al Padre de una forma que los
antiguos solo podían soñar, pero el corazón de Dios nunca cambió:
Jeremías 9:1-3 RVC
1 ¡Cómo quisiera yo que mi cabeza fuera un
mar, y mis ojos un manantial de lágrimas! ¡Así podría llorar día y noche por
los muertos de la hija de mi pueblo!
2 ¡Cómo quisiera que alguien me diera en el
desierto un albergue de caminantes! ¡Así podría dejar a mi pueblo y apartarme
de ellos! Porque todos ellos son adúlteros, ¡son una banda de pecadores!
3 «Han hecho de su lengua un arco, y con ella
lanzan mentiras. La verdad en la tierra no es su fortaleza. Cometen maldad tras
maldad, y a mí no me reconocen. —Palabra del Señor.
Jeremías 9:10 RVC
10 Haré oír por los montes mi llanto y mis
lamentos; por los pastos del desierto derramaré mis lágrimas, porque todo ha sido
destruido y nadie pasa ya por aquí. Ya no se oye bramar al ganado, y hasta las
aves del cielo y las bestias del campo huyeron por igual.
Oseas 11:8-9 RVC
8 »¿Cómo podría yo abandonarte, Efraín?
¿Podría yo entregarte, Israel? ¿Podría yo hacerte lo mismo que hice con Adma y
con Zeboyin? Dentro de mí, el corazón se me estremece, toda mi compasión se
inflama.
9 Pero no daré paso al ardor de mi ira, ni
volveré a destruir a Efraín. Dentro de esta ciudad estoy yo, el Dios Santo, y
no un simple hombre. Así que no entraré en la ciudad.
Muchos de los relatos bíblicos no los leemos
ni entendemos en función de los sentimientos de Dios. Sin embargo, un simple
razonamiento nos permitirá concluir que Sus sentimientos son mucho más
profundos que los humanos. Nosotros nos condolemos con el dolor de un
semejante, y nos alegramos con sus alegrías, excepto cuando el pecado ha
llegado tan hondo como para que ocurra exactamente lo contrario; ese es un
estado de corrupción terminal en el ser humano, que ya no se resuelve prácticamente
con nada sino con el terrible juicio de Dios. Algo así tenemos en el escenario
político y social en algunos sectores de nuestros países.
Nosotros, como seres humanos caídos,
insensibilizados por el pecado, podemos sentir y expresar una amplia gama de
esos sentimientos. ¿Qué más podrá hacer Dios, perfecto, puro, sin ninguna
contaminación ni insensibilización pecaminosa, quien además tiene un perfecto
conocimiento de las causas y consecuencias?
Jesús pudo expresar toda la gama de
sentimientos, pero no lo vemos dominado por el sentimentalismo sino todo lo
contrario. En realidad, hubo UN SENTIMIENTO que dominó toda la obra de Cristo
y, en general, todo lo que Dios es y hace: EL AMOR, un amor perfecto cuya
comprensión está más lejos de lo que podemos alcanzar.
No siendo dominado por el sentimentalismo,
pudo sentir y expresar los sentimientos. Así se supone que seamos nosotros, no
podemos captar verdaderamente la obra de Dios si no lo hacemos. Es más, si
reprimimos nuestros sentimientos genuinos del Espíritu en función de un
“interés mayor” terminaremos cayendo en las más horribles aberraciones en
nombre del Señor, y la historia lo demuestra.
Dios se manifestó como hombre, aunque sabemos
que por ser espíritu no tiene sexo. Pero se dio a conocer con el género
masculino por algunas buenas razones. Una de ellas es para que los hombres
aprendamos a serlo de verdad mirando Su ejemplo, y aquí tenemos uno muy
oportuno, ya que somos los que más difícilmente expresamos las emociones y pero
aún, nos permitimos sentirlas. Es necesario volver a Su ejemplo y con-formarnos
a él, antes que a una imagen mental, bastante errónea, sobre Él. De paso,
llorar de vez en cuando o expresar nuestros sentimientos, es un golpe fuerte al
“leviatán” que llevamos dentro…
Danilo Sorti
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