martes, 9 de enero de 2018

380. Dios también llora, a Dios también le duele el corazón, Dios también ríe

Jeremías 2:5 DHH
5 El Señor les dice:
de malo encontraron en mí sus antepasados,
que se alejaron de mí?
Se fueron tras dioses que no son nada,
y en nada se convirtieron ellos mismos.

Jeremías 2:5 RV1995
5 Así dice Jehová:
«¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres,
que se alejaron de mí,
y se fueron tras la vanidad
y se volvieron vanos?

Es un hecho que el “dios” que tenemos finalmente determinará lo que seamos. Jeremías lo describe dramáticamente en este pasaje al comienzo de su profecía, y lo ilustra sobradamente en el resto del libro. Pero si esto es cierto para los dioses falsos, también lo es para cualquier imagen distorsionada del Dios verdadero.

Cualquier concepto errado que tengamos de Dios nos va a conformar de la misma manera, y estas desviaciones pueden ser muy sutiles. Podemos hacer el mismo recorrido “hacia atrás”: si hay algo claramente desviado en nuestra espiritualidad también lo está en nuestra imagen de Dios. Y uno de estos puntos comunes suelen ser los sentimientos del Creador.

Quizás algo de lo que más nos cueste dimensionar adecuadamente sea precisamente eso; como solemos asociar directa o indirectamente a los sentimientos, y más aún, la expresión de esos sentimientos, a los conceptos de debilidad o vulnerabilidad, es difícil que Dios pueda “encajar” allí. Por eso, “acercarse a Dios”, “ser santo como Dios es santo”, implica inconscientemente para muchos cristianos transformarse en una criatura tan racional y tan “en las nubes” que no resulta afectada por ninguno de los pesares de los mortales, al tiempo que se vuelve emocionalmente inexpresivo. Esta imagen, sin embargo, corresponde más bien al ideal griego (y al espíritu de Grecia) que al modelo bíblico; es decir, a la infiltración del espíritu griego en el Evangelio.

¿Podemos ver los sentimientos profundos de Dios en la Biblia?

Juan 11:35 RVC
35 Y Jesús lloró.

Lucas 22:44 RVC
44 Lleno de angustia, oraba con más intensidad. Y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.

Juan 2:16-17 DHH
16 A los vendedores de palomas les dijo:
—¡Saquen esto de aquí! ¡No hagan un mercado de la casa de mi Padre!
17 Entonces sus discípulos se acordaron de la Escritura que dice: consumirá el celo por tu casa.

Lucas 10:21 DHH
21 En aquel momento, Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Jesucristo es la imagen más clara del Padre que tenemos en esta tierra:

Juan 14:9 RVC
9 Jesús le dijo: «Hace ya tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y tú, Felipe, no me has conocido? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo entonces dices: “Muéstranos al Padre”?

Las palabras de Jesucristo son tan claras que llega a ser una herejía “desvincular” el ejemplo de Jesucristo de la naturaleza de Dios. Lo que vemos en Cristo, toda la gama de emociones que aparecen registradas en los Evangelios, es lo mismo que expresa Dios Padre, a quién no podemos ver. Vuelvo a decir que considerar al Padre como un Dios lejano, inexpresivo, o peor aún, siempre enojado y vengativo, es una herejía y una blasfemia. Por supuesto, ignorar esas facetas es otro error no menor.

¿Es el “Dios del Nuevo Testamento” distinto del “Dios del Antiguo Testamento”? Algunos consideran que Dios se volvió “más bueno” en el Nuevo Pacto, y que en los tiempos del Antiguo era mucho más distante. Es cierto que Jesucristo acercó al Padre de una forma que los antiguos solo podían soñar, pero el corazón de Dios nunca cambió:

Jeremías 9:1-3 RVC
1 ¡Cómo quisiera yo que mi cabeza fuera un mar, y mis ojos un manantial de lágrimas! ¡Así podría llorar día y noche por los muertos de la hija de mi pueblo!
2 ¡Cómo quisiera que alguien me diera en el desierto un albergue de caminantes! ¡Así podría dejar a mi pueblo y apartarme de ellos! Porque todos ellos son adúlteros, ¡son una banda de pecadores!
3 «Han hecho de su lengua un arco, y con ella lanzan mentiras. La verdad en la tierra no es su fortaleza. Cometen maldad tras maldad, y a mí no me reconocen. —Palabra del Señor.

Jeremías 9:10 RVC
10 Haré oír por los montes mi llanto y mis lamentos; por los pastos del desierto derramaré mis lágrimas, porque todo ha sido destruido y nadie pasa ya por aquí. Ya no se oye bramar al ganado, y hasta las aves del cielo y las bestias del campo huyeron por igual.

Oseas 11:8-9 RVC
8 »¿Cómo podría yo abandonarte, Efraín? ¿Podría yo entregarte, Israel? ¿Podría yo hacerte lo mismo que hice con Adma y con Zeboyin? Dentro de mí, el corazón se me estremece, toda mi compasión se inflama.
9 Pero no daré paso al ardor de mi ira, ni volveré a destruir a Efraín. Dentro de esta ciudad estoy yo, el Dios Santo, y no un simple hombre. Así que no entraré en la ciudad.


Muchos de los relatos bíblicos no los leemos ni entendemos en función de los sentimientos de Dios. Sin embargo, un simple razonamiento nos permitirá concluir que Sus sentimientos son mucho más profundos que los humanos. Nosotros nos condolemos con el dolor de un semejante, y nos alegramos con sus alegrías, excepto cuando el pecado ha llegado tan hondo como para que ocurra exactamente lo contrario; ese es un estado de corrupción terminal en el ser humano, que ya no se resuelve prácticamente con nada sino con el terrible juicio de Dios. Algo así tenemos en el escenario político y social en algunos sectores de nuestros países.

Nosotros, como seres humanos caídos, insensibilizados por el pecado, podemos sentir y expresar una amplia gama de esos sentimientos. ¿Qué más podrá hacer Dios, perfecto, puro, sin ninguna contaminación ni insensibilización pecaminosa, quien además tiene un perfecto conocimiento de las causas y consecuencias?

Jesús pudo expresar toda la gama de sentimientos, pero no lo vemos dominado por el sentimentalismo sino todo lo contrario. En realidad, hubo UN SENTIMIENTO que dominó toda la obra de Cristo y, en general, todo lo que Dios es y hace: EL AMOR, un amor perfecto cuya comprensión está más lejos de lo que podemos alcanzar.

No siendo dominado por el sentimentalismo, pudo sentir y expresar los sentimientos. Así se supone que seamos nosotros, no podemos captar verdaderamente la obra de Dios si no lo hacemos. Es más, si reprimimos nuestros sentimientos genuinos del Espíritu en función de un “interés mayor” terminaremos cayendo en las más horribles aberraciones en nombre del Señor, y la historia lo demuestra.

Dios se manifestó como hombre, aunque sabemos que por ser espíritu no tiene sexo. Pero se dio a conocer con el género masculino por algunas buenas razones. Una de ellas es para que los hombres aprendamos a serlo de verdad mirando Su ejemplo, y aquí tenemos uno muy oportuno, ya que somos los que más difícilmente expresamos las emociones y pero aún, nos permitimos sentirlas. Es necesario volver a Su ejemplo y con-formarnos a él, antes que a una imagen mental, bastante errónea, sobre Él. De paso, llorar de vez en cuando o expresar nuestros sentimientos, es un golpe fuerte al “leviatán” que llevamos dentro…


Danilo Sorti




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