1 Samuel 13:11-15 RVC
11 pero Samuel le dijo: «¿Qué es lo que has
hecho?» Y Saúl respondió: «Me di cuenta de que el pueblo estaba desertando y,
como tú no venías y los filisteos estaban reunidos en Micmas,
12 pensé: “Ahora los filisteos van a venir a
Gilgal para luchar contra mí, y yo no he implorado la ayuda del Señor.” Así que
me armé de valor y ofrecí el holocausto.»
13 Pero Samuel le dijo a Saúl: «Lo que has
hecho es una locura. No obedeciste lo que el Señor tu Dios te ordenó hacer. Si
hubieras obedecido, el Señor habría confirmado para siempre tu reinado sobre
Israel.
14 Ahora tu reinado no durará mucho. El Señor
ha buscado un hombre que actúe como a él le agrada, y ya lo ha escogido para
que reine sobre su pueblo, ya que tú no pudiste obedecer lo que él te mandó.»
15 Enseguida, Samuel se levantó y se fue de
Gilgal a Gabaa, tierra de Benjamín. Luego Saúl contó a la gente que estaba con
él, y vio que eran como seiscientos hombres.
La verdad es que el panorama no estaba para
nada bueno. Saúl había cometido otro grave error y recibe la terrible noticia
de que su reino no duraría. El profeta se va enojado y Saúl se queda con un
puñado de hombres para hacer frente a un gran ejército.
Siempre tendemos a ver las cosas que hacen lo
grandes hombres y mujeres de Dios en la Biblia de una manera positiva, pero eso
no deja de ser un erro, solo Uno fue perfecto en todo lo que hizo, y creo que
aquí Samuel, enojado con justa razón, cometió un error: él pensó que abandonaba
a Saúl a su suerte, quizás con la esperanza de que los filisteos hicieran
picadillo de rey y así quedara el camino allanado para buscar un nuevo y mejor
gobernante. ¡Qué fácil que hubiera sido todo! No habríamos tenido en la Biblia
la historia de Amalec, ni la de unción de David, ni de los largos años que pasó
huyendo de Saúl, ni de las guerras que hubo hasta siete años después de que
Judá lo coronara rey para lograr la unificación de Israel. Realmente, ¡de
cuánto nos hubiéramos ahorrado!... ¡y cuántos pasajes maravillosos de la Biblia
NO HABRÍAN SIDO ESCRITOS!
Bueno, en definitiva, el profeta chinchudo
pega media vuelta y se va refunfuñando todo el camino a casa… mientras Israel
estaba a un ápice de ser transformada en esclava y volver a la época de los
Jueces. Samuel no hizo nada para ayudar a la nación en esta oportunidad, su
enojo personal pudo más; la continuidad de Israel como nación libre e
independiente estaba en juego y el profeta se quedó enroscado en su propia
bronca. Eso me hace acordar a lo que piensan algunos cristianos cuando
protestan contra determinado gobierno, deseando sin decirlo que ocurra algún
tipo de hecatombe que lo quite al momento… sin importar como quede el país
mientras tanto.
De acuerdo, no seamos tan duros con Samuel,
el que esté libre de ese pecado que le tire la primera piedra…
Pero Dios siempre está por sobre todo, así
que ahora le iba a dar a Israel y al mismo Samuel una importante lección: ¡Dios
no tiene favoritos! Basta con que alguien esté dispuesto a obedecerle y Él hace
maravillas, sea quien sea, y la historia de los Jueces lo demuestra (de paso,
¡Samuel debía conocer bien esa historia!)
Veamos el panorama. Saúl no era el mejor rey,
sus inicios no fueron para nada espectaculares, pero era la autoridad que
Israel había elegido y que Dios había puesto, y había promesas allí. Los
enemigos que enfrentaba Saúl no eran los enemigos “de Saúl”, eran los enemigos
de Israel, y no era broma. Tecnológicamente los superaban; ellos tenían armas
de hierro y los israelitas, de bronce, la mitad de resistentes. Debido a una
hábil estrategia geopolítica los filisteos habían impedido que los israelitas
desarrollaran la tecnología del hierro.
Además, a Saúl se le habían ido la mayoría de
los hombres, muchos escondidos en las cuevas al ver el ejército enemigo, y por
si fuera poco, había incluso israelitas que estaban en las mismas filas
enemigas (bueno, David también estaría allí tiempo más tarde). Bueno, cualquier
estratega estaría haciendo las negociaciones de paz para obtener una derrota lo
más honrosa posible. Cualquiera menos el único hombre de fe que había en ese
momento, y que no era Samuel precisamente:
1 Samuel 14:1-7 RVC
1 Entonces Jonatán, el hijo de Saúl, le dijo
al criado que le llevaba las armas: «Ven, vamos a pasar al otro lado, a la
guarnición de los filisteos.» Pero de esto nada le dijo a su padre,
2 que se encontraba bajo un granado en
Migrón, en el extremo de Gabaa, acompañado de unos seiscientos hombres.
3 El efod lo llevaba Ajías hijo de Ajitob, que
era hermano de Icabod hijo de Finés, el hijo de Elí, sacerdote del Señor en
Silo. Nadie en el pueblo sabía que Jonatán se había ido.
4 Jonatán procuraba llegar a la guarnición de
los filisteos pasando entre los desfiladeros, pero en ambos lados había dos
peñascos agudos, conocidos como Boses y Sene;
5 uno de ellos estaba situado al norte, hacia
Micmas, y el otro al sur, hacia Gabaa.
6 Entonces Jonatán le dijo a su escudero:
«Ven, vamos a pasar a la guarnición de estos incircuncisos, y espero que el
Señor nos ayude. Para él no es difícil vencer al enemigo con muchos hombres o
con pocos.»
7 Su escudero le respondió: «Haz todo lo que
tienes pensado hacer. Adelante, que estoy contigo y te apoyo en todo.»
Hermanos, ¡esto no es sensato! ¿Qué iban a
hacer dos contra un ejército tan numeroso y tecnológicamente más avanzado?
Además, ¿acaso el acobardado ejército israelita irían en su ayuda? Cualquiera
diría que Jonatán estaba cometiendo suicidio, pero entonces tendríamos un
problema, porque el suicidio no es la voluntad de Dios y algo pasó después:
1 Samuel 14:8-15 RVC
8 Y Jonatán le dijo: «Acerquémonos, para que
nos vean esos hombres.
9 Si al vernos nos dicen que los esperemos
aquí, entonces nos quedaremos y no subiremos.
10 Pero si nos dicen que vayamos a donde
ellos están, vayamos; ésa será la señal de que el Señor los ha entregado en
nuestras manos.»
11 Salieron entonces de su escondite, para
que los vieran los filisteos que estaban en la guarnición; y éstos, al verlos,
dijeron: «Miren, ¡los hebreos ya están saliendo de las cuevas donde estaban
escondidos!»
12 Y desde la guarnición les gritaron:
«Vengan acá, con nosotros. Queremos decirles una cosa.» Entonces Jonatán le
dijo a su escudero: «Ven, sígueme, que el Señor los ha puesto en manos de
Israel.»
13 Y subió Jonatán, trepando con manos y
pies, y seguido por su escudero, y empezó a luchar contra los filisteos; a los
que caían delante de él, su escudero los remataba.
14 En esa primera lucha mataron como a veinte
hombres, en un espacio reducido.
15 Entonces el pánico se apoderó de todo el
campamento, en el campo y en toda la guarnición; y cuando lo supieron los
espías, también se llenaron de miedo; y el pánico aumentó porque hubo un
temblor de tierra.
Al momento de escribir este artículo
conocimos la noticia del suicido de dos líderes evangélicos latinoamericanos. Y
junto con la noticia fuertes “advertencias” contra “juzgar” tal actitud. Más
noticias de suicidio se harán públicas con el tiempo y cuando se lea este
artículo. Y no, el suicidio no es de Dios y no se van al cielo, y Jonatán nos
demuestra la actitud correcta. Su situación era realmente desesperada y no
había escapatoria, más aún porque el “hombre de Dios”, Samuel, los había
abandonado por su propia rencilla contra Saúl. Pero él tuvo la verdadera fe que
se sobrepone a lo humanamente imposible:
“Entonces Jonatán le dijo a su escudero:
«Ven, vamos a pasar a la guarnición de estos incircuncisos, y espero que el
Señor nos ayude. Para él no es difícil vencer al enemigo con muchos hombres o
con pocos.» Su escudero le respondió: «Haz todo lo que tienes pensado hacer.
Adelante, que estoy contigo y te apoyo en todo.»”
Perdón, no fue un solo hombre, fueron dos,
uno muy conocido, Jonatán, y otro desconocido para nosotros pero no para Dios,
su escudero. Fue un equipo, pequeño, lo más pequeño que un equipo puede ser,
pero equipo al fin. Estos dos tenían muy buenas razones para cometer suicidio,
y en el fondo no tenían toda la fe suficiente como para creer que
inevitablemente vencerían: “espero que el Señor nos ayude”, pero fue suficiente
como para que el Señor hiciera algo.
Ahora bien, humanamente la acción de estos
dos era despreciable. Es cierto, mataron a veinte en un corto tiempo, pero,
¿qué son veinte comparados con los miles que había en el ejército filisteo?
¿Acaso los filisteos, cuando se dieron cuenta de lo que pasaba, no podían
juntar una guarnición y rodear a esos dos atrevidos? Por supuesto que sí. Pero
lo que pasó después tuvo claramente connotaciones espirituales, profundamente
espirituales, por lo que nos damos cuenta que la acción de estos dos valientes
fue profética, un verdadero acto profético y no una avanzada militar:
13 Y subió Jonatán, trepando con manos y
pies, y seguido por su escudero, y empezó a luchar contra los filisteos; a los
que caían delante de él, su escudero los remataba.
14 En esa primera lucha mataron como a veinte
hombres, en un espacio reducido.
15 Entonces el pánico se apoderó de todo el
campamento, en el campo y en toda la guarnición; y cuando lo supieron los
espías, también se llenaron de miedo; y el pánico aumentó porque hubo un
temblor de tierra.
Pánico, חָרַד,
kjarád, “temblar con terror, apresurarse con ansiedad”. Esto no es miedo o
inquietud, esto es mucho más. La misma palabra en castellano es definida por el
Diccionario de la Real Academia como: “Dicho del miedo o del terror: Extremado
o muy intenso, y que a menudo es colectivo y contagioso.” Es decir, no
solamente alude al más extremo miedo que una persona pueda tener, sino que
además es contagioso y compartido por muchos. ¿Cómo podían pasar en veinte
minutos (suponiendo un muerto por minuto) de la euforia de una victoria segura
al pánico de una espantosa derrota… en mano de nada más que dos hombres? No es
lógico. Es espiritual.
Lo que hicieron Jonatán y su escudero, en
clara y osada obediencia a la voz de Dios, fue una acción profética que abrió
los cielos y derrotó al principado que animaba a los filisteos y amedrentaba a
los israelitas: ellos fueron al centro mismo de su confianza, en donde residía
su esperanza y su poder, es decir, su ejército tecnológicamente más avanzado y
preparado, y probablemente más grandes y fuertes físicamente.
Al matar esos veinte, número que simboliza la
redención, es rescate, se estaba produciendo en realidad una guerra espiritual
en los aires que venció al espíritu que dominaba la situación, y Dios mismo
selló con Su aprobación ese acto humanamente irracional, al mandar un
terremoto.
Los pueblos de la antigüedad sabían que los
terremotos eran señal de ira divina, la gente del presente explica la causa
física de los terremotos a través de los movimientos de placas tectónicas y con
eso cree que ya sabe todo lo que tiene que saber de ellos, pero se ha olvidado
que hay un mundo espiritual que gobierna sobre el mundo físico. Se darán cuenta
cuando sea muy tarde.
1 Samuel 14:15-16 RVC
15 Entonces el pánico se apoderó de todo el
campamento, en el campo y en toda la guarnición; y cuando lo supieron los
espías, también se llenaron de miedo; y el pánico aumentó porque hubo un
temblor de tierra.
16 Desde Gabaa de Benjamín los centinelas de
Saúl vieron cómo la multitud de filisteos corría desconcertada de un lado para
otro, en completo desorden.
1 Samuel 14:19-23 RVC
19 Y mientras Saúl hablaba con el sacerdote,
el desorden que había en el campamento de los filisteos iba en aumento.
Entonces Saúl le dijo al sacerdote: «Espera, no la traigas.»
20 Y Saúl reunió al pueblo que estaba con él,
y fueron al campo de batalla, y allí vieron que los filisteos estaban tan
confundidos que unos a otros se atacaban con sus espadas.
21 Además, los hebreos que desde hacía mucho
tiempo habían vivido entre los filisteos, y que luchaban en su ejército, se
pusieron a favor de los israelitas y se pasaron al bando de Saúl y Jonatán.
22 Lo mismo pasó con todos los israelitas que
estaban escondidos en los montes de Efraín: cuando supieron que los filisteos
huían, también bajaron a perseguirlos.
23 La batalla llegó hasta Bet Avén, y así
salvó el Señor al pueblo de Israel.
Luego del acto profético que ganó la victoria
en los aires, fue necesario ganar la victoria en la Tierra, mejor dicho, no
“ganarla”, sino “hacerla efectiva” porque ya estaba ganada. Rápidamente, el
pueblo que parecía invencible, con una tecnología y preparación superior, con
una estrategia avanzada, con informantes claves entre sus filas, quedó no
solamente derrotado sino humillado de tal forma que unos a otros se mataron.
Todo eso por el acto profético de dos valientes, ilógico en la mente humana,
pero perfectamente lógico en la mente de Israel. Tiempo después, David usaría
la misma fe para derrotar al gigante, con resultados similares.
Sólo con pocos Dios puede hacer grandes
cosas. Pero los muchos también fueron necesarios para sellar la victoria en la
Tierra, pero no para pelear la batalla en los aires.
Danilo Sorti
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