martes, 9 de enero de 2018

373. Cómo se come un elefante y cómo tratar con el “leviatancito” que llevamos dentro…

Éxodo 23:27-30 RVC
27 Haré que mi terror te preceda, y que en todo pueblo donde entres su gente tiemble delante de ti, y que todos tus enemigos se dobleguen ante ti.
28 Delante de ti enviaré a la avispa, para que a tu paso despeje a los jivitas, cananeos e hititas.
29 No los echaré de tu presencia en un año, para que la tierra no se quede desierta ni aumenten contra ti las fieras salvajes.
30 Los echaré de tu presencia poco a poco, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra.

Jueces 3:1-2 RVC
1 Éstos son los pueblos que el Señor dejó para poner a prueba a todos los israelitas que no habían sabido nada de las guerras de Canaán.
2 El Señor los dejó sólo para que los descendientes de los israelitas aprendieran a pelear y enseñaran a quienes no habían combatido.

Colosenses 3:5 RVC
5 Por lo tanto, hagan morir en ustedes todo lo que sea terrenal: inmoralidad sexual, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia. Eso es idolatría.

Hay una estrategia de conquista que el Señor le dejó a Moisés y el pueblo de Israel, que debían seguir cumpliendo hasta ocupar toda la tierra. Esa misma estrategia, en el ámbito personal, se repite en las cartas del Nuevo Testamento: “hagan morir” dice Pablo, y del contexto de todas sus recomendaciones no se supone que haya sido “en un instante” sino a lo largo de un proceso, si bien en ese proceso hay “instantes” en los cuales un hábito o pensamiento malo es definitivamente cortado.

Ahora bien, con Leviatán no es diferente. Vimos en Job 41 que no hay otro igual a él en la Tierra, pero nuestro Dios está en los cielos y Él lo ha vencido, y Su victoria ahora es nuestra. Pero no deja de ser extremadamente poderoso y astuto, por lo que si alguien piensa que lo puede vencer de una vez y definitivamente en su vida, está en un gran error.

En inglés hay un dicho: “¿Cómo se come un elefante? –Un bocado a la vez.” Y cada idioma y país tiene el suyo para decir lo mismo, sin embargo me pareció adecuada esta expresión porque el “elefante” es parecido en tamaño al “Leviatán” que nos relata Job 41; es muy grande.

El problema con el señor orgullo (Leviatán) es que además de ser un problema en sí mismo, es muy engañoso, extremadamente, por eso solemos pensar que ya hemos obtenido una victoria significativa sobre él cuando en realidad solo hemos avanzado un corto trecho. Veámoslo desde el punto de vista positivo: un pequeño avance es mejor que ningún avance, y lo más probable es que solo avancemos de a cortos trechos, no más.

Es la misma verdad que el Señor nos dejó en la historia de la conquista de Israel: hubo diferentes momentos. Moisés peleó con reyes que estaban “en la periferia” de la Tierra Prometida, eso fue importante porque le dio una base de recursos, dos tribus y media pudieron dejar sus familias allí y concentrarse en la batalla. La conquista de Jericó pudo haber sido algo relativamente pequeño en relación con la cantidad de territorio que faltaba, pero fue por demás de significativo para que Dios demostrara Su poder y Su participación en la campaña. El episodio de Hai fue traumático pero al final hubo una victoria y un gran aprendizaje. El acuerdo con los gabaonitas pudo haber sido visto como una derrota, pero en realidad el Señor tenía otros planes y eso dio lugar a la mayor avanzada militar que hubo sobre todo el territorio.

Con todo, aún faltaba bastante territorio por conquistar, pero eso correspondería a otra generación, ¡y no es diferente con Leviatán! La revelación, unción, poder, manifestaciones de gracia que ha recibido una generación de parte de Dios son maravillosas y no deben ser perdidas, tal como le pasó a Israel en los tiempos posteriores, durante la época de los Jueces. Pero con todo lo maravilloso que puedan haber sido los tiempos pasados, son necesariamente incompletos.

Es muy común entre muchos ámbitos cristianos quedarse “anclados” a determinada forma de Evangelio o mensaje o líderes que ministran conforme lo que recibieron en un momento, pero que no avanzaron más allá. Seguimos olvidándonos que Leviatán es un monstruo formidable, que no hay otro como él sobre la Tierra…

Las conquistas del pasado nos permiten avanzar rápidamente sobre determinadas formas de orgullo: las podemos identificar fácilmente y sabemos cómo combatirlas, porque otros lo aprendieron y nos lo transmitieron. ¡Gloria a Dios por eso! Pero aún queda más, y ese terreno “nuevo”, o relativamente nuevo, es el desafío. No quiero decir que nadie haya “estado allí” antes porque lo más seguro es que sí, pero también es seguro que no han sido muchos todavía y que tampoco hay mucho registrado de ellos. Esa es la porción de terreno que a la nueva generación le es dada para conquistar.

Está bueno celebrar cuando el Señor nos ha dado una victoria sobre un área de dominio de Leviatán, y también consolidar la conquista. Pero hay que mantenerse abiertos porque sin duda hay otras áreas que en este momento no estamos viendo y en las cuales todavía tiene poder, las cuales nos serán reveladas más adelante. ¡No hay otro como él en la Tierra! Pero nuestro Dios está en los Cielos.

Es un error pensar que “ya llegué” luego de haber tenido una gran victoria, veamos el ejemplo de Israel: Josué conquistó mucho, pero faltaba más; ellos se descuidaron, obtuvieron algunas conquistas importantes en los años siguientes, pero luego perdieron mucho de eso. Alguien dijo que la mayor derrota puede venir luego de la mayor victoria, y en el ámbito de la gestión estratégica es un principio enseñado y practicado. Con Leviatán no es diferente, ¡precisamente por su misma naturaleza!

El orgullo es tan insidioso que cuando obtuvimos una victoria genuina, en seguida vuelve y nos hace creer sutilmente que “ya está”, que ahora debemos ocuparnos de otras cosas “más importantes”. Es cierto que el Espíritu va trabajando de a poco en nosotros y no siempre sobre una misma área, pero el engaño que nos susurra, que es exactamente de su misma naturaleza, es hacernos creer que “ya vencimos eso”, o por lo menos, que ya obtuvimos una victoria significativa o definitiva. ¡Esa forma de pensamiento también es orgullo!

No tiene sentido estar todo el tiempo obsesionado “con el orgullo” porque como no sabemos en realidad todo lo que es “orgullo” solamente vamos a estar concentrados en algunos de sus aspectos mientras él se escabulle por muchos otros. Avanzamos sobre él a medida que crecemos en conocimiento y revelación, es decir, podemos conquistar un nuevo territorio solo cuando lo hemos visto y explorado primero; pero no antes.

El gran monstruo Leviatán se “come” bocado a boca, sin prisa pero sin pausa. ¡Señor, ayudanos a ser perseverantes!


Danilo Sorti




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