martes, 9 de enero de 2018

365. Ese monstruo llamado Leviatán y su extraño “paralelo” con la obra del Espíritu Santo – I

Salmos 74:12-14 RVC
12 Dios mío, tú eres mi rey desde tiempos antiguos; tú eres quien salva en medio de la tierra.
13 Con tu poder; partiste el mar en dos y en las aguas rompiste las cabezas de los monstruos.
14 Aplastaste las cabezas del leviatán, y lo diste por comida a los habitantes del desierto.

Cuando Daniel recibe el sueño de las bestias representando grandes imperios mundiales en realidad no tiene algo “absolutamente” novedoso; las “grandes bestias” ya estaban muy presentes en el pensamiento de los pueblos de aquel entonces y en la misma revelación bíblica; la historia de Job, una de las más antiguas de la Biblia, así lo demuestra.

En Job se habla extensamente sobre el Leviatán. Del capítulo 38 al 41 habla Dios, y de un total de 129 versículos, 33, que son un poco más de la cuarta parte, están dedicados a Leviatán. Algunos dicen que era una especie de descendiente de los dinosaurios que sobrevivió hasta ese tiempo; yo me inclino a pensar que no, pero de todas formas, lo que nos resulta claro es que se trata de un principado espiritual y así fue reconocido muchas veces.

Dios es quien tiene el poder sobre él, quien ha sido victorioso sobre ese enemigo. Muchos asimilan a Leviatán como el principado de orgullo, uno de los más fuertes de todo el ejército satánico; un pecado omnipresente en los seres humanos y quizás el más insidioso y difícil de desarticular, porque se disfraza de muchas formas. Desde ese punto de vista, el capítulo 41 de Job ofrece importantes enseñanzas. No digo que esta forma de interpretar “agote” todo el significado de esas palabras, pero resulta muy esclarecedora. Notemos para empezar que de Behemot se dice, en el capítulo anterior, que es creación de Dios, pero no se aclara lo mismo de Leviatán. Sin embargo, el “principado de Leviatán” resulta extrañamente “paralelo” a lo que Dios pretende formar en nosotros. Calma, ahora veremos por qué.

·         Job 41:1 RVC
1 »¿Acaso puedes pescar a Leviatán con anzuelo? ¿Puedes atarle la lengua con una simple cuerda?

El anzuelo es una trampa, obviamente. Leviatán no puede ser entrampado, no hay trampa que no pueda reconocer, así es el orgullo, porque está inspirado por el Maestro de las trampas. Cuando el Espíritu Santo nos llena, no hay trampa que nos engañe, no por nuestro propio “leviatancito” interior, sino por Su luz.

¿Quién puede controlar la lengua soberbia? Ya lo dijo Santiago: “nadie puede domesticar a la lengua”. Una “simple cuerda” no logra nada con las lenguas viperinas; y a veces así somos los cristianos… sólo a veces… Pero la lengua del testimonio del Santo, inspirada por el Espíritu, es imposible de acallar por ninguna cuerda de maldad; y aún cuando los fieles son muertos:

Hebreos 11:4 RVC
4 Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, y por eso fue reconocido como un hombre justo, y Dios aceptó con agrado sus ofrendas. Y aunque Abel está muerto, todavía habla por medio de su fe.

·         Job 41:2 RVC
2 ¿Puedes atarle una soga en la nariz, y horadarle con ganchos la quijada?

La imagen aquí es del freno que se pone a los caballos o bueyes, para conducirlos y aprovechar su fuerza con un pequeño esfuerzo: ya que la sujeción que se realiza es dolorosa para el animal, este obedece con un pequeño movimiento del que los monta. Claramente, no es posible llegar ni siquiera a poner tal yugo, el orgullo no lleva yugo ni obedece a nadie que esté por encima de él. Esto es, no puede usar su fuerza para producir fruto, como lo hacen los bueyes uncidos con el yugo que arrastra el arado.

“Uncido” no es lo mismo que “ungido”, pero suenan parecido… y sus significados no son muy lejanos…

Por otro lado, cuando voluntariamente nos sometemos al yugo del Señor descubrimos que no hay yugo humano que se nos pueda poner, que no hay ninguna dominación humana que llegue a doblegar nuestra voluntad santificada.

Isaías 10:27 DHH
27 En ese día se te quitará
la carga que han puesto sobre tus espaldas,
y será quebrado el yugo que te han puesto en la nuca.

·         Job 41:3 RVC
3 ¿Acaso crees que te pedirá clemencia, o que con palabras dulces te pedirá su libertad?

El orgullo no se humilla, no pide clemencia no usa palabras dulces sino palabras duras e hirientes. Es imposible que hable de otro modo. Detrás de la fachada de “hablar con la verdad” muchas veces se esconde nuestro orgullo. Sin embargo, cuando nos humillamos delante del Rey entonces:

Hebreos 4:16 RVC
16 Por tanto, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para cuando necesitemos ayuda.

Los santos transformados son los que se acercaron al trono para pedir clemencia, pero ahora no necesitan pedir clemencia ni libertad al príncipe de este siglo, ni usan palabras suaves o amables contra los poderes espirituales de maldad, todo lo contrario, tienen las palabras de juicio del Santo en sus bocas; no hay palabras suaves contra los principados de maldad ni contra los corrompidos que se hacen pasar por santos.

·         Job 41:4 RVC
4 ¿Crees que se comprometerá contigo a ser tu siervo para siempre?

El orgullo no puede servir a nadie más que a sí mismo. Cuando estamos dominados por el orgullo no podemos servir en el verdadero sentido de la expresión, esto es, no podemos dar de nuestro tiempo y recursos a otro para bien de ese otro. Incluso dentro de la iglesia, cuando está Leviatán no puede haber servicio genuino (solo apariencia de tal, para hacer méritos y ascender en la escala religiosa de dominación).

Lo maravilloso es que cuando nos volvemos siervos de Cristo podemos escuchar Su voz que nos dice:

Juan 15:15 RVC
15 Ya no los llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; yo los he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, se las he dado a conocer a ustedes.

Y ahora ya no servimos al sistema del mundo y jamás nos comprometeremos a hacerlo.

·         Job 41:5 RVC
5 ¿Podrás jugar con él, como con un ave, y ponerle un lazo para que se diviertan tus hijas?

El orgullo tampoco puede someterse ni “divertirse”, no puede ser “humillado” (excepto cuando es quebrantado por el Señor, claro). El orgullo “no juega”, que significa que no puede jugar con un niño y divertirse con las “monerías” de un pequeño, pero eso implica algo mucho más grave que solamente “hacerse el payaso”:

Marcos 9:37 RVC
37 «El que recibe en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, no me recibe a mí sino al que me envió.»

Marcos 10:15 RVC
15 De cierto les digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»

Ni puede ver a Jesús manifestándose a través de los niños (naturales o espirituales) ni puede tampoco entrar en el Reino como un niño. Cuando somos transformados por el Espíritu nos volvemos como “niños” y disfrutamos de todas las bendiciones de ellos… pero dejamos de “jugar” ya con el pecado.

·         Job 41:6 RVC
6 ¿Ofrecerás con él un banquete para tus amigos? ¿Podrán los carniceros descuartizarlo y venderlo?

Está claro que Leviatán no puede ofrecerse a Sí mismo, en cambio Cristo:

Juan 6:51 RVC
51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual daré por la vida del mundo.»

Y por Cristo nos entregamos a nosotros mismos de la misma forma, como sacrificios vivos, para que el Diablo no tenga ya más poder para “comer” nuestra carne.

·         Job 41:7 RVC
7 ¿Podrás cortar con cuchillo su dura piel? ¿Podrás clavarle un arpón en la cabeza?

Nada puede atravesar la piel del orgullo porque es insensible, nada puede “entrar” en su cabeza ni hacer que la agache. Cuando somos transformados por Cristo nos pasa como a Namán, cuya enfermedad le insensibilizaba la piel.

2 Reyes 5:14 RVC
14 Namán fue al Jordán y se zambulló siete veces, conforme a la palabra del varón de Dios, y al instante quedó limpio: Su piel se volvió tan suave como la de un niño.

Pero entonces nos volvemos impenetrables para el pecado porque somos recubiertos por la coraza de justicia.

·         Job 41:8 RVC
8 Haz el intento siquiera de tocarlo: ¡será una batalla memorable, que nunca más repetirás!

¡Ay hermanos cuando nuestro propio orgullo es herido! ¿No buscamos enseguida todas las formas para contrarrestar la ofensa y atacar al ofensor? El orgullo herido de los hombres origina literalmente guerras implacables. Pero hubo Uno que dijo:

Mateo 11:29 RVC
29 Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma;

Y tenemos Su Espíritu. Sin embargo, fue implacable contra el pecado y mucho más lo será contra los enemigos de Dios y Su Pueblo cuando vuelva, y también ese mismo Espíritu nos ha sido dado.

·         Job 41:9 RVC
9 »En vano espera quien pretenda domarlo; de sólo verlo cerca, el más valiente tiembla.

No hay una forma de “orgullo” bueno, es decir, no se pude domar y nadie ha podido hacerlo, excepto Aquel que:

Filipenses 2:6-8 RVC
6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Y por eso, frente al pecado podemos decir lo mismo que Pablo:

Gálatas 2:5 RVC
5 a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciera con ustedes.

·         Job 41:10-11 RVC
10 No hay nadie tan osado que lo quiera despertar; entonces, ¿quién podría enfrentarse a mí?
11 ¿Quién me ha dado algo, para que se lo devuelva? ¡Mío es todo lo que hay debajo de los cielos!

Si realmente no podemos dominar a Leviatán, que es un principado espiritual pero más que eso, es un principio que anida fuertemente en nosotros, es decir, ¡nosotros mismos somos con-formados a la imagen de Leviatán! ¿cómo podemos llegar con nuestra propia justicia para “enfrentarnos” contra Dios, si es que hemos sido vencidos por nosotros mismos?

Pero hemos recibido la promesa de que, confiadamente, podremos estar en Su presencia:

2 Corintios 5:4-8 RVC
4 Los que estamos en esta tienda, que es nuestro cuerpo, gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desvestidos, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.
5 Pero Dios es quien nos hizo para este fin, y quien nos dio su Espíritu en garantía de lo que habremos de recibir.
6 Por eso vivimos siempre confiados, pues sabemos que mientras estemos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor
7 (porque vivimos por la fe, no por la vista).
8 Pero confiamos, y quisiéramos más bien ausentarnos del cuerpo y presentarnos ante el Señor.


¡Señor, libranos de Leviatán!


Danilo Sorti




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