martes, 9 de enero de 2018

379. Parece Leviatán pero no lo es: la autoridad y dignidad

Mateo 11:27-30 RVC
27 El Padre me ha entregado todas las cosas, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
28 Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar.
29 Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma;
30 porque mi yugo es fácil, y mi carga es liviana.»

El éxito de Leviatán no solo consiste en hacernos caer en sus garras sino también en hacernos creer que está presente donde no lo está. No en vano Dios mismo dijo de él: “Nada en la tierra se le puede comparar.”

Y un caso como ese aparece precisamente en el pasaje en que Jesús se describe a sí mismo como “manso y humilde”. A ver, ¿es posible que una persona verdaderamente humilde diga que lo es? Nosotros estamos acostumbrados a que eso no ocurra, a ningún ser humano se le ocurriría sinceramente decir eso de sí mismo… porque ninguno es totalmente humilde!!

Ahora bien, si alguien fuera verdaderamente humilde no sería incorrecto decirlo. Es más, solo quien lo fuera podría decirlo. Sin embargo Leviatán nos ha hecho creer que nadie podría hacerlo, y entonces caemos en la falsa humildad.

“Manso” es el que acepta los sufrimientos y circunstancias que Dios dispone para él. “Humilde” es el que acepta su condición también dada. Pero nosotros asociamos el concepto de “humilde” con una serie de características que no necesariamente le corresponden, veamos.

Jesús reconoció que Dios le entregó TODAS LAS COSAS, que es lo mismo que reconocerse Rey del Universo. Jesús reconoció su conocimiento íntimo de Dios, en un tiempo en el que atreverse a llamarlo “Padre” le costó la ira asesina de los judíos. Jesús se reconoció con autoridad para dar a conocer al Padre a quién Él quisiera. Jesús se reconoció como el líder capaz de dar verdadero descanso y no tuvo ningún inconveniente en llamar a la gente hacia sí mismo. Jesús pidió que llevaran Su yugo, es decir, la carga que Él les pondría. Jesús prometió verdadero descanso para los que así lo hicieran. ¿¿Esto encaja dentro de nuestra definición de humildad??

Muchos suelen confundir humildad con la actitud del “trapo de piso humano”. Los más inteligentes saben que eso no es así, pero incluso a ellos les cuesta a veces identificar qué es humildad y qué no, y cuándo la humildad no se contrapone con la verdadera dignidad y autoridad. Por otro lado, aquellos que tienen algún rol de autoridad o que implica reconocimiento, a veces creen que no pueden ser adecuadamente humildes. En definitiva, suele haber bastante confusión con el tema y terminamos NO SIENDO humildes en el verdadero sentido de la palabra, o NO RECONOCIENDO la humildad en las personas que ocupan cargos de autoridad.

Humildad tiene que ver con aceptar la posición que le es dada y reconocer autoridad por encima de uno, pero no implica DESCONOCER la dignidad y autoridad que uno posee, ¡porque le fueron dadas!

Hechos 7:35 RVC
35 »A este Moisés, a quien los israelitas rechazaron al preguntarle: “¿Quién te ha nombrado nuestro gobernador juez?”, fue a quien Dios mismo envió como gobernador y libertador por medio del ángel que se le apareció en la zarza.

Es cierto que Moisés no estaba perfeccionado todavía en ese tiempo, pero él ya tenía un nivel de autoridad y dignidad dados por Dios para la función que desarrollaría 40 años más tarde. Israel no lo reconoció, pensaron simplemente que era un soberbio más.

Mateo 21:23 RVC
23 Cuando Jesús llegó al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te dio esta autoridad?»

Jesucristo ejercía demasiada autoridad para lo que ellos estaban acostumbrado, y de ningún modo podían ver la fuente genuina de ella, por lo que “soberbio” era lo mínimo que podían decirle al Señor.

Mateo 21:24 RVC
24 Jesús les respondió: «Yo también les haré una pregunta. Si me la contestan, también yo les diré con qué autoridad hago esto.

Pero Jesucristo no tenía ninguna necesidad de “demostrar humildad” ante ellos, así que les da una respuesta más confrontadora todavía. En situaciones semejantes, o somos impelidos a actuar con orgullo o somos empujados a actuar con falsa humildad; Jesucristo simplemente se concentró en los hechos y no se preocupó por dar ninguna imagen. Eso es humildad. En el momento que empezamos a concentrarnos sobre nosotros y cómo somos considerados por los otros, aparece el orgullo.

Lucas 5:21-24 RVC
21 Los escribas y los fariseos comenzaron a murmurar, y decían: «¿Quién es éste, que profiere blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados? ¡Nadie sino Dios!»
22 Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué cavilan en su corazón?
23 ¿Qué es más fácil? ¿Que le diga al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o que le diga: “Levántate y anda”?
24 Pues para que ustedes sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, éste le dice al paralítico: “Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa.”»

Esta es otra situación en la que Jesucristo muy bien podía pasar por pedante y soberbio, pero de nuevo, no se concentró en sí mismo sino en el tipo de razonamiento de los religiosos y demostró con hechos Su autoridad, sabiendo que ellos no podían todavía entender quién era realmente.

Juan 8:25-27 RVC
25 Ellos le dijeron: «¿Y quién eres tú?» Jesús les respondió: «Lo que desde el principio les he dicho.
26 Mucho es lo que tengo que decir y juzgar de ustedes. Pero el que me envió es verdadero; y yo le digo al mundo lo que de él sé.»
27 Pero ellos no entendieron que les hablaba del Padre.

En medio de una dura confrontación, cuando la persona misma de Jesús es cuestionada, Él sigue enfocándose en el Padre, aunque ellos no lo entendían.

Hechos 4:7-12 RVC
7 Pusieron en medio de ellos a Pedro y Juan, y les preguntaron: «¿Con qué autoridad, o en nombre de quién hacen ustedes esto?»
8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: «Gobernantes y ancianos del pueblo:
9 Ya que hoy se nos interroga acerca del beneficio otorgado a un hombre enfermo, y de cómo fue sanado,
10 sepan todos ustedes, y todo el pueblo de Israel, que este hombre está sano en presencia de ustedes gracias al nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de los muertos.
11 Este Jesús es la piedra que ustedes, los edificadores, rechazaron, y que no obstante ha llegado a ser la piedra angular.
12 En ningún otro hay salvación, porque no se ha dado a la humanidad ningún otro nombre bajo el cielo mediante el cual podamos alcanzar la salvación.»

El mismo patrón, ahora con los discípulos. La misma respuesta: ellos ni siquiera responden a la ofensa y pasan por alto las palabras hirientes contra ellos, en cambio, se concentran en los hechos y la Fuente de donde venía su autoridad para hacer milagros. Eso es humildad.

Podemos encontrar muchos más ejemplos en los que la verdadera autoridad y dignidad de una persona no es reconocida y, por el contrario, es cuestionada como un acto de orgullo o soberbia, o rebeldía hacia las autoridades (humanas, claro), que es lo mismo y que es uno de los latiguillos favoritos de unos cuantos líderes cristianos.

Una posición firme que nace de la plena consciencia de la autoridad que se tiene y del rol que se cumple puede ser confundida con una actitud de soberbia, pero es muy diferente. Leviatán será el primero en cuestionar duramente cualquier acción enérgica de la verdadera autoridad, y será también el primero en acusarla de soberbia y orgullo.

Es por demás de obvio: eso es lo que él es y por lo tanto necesita desviar la atención de encima de él hacia lo contrario, para que la gente considere soberbia y orgullo a otra cosa. Además, la forma de descubrir verdaderamente a Leviatán es con la genuina y firme autoridad de lo Alto, así que cualquiera que tenga y ejerza ESA autoridad es muy peligroso para Leviatán.

Inevitablemente un cristiano en crecimiento llegará al punto de empezar a ejercer tal autoridad, y recibir consecuentemente las duras flechas de acusación de Leviatán, tratando de adherir a la persona la imagen contraria a lo que es. Y aquí es donde se necesita firmeza, para no ceder en la autoridad y caer en la falsa humildad, y también para no ser presa de Leviatán al intentar reafirmar nuestra autoridad de la manera incorrecta. Es como un camino estrecho, con peligrosos barrancos tanto a derecha como a izquierda, pero el ejercicio de la autoridad requiere aprender a transitarlo, y sin autoridad genuina no puede establecerse el Reino.



Danilo Sorti




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