lunes, 4 de junio de 2018

493. El Sermón del Monte – V ¿Qué es ser “sal, luz y monte”?


Mateo 5:13-16 RVC
13 »Ustedes son la sal de la tierra, pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo volverá a ser salada? Ya no servirá para nada, sino para ser arrojada a la calle y pisoteada por la gente.
14 »Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
15 Tampoco se enciende una lámpara y se pone debajo de un cajón, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en casa.
16 De la misma manera, que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos.


a)     Sal

Los conocidos versículos que leímos siguen a continuación de las bienaventuranzas; podemos tomarlos de manera “independiente”, como si el Sermón del Monte fuera una recopilación de discursos dados por Jesús, o porciones selectas de una enseñanza mucho más larga, y tratar de buscar el significado de “sal y luz” en otros lugares de la Biblia. Por cierto que son simbolismos (más bien, realidades espirituales) con un amplio uso en las Escrituras y no parece tan equivocado estudiarlos así. Pero el principio más básico de interpretación bíblica nos requiere analizar el contexto, y desde ese punto de vista aparecen algunas enseñanzas interesantes.

Lo más obvio es que sigue inmediatamente a las bienaventuranzas y aunque no tiene la “estructura” de una de ellas (que era un género literario propio en la antigüedad), nos encontramos con algo parecido porque en cierto sentido Jesús está declarando una bendición sobre Sus oyentes. Más bien está convalidando públicamente lo que ellos son en realidad, cuánto valor tienen.

Los humillados, contrariados, abusados, necesitados, compasivos sin recompensa, santos despreciados, pacificadores en un mundo de violencia, perseguidos e insultados en grado extremo por su fidelidad, son los que estaban evitando que el mundo cayera en su total descomposición. Es imposible no ver aquí la raíz de lo que Pablo escribiera tiempo después, y con eso los conecta a los santos fieles y afligidos de todos los tiempos:

Hebreos 11:33-38 DHH
33 Por la fe conquistaron países, impartieron justicia, recibieron lo que Dios había prometido, cerraron la boca de los leones,
34 apagaron fuegos violentos, escaparon de ser muertos a filo de espada, sacaron fuerzas de flaqueza y llegaron a ser poderosos en la guerra, venciendo a los ejércitos enemigos.
35 Hubo mujeres que recibieron otra vez con vida a sus familiares muertos.
Otros murieron en el tormento, sin aceptar ser liberados, a fin de resucitar a una vida mejor.
36 Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta cadenas y cárceles.
37 Y otros fueron muertos a pedradas, aserrados por la mitad o muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro vestidos solo de piel de oveja y de cabra; pobres, afligidos y maltratados.
38 Estos hombres, que el mundo ni siquiera merecía, anduvieron sin rumbo fijo por los desiertos, y por los montes, y por las cuevas y las cavernas de la tierra.

Evidentemente, no hay “nada nuevo” aquí, sino una larga tradición de sufrimiento y persecución, que empezó con Abel y continuará hasta su consumación durante el tiempo de los juicios. En el “medio” de ese camino, Jesús vino a darles un respiro asegurándoles que eran tenidos en cuenta por su Padre, que había recompensa para todos ellos, y que en esta vida estaban cumpliendo un rol fundamentalísimo, por más que pareciera exactamente lo contrario.

La sal servía, y sigue sirviendo, para darle sabor a las comidas, se utilizaba en los sacrificios como señal del pacto, genera sed con lo que obliga a la persona a beber agua, se puede utilizar para limpiar, conservar los alimentos. Generalmente se ha buscado un solo significado para la palabra “sal” en ese pasaje, pero probablemente Jesús estaba queriendo decir mucho más. A veces se ha dicho que quería decir que “preservaban” al mundo de caer completamente en el pecado, o que le daban “sabor” a la vida (es decir, algo agradable en medio de un mundo gris), o incluso que generaban sed de Dios en las personas; y creo que todo eso tiene algo de verdad. Pero probablemente la verdad sea que Jesús estaba diciendo muchas cosas allí, y si hiciéramos un resumen acabaríamos concluyendo que, así como la sal era algo muy útil y valioso en el mundo antiguo, así los santos fieles son también de útiles y valiosos en el mundo, a pesar de que les digan lo contrario.

Esta última interpretación, “útil y valioso”, no la he escuchado o leído frecuentemente, pero, sin pretender que sea la única posible, era innegable que aparecería de inmediato en la mente de los primeros oyentes. Los romanos, el imperio que dominaba Israel en ese entonces, era especialmente afecto a la sal, Plinio calculaba que un romano medio ingería unos 25 gramos al día. Así que Jesús no solamente les está diciendo que eran valiosos para el mundo, ¡sino especialmente para los romanos! Bueno, suena medio absurdo decirlo y mucho más para los primeros oyentes, pero la historia posterior, con la extensión de la iglesia por el mundo romano, muestra que fue exactamente eso lo que pasó.

¿Esto es una bienaventuranza? Que el Maestro les dijera a ellos (¡y a nosotros!) “útiles y valiosos” es una bendición tan grande que creo no hace falta añadir más.


b)    Luz

Si la sal era valiosa, la luz otro tanto. Los habitantes de las ciudades modernas difícilmente podemos darle el valor que tenía en ese entonces, es tan común que casi no la tenemos en cuenta… excepto cuando hay que pagar la factura de la electricidad, o cuando se corta empezando la noche.

Necesitamos la luz para hacer prácticamente todo, por eso la relación de “luz” con “vida” es tan estrecha: no podría haber vida humana sin luz. En ese entonces, cuando estaban sujetos a la luz diurna y la iluminación artificial era tenue y costosa, la luz resultaba un bien extremadamente valioso; gratis la del sol a diferencia de la sal (que había que extraerla y transportarla), disponible para todos, pero limitada a la duración del día, si es que no había tormenta.

Tenemos un pasaje en Isaías que nos muestra un paralelo muy interesante, en un tenor similar al de las bienaventuranzas.

Isaías 49:4-6 RVC
4 Pero yo dije: «De balde he trabajado. He gastado mis fuerzas sin ningún provecho. Pero el Señor me hará justicia; mi Dios me dará mi recompensa.»
5 Pero ahora ha hablado el Señor, el que me formó desde el vientre para que fuera yo su siervo; para que reuniera a Jacob, para que hiciera a Israel volverse a él (así yo seré muy estimado a los ojos del Señor, y mi Dios será mi fuerza),
6 y ha dicho: «Muy poca cosa es para mí que tú seas mi siervo, y que levantes las tribus de Jacob y restaures al remanente de Israel. Te he puesto también como luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta los confines de la tierra.»

“Luz del mundo” los conecta directamente con esta profecía; ellos eran el Israel que habría de llevar las Buenas Nuevas a todo el mundo, las Nuevas del tiempo mesiánico.

Los oyentes podían recordar esto y entender el significado de iluminar con la Verdad, de llevar el mensaje de salvación, complementario al significado de “sal”. Quizás el simbolismo más claro de la luz sea el de acabar con la tinieblas.

Mientras “sal” los remitía al Antiguo Pacto, “luz” los llevaba a las promesas mesiánicas, con todo lo que eso significaba. Así, con estas dos pequeñas palabras tenemos dos símbolos repletos de significado y valor, tanto para la persona que los representa como hacia el mundo en donde se mueve.


c)     Una ciudad en un monte

La otra imagen nos suele pasar desapercibida entremedio de estos simbolismos tan fuertes, y se trata de la ciudad establecida sobre un monte, algo que ellos también conocían bien no solo por las Escrituras, sino porque Jerusalén misma, su capital, lo estaba, y porque ellos mismos se encontraban en la montaña.

La imagen es de visibilidad, algo imposible de esconder, y que nadie en su sano juicio haría, al hacer la comparación con la luz que se enciende.

Si la “ciudad en un monte” los haría pensar en Jerusalén, entonces tenemos otro simbolismo muy fuerte. No solamente la ciudad en lo alto de un monte es claramente visible, también está protegida, también es la capital de un reino (las capitales solían construirse en esos lugares), también es el centro de la vida espiritual de una nación.

Y, por supuesto, la ciudad nos lleva inmediatamente a la ciudad de Apocalipsis, la que desciende de lo alto, donde está la presencia de Dios.


d)    La décima bienaventuranza

Si consideramos estos versículos como una especie de “décima bienaventuranza”, inmediatamente pasamos del número nueve al diez (bueno, es obvio…), y aquí tenemos un simbolismo también muy interesante. Cito el texto que corresponde al diez en la página de God’s Kingdom Ministries (https://www.gods-kingdom-ministries.net/teachings/books/the-biblical-meaning-of-numbers/chapter-2-numbers-1-10/)

“Como escribimos anteriormente, el número ocho indica un nuevo comienzo, un nuevo nacimiento del creyente. Nueve es la visitación y manifiesta la dirección, el entrenamiento y el juicio del Espíritu Santo (aprender a discernir lo correcto y lo incorrecto) en la vida del creyente, y actúa como testigo contra el incrédulo para exponer los secretos de su corazón.

“Diez es el número de orden divino que se restablece de una manera u otra a través del juicio de la ley (como se muestra en los Diez Mandamientos). En otras palabras, manifiesta la sentencia real de la ley que sigue a la recolección y presentación de la evidencia. Después de que el Espíritu Santo ha revelado la evidencia para exponer los corazones de los hombres (es decir, el número nueve), el juez revela la ley. Es decir, él pronuncia la sentencia (es decir, el número diez) de acuerdo con la ley.

“Diez es el número que retrata el momento del juicio cuando los hombres reciben una recompensa o son juzgados divinamente. De una manera u otra, la ley debe cumplirse y el orden divino debe restablecerse.

“La décima letra del alfabeto hebreo es la yod, que significa una obra o acción. Debido a que diez es también el número de la ley, como se ve en los Diez Mandamientos, la yod se convirtió en un símbolo de "las obras de la ley" (Romanos 3:20). El significado del número diez se basa en la ley divina, porque como revelan Apocalipsis 20:12 y 13, todos serán juzgados "según sus obras".”

Precisamente de lo que habló Jesús en las bienaventuranzas es de hechos, de obras de bien y de respuestas frente a situaciones injustas. Deberíamos tener cuidado con estos textos para no caer en un Evangelio solo de obras, pero no deberíamos olvidarnos de que la verdadera fe se demuestra necesariamente por obras.

Las bienaventuranzas fueron dirigidas a los que hacían lo recto porque amaban a Dios, y ahora la recompensa que reciben en esta Tierra (que no es todavía la recompensa perfecta) resulta ser nada más y nada menos que el sostén del mundo, los representantes de Dios, el lugar de la morada Divina. Todos estos temas serán luego ampliados en el resto del Nuevo Testamento.

La recompensa de los fieles es ser, finalmente, la imagen de Dios en la Tierra, hacer lo que se suponía que debían hacer todos los hombres creados por el Señor (algunos que andan por ahí no son creación Suya…), ser Sus representantes, obrar con Su poder de vida, hablar con Sus palabras.

Estos, despreciados por el mundo, han recibido el honor de mostrar a Dios en la Tierra.


e)     La advertencia

Pero, a diferencia de las bienaventuranzas, aquí tenemos algunas advertencias, que se me ocurren parecidas a las que hiciera más adelante el Señor resucitado a la iglesia de Filadelfia:

Apocalipsis 3:8b, 11 RVC
8 … Aunque son pocas tus fuerzas, has obedecido mi palabra y no has negado mi nombre.

11 Ya pronto vengo. Lo que tienes, no lo sueltes, y nadie te quitará tu corona.

En esencia Jesús les está diciendo que perseveren, que no se corrompan, que no dejen de ser y hacer lo que están siendo y haciendo, y no tanto porque vayan a ser condenados sino porque la preservación y salvación del mundo depende de ellos. ¡Aquí tenemos la Gran Comisión!

“para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos.”

Los que primero demostraron su amor y fidelidad, y fueron bendecidos y capacitados por el Espíritu, ahora son “enviados” al mundo, así con sus diferencias y particularidades.

El resto del Sermón del Monte, en cierto sentido, tendrá que ver con esto: cómo mantenerse fieles, como evitar corromperse por el Espíritu de la Religión, que tanto afectaba en ese entonces (y en “este entonces” también). Por lo tanto, antes de entrar de lleno en las instrucciones y advertencias del Señor, debemos cimentarnos en estas primeras palabras, que nos dan el consuelo y el poder para recibir lo que vendrá.


Danilo Sorti




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