Mateo 5:13-16 RVC
13 »Ustedes son la sal de la tierra, pero si
la sal pierde su sabor, ¿cómo volverá a ser salada? Ya no servirá para nada,
sino para ser arrojada a la calle y pisoteada por la gente.
14 »Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad
asentada sobre un monte no se puede esconder.
15 Tampoco se enciende una lámpara y se pone
debajo de un cajón, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que
están en casa.
16 De la misma manera, que la luz de ustedes
alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a
su Padre, que está en los cielos.
a)
Sal
Los conocidos versículos que leímos siguen a
continuación de las bienaventuranzas; podemos tomarlos de manera
“independiente”, como si el Sermón del Monte fuera una recopilación de
discursos dados por Jesús, o porciones selectas de una enseñanza mucho más
larga, y tratar de buscar el significado de “sal y luz” en otros lugares de la
Biblia. Por cierto que son simbolismos (más bien, realidades espirituales) con
un amplio uso en las Escrituras y no parece tan equivocado estudiarlos así.
Pero el principio más básico de interpretación bíblica nos requiere analizar el
contexto, y desde ese punto de vista aparecen algunas enseñanzas interesantes.
Lo más obvio es que sigue inmediatamente a
las bienaventuranzas y aunque no tiene la “estructura” de una de ellas (que era
un género literario propio en la antigüedad), nos encontramos con algo parecido
porque en cierto sentido Jesús está declarando una bendición sobre Sus oyentes.
Más bien está convalidando públicamente lo que ellos son en realidad, cuánto
valor tienen.
Los humillados, contrariados, abusados,
necesitados, compasivos sin recompensa, santos despreciados, pacificadores en
un mundo de violencia, perseguidos e insultados en grado extremo por su
fidelidad, son los que estaban evitando que el mundo cayera en su total descomposición.
Es imposible no ver aquí la raíz de lo que Pablo escribiera tiempo después, y
con eso los conecta a los santos fieles y afligidos de todos los tiempos:
Hebreos 11:33-38 DHH
33 Por la fe conquistaron países, impartieron
justicia, recibieron lo que Dios había prometido, cerraron la boca de los
leones,
34 apagaron fuegos violentos, escaparon de
ser muertos a filo de espada, sacaron fuerzas de flaqueza y llegaron a ser
poderosos en la guerra, venciendo a los ejércitos enemigos.
35 Hubo mujeres que recibieron otra vez con vida
a sus familiares muertos.
Otros murieron en el tormento, sin aceptar
ser liberados, a fin de resucitar a una vida mejor.
36 Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta cadenas
y cárceles.
37 Y otros fueron muertos a pedradas, aserrados
por la mitad o muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro vestidos
solo de piel de oveja y de cabra; pobres, afligidos y maltratados.
38 Estos hombres, que el mundo ni siquiera
merecía, anduvieron sin rumbo fijo por los desiertos, y por los montes, y por
las cuevas y las cavernas de la tierra.
Evidentemente, no hay “nada nuevo” aquí, sino
una larga tradición de sufrimiento y persecución, que empezó con Abel y
continuará hasta su consumación durante el tiempo de los juicios. En el “medio”
de ese camino, Jesús vino a darles un respiro asegurándoles que eran tenidos en
cuenta por su Padre, que había recompensa para todos ellos, y que en esta vida
estaban cumpliendo un rol fundamentalísimo, por más que pareciera exactamente
lo contrario.
La sal servía, y sigue sirviendo, para darle
sabor a las comidas, se utilizaba en los sacrificios como señal del pacto,
genera sed con lo que obliga a la persona a beber agua, se puede utilizar para
limpiar, conservar los alimentos. Generalmente se ha buscado un solo
significado para la palabra “sal” en ese pasaje, pero probablemente Jesús
estaba queriendo decir mucho más. A veces se ha dicho que quería decir que
“preservaban” al mundo de caer completamente en el pecado, o que le daban
“sabor” a la vida (es decir, algo agradable en medio de un mundo gris), o
incluso que generaban sed de Dios en las personas; y creo que todo eso tiene
algo de verdad. Pero probablemente la verdad sea que Jesús estaba diciendo
muchas cosas allí, y si hiciéramos un resumen acabaríamos concluyendo que, así
como la sal era algo muy útil y valioso en el mundo antiguo, así los santos
fieles son también de útiles y valiosos en el mundo, a pesar de que les digan
lo contrario.
Esta última interpretación, “útil y valioso”,
no la he escuchado o leído frecuentemente, pero, sin pretender que sea la única
posible, era innegable que aparecería de inmediato en la mente de los primeros
oyentes. Los romanos, el imperio que dominaba Israel en ese entonces, era
especialmente afecto a la sal, Plinio calculaba que un romano medio ingería
unos 25 gramos al día. Así que Jesús no solamente les está diciendo que eran
valiosos para el mundo, ¡sino especialmente para los romanos! Bueno, suena
medio absurdo decirlo y mucho más para los primeros oyentes, pero la historia
posterior, con la extensión de la iglesia por el mundo romano, muestra que fue
exactamente eso lo que pasó.
¿Esto es una bienaventuranza? Que el Maestro
les dijera a ellos (¡y a nosotros!) “útiles y valiosos” es una bendición tan
grande que creo no hace falta añadir más.
b)
Luz
Si la sal era valiosa, la luz otro tanto. Los
habitantes de las ciudades modernas difícilmente podemos darle el valor que
tenía en ese entonces, es tan común que casi no la tenemos en cuenta… excepto
cuando hay que pagar la factura de la electricidad, o cuando se corta empezando
la noche.
Necesitamos la luz para hacer prácticamente
todo, por eso la relación de “luz” con “vida” es tan estrecha: no podría haber
vida humana sin luz. En ese entonces, cuando estaban sujetos a la luz diurna y
la iluminación artificial era tenue y costosa, la luz resultaba un bien
extremadamente valioso; gratis la del sol a diferencia de la sal (que había que
extraerla y transportarla), disponible para todos, pero limitada a la duración
del día, si es que no había tormenta.
Tenemos un pasaje en Isaías que nos muestra
un paralelo muy interesante, en un tenor similar al de las bienaventuranzas.
Isaías 49:4-6 RVC
4 Pero yo dije: «De balde he trabajado. He
gastado mis fuerzas sin ningún provecho. Pero el Señor me hará justicia; mi
Dios me dará mi recompensa.»
5 Pero ahora ha hablado el Señor, el que me
formó desde el vientre para que fuera yo su siervo; para que reuniera a Jacob,
para que hiciera a Israel volverse a él (así yo seré muy estimado a los ojos
del Señor, y mi Dios será mi fuerza),
6 y ha dicho: «Muy poca cosa es para mí que
tú seas mi siervo, y que levantes las tribus de Jacob y restaures al remanente
de Israel. Te he puesto también como luz de las naciones, para que seas mi
salvación hasta los confines de la tierra.»
“Luz del mundo” los conecta directamente con
esta profecía; ellos eran el Israel que habría de llevar las Buenas Nuevas a
todo el mundo, las Nuevas del tiempo mesiánico.
Los oyentes podían recordar esto y entender
el significado de iluminar con la Verdad, de llevar el mensaje de salvación, complementario
al significado de “sal”. Quizás el simbolismo más claro de la luz sea el de
acabar con la tinieblas.
Mientras “sal” los remitía al Antiguo Pacto,
“luz” los llevaba a las promesas mesiánicas, con todo lo que eso significaba. Así,
con estas dos pequeñas palabras tenemos dos símbolos repletos de significado y
valor, tanto para la persona que los representa como hacia el mundo en donde se
mueve.
c)
Una ciudad en un monte
La otra imagen nos suele pasar desapercibida
entremedio de estos simbolismos tan fuertes, y se trata de la ciudad
establecida sobre un monte, algo que ellos también conocían bien no solo por
las Escrituras, sino porque Jerusalén misma, su capital, lo estaba, y porque
ellos mismos se encontraban en la montaña.
La imagen es de visibilidad, algo imposible
de esconder, y que nadie en su sano juicio haría, al hacer la comparación con
la luz que se enciende.
Si la “ciudad en un monte” los haría pensar
en Jerusalén, entonces tenemos otro simbolismo muy fuerte. No solamente la
ciudad en lo alto de un monte es claramente visible, también está protegida,
también es la capital de un reino (las capitales solían construirse en esos
lugares), también es el centro de la vida espiritual de una nación.
Y, por supuesto, la ciudad nos lleva
inmediatamente a la ciudad de Apocalipsis, la que desciende de lo alto, donde
está la presencia de Dios.
d)
La décima bienaventuranza
Si consideramos estos versículos como una
especie de “décima bienaventuranza”, inmediatamente pasamos del número nueve al
diez (bueno, es obvio…), y aquí tenemos un simbolismo también muy interesante.
Cito el texto que corresponde al diez en la página de God’s Kingdom Ministries
(https://www.gods-kingdom-ministries.net/teachings/books/the-biblical-meaning-of-numbers/chapter-2-numbers-1-10/)
“Como escribimos anteriormente, el número
ocho indica un nuevo comienzo, un nuevo nacimiento del creyente. Nueve es la
visitación y manifiesta la dirección, el entrenamiento y el juicio del Espíritu
Santo (aprender a discernir lo correcto y lo incorrecto) en la vida del
creyente, y actúa como testigo contra el incrédulo para exponer los secretos de
su corazón.
“Diez es el número de orden divino que se
restablece de una manera u otra a través del juicio de la ley (como se muestra
en los Diez Mandamientos). En otras palabras, manifiesta la sentencia real de la
ley que sigue a la recolección y presentación de la evidencia. Después de que
el Espíritu Santo ha revelado la evidencia para exponer los corazones de los
hombres (es decir, el número nueve), el juez revela la ley. Es decir, él
pronuncia la sentencia (es decir, el número diez) de acuerdo con la ley.
“Diez es el número que retrata el momento del
juicio cuando los hombres reciben una recompensa o son juzgados divinamente. De
una manera u otra, la ley debe cumplirse y el orden divino debe restablecerse.
“La décima letra del alfabeto hebreo es la
yod, que significa una obra o acción. Debido a que diez es también el número de
la ley, como se ve en los Diez Mandamientos, la yod se convirtió en un símbolo
de "las obras de la ley" (Romanos 3:20). El significado del número
diez se basa en la ley divina, porque como revelan Apocalipsis 20:12 y 13,
todos serán juzgados "según sus obras".”
Precisamente de lo que habló Jesús en las
bienaventuranzas es de hechos, de obras de bien y de respuestas frente a
situaciones injustas. Deberíamos tener cuidado con estos textos para no caer en
un Evangelio solo de obras, pero no deberíamos olvidarnos de que la verdadera
fe se demuestra necesariamente por obras.
Las bienaventuranzas fueron dirigidas a los
que hacían lo recto porque amaban a Dios, y ahora la recompensa que reciben en
esta Tierra (que no es todavía la recompensa perfecta) resulta ser nada más y
nada menos que el sostén del mundo, los representantes de Dios, el lugar de la
morada Divina. Todos estos temas serán luego ampliados en el resto del Nuevo
Testamento.
La recompensa de los fieles es ser,
finalmente, la imagen de Dios en la Tierra, hacer lo que se suponía que debían
hacer todos los hombres creados por el Señor (algunos que andan por ahí no son
creación Suya…), ser Sus representantes, obrar con Su poder de vida, hablar con
Sus palabras.
Estos, despreciados por el mundo, han
recibido el honor de mostrar a Dios en la Tierra.
e)
La advertencia
Pero, a diferencia de las bienaventuranzas,
aquí tenemos algunas advertencias, que se me ocurren parecidas a las que
hiciera más adelante el Señor resucitado a la iglesia de Filadelfia:
Apocalipsis 3:8b, 11 RVC
8 … Aunque son pocas tus fuerzas, has
obedecido mi palabra y no has negado mi nombre.
11 Ya pronto vengo. Lo que tienes, no lo
sueltes, y nadie te quitará tu corona.
En esencia Jesús les está diciendo que
perseveren, que no se corrompan, que no dejen de ser y hacer lo que están
siendo y haciendo, y no tanto porque vayan a ser condenados sino porque la
preservación y salvación del mundo depende de ellos. ¡Aquí tenemos la Gran
Comisión!
“para que todos vean sus buenas obras y
glorifiquen a su Padre, que está en los cielos.”
Los que primero demostraron su amor y
fidelidad, y fueron bendecidos y capacitados por el Espíritu, ahora son
“enviados” al mundo, así con sus diferencias y particularidades.
El resto del Sermón del Monte, en cierto
sentido, tendrá que ver con esto: cómo mantenerse fieles, como evitar
corromperse por el Espíritu de la Religión, que tanto afectaba en ese entonces
(y en “este entonces” también). Por lo tanto, antes de entrar de lleno en las
instrucciones y advertencias del Señor, debemos cimentarnos en estas primeras
palabras, que nos dan el consuelo y el poder para recibir lo que vendrá.
Danilo Sorti
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