lunes, 4 de junio de 2018

497. El Sermón del Monte – IX ¡Esto sí es difícil!


Mateo 5:21-26 RVC
21 »Ustedes han oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y que cualquiera que mate será culpable de juicio.
22 Pero yo les digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio, y cualquiera que a su hermano le diga “necio”, será culpable ante el concilio, y cualquiera que le diga “fatuo”, quedará expuesto al infierno de fuego.
23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve y reconcíliate primero con tu hermano, y después de eso vuelve y presenta tu ofrenda.
25 Ponte de acuerdo pronto con tu adversario, mientras estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.
26 De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado el último centavo.


a)     ¡Quién dijo que era fácil!

A veces parece que las exigencias del Antiguo Pacto eran mayores, que había una ley más estricta que cumplir. En parte es verdad, y en el fondo la “ley espiritual” fue siempre la misma, pero las exigencias que se hacen bien claras al entrar el Nuevo Pacto no eran menores de las que ellos debían cumplir.

Vimos que los versículos anteriores funcionan como una especie de introducción al Sermón del Monte, pero todo el sermón es a la vez una introducción al mensaje de Cristo, y al resto del Nuevo Testamento, por ello cobra mucha importancia lo que leamos aquí. Y nos encontramos precisamente con principios rectores de todo el mensaje neotestamentario, uno de los cuales se nos hace evidente en estos versículos: ¡las exigencias no son menores, al contrario!

Aunque Dios nunca estuvo interesado sólo en formas externas, como muchos pasajes del Antiguo Testamento lo muestran (por ejemplo, Isaías 58), no se hizo tan evidente el enfoque hacia el interior como a partir del mensaje de Cristo. Una cosa es contenerse como para no agarrar del cuello al hermanito en cuestión… pero otra muy diferente es seguir pensando bien cuando mi hermano (y acá está hablando de “hermanos”, probablemente no de todos…) me hace algo malo.

A primera vista, esta nueva ley es mucho más difícil y mucho más imposible de cumplir que la anterior.


b)    Vamos a las raíces

Es lógico lo que dice: las acciones externas son fruto de nuestros pensamientos, en realidad, la cadena de hechos es como sigue: primero tenemos un marco de valores con el cual juzgamos lo que nos ocurre, lo que nos hacen y lo que deberíamos hacer. Ningún suceso ni ninguna persona tiene la capacidad como para obligarme a sentir o reaccionar de determinada manera, lo que ocurre es que el hecho en cuestión, al interactuar con mi sistema  de pensamientos y valores, hace que mi mente genere sentimientos, que se afianzan con poder en mi sistema cognitivo y terminan generando respuestas, que podrán ser positivas o negativas.

Claro que esto es una simplificación, entremedio tenemos unas cuantas “voces” interviniendo o estorbando, pero de forma resumida explica lo que sucede. Es en vano intentar contener mis acciones pecaminosas si no he trabajado con mis sentimientos, pensamientos y, más en lo profundo, sistema de valores. Por supuesto, más adelante en el Nuevo Testamento se nos revela que sin el poder y la guía del Espíritu, todo eso puede ser una buena propuesta de autoayuda, pero con poca capacidad real para cambiar algo.

Pero finalmente somos nosotros los que le permitimos al Espíritu obrar en lo más profundo de nuestra mente y emociones (y espíritu) o no, así que si sabemos “a partir de dónde” se nos considera el pecado, sabemos dónde hay que trabajar, y Jesús dejó en claro que “pecado” son los pensamientos y sentimientos tanto como las acciones, delante de Dios. Y esto es así porque hay muchos factores externos que pueden impedir una acción pecaminosa (o fomentar una acción “buena”) pero eso no significa que la raíz del mal haya sido quitada del corazón.

Como dije antes, se nos revelará más adelante la indispensable obra del Espíritu, pero lo que leemos aquí debería bastarnos para evitar que entendamos los mandatos y ordenanzas neotestamentarias como una nueva ley externa, aunque no se repita luego expresamente y en todas las ocasiones, debemos leer cada acción externa que se nos llama a realizar como el inevitable resultado de un cambio internos; en la forma de pensar y valorar. De nuevo, ¡nunca se nos pidió reemplazar una “ley” por otra! Jesús establece el principio: debemos solucionar el problema allí donde nace, en lo profundo del ser, antes que llegue a convertirse en acciones.

El versículo 22 nos muestra dos niveles, habla de enojo y de palabras. Dios Habla Hoy lo aclara un poco más en su traducción:

Mateo 5:22 DHH
22 Pero yo les digo que cualquiera que se enoje con su hermano, será condenado. Al que insulte a su hermano, lo juzgará la Junta Suprema; y el que injurie gravemente a su hermano, se hará merecedor del fuego del infierno.

Tenemos entonces tres niveles: enojo, insulto e injuria; la violencia es obviamente el cuarto paso. Más vale solucionamos el tema en el nivel del enojo, que es mucho más fácil y lo podemos resolver a solas con Dios.


c)     ¿Siempre podemos estar en paz?

Si tomamos un pasaje aislado de las Escrituras inevitablemente llegaremos a un error, y este texto del Sermón del Monte, que está precisamente en un contexto muy importante, es uno de aquellos que los inmundos infiltrados en la iglesia utilizan para su propio provecho, ¿de qué forma?; pues generando una culpa perpetua en los santos fieles frente a los “hermanos” (o más bien, primos lejanos) que siempre están ofendidos por algo.

Veamos esta misma idea en otro contexto:

Romanos 12:14-21 DHH
14 Bendigan a quienes los persiguen. Bendíganlos y no los maldigan.
15 Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran.
16 Vivan en armonía unos con otros. No sean orgullosos, sino pónganse al nivel de los humildes. No presuman de sabios.
17 No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos.
18 Hasta donde dependa de ustedes, hagan cuanto puedan por vivir en paz con todos.
19 Queridos hermanos, no tomen venganza ustedes mismos, sino dejen que Dios sea quien castigue; porque la Escritura dice: mí me corresponde hacer justicia; yo pagaré, dice el Señor.
20 Y también: tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; así harás que le arda la cara de vergüenza.
21 No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence con el bien el mal.

No es posible estar en paz con todos, Jesús mismo no lo logró, no es posible resolver todas y cada una de las ofensas que los otros sientan hacia nosotros, ¡si hasta Dios mismo resulta tremendamente ofensivo para la mayoría de la gente del mundo actual! ¿qué nos queda para nosotros? Somos llamados a esforzarnos por la paz, a ser mansos, a no vengarnos, pero el texto de Mateo 5 debemos leerlo adecuadamente bajo la óptica de una palabra que se repite muchas veces: “hermano”.

No podemos estar en paz con todos, y no debemos mantener una paz política con los que hacen lo malo (aunque tampoco iniciar una “guerra santa”). Pero sí somos llamados a mantener la paz con los hermanos, con los verdaderos hermanos, por lo que el discernimiento se hace necesario.

Si extendemos el significado de estas palabras hacia donde no debemos, viviremos en una frustración y culpa constantes. Pero por otro lado, cuando los santos han resultado ofendidos, es bueno que procuremos una solución.

La Biblia habla mucho sobre el tema; en otra parte Jesús nos muestra cómo solucionar los problemas, primero personalmente, luego con algunos testigos, finalmente con toda la congregación. Pablo, a medida que se establecían niveles de autoridad en la iglesia, profundiza el tema, estableciendo una figura de autoridad como “juez” o mediador. De nuevo, tenemos un tema largo y complejo, sólo quiero decir que debemos evitar armar toda la doctrina con este solo pasaje.

Dicho esto, ¡procuremos resolver los problemas! En el fondo aquí se nos muestra el valor de la Familia de Dios, el Señor mismo está allí y toma muy en cuenta como nos tratamos unos a otros. Estos pasajes, puestos al principio del Nuevo Testamento, nos siguen desafiando siempre porque siempre hay muchas oportunidades en que nuestros hermanos se pueden sentir ofendidos, o enojados, o viceversa.

Quizás no podamos resolver absolutamente todos los problemas, creo que unos cuantos no podemos hacerlo solos, pero de nuevo tenemos una clave importante: “si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas…”. Si lo llevamos a nuestro tiempo lo que dice aquí es simplemente que, cuando estamos en la presencia de Dios, si el Espíritu Santo nos exhorta respecto de alguna relación rota, trabajemos en ello. No todas se podrán arreglar enseguida, pero sin ninguna duda podremos hacer todo lo que el Espíritu Santo nos indique específicamente que hagamos, sea orar, arrepentirnos, ir a hablar con el ofendido u ofensor, buscar un intermediario.

Lamentablemente hay situaciones más difíciles dentro de la comunidad de la fe como abusos, maltrato o estafas que pueden requerir una intervención judicial, y eso no está mal. Tengo mis serias dudas de que alguien que cometa algo de eso pueda ser llamado “hermano”, por más que tenga toda la apariencia y el discurso; por lo tanto, no rige lo que dice aquí. Por otro lado, en este texto no se está hablando de ninguno de esos hechos ni del contexto se supone que algo así ocurriera.

¡Señor, danos la sabiduría para saber aplicar estas palabras y la humildad para humillarnos cuando sea necesario!


Danilo Sorti




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