Mateo 5:21-26 RVC
21 »Ustedes han oído que se dijo a los
antiguos: “No matarás”, y que cualquiera que mate será culpable de juicio.
22 Pero yo les digo que cualquiera que se
enoje contra su hermano, será culpable de juicio, y cualquiera que a su hermano
le diga “necio”, será culpable ante el concilio, y cualquiera que le diga
“fatuo”, quedará expuesto al infierno de fuego.
23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y
allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y
ve y reconcíliate primero con tu hermano, y después de eso vuelve y presenta tu
ofrenda.
25 Ponte de acuerdo pronto con tu adversario,
mientras estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al
juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.
26 De cierto te digo que no saldrás de allí,
hasta que hayas pagado el último centavo.
a)
¡Quién dijo que era fácil!
A veces parece que las exigencias del Antiguo
Pacto eran mayores, que había una ley más estricta que cumplir. En parte es
verdad, y en el fondo la “ley espiritual” fue siempre la misma, pero las
exigencias que se hacen bien claras al entrar el Nuevo Pacto no eran menores de
las que ellos debían cumplir.
Vimos que los versículos anteriores funcionan
como una especie de introducción al Sermón del Monte, pero todo el sermón es a
la vez una introducción al mensaje de Cristo, y al resto del Nuevo Testamento,
por ello cobra mucha importancia lo que leamos aquí. Y nos encontramos
precisamente con principios rectores de todo el mensaje neotestamentario, uno
de los cuales se nos hace evidente en estos versículos: ¡las exigencias no son
menores, al contrario!
Aunque Dios nunca estuvo interesado sólo en
formas externas, como muchos pasajes del Antiguo Testamento lo muestran (por
ejemplo, Isaías 58), no se hizo tan evidente el enfoque hacia el interior como
a partir del mensaje de Cristo. Una cosa es contenerse como para no agarrar del
cuello al hermanito en cuestión… pero otra muy diferente es seguir pensando
bien cuando mi hermano (y acá está hablando de “hermanos”, probablemente no de
todos…) me hace algo malo.
A primera vista, esta nueva ley es mucho más
difícil y mucho más imposible de cumplir que la anterior.
b)
Vamos a las raíces
Es lógico lo que dice: las acciones externas
son fruto de nuestros pensamientos, en realidad, la cadena de hechos es como
sigue: primero tenemos un marco de valores con el cual juzgamos lo que nos
ocurre, lo que nos hacen y lo que deberíamos hacer. Ningún suceso ni ninguna
persona tiene la capacidad como para obligarme a sentir o reaccionar de
determinada manera, lo que ocurre es que el hecho en cuestión, al interactuar
con mi sistema de pensamientos y valores,
hace que mi mente genere sentimientos, que se afianzan con poder en mi sistema
cognitivo y terminan generando respuestas, que podrán ser positivas o
negativas.
Claro que esto es una simplificación,
entremedio tenemos unas cuantas “voces” interviniendo o estorbando, pero de
forma resumida explica lo que sucede. Es en vano intentar contener mis acciones
pecaminosas si no he trabajado con mis sentimientos, pensamientos y, más en lo
profundo, sistema de valores. Por supuesto, más adelante en el Nuevo Testamento
se nos revela que sin el poder y la guía del Espíritu, todo eso puede ser una
buena propuesta de autoayuda, pero con poca capacidad real para cambiar algo.
Pero finalmente somos nosotros los que le
permitimos al Espíritu obrar en lo más profundo de nuestra mente y emociones (y
espíritu) o no, así que si sabemos “a partir de dónde” se nos considera el
pecado, sabemos dónde hay que trabajar, y Jesús dejó en claro que “pecado” son
los pensamientos y sentimientos tanto como las acciones, delante de Dios. Y
esto es así porque hay muchos factores externos que pueden impedir una acción
pecaminosa (o fomentar una acción “buena”) pero eso no significa que la raíz
del mal haya sido quitada del corazón.
Como dije antes, se nos revelará más adelante
la indispensable obra del Espíritu, pero lo que leemos aquí debería bastarnos
para evitar que entendamos los mandatos y ordenanzas neotestamentarias como una
nueva ley externa, aunque no se repita luego expresamente y en todas las
ocasiones, debemos leer cada acción externa que se nos llama a realizar como el
inevitable resultado de un cambio internos; en la forma de pensar y valorar. De
nuevo, ¡nunca se nos pidió reemplazar una “ley” por otra! Jesús establece el
principio: debemos solucionar el problema allí donde nace, en lo profundo del
ser, antes que llegue a convertirse en acciones.
El versículo 22 nos muestra dos niveles,
habla de enojo y de palabras. Dios Habla Hoy lo aclara un poco más en su
traducción:
Mateo 5:22 DHH
22 Pero yo les digo que cualquiera que se
enoje con su hermano, será condenado. Al que insulte a su hermano, lo juzgará
la Junta Suprema; y el que injurie gravemente a su hermano, se hará merecedor
del fuego del infierno.
Tenemos entonces tres niveles: enojo, insulto
e injuria; la violencia es obviamente el cuarto paso. Más vale solucionamos el
tema en el nivel del enojo, que es mucho más fácil y lo podemos resolver a
solas con Dios.
c)
¿Siempre podemos estar en paz?
Si tomamos un pasaje aislado de las
Escrituras inevitablemente llegaremos a un error, y este texto del Sermón del
Monte, que está precisamente en un contexto muy importante, es uno de aquellos
que los inmundos infiltrados en la iglesia utilizan para su propio provecho,
¿de qué forma?; pues generando una culpa perpetua en los santos fieles frente a
los “hermanos” (o más bien, primos lejanos) que siempre están ofendidos por
algo.
Veamos esta misma idea en otro contexto:
Romanos 12:14-21 DHH
14 Bendigan a quienes los persiguen.
Bendíganlos y no los maldigan.
15 Alégrense con los que están alegres y
lloren con los que lloran.
16 Vivan en armonía unos con otros. No sean
orgullosos, sino pónganse al nivel de los humildes. No presuman de sabios.
17 No paguen a nadie mal por mal. Procuren
hacer lo bueno delante de todos.
18 Hasta donde dependa de ustedes, hagan
cuanto puedan por vivir en paz con todos.
19 Queridos hermanos, no tomen venganza
ustedes mismos, sino dejen que Dios sea quien castigue; porque la Escritura
dice: mí me corresponde hacer justicia; yo pagaré, dice el Señor.
20 Y también: tu enemigo tiene hambre, dale
de comer; y si tiene sed, dale de beber; así harás que le arda la cara de
vergüenza.
21 No te dejes vencer por el mal. Al
contrario, vence con el bien el mal.
No es posible estar en paz con todos, Jesús
mismo no lo logró, no es posible resolver todas y cada una de las ofensas que
los otros sientan hacia nosotros, ¡si hasta Dios mismo resulta tremendamente
ofensivo para la mayoría de la gente del mundo actual! ¿qué nos queda para
nosotros? Somos llamados a esforzarnos por la paz, a ser mansos, a no
vengarnos, pero el texto de Mateo 5 debemos leerlo adecuadamente bajo la óptica
de una palabra que se repite muchas veces: “hermano”.
No podemos estar en paz con todos, y no
debemos mantener una paz política con los que hacen lo malo (aunque tampoco
iniciar una “guerra santa”). Pero sí somos llamados a mantener la paz con los
hermanos, con los verdaderos hermanos, por lo que el discernimiento se hace
necesario.
Si extendemos el significado de estas
palabras hacia donde no debemos, viviremos en una frustración y culpa constantes.
Pero por otro lado, cuando los santos han resultado ofendidos, es bueno que
procuremos una solución.
La Biblia habla mucho sobre el tema; en otra
parte Jesús nos muestra cómo solucionar los problemas, primero personalmente,
luego con algunos testigos, finalmente con toda la congregación. Pablo, a
medida que se establecían niveles de autoridad en la iglesia, profundiza el
tema, estableciendo una figura de autoridad como “juez” o mediador. De nuevo,
tenemos un tema largo y complejo, sólo quiero decir que debemos evitar armar
toda la doctrina con este solo pasaje.
Dicho esto, ¡procuremos resolver los
problemas! En el fondo aquí se nos muestra el valor de la Familia de Dios, el
Señor mismo está allí y toma muy en cuenta como nos tratamos unos a otros.
Estos pasajes, puestos al principio del Nuevo Testamento, nos siguen desafiando
siempre porque siempre hay muchas oportunidades en que nuestros hermanos se
pueden sentir ofendidos, o enojados, o viceversa.
Quizás no podamos resolver absolutamente todos
los problemas, creo que unos cuantos no podemos hacerlo solos, pero de nuevo
tenemos una clave importante: “si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas…”.
Si lo llevamos a nuestro tiempo lo que dice aquí es simplemente que, cuando
estamos en la presencia de Dios, si el Espíritu Santo nos exhorta respecto de
alguna relación rota, trabajemos en ello. No todas se podrán arreglar
enseguida, pero sin ninguna duda podremos hacer todo lo que el Espíritu Santo
nos indique específicamente que hagamos, sea orar, arrepentirnos, ir a hablar
con el ofendido u ofensor, buscar un intermediario.
Lamentablemente hay situaciones más difíciles
dentro de la comunidad de la fe como abusos, maltrato o estafas que pueden
requerir una intervención judicial, y eso no está mal. Tengo mis serias dudas
de que alguien que cometa algo de eso pueda ser llamado “hermano”, por más que
tenga toda la apariencia y el discurso; por lo tanto, no rige lo que dice aquí.
Por otro lado, en este texto no se está hablando de ninguno de esos hechos ni
del contexto se supone que algo así ocurriera.
¡Señor, danos la sabiduría para saber aplicar
estas palabras y la humildad para humillarnos cuando sea necesario!
Danilo Sorti
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