Jueces 2:1-3 RVC
1 El ángel del Señor fue de Gilgal a Boquín,
y les dijo a los israelitas: «Yo los liberé de Egipto y los llevé a la tierra
que prometí dar a sus antepasados, cuando les dije: “Nunca anularé mi pacto con
ustedes,
2 mientras no hagan pacto con los que habitan
en esta tierra, gente que tiene altares que ustedes deben destruir.” Pero
ustedes no me hicieron caso. ¿Por qué no lo han hecho?
3 Por lo tanto, escúchenme bien: No voy a
expulsar de estas tierras a sus habitantes, sino que ellos serán para ustedes
como azotes en los costados, y sus dioses los confundirán.»
Ezequiel 18:24 RVC
24 »Pero si el justo deja de actuar con
justicia y perpetra todos los hechos malvados y repugnantes que el impío suele
cometer, ¿cómo podrá vivir? Ya no se le tomará en cuenta su justicia, sino su
rebeldía y su maldad. Así que morirá por el pecado cometido.
Hechos 13:46 RVC
46 Entonces Pablo y Bernabé les dijeron con
toda franqueza: «Estamos seguros de que era necesario que ustedes fueran los
primeros en escuchar la palabra de Dios. Pero como ustedes la rechazan y no se
consideran dignos de recibir la vida eterna, ahora vamos a predicarles a los
que no son judíos.
El concepto de “fracaso espiritual” no nos
resulta ajeno a los cristianos, pero finalmente no tiene la misma connotación
que “aborto”. En general, solemos relacionar nuestro fracaso en cumplir los
propósitos de Dios como algo parecido a fallar en un proyecto propio: no es
agradable, puede ser terrible, pero finalmente, siempre se puede empezar otro.
La palabra “aborto” tiene la significancia de
algo irremediable; no hay vuelta atrás y no se puede empezar el mismo proyecto
de nuevo. Implica una fuerte injusticia porque se está eliminando una
“semilla”, algo muy pequeño y totalmente indefenso pero con la potencialidad de
dar origen a algo muy grande. Es igual a la palabra muerte, pero peor, porque
finalmente la “muerte” puede llegar a una persona adulta o anciana que ha
cumplido su propósito en la vida y entonces resulta un descanso merecido, o
puede llegar a un luchador en combate y es parte de las “reglas de juego”. Es
tan fuerte en su significado que normalmente no la usamos para hablar de
nuestros “fracasos”. Sin embargo, es lo que hemos hecho y hacemos con frecuencia,
incluso sin darnos cuenta siquiera.
¡Es tan fácil abortar ministerios! Hemos
tenido una generación de pastores y líderes que han sido muy descuidados en
este sentido, y aunque toda generalización siempre es injusta, no deja de haber
bastante de verdad en lo que digo. Me ha tocado ver, en una gran iglesia de mi
ciudad, como durante años afluían hermanos con ministerios preciosos buscando
contención y una plataforma de servicio, y cómo la mayoría de ellos eran
ignorados o desaprovechados, o descuidados. Pero también en iglesias más
pequeñas ocurrió lo mismo. Llegó a ser una práctica muy común que en cada
congregación los puestos principales de liderazgo quedaran reservados a la
familia pastoral y un grupito de amigos, y de ahí para abajo no hubiera nada
significativo que hacer más que repetir las palabras que venían de arriba.
Cuando nos preguntamos dónde están los
ministerios que debían haber cambiado la nación y bendecido al mundo, allí
tenemos la respuesta: abortados en las iglesias que debieron darles vida.
Pero también es muy fácil echarle la culpa a
otro, principalmente el líder. Los cristianos abortaron muchos sueños que Dios
tenía, y con ello, sus propios ministerios, y todo por la misma razón que los
líderes y que, en lo natural, las mujeres que están clamando por su supuesto
“derecho”.
Y es que lo que Dios manda no suele ser
“planeado”: esos jóvenes con llamados y ministerios, son muy bulliciosos y
desordenados, además vienen con ideas muy extrañas. Como decía un pastor de la
ciudad: cuando no sabía qué hacer con una persona, simplemente la dejaba “en la
heladera”… de ahí que no resulta extraño que su congregación se enfriara
espiritualmente y muchos se fueran buscando un lugar más cálido. Pero cuando
Dios nos da un sueño, resulta lo mismo: corta nuestros planes, irrumpe con algo
“no planeado”, nos promete un futuro lleno de problemas e incertidumbres… y un
cristianismo que ha sido contaminado con el inmundo evangelio de la prosperidad
no puede aceptar una situación tan incómoda, así que, simplemente, abandona el
sueño de Dios sin luchar siquiera. Eso no es una “elección libre”, no es
“posponer el ministerio”, ¡es abortar las semillas que Dios nos envía!
Jueces relata el fracaso de Israel en
conquistar la Tierra Prometida: ellos habían abortado los sueños de bendición
que el Señor tenía y tuvieron que pasar varios siglos hasta que Israel
encontrara algo de paz bajo el reino davídico.
Ezequiel nos narra algo parecido: Dios tiene
sueños con los justos, llamados, ministerios, bendiciones para ellos y para dar
a otros, y eso con cada uno de Sus santos. Pero si estos se vuelven atrás todos
esos planes son frustrados, ¡son abortados!
De manera más dramática, Dios esperaba que Su
Pueblo, Israel, reconociera al Mesías y cumpliera la función encomendada a
Abram: ser de bendición a todas las naciones, es decir, llevar el mensaje del
Mesías al resto del mundo. No lo hizo, solo algunos entendieron y cumplieron,
pero la mayoría no. Como resultado, los planes divinos fueron frustrados.
¡Cuidado! Siempre es muy fácil “echar culpa”
encima de otro, o incluso sobre nosotros mismos. En el ámbito natural, el
aborto espontáneo se supone que ocurre casi en la mitad de los casos de
embarazo, y frecuentemente en las primeras etapas por lo que no llega a
registrarse estadísticamente de manera adecuada. Eso es una condición “natural”
de una raza caída. No creo que espiritualmente sea muy diferente, es decir, que
muchos de los abortos espirituales que mencionamos en párrafos anteriores
fueron “espontáneos” en cierto sentido.
Aclaremos, no se trata de que no haya habido
responsabilidad, sea del líder, del propio cristiano o de los hermanos o
familia. Se trata de que las condiciones del momento, personales o del
liderazgo hacían que muy difícilmente ese “embarazo espiritual” pudiera
llevarse a término.
Criar un “hijo espiritual”, o un ministerio
nuevo, o un sueño de Dios, requiere esfuerzo y recursos, y no siempre se cuenta
con ellos, porque en realidad no se está mirando adecuadamente a los recursos
del Todopoderoso.
Me atrevo a afirmar que algunos líderes y
cristianos tienen sus manos “manchadas de sangre” de los abortos espirituales
que hicieron voluntariamente, por comodidad, por temor, por conveniencia. Entre
esos ministerios que fueron abortados estaban aquellos que hubieran podido
llegar a las jóvenes que gritaban furiosamente delante del Congreso pidiendo el
aborto. Simplemente manifestaron en el ámbito natural lo que sufrieron en el
espiritual. No quiero ser injusto con esto, pero cada uno sabrá su condición
delante del Señor.
Otros muchos han cometido “aborto espiritual”
por su descuido, por ignorancia o porque no se les dieron los recursos que
hubieran necesitados. Muchos simplemente no sabían hacer otra cosa, ni siquiera
pudieron darse cuenta. Dios no los condena, aunque es necesario reconocer el
error.
Si hubo una generación que vez tras vez
“abortó” los propósitos de misericordia divina que el Señor tenía con ellos, es
el pueblo al que le tocó ministrar Jeremías. Pero incluso luego de haber sido
destruida Jerusalén, luego de que sólo quedara un grupito pequeño y
empobrecido, Dios estaba dispuesto a seguir teniendo misericordia con ellos:
Jeremías 42:9-12 RVC
9 y les dijo: «Así ha dicho el Señor y Dios
de Israel, ante quien me pidieron presentar sus ruegos.
10 Si ustedes deciden quedarse en esta
tierra, él los levantará y no volverá a destruirlos; los plantará, y no volverá
a arrancarlos. El Señor lamenta mucho haberles causado tanto daño.
11 Ustedes tienen miedo de la presencia del
rey de Babilonia, pero no hay razón de que le teman, porque el Señor está con
ustedes para salvarlos y librarlos de sus manos. —Palabra del Señor.
12 »El Señor tendrá compasión de ustedes, y
hará que también el rey de Babilonia se compadezca de ustedes, para que puedan
volver a su tierra.
A pesar de que la tierra y la nación habían
sido arrasadas, Dios estaba dispuesto a empezar de nuevo. En el relato bíblico
vemos que no quisieron, se fueron a Egipto y allí murieron. Pero presento este
caso como algo “extremo” que nos muestra que siempre hay lugar para un nuevo
sueño de Dios, un nuevo propósito de bendición aunque hayamos abortado todos
los anteriores.
Dios, que da vida a lo que estaba muerto y
que llama a las cosas que no existen como si existieran, no está limitado en Su
poder creativo. Necesario es que las gentes rebeldes y pecadoras reciban su
juicio, que en realidad no es más que una muestra de misericordia porque al
haberse endurecido tanto, el castigo divino es, quizás, la única forma en que
puedan reflexionar y volverse a Él.
Probablemente todos los cristianos seamos
culpables de haber abortado sueños de Dios, a veces voluntariamente, otras
tantas, “involuntariamente”. Con todo el dolor que nos causa reconocer eso,
darnos cuenta de que en esos “abortos” estaban los ríos de bendición que podían
haberse soltado sobre la Tierra, lo cierto es que por nuestra propia naturaleza
humana no hubiéramos podido hacer otra cosa, al fin y al cabo, ¡solo Uno
cumplió perfectamente todos los plantes de Dios para Él!
Tenemos la promesa que a medida que la
oscuridad cubra un mundo que ha decidido rechazar a su Creador, la luz será
cada vez más gloriosa sobre Su Pueblo. Y eso implica que los ministerios que
nacerán serán igualmente mucho más gloriosos y poderosos de lo que nunca
fueron. Tenemos responsabilidad en lo que se perdió, pero nada escapa a los
planes de Dios, la triste realidad es: ¿por qué habría Él permitido que fuera
bendecido un mundo que lo estaba rechazando?
Hoy estamos en la “recta final” y ya no es
tiempo de llorar sobre lo pasado, es tiempo de recibir la nueva creación que
nos tiene preparada: el Autor de la Vida tiene toda la capacidad para dar nueva
vida a lo que fue abortado.
Danilo Sorti
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