lunes, 25 de junio de 2018

522. Abortando los planes de Dios


Jueces 2:1-3 RVC
1 El ángel del Señor fue de Gilgal a Boquín, y les dijo a los israelitas: «Yo los liberé de Egipto y los llevé a la tierra que prometí dar a sus antepasados, cuando les dije: “Nunca anularé mi pacto con ustedes,
2 mientras no hagan pacto con los que habitan en esta tierra, gente que tiene altares que ustedes deben destruir.” Pero ustedes no me hicieron caso. ¿Por qué no lo han hecho?
3 Por lo tanto, escúchenme bien: No voy a expulsar de estas tierras a sus habitantes, sino que ellos serán para ustedes como azotes en los costados, y sus dioses los confundirán.»

Ezequiel 18:24 RVC
24 »Pero si el justo deja de actuar con justicia y perpetra todos los hechos malvados y repugnantes que el impío suele cometer, ¿cómo podrá vivir? Ya no se le tomará en cuenta su justicia, sino su rebeldía y su maldad. Así que morirá por el pecado cometido.

Hechos 13:46 RVC
46 Entonces Pablo y Bernabé les dijeron con toda franqueza: «Estamos seguros de que era necesario que ustedes fueran los primeros en escuchar la palabra de Dios. Pero como ustedes la rechazan y no se consideran dignos de recibir la vida eterna, ahora vamos a predicarles a los que no son judíos.


El concepto de “fracaso espiritual” no nos resulta ajeno a los cristianos, pero finalmente no tiene la misma connotación que “aborto”. En general, solemos relacionar nuestro fracaso en cumplir los propósitos de Dios como algo parecido a fallar en un proyecto propio: no es agradable, puede ser terrible, pero finalmente, siempre se puede empezar otro.

La palabra “aborto” tiene la significancia de algo irremediable; no hay vuelta atrás y no se puede empezar el mismo proyecto de nuevo. Implica una fuerte injusticia porque se está eliminando una “semilla”, algo muy pequeño y totalmente indefenso pero con la potencialidad de dar origen a algo muy grande. Es igual a la palabra muerte, pero peor, porque finalmente la “muerte” puede llegar a una persona adulta o anciana que ha cumplido su propósito en la vida y entonces resulta un descanso merecido, o puede llegar a un luchador en combate y es parte de las “reglas de juego”. Es tan fuerte en su significado que normalmente no la usamos para hablar de nuestros “fracasos”. Sin embargo, es lo que hemos hecho y hacemos con frecuencia, incluso sin darnos cuenta siquiera.

¡Es tan fácil abortar ministerios! Hemos tenido una generación de pastores y líderes que han sido muy descuidados en este sentido, y aunque toda generalización siempre es injusta, no deja de haber bastante de verdad en lo que digo. Me ha tocado ver, en una gran iglesia de mi ciudad, como durante años afluían hermanos con ministerios preciosos buscando contención y una plataforma de servicio, y cómo la mayoría de ellos eran ignorados o desaprovechados, o descuidados. Pero también en iglesias más pequeñas ocurrió lo mismo. Llegó a ser una práctica muy común que en cada congregación los puestos principales de liderazgo quedaran reservados a la familia pastoral y un grupito de amigos, y de ahí para abajo no hubiera nada significativo que hacer más que repetir las palabras que venían de arriba.

Cuando nos preguntamos dónde están los ministerios que debían haber cambiado la nación y bendecido al mundo, allí tenemos la respuesta: abortados en las iglesias que debieron darles vida.

Pero también es muy fácil echarle la culpa a otro, principalmente el líder. Los cristianos abortaron muchos sueños que Dios tenía, y con ello, sus propios ministerios, y todo por la misma razón que los líderes y que, en lo natural, las mujeres que están clamando por su supuesto “derecho”.

Y es que lo que Dios manda no suele ser “planeado”: esos jóvenes con llamados y ministerios, son muy bulliciosos y desordenados, además vienen con ideas muy extrañas. Como decía un pastor de la ciudad: cuando no sabía qué hacer con una persona, simplemente la dejaba “en la heladera”… de ahí que no resulta extraño que su congregación se enfriara espiritualmente y muchos se fueran buscando un lugar más cálido. Pero cuando Dios nos da un sueño, resulta lo mismo: corta nuestros planes, irrumpe con algo “no planeado”, nos promete un futuro lleno de problemas e incertidumbres… y un cristianismo que ha sido contaminado con el inmundo evangelio de la prosperidad no puede aceptar una situación tan incómoda, así que, simplemente, abandona el sueño de Dios sin luchar siquiera. Eso no es una “elección libre”, no es “posponer el ministerio”, ¡es abortar las semillas que Dios nos envía!

Jueces relata el fracaso de Israel en conquistar la Tierra Prometida: ellos habían abortado los sueños de bendición que el Señor tenía y tuvieron que pasar varios siglos hasta que Israel encontrara algo de paz bajo el reino davídico.

Ezequiel nos narra algo parecido: Dios tiene sueños con los justos, llamados, ministerios, bendiciones para ellos y para dar a otros, y eso con cada uno de Sus santos. Pero si estos se vuelven atrás todos esos planes son frustrados, ¡son abortados!

De manera más dramática, Dios esperaba que Su Pueblo, Israel, reconociera al Mesías y cumpliera la función encomendada a Abram: ser de bendición a todas las naciones, es decir, llevar el mensaje del Mesías al resto del mundo. No lo hizo, solo algunos entendieron y cumplieron, pero la mayoría no. Como resultado, los planes divinos fueron frustrados.

¡Cuidado! Siempre es muy fácil “echar culpa” encima de otro, o incluso sobre nosotros mismos. En el ámbito natural, el aborto espontáneo se supone que ocurre casi en la mitad de los casos de embarazo, y frecuentemente en las primeras etapas por lo que no llega a registrarse estadísticamente de manera adecuada. Eso es una condición “natural” de una raza caída. No creo que espiritualmente sea muy diferente, es decir, que muchos de los abortos espirituales que mencionamos en párrafos anteriores fueron “espontáneos” en cierto sentido.

Aclaremos, no se trata de que no haya habido responsabilidad, sea del líder, del propio cristiano o de los hermanos o familia. Se trata de que las condiciones del momento, personales o del liderazgo hacían que muy difícilmente ese “embarazo espiritual” pudiera llevarse a término.

Criar un “hijo espiritual”, o un ministerio nuevo, o un sueño de Dios, requiere esfuerzo y recursos, y no siempre se cuenta con ellos, porque en realidad no se está mirando adecuadamente a los recursos del Todopoderoso.

Me atrevo a afirmar que algunos líderes y cristianos tienen sus manos “manchadas de sangre” de los abortos espirituales que hicieron voluntariamente, por comodidad, por temor, por conveniencia. Entre esos ministerios que fueron abortados estaban aquellos que hubieran podido llegar a las jóvenes que gritaban furiosamente delante del Congreso pidiendo el aborto. Simplemente manifestaron en el ámbito natural lo que sufrieron en el espiritual. No quiero ser injusto con esto, pero cada uno sabrá su condición delante del Señor.

Otros muchos han cometido “aborto espiritual” por su descuido, por ignorancia o porque no se les dieron los recursos que hubieran necesitados. Muchos simplemente no sabían hacer otra cosa, ni siquiera pudieron darse cuenta. Dios no los condena, aunque es necesario reconocer el error.

Si hubo una generación que vez tras vez “abortó” los propósitos de misericordia divina que el Señor tenía con ellos, es el pueblo al que le tocó ministrar Jeremías. Pero incluso luego de haber sido destruida Jerusalén, luego de que sólo quedara un grupito pequeño y empobrecido, Dios estaba dispuesto a seguir teniendo misericordia con ellos:

Jeremías 42:9-12 RVC
9 y les dijo: «Así ha dicho el Señor y Dios de Israel, ante quien me pidieron presentar sus ruegos.
10 Si ustedes deciden quedarse en esta tierra, él los levantará y no volverá a destruirlos; los plantará, y no volverá a arrancarlos. El Señor lamenta mucho haberles causado tanto daño.
11 Ustedes tienen miedo de la presencia del rey de Babilonia, pero no hay razón de que le teman, porque el Señor está con ustedes para salvarlos y librarlos de sus manos. —Palabra del Señor.
12 »El Señor tendrá compasión de ustedes, y hará que también el rey de Babilonia se compadezca de ustedes, para que puedan volver a su tierra.

A pesar de que la tierra y la nación habían sido arrasadas, Dios estaba dispuesto a empezar de nuevo. En el relato bíblico vemos que no quisieron, se fueron a Egipto y allí murieron. Pero presento este caso como algo “extremo” que nos muestra que siempre hay lugar para un nuevo sueño de Dios, un nuevo propósito de bendición aunque hayamos abortado todos los anteriores.

Dios, que da vida a lo que estaba muerto y que llama a las cosas que no existen como si existieran, no está limitado en Su poder creativo. Necesario es que las gentes rebeldes y pecadoras reciban su juicio, que en realidad no es más que una muestra de misericordia porque al haberse endurecido tanto, el castigo divino es, quizás, la única forma en que puedan reflexionar y volverse a Él.

Probablemente todos los cristianos seamos culpables de haber abortado sueños de Dios, a veces voluntariamente, otras tantas, “involuntariamente”. Con todo el dolor que nos causa reconocer eso, darnos cuenta de que en esos “abortos” estaban los ríos de bendición que podían haberse soltado sobre la Tierra, lo cierto es que por nuestra propia naturaleza humana no hubiéramos podido hacer otra cosa, al fin y al cabo, ¡solo Uno cumplió perfectamente todos los plantes de Dios para Él!

Tenemos la promesa que a medida que la oscuridad cubra un mundo que ha decidido rechazar a su Creador, la luz será cada vez más gloriosa sobre Su Pueblo. Y eso implica que los ministerios que nacerán serán igualmente mucho más gloriosos y poderosos de lo que nunca fueron. Tenemos responsabilidad en lo que se perdió, pero nada escapa a los planes de Dios, la triste realidad es: ¿por qué habría Él permitido que fuera bendecido un mundo que lo estaba rechazando?

Hoy estamos en la “recta final” y ya no es tiempo de llorar sobre lo pasado, es tiempo de recibir la nueva creación que nos tiene preparada: el Autor de la Vida tiene toda la capacidad para dar nueva vida a lo que fue abortado.


Danilo Sorti





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