lunes, 4 de junio de 2018

496. El Sermón del Monte – VIII El punto de comparación


Mateo 5:20 RVC
20 Yo les digo que, si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y los fariseos, ustedes no entrarán en el reino de los cielos.

Mateo 5:48 RVC
48 Por lo tanto, sean ustedes perfectos, como su Padre que está en los cielos es perfecto.


a)     ¿Con quién nos medimos?

A veces pensamos que a los cristianos se les colocó una medida de santidad muy alta pero lo cierto es que esa “medida” viene desde el principio de la constitución de Israel como nación:

Levítico 11:45 RVC
45 »Yo soy el Señor. Yo los he sacado de Egipto para ser su Dios. Así que ustedes deben ser santos, porque yo soy santo.»

Levítico 19:2 RVC
2 «Habla con toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: »Ustedes deben ser santos porque yo, el Señor su Dios, soy santo.

1 Pedro 1:16 RVC
16 Escrito está: «Sean santos, porque yo soy santo.»

No hay nada nuevo cuando somos llamados a ser santos como Dios, aunque deberíamos reconocer que la palabra “santo” no tenía para esos primeros israelitas en el desierto exactamente la misma profundidad que para nosotros, porque la medida de la revelación de la Santidad de Dios ha ido creciendo con el tiempo. Tampoco tiene el mismo significado a lo largo de los distintos siglos de la Iglesia, en la medida que el entendimiento sobre la revelación neotestamentaria crece. Ni tiene el mismo significado para el que recién se convierte que para el cristiano de años. Pero en cualquier caso la “esencia” se mantiene: tal como Dios es debemos ser nosotros.

Puede resultar paradójico si lo comparamos con las palabras viperinas en el Huerto:

Génesis 3:5 RVC
5 Dios bien sabe que el día que ustedes coman de él, se les abrirán los ojos, y serán como Dios, conocedores del bien y del mal.»

Pero se aclara cuando vemos que aquí se les promete, falsamente, el conocimiento (y subsecuente poder) mientras que lo que Dios nos pide es el carácter, el corazón, es decir, la vida que fluye de Él mismo, es decir, ¡el árbol de la vida, que estaba en el mismo huerto! Mientras el carácter de Dios estaba perfectamente accesible al hombre, Dios había prohibido el conocimiento independiente.

Jesús vuelve sobre ese tema luego de la “introducción” del Sermón del Monte: la Ley no había caducado, era necesario volver a interpretarla y releerla porque, dice de manera indirecta aquí, los líderes religiosos de la época ni la enseñaban ni la vivían como correspondía.

Este ha sido uno de los temas centrales a lo largo de la mayor parte de la Biblia: desde el momento en que Dios establece una nación y un sistema religioso, aparece el engaño de los líderes hipócritas. En realidad viene desde antes, pero ahí se hace bien evidente.

Desde ese entonces, quizás la principal piedra de tropiezo en su fe que han encontrado todos los fieles han sido estos líderes mentirosos, por lo que uno de los objetivos centrales de Satanás siempre fue infiltrar a los suyos dentro de la Iglesia y más específicamente en las funciones de liderazgo, a la vez que tratar de engañar a los líderes genuinos para que trabajen para su reino.

Lo sorprendente de esta estrategia es que, a pesar de todo lo que tenemos escrito en la Biblia y de tantos y tantos ejemplos que encontramos en la historia y en el presente, ¡sigue funcionando muy bien! La gran mayoría de los hombres anhelan líderes humanos para seguir, y el Adversario tiene una gran variedad de ellos que ofrecer, incluso “dentro” de la Iglesia.

Es uno de los mensajes que encontramos al principio mismo del Nuevo Testamento, y el Espíritu no lo dejó allí por casualidad.

¿Con qué nos medimos? Dios siempre llamó a Su pueblo a medirse con Él, no con otro, y Jesús no hace más que recordarles esa enseñanza básica, frente a los usurpadores que pretendían erigirse en regla y medida de fe. No se supone que sea fácil, pero no hay otro camino.

Hermano, si vos son uno de los que se ha quedado al costado del camino lamentándose por haber sido engañado por falsos pastores, debo decirte dos cosas, la primera es: ¡bienvenido al club!, la segunda es: hemos sido advertidos de eso desde hace miles de años (antes incluso que las palabras de Jesús), así que no debemos sorprendernos ni apartarnos del (verdadero) Cuerpo de Cristo ni de Su voluntad, simplemente necesitamos ejercer discernimiento.

¿Con quién nos medimos? No con los hombres, no con los líderes ni maestros ni profetas, con todo el respeto que me merecen; solo son servidores cuya función es llevarnos a Cristo. Si para eso sirven nuestras palabras, hacemos bien; si sutilmente nos ponen a nosotros mismos como medida, estamos errando.


b)    ¿Qué oyeron ustedes?

Mateo 5:21-22 RVC
21 »Ustedes han oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y que cualquiera que mate será culpable de juicio.
22 Pero yo les digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio, y cualquiera que a su hermano le diga “necio”, será culpable ante el concilio, y cualquiera que le diga “fatuo”, quedará expuesto al infierno de fuego.

El resto del capítulo 5 repite varias veces la frase “ustedes han oído… pero yo les digo…”, y en todas esas expresiones Jesús los está invitando a reflexionar sobre su entendimiento espiritual: ¿solamente una comprensión básica de las Palabras de Dios nos es suficiente? No, hay algo más, pero no “más” en el sentido de una palabra distinta, de alguna revelación oculta, de esos “misterios secretos” que muchos hijos de Dios han buscado a lo largo del tiempo y con lo que se han terminado desviando del camino; hay “algo más” en la misma Palabra, en esas sencillas palabras dichas una vez que, sin embargo, tienen derivaciones y profundidades insospechadas.

“Han oído” nos remite a una enseñanza SOBRE la Palabra pero que no necesariamente ES la Palabra. Es lo que “se dice”, lo que se enseña, lo que se cree, pero, ¿es lo que realmente Dios dijo?

Cuando lo que se nos enseña es demasiado básico sentimos la necesidad de “buscar más”, y allí está el peligro de buscar donde no corresponde. ¿Por qué hay enseñanzas básicas? Las iglesias evangelísticas son por naturaleza “básicas”, si no tienen otros dones funcionando inevitablemente la gente se irá de ellas cuando quiera crecer, o se quedará allí eternamente como niños espirituales. Pero hemos aprendido también que el mensaje “básico”, sencillo, casi infantil, es una forma muy efectiva de dominar a las masas, y es lo que utilizan los poderosos a través de sus medios de comunicación; la gente tiende a conformarse al discurso que le dicen, y si las tratan como niños, como tal terminarán actuando, por supuesto, si es que no pueden cuestionar eso.

Lo mismo pasa en muchas iglesias grandes: mensajes simples y emocionales, Evangelio sencillo, fórmulas cortas y “mágicas” para lograr algo. Inevitablemente un cristianismo acomodado en ese molde “ha oído” muchas cosas que son medias verdades, o verdades simplistas, que necesitan ser profundizadas.

Más allá de eso y sin importar cuál sea nuestro nivel de profundidad espiritual, todos “hemos oído” algo, algo se nos ha enseñado y no necesariamente es incorrecto, como no era incorrecto el mensaje que Jesús profundiza en estos pasajes, pero esas enseñanzas pueden tener mucha más profundidad de la que hasta ahora hemos sabido, así que, a creyentes fieles que conocían y amaban la Palabra de Dios y al Dios de la Palabra, Jesús los está desafiando a recibir nuevas profundidades en la Revelación, ¿aceptaremos nosotros ese desafío?

Danilo Sorti





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