lunes, 4 de junio de 2018

502. El Sermón del Monte – XIV ¿Cuál es el límite de la publicidad?


Mateo 6:1 RVC
1 »Cuidado con hacer sus obras de justicia sólo para que la gente los vea. Si lo hacen así, su Padre que está en los cielos no les dará ninguna recompensa.


a)     “¡Miren que grande que soy!”

Según leemos más adelante en el texto, este asunto de la “publicidad cristiana” no resulta nuevo, y nos enteramos de algunas “curiosidades”:

Mateo 6:2, 5, 16 RVC

2 Cuando tú des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que la gente los alabe. De cierto les digo que con eso ya se han ganado su recompensa.

5 »Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para que la gente los vea; de cierto les digo que con eso ya se han ganado su recompensa.

16 »Cuando ustedes ayunen, no se muestren afligidos, como los hipócritas, porque ellos demudan su rostro para mostrar a la gente que están ayunando; de cierto les digo que ya se han ganado su recompensa.

Podría parecer ridícula la actitud de estos religiosos de la época si no fuera que hoy encontramos a veces cosas semejantes, más sofisticadas, más cuidadas en su estética y palabras, pero con el mismo espíritu. ¿Cuál es el límite entre hacer una promoción adecuada de las actividades y caer en una piedad externa?

Es claro que Jesús está haciendo evidente una “espiritualidad” egoísta y centrada en las buenas obras, en donde, obviamente, no está Dios, y por ello, se hace necesario obtener la aprobación de la gente. Es decir, cuando nuestro espíritu no tiene el testimonio del Espíritu de que Dios recibió nuestra ofrenda (de alabanza, de servicio, de amor, etcétera) entonces nuestra alma necesita obtener la aprobación de la gente, aunque eso es algo que nunca satisfará profundamente a nadie.

Inevitable es recordar la primera ofrenda y sus resultados: Dios aprobó a Abel, pero Caín, al ser rechazado primero él y luego su ofrenda, se convirtió en homicida, y aunque parezca exagerado, el mismo espíritu está detrás de toda falsa ofrenda, porque en realidad no la recibe Dios sino los demonios, con lo que le otorga poder a ellos.

¿Dónde está la punta del engaño aquí?

Proverbios 1:20-23 RVC
20 La sabiduría clama en las calles, y deja oír su voz por las plazas.
21 Clama en los principales puntos de encuentro; a la entrada de la ciudad expone sus razones:
22 «Ustedes, muchachos inexpertos y burlones, ¿hasta cuándo seguirán amando la simpleza? ¿Hasta cuándo seguirán burlándose de todo? ¿Hasta cuando aborrecerán el conocimiento?
23 ¡Presten atención a mis reprensiones! Yo derramaré mi espíritu sobre ustedes, y les daré a conocer mis argumentos.

Juan 7:37-38 RVC
37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y en voz alta dijo: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
38 Del interior del que cree en mí, correrán ríos de agua viva, como dice la Escritura.»

La sabiduría en Proverbios, y el Verbo, en Juan, aparecen públicamente llamando a los hombres, y en realidad podríamos encontrar muchísimos ejemplos más de ello; nos estamos refiriendo a la proclamación de las Buenas Nuevas. ¡Eso necesariamente es un acto público! Allí hay un llamado a la gente, se están anunciando “los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.” (1 Pedro 2:9)

Pero esa es la clave: se anuncian las maravillas de Dios, no las “maravillas propias”.

En algún momento, inspirados por espíritus de error, los fariseos consideraron que promocionar sus propias buenas obras era algo similar a lo que habían leído en Proverbios 1. De nuevo, el error religioso, el cambio “sutil” (y no tanto) en los significados.

No, mis propias buenas obras NO SON la sabiduría de Dios NI SON la proclamación de las Buenas Nuevas. Son, hoy día, la ofrenda válida que Dios recibe de nuestras manos, son la expresión de nuestro amor, sólo para Dios y nadie más. Por lo tanto, sólo Dios necesita verla.

Pero si la mostramos “a todo el mundo”, ¿cuál es el verdadero propósito? Obtener aprobación de ellos, ser considerados “grandes” espiritualmente.

En este momento de extrema promoción, en donde la Web puede servir para cosas maravillosas o terribles, es muy fácil hacer un par de clics y promocionar alguna obra de piedad. Es más, dentro del mundillo eclesiástico, imitando lo que hacen los políticos, se supone que debe haber tal promoción; es un hecho que los pastores, apóstoles y profetas deban tener algún encargado de RRPP que se ocupe de promocionarlos, aunque con frases “cristianas”, claro.

No voy a escribir ninguna de ellas para no resultar innecesariamente ofensivo, pero tengo algunas en mente… Simplemente, hermanos, si nos toda estar en algún lugar de liderazgo o “público”, presentemos delante del Señor las actividades de promoción que se hacen en torno nuestro; cuando tales cosas se dejan en manos de “hermanitos profesionales” de los medios podemos estar en serios problemas, generalmente no son guiados por el Espíritu.

Pero por otro lado, ¿en qué tipo de iglesia participamos? Si donde estamos se hace tal promoción, debemos saber que el objetivo no es agradar a Dios sino traer gente (es decir, dinero y recursos) al redil (es decir, al pequeño imperio eclesiástico del líder).



b)    Hay una recompensa

La palabra que se utiliza para recompensa, μισθός, misdsós, aparece 29 veces en el Nuevo Testamento, y 10 en Mateo, que es donde más veces se utiliza, y 6 veces en los capítulos 5 y 6, coincidiendo con el Sermón del Monte.

Por lo visto, “apenas” empezando el Nuevo Testamento, el Espíritu quería dejar bien en claro que habría una retribución para los fieles, aquellos que “habían salido” de los 400 años de silencio intertestamentario manteniendo su fe intacta en el Señor, los que seguían siendo fieles a pesar del ambiente espiritual corrupto que vivían en su época. Recordemos que precisamente ese ambiente espiritual concluyó con el rechazo de Jesús y con una violencia social extrema, a la que Dios tuvo que poner fin en los terribles sucesos de la caída de Jerusalén.

A veces hablamos de lo terrible que fue el juicio a Jerusalén y cómo Dios quiere restaurarla, y es verdad, pero nunca olvidemos qué era lo que estaba pasando en ese momento como para que el Señor tuviera que mandar ese castigo.

Bueno, el asunto es que en tiempos tan difíciles, ¡había una recompensa!, y el Nuevo Testamento “empieza” recordándonos eso.

Los religiosos buscaban la recompensa donde no estaba, y ese era su error. Jesús reenfoca a Sus discípulos: no importa lo que digan los hombres, la verdadera recompensa está en Dios.

Saquemos cuentas: si promocionamos nuestras obras entre las personas obtendremos más adhesiones, más seguidores, más ofrendas y voluntades dispuestas a trabajar en lo que estamos haciendo. El problema es que los tales lo van a hacer por motivos humanos; por culpa, por secreta ambición de ocupar algún puestito en una organización creciente, por sincero deseo de ayuda, pero humano al fin. Es obvio que la obra que se pueda construir a partir de eso será, en el mejor de los casos (no hablemos del peor), HUMANA, de buenas obras humanas.

Ahora bien, yo no estoy “en contra” de las buenas cosas que humanamente podamos hacer; hay muchas ONGs y organizaciones que las hacen, ¿para qué duplicar esfuerzos? Yo colaboro con algunas, en la medida que me permiten mis ingresos, claro…

El asunto es que si queremos construir algo para Dios, Él se tiene que encargar de traer la gente y los recursos, no nosotros. Cuando sólo Él ve lo que hacemos, entonces Él sabe qué mandarnos.

Hermanos, revisemos nuestras prácticas espirituales.


Danilo Sorti




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