Mateo 6:1 RVC
1 »Cuidado con hacer sus obras de justicia
sólo para que la gente los vea. Si lo hacen así, su Padre que está en los
cielos no les dará ninguna recompensa.
a)
“¡Miren que grande que soy!”
Según leemos más adelante en el texto, este
asunto de la “publicidad cristiana” no resulta nuevo, y nos enteramos de
algunas “curiosidades”:
Mateo 6:2, 5, 16 RVC
2 Cuando tú des limosna, no toques trompeta
delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para
que la gente los alabe. De cierto les digo que con eso ya se han ganado su
recompensa.
5 »Cuando ores, no seas como los hipócritas,
porque a ellos les encanta orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de
las calles, para que la gente los vea; de cierto les digo que con eso ya se han
ganado su recompensa.
16 »Cuando ustedes ayunen, no se muestren
afligidos, como los hipócritas, porque ellos demudan su rostro para mostrar a
la gente que están ayunando; de cierto les digo que ya se han ganado su
recompensa.
Podría parecer ridícula la actitud de estos
religiosos de la época si no fuera que hoy encontramos a veces cosas
semejantes, más sofisticadas, más cuidadas en su estética y palabras, pero con
el mismo espíritu. ¿Cuál es el límite entre hacer una promoción adecuada de las
actividades y caer en una piedad externa?
Es claro que Jesús está haciendo evidente una
“espiritualidad” egoísta y centrada en las buenas obras, en donde, obviamente,
no está Dios, y por ello, se hace necesario obtener la aprobación de la gente.
Es decir, cuando nuestro espíritu no tiene el testimonio del Espíritu de que
Dios recibió nuestra ofrenda (de alabanza, de servicio, de amor, etcétera)
entonces nuestra alma necesita obtener la aprobación de la gente, aunque eso es
algo que nunca satisfará profundamente a nadie.
Inevitable es recordar la primera ofrenda y
sus resultados: Dios aprobó a Abel, pero Caín, al ser rechazado primero él y
luego su ofrenda, se convirtió en homicida, y aunque parezca exagerado, el
mismo espíritu está detrás de toda falsa ofrenda, porque en realidad no la
recibe Dios sino los demonios, con lo que le otorga poder a ellos.
¿Dónde está la punta del engaño aquí?
Proverbios 1:20-23 RVC
20 La sabiduría clama en las calles, y deja
oír su voz por las plazas.
21 Clama en los principales puntos de
encuentro; a la entrada de la ciudad expone sus razones:
22 «Ustedes, muchachos inexpertos y burlones,
¿hasta cuándo seguirán amando la simpleza? ¿Hasta cuándo seguirán burlándose de
todo? ¿Hasta cuando aborrecerán el conocimiento?
23 ¡Presten atención a mis reprensiones! Yo
derramaré mi espíritu sobre ustedes, y les daré a conocer mis argumentos.
Juan 7:37-38 RVC
37 En el último y gran día de la fiesta,
Jesús se puso en pie y en voz alta dijo: «Si alguno tiene sed, venga a mí y
beba.
38 Del interior del que cree en mí, correrán
ríos de agua viva, como dice la Escritura.»
La sabiduría en Proverbios, y el Verbo, en
Juan, aparecen públicamente llamando a los hombres, y en realidad podríamos encontrar
muchísimos ejemplos más de ello; nos estamos refiriendo a la proclamación de
las Buenas Nuevas. ¡Eso necesariamente es un acto público! Allí hay un llamado
a la gente, se están anunciando “los hechos maravillosos de aquel que los llamó
de las tinieblas a su luz admirable.” (1 Pedro 2:9)
Pero esa es la clave: se anuncian las
maravillas de Dios, no las “maravillas propias”.
En algún momento, inspirados por espíritus de
error, los fariseos consideraron que promocionar sus propias buenas obras era
algo similar a lo que habían leído en Proverbios 1. De nuevo, el error
religioso, el cambio “sutil” (y no tanto) en los significados.
No, mis propias buenas obras NO SON la
sabiduría de Dios NI SON la proclamación de las Buenas Nuevas. Son, hoy día, la
ofrenda válida que Dios recibe de nuestras manos, son la expresión de nuestro
amor, sólo para Dios y nadie más. Por lo tanto, sólo Dios necesita verla.
Pero si la mostramos “a todo el mundo”, ¿cuál
es el verdadero propósito? Obtener aprobación de ellos, ser considerados
“grandes” espiritualmente.
En este momento de extrema promoción, en
donde la Web puede servir para cosas maravillosas o terribles, es muy fácil
hacer un par de clics y promocionar alguna obra de piedad. Es más, dentro del
mundillo eclesiástico, imitando lo que hacen los políticos, se supone que debe
haber tal promoción; es un hecho que los pastores, apóstoles y profetas deban
tener algún encargado de RRPP que se ocupe de promocionarlos, aunque con frases
“cristianas”, claro.
No voy a escribir ninguna de ellas para no
resultar innecesariamente ofensivo, pero tengo algunas en mente… Simplemente,
hermanos, si nos toda estar en algún lugar de liderazgo o “público”,
presentemos delante del Señor las actividades de promoción que se hacen en
torno nuestro; cuando tales cosas se dejan en manos de “hermanitos
profesionales” de los medios podemos estar en serios problemas, generalmente no
son guiados por el Espíritu.
Pero por otro lado, ¿en qué tipo de iglesia
participamos? Si donde estamos se hace tal promoción, debemos saber que el
objetivo no es agradar a Dios sino traer gente (es decir, dinero y recursos) al
redil (es decir, al pequeño imperio eclesiástico del líder).
b)
Hay una recompensa
La palabra que se utiliza para recompensa, μισθός,
misdsós, aparece 29 veces en el Nuevo Testamento, y 10 en Mateo, que es donde
más veces se utiliza, y 6 veces en los capítulos 5 y 6, coincidiendo con el
Sermón del Monte.
Por lo visto, “apenas” empezando el Nuevo
Testamento, el Espíritu quería dejar bien en claro que habría una retribución
para los fieles, aquellos que “habían salido” de los 400 años de silencio
intertestamentario manteniendo su fe intacta en el Señor, los que seguían
siendo fieles a pesar del ambiente espiritual corrupto que vivían en su época.
Recordemos que precisamente ese ambiente espiritual concluyó con el rechazo de
Jesús y con una violencia social extrema, a la que Dios tuvo que poner fin en
los terribles sucesos de la caída de Jerusalén.
A veces hablamos de lo terrible que fue el
juicio a Jerusalén y cómo Dios quiere restaurarla, y es verdad, pero nunca
olvidemos qué era lo que estaba pasando en ese momento como para que el Señor
tuviera que mandar ese castigo.
Bueno, el asunto es que en tiempos tan
difíciles, ¡había una recompensa!, y el Nuevo Testamento “empieza”
recordándonos eso.
Los religiosos buscaban la recompensa donde
no estaba, y ese era su error. Jesús reenfoca a Sus discípulos: no importa lo
que digan los hombres, la verdadera recompensa está en Dios.
Saquemos cuentas: si promocionamos nuestras
obras entre las personas obtendremos más adhesiones, más seguidores, más
ofrendas y voluntades dispuestas a trabajar en lo que estamos haciendo. El
problema es que los tales lo van a hacer por motivos humanos; por culpa, por
secreta ambición de ocupar algún puestito en una organización creciente, por
sincero deseo de ayuda, pero humano al fin. Es obvio que la obra que se pueda
construir a partir de eso será, en el mejor de los casos (no hablemos del
peor), HUMANA, de buenas obras humanas.
Ahora bien, yo no estoy “en contra” de las
buenas cosas que humanamente podamos hacer; hay muchas ONGs y organizaciones
que las hacen, ¿para qué duplicar esfuerzos? Yo colaboro con algunas, en la
medida que me permiten mis ingresos, claro…
El asunto es que si queremos construir algo
para Dios, Él se tiene que encargar de traer la gente y los recursos, no
nosotros. Cuando sólo Él ve lo que hacemos, entonces Él sabe qué mandarnos.
Hermanos, revisemos nuestras prácticas
espirituales.
Danilo Sorti
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