lunes, 4 de junio de 2018

509. El Sermón del Monte – XXI Juzgar o no juzgar, ¿qué es lo que dice la Biblia?


Mateo 7:1-6 RVC
1 »No juzguen, para que no sean juzgados.
2 Porque con el juicio con que ustedes juzgan, serán juzgados; y con la medida con que miden, serán medidos.
3 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no miras la viga que está en tu propio ojo?
4 ¿Cómo dirás a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, cuando tienes una viga en el tuyo?
5 ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
6 »No den ustedes lo santo a los perros, ni echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan contra ustedes y los despedacen.


a)     Un pasaje muy conveniente para los lobos con piel de oveja…

Otro de los pasajes muy convenientemente mal interpretados es este; detrás de él se han escudado a lo largo de los siglos grandes cantidades de hipócritas, para evitar quedar expuestos. ¿Qué dice realmente?

Podrían hacerse largas exégesis del pasaje, pero si leemos todo el tema en el Nuevo Testamento está claro que debemos discernir las falsas intenciones y a los falsos líderes, que no debemos tolerarlos en la comunión y que deben ser expuestos públicamente. Este pasaje, sin embargo, parecería decir lo contrario.

Pero si nos ubicamos en el contexto de todo el Sermón, que tiene que ver con la vida entre los hermanos y con corregir actitudes comunes de los religiosos de la época, “juzgar” adquiere un matiz más cotidiano y se aleja de los claramente desviados.

“Juzgar” aquí debe entenderse en relación con el versículo 3: mirar la paja cuando se tiene una viga. Este tipo de “juzgar” no tiene nada que ver con discernir a los lobos con piel de cordero, se refiere a criticar todos y cada uno de los pecados “pequeños” de mis hermanos, a estar “detrás de ellos” en cada pequeño asunto, la “paja”. Hay otros pasajes en donde claramente se habla de pecados más groseros y problemas graves.

Entonces, si analizamos bien lo que dicen los versículos, entenderemos cuándo se aplica y cuándo no. Y, de paso, podremos dedicarnos a discernir lo que es importante; cuando estamos demasiado preocupados yendo detrás de las cosas pequeñas de los hermanos, es seguro que nos estamos “tragando” un engaño enorme, y no nos damos cuenta.


b)    Prioridades, siempre las prioridades…

Este es otro de los temas reiterativos de toda la sección. El mensaje aquí, aunque parezca lo contrario, NO ES que debemos abstenernos de “juzgar”, sino más bien que debemos hacerlo correctamente. “Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.” Significa que podemos, e incluso, debemos, ayudar a nuestro hermano con sus pecados y debilidades; pero sólo después de haber tratado con las nuestras.

Claro que cuando usamos este pasaje para no tener nada que ver con nuestros hermanos en realidad es porque no nos estamos preocupando por corregir nuestra propia vida, por lo que menos podremos hacerlo con los otros. Sin embargo, si entiendo bien lo que el Señor quiere, DEBEMOS sacar todas las vigas que hay en nosotros para así poder ver bien y ayudar a nuestros hermanos con sus basuritas.

Una “viga”, que es una imagen absurda, es por demás de evidente que impide ver bien, ¿cómo podría alguien así ayudar a quitar una pelusita del ojo de su amigo? Debe tener la visión clara, es decir, tener sus ojos espirituales limpios con el colirio del Espíritu. Y esto es posible sólo cuando hemos llegado a obedecer a Dios, de tal forma que nuestra visión se clarifica.


c)     El uso correcto de la doctrina

Creo que el estilo de espiritualidad que más tiene que ver con este pasaje es el que llamamos “doctrinal”, esto es, el que está enfocado principalmente en la “sana doctrina”, en extraer y aplicar correctamente los principios de verdad de las Escrituras.

Cuidado, no es lo mismo que el estilo “Bibliocéntrico”, aunque sean parecidos. El enfoque de la espiritualidad “doctrinal” no es exactamente la Biblia, sino una “elaboración” a partir de ella, de tal forma que puedan expresarse en fórmulas útiles las verdades que contiene.

Los que somos más viejos en el Evangelio sabemos bien de qué hablamos cuando decimos “los defensores de la sana doctrina”, aquellos que se levantaban como jueces de todo y de todos. Hoy no son tan comunes, pero siempre existen.

Uno debe valorar el celo que tienen por la verdad, y porque se aplique de manera correcta. Esto nos recuerda lo que decía Pablo:

Romanos 10:1-4 RVC
1 Hermanos, ciertamente lo que mi corazón anhela, y lo que pido a Dios en oración es la salvación de Israel.
2 Me consta que ustedes tienen celo por Dios, pero su celo no se basa en el conocimiento.
3 Pues al ignorar la justicia de Dios y procurar establecer su propia justicia, no se sujetaron a la justicia de Dios;
4 porque el cumplimiento de la ley es Cristo, para la justicia de todo aquel que cree.

El error aquí es pensar que por el hecho de conocer lo que Dios dice (aunque en realidad ese conocimiento esté contaminado con error) uno ya puede determinar lo que está bien y lo que está mal, usando SU PROPIA capacidad. Es decir, termina uno estableciendo su justicia, intentando hacer lo correcto con sus propias fuerzas y de acuerdo a sus propios criterios.

El celo unido a esta forma de legalismo es lo que origina a esos “jueces de todo y de todos”.

La doctrina es muy útil, pero debemos ser sinceros en reconocer que cualquier formulación doctrinal siempre será incompleta y perfectible, cuando no con algunos errores. Cuando los hombres se enamoran de la doctrina se pierden del Espíritu, no es lo mismo.

El hecho de que detrás de la “sana doctrina” pueden esconderse los espíritus religiosos de error se evidencia al ser uno incapaz de ver sus propios errores. ¿Cómo es posible? Simplemente no los ve, está cegado en esos aspectos, o tiene una muy buena justificación, con lo que no necesita preocuparse por ellos. Doctrina sin amor es Ley sin amor, lo cual resulta el principio que permite la existencia del reino de las tinieblas: Satanás tiene que manejarse de manera estrictamente legal para seguir subsistiendo y dominando al hombre, con lo que resulta experto en el tema leyes y en utilizarlas para su provecho (¿entendemos ahora lo que pasa con los políticos…?).

Pero cuando la doctrina va unida al amor, o mejor dicho, cuando el amor, que es la esencia de Dios, es el que dirige la doctrina, ENTONCES la doctrina se vuelve una herramienta utilísima para purificarnos y purificar a otros.

No debemos desechar la doctrina, simplemente debemos someterla al Espíritu.


d)    ¡Basta de ser molestos!

Vivir una vida de juicio y sospecha de los que nos rodean, además de injusto, es algo por demás de molesto. ¿No conocemos a personas así? Y no se trata de que no tengan verdad muchas veces en lo que dicen, sino que con sus juicios no podemos hacer mucho más que sentirnos culpables, pero no podemos cambiar. Ese tipo de juicio no es de Dios, porque si lo fuera, recibiríamos junto con la exhortación las herramientas para cambiar.

Jesús está cambiando las relaciones aquí; la doctrina bíblica no debe ser un látigo para fustigarnos unos a otros, sino un instrumento delicado para quitarnos las esquirlas y espinas clavadas en el cuerpo, más aún, para quitar suavemente una basurita que se nos metió en el ojo. Absolutamente apropiado el ejemplo que usó el Maestro: tan suave debe ser el uso de la doctrina como cuando le estamos sacando a alguien una astillita del ojo; con la misma delicadeza y cuidado.

En vez de un mazo y un cincel (o un martillo y una hoz…) debe ser una pinza delicada, que ni se siente de tan suave que es y de tanto cuidado que se tiene al usarla. Así debemos usar la doctrina, primero con nosotros y después con otros; porque si no nos tratamos así a nosotros mismos, ¿cómo podremos tratar a los otros de la misma forma? Pero cuando dejamos que los espíritus de religión “nos enseñen doctrina” (algo que saben hacer muy bien), la pinza delicada se convierte en una enorme motosierra… para nosotros primero y para los otros luego.

El problema es que cuando tratamos así a los que nos rodean terminamos recibiendo el mismo trato. Pero la verdad es que eso “no está mal”, porque puede ser que así nos demos cuenta de que algo estamos haciendo mal.


e)     Pero no hay que sacarle la basurita a cualquiera…

6 »No den ustedes lo santo a los perros, ni echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan contra ustedes y los despedacen.

Una doctrina bíblica usada con amor y pericia es un tesoro, es precisamente un instrumento santo porque santifica al que se le aplica; es un tesoro, una perla valiosa. No todos pueden recibirla.

Es decir que, luego de que hayamos sido entrenados en utilizar bien la Palabra de Verdad para sanar y liberar, con verdad y con amor, con mucho cuidado y con poder, nos encontraremos con que no todos la aceptarán. Y por eso dice Jesús estas palabras.

El sentido del pasaje exige que discernamos antes quiénes son perros o cerdos, quiénes tienen un espíritu que devora y desgarra, o quiénes tienen un espíritu de menosprecio, que prefiere revolcarse en el fango de su mundanalidad. Con los tales no tengamos nada que ver.

Un error muy común de los que tienen celo por la sana doctrina es querer aplicarla a todos, aún de la manera correcta. Pero esto llega a ser imprudente; no porque sea pecado, sino porque hay quienes no lo recibirán.

Casi al final de la Biblia se nos recuerda:

Apocalipsis 22:11 RVC
11 Deja que quien sea injusto, siga siendo injusto; que quien sea impuro, siga siendo impuro; que quien sea justo, siga practicando la justicia; y que quien sea santo, siga santificándose.»

Y con esto Jesucristo nos está diciendo que en los tiempos del fin no debemos perder, precisamente, tiempo. De nuevo nos encontramos con un tema de prioridades: ¿a quiénes ayudaremos? Y la respuesta es: a los que están dispuestos a recibirlo. Con el resto no debemos perder el poco y valiosísimo tiempo que nos queda.

Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario