Mateo 7:1-6 RVC
1 »No juzguen, para que no sean juzgados.
2 Porque con el juicio con que ustedes
juzgan, serán juzgados; y con la medida con que miden, serán medidos.
3 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo
de tu hermano, y no miras la viga que está en tu propio ojo?
4 ¿Cómo dirás a tu hermano: “Déjame sacar la
paja de tu ojo”, cuando tienes una viga en el tuyo?
5 ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu
propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
6 »No den ustedes lo santo a los perros, ni
echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan
contra ustedes y los despedacen.
a)
Un pasaje muy conveniente para los lobos con
piel de oveja…
Otro de los pasajes muy convenientemente mal
interpretados es este; detrás de él se han escudado a lo largo de los siglos
grandes cantidades de hipócritas, para evitar quedar expuestos. ¿Qué dice
realmente?
Podrían hacerse largas exégesis del pasaje,
pero si leemos todo el tema en el Nuevo Testamento está claro que debemos
discernir las falsas intenciones y a los falsos líderes, que no debemos
tolerarlos en la comunión y que deben ser expuestos públicamente. Este pasaje,
sin embargo, parecería decir lo contrario.
Pero si nos ubicamos en el contexto de todo
el Sermón, que tiene que ver con la vida entre los hermanos y con corregir
actitudes comunes de los religiosos de la época, “juzgar” adquiere un matiz más
cotidiano y se aleja de los claramente desviados.
“Juzgar” aquí debe entenderse en relación con
el versículo 3: mirar la paja cuando se tiene una viga. Este tipo de “juzgar”
no tiene nada que ver con discernir a los lobos con piel de cordero, se refiere
a criticar todos y cada uno de los pecados “pequeños” de mis hermanos, a estar
“detrás de ellos” en cada pequeño asunto, la “paja”. Hay otros pasajes en donde
claramente se habla de pecados más groseros y problemas graves.
Entonces, si analizamos bien lo que dicen los
versículos, entenderemos cuándo se aplica y cuándo no. Y, de paso, podremos
dedicarnos a discernir lo que es importante; cuando estamos demasiado
preocupados yendo detrás de las cosas pequeñas de los hermanos, es seguro que
nos estamos “tragando” un engaño enorme, y no nos damos cuenta.
b)
Prioridades, siempre las prioridades…
Este es otro de los temas reiterativos de
toda la sección. El mensaje aquí, aunque parezca lo contrario, NO ES que
debemos abstenernos de “juzgar”, sino más bien que debemos hacerlo
correctamente. “Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien
para sacar la paja del ojo de tu hermano.” Significa que podemos, e incluso,
debemos, ayudar a nuestro hermano con sus pecados y debilidades; pero sólo
después de haber tratado con las nuestras.
Claro que cuando usamos este pasaje para no
tener nada que ver con nuestros hermanos en realidad es porque no nos estamos
preocupando por corregir nuestra propia vida, por lo que menos podremos hacerlo
con los otros. Sin embargo, si entiendo bien lo que el Señor quiere, DEBEMOS
sacar todas las vigas que hay en nosotros para así poder ver bien y ayudar a
nuestros hermanos con sus basuritas.
Una “viga”, que es una imagen absurda, es por
demás de evidente que impide ver bien, ¿cómo podría alguien así ayudar a quitar
una pelusita del ojo de su amigo? Debe tener la visión clara, es decir, tener
sus ojos espirituales limpios con el colirio del Espíritu. Y esto es posible
sólo cuando hemos llegado a obedecer a Dios, de tal forma que nuestra visión se
clarifica.
c)
El uso correcto de la doctrina
Creo que el estilo de espiritualidad que más
tiene que ver con este pasaje es el que llamamos “doctrinal”, esto es, el que
está enfocado principalmente en la “sana doctrina”, en extraer y aplicar
correctamente los principios de verdad de las Escrituras.
Cuidado, no es lo mismo que el estilo
“Bibliocéntrico”, aunque sean parecidos. El enfoque de la espiritualidad
“doctrinal” no es exactamente la Biblia, sino una “elaboración” a partir de
ella, de tal forma que puedan expresarse en fórmulas útiles las verdades que
contiene.
Los que somos más viejos en el Evangelio
sabemos bien de qué hablamos cuando decimos “los defensores de la sana
doctrina”, aquellos que se levantaban como jueces de todo y de todos. Hoy no
son tan comunes, pero siempre existen.
Uno debe valorar el celo que tienen por la
verdad, y porque se aplique de manera correcta. Esto nos recuerda lo que decía
Pablo:
Romanos 10:1-4 RVC
1 Hermanos, ciertamente lo que mi corazón
anhela, y lo que pido a Dios en oración es la salvación de Israel.
2 Me consta que ustedes tienen celo por Dios,
pero su celo no se basa en el conocimiento.
3 Pues al ignorar la justicia de Dios y
procurar establecer su propia justicia, no se sujetaron a la justicia de Dios;
4 porque el cumplimiento de la ley es Cristo,
para la justicia de todo aquel que cree.
El error aquí es pensar que por el hecho de
conocer lo que Dios dice (aunque en realidad ese conocimiento esté contaminado
con error) uno ya puede determinar lo que está bien y lo que está mal, usando
SU PROPIA capacidad. Es decir, termina uno estableciendo su justicia,
intentando hacer lo correcto con sus propias fuerzas y de acuerdo a sus propios
criterios.
El celo unido a esta forma de legalismo es lo
que origina a esos “jueces de todo y de todos”.
La doctrina es muy útil, pero debemos ser
sinceros en reconocer que cualquier formulación doctrinal siempre será
incompleta y perfectible, cuando no con algunos errores. Cuando los hombres se
enamoran de la doctrina se pierden del Espíritu, no es lo mismo.
El hecho de que detrás de la “sana doctrina”
pueden esconderse los espíritus religiosos de error se evidencia al ser uno
incapaz de ver sus propios errores. ¿Cómo es posible? Simplemente no los ve,
está cegado en esos aspectos, o tiene una muy buena justificación, con lo que
no necesita preocuparse por ellos. Doctrina sin amor es Ley sin amor, lo cual
resulta el principio que permite la existencia del reino de las tinieblas:
Satanás tiene que manejarse de manera estrictamente legal para seguir
subsistiendo y dominando al hombre, con lo que resulta experto en el tema leyes
y en utilizarlas para su provecho (¿entendemos ahora lo que pasa con los
políticos…?).
Pero cuando la doctrina va unida al amor, o
mejor dicho, cuando el amor, que es la esencia de Dios, es el que dirige la
doctrina, ENTONCES la doctrina se vuelve una herramienta utilísima para
purificarnos y purificar a otros.
No debemos desechar la doctrina, simplemente
debemos someterla al Espíritu.
d)
¡Basta de ser molestos!
Vivir una vida de juicio y sospecha de los
que nos rodean, además de injusto, es algo por demás de molesto. ¿No conocemos
a personas así? Y no se trata de que no tengan verdad muchas veces en lo que
dicen, sino que con sus juicios no podemos hacer mucho más que sentirnos
culpables, pero no podemos cambiar. Ese tipo de juicio no es de Dios, porque si
lo fuera, recibiríamos junto con la exhortación las herramientas para cambiar.
Jesús está cambiando las relaciones aquí; la
doctrina bíblica no debe ser un látigo para fustigarnos unos a otros, sino un
instrumento delicado para quitarnos las esquirlas y espinas clavadas en el
cuerpo, más aún, para quitar suavemente una basurita que se nos metió en el
ojo. Absolutamente apropiado el ejemplo que usó el Maestro: tan suave debe ser
el uso de la doctrina como cuando le estamos sacando a alguien una astillita
del ojo; con la misma delicadeza y cuidado.
En vez de un mazo y un cincel (o un martillo
y una hoz…) debe ser una pinza delicada, que ni se siente de tan suave que es y
de tanto cuidado que se tiene al usarla. Así debemos usar la doctrina, primero
con nosotros y después con otros; porque si no nos tratamos así a nosotros
mismos, ¿cómo podremos tratar a los otros de la misma forma? Pero cuando
dejamos que los espíritus de religión “nos enseñen doctrina” (algo que saben
hacer muy bien), la pinza delicada se convierte en una enorme motosierra… para
nosotros primero y para los otros luego.
El problema es que cuando tratamos así a los
que nos rodean terminamos recibiendo el mismo trato. Pero la verdad es que eso
“no está mal”, porque puede ser que así nos demos cuenta de que algo estamos
haciendo mal.
e)
Pero no hay que sacarle la basurita a
cualquiera…
6 »No den ustedes lo santo a los perros, ni
echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan
contra ustedes y los despedacen.
Una doctrina bíblica usada con amor y pericia
es un tesoro, es precisamente un instrumento santo porque santifica al que se
le aplica; es un tesoro, una perla valiosa. No todos pueden recibirla.
Es decir que, luego de que hayamos sido
entrenados en utilizar bien la Palabra de Verdad para sanar y liberar, con
verdad y con amor, con mucho cuidado y con poder, nos encontraremos con que no
todos la aceptarán. Y por eso dice Jesús estas palabras.
El sentido del pasaje exige que discernamos
antes quiénes son perros o cerdos, quiénes tienen un espíritu que devora y
desgarra, o quiénes tienen un espíritu de menosprecio, que prefiere revolcarse
en el fango de su mundanalidad. Con los tales no tengamos nada que ver.
Un error muy común de los que tienen celo por
la sana doctrina es querer aplicarla a todos, aún de la manera correcta. Pero
esto llega a ser imprudente; no porque sea pecado, sino porque hay quienes no
lo recibirán.
Casi al final de la Biblia se nos recuerda:
Apocalipsis 22:11 RVC
11 Deja que quien sea injusto, siga siendo
injusto; que quien sea impuro, siga siendo impuro; que quien sea justo, siga
practicando la justicia; y que quien sea santo, siga santificándose.»
Y con esto Jesucristo nos está diciendo que
en los tiempos del fin no debemos perder, precisamente, tiempo. De nuevo nos
encontramos con un tema de prioridades: ¿a quiénes ayudaremos? Y la respuesta
es: a los que están dispuestos a recibirlo. Con el resto no debemos perder el
poco y valiosísimo tiempo que nos queda.
Danilo Sorti
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