lunes, 4 de junio de 2018

492. El Sermón del Monte – IV ¿Bienaventurados quiénes y por qué?


Juan 10:14 RVC
14 Yo soy el buen pastor. Yo conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí,

Juan 10:27 RVC
27 Las que son mis ovejas, oyen mi voz; y yo las conozco, y ellas me siguen.


a)     Espiritual y concreto

En un artículo anterior vimos el significado del “nueve”, que es espiritual pero en realidad muy concreto, ¡demasiado, diría yo!; Dios visita y juzga, no hay nada más contundente que eso. Las bienaventuranzas son tan profundamente espirituales, en relación con la vida espiritual de las personas y con la vida eterna, como terrenales porque aunque no podamos esperar su manifestación perfecta aquí y ahora, tenemos algo de eso.

Pero también las nueve bienaventuranzas se refieren a la vida de las personas, por un lado describen distintas facetas de la vida de los fieles, pero si profundizamos un poco, nos damos cuenta de que podrían ajustarse bien a una característica distintiva de cada persona, es decir, que algunos se caracterizan por su humildad, su “pobreza en espíritu”, otros por llorar ante las injusticias, otros por su mansedumbre. De hecho, cuando miramos hacia los hermanos y a nosotros mismos nos damos cuenta rápidamente de eso.

Christian Schwarz plantea esto al hablar de los distintos estilos de espiritualidad y, ¡oh casualidad!, descubre en su análisis nueve de ellos, al igual que los frutos y al igual que las bienaventuranzas. En los próximos párrafos voy a intentar relacionar dichos estilos con las bienaventuranzas y con los frutos, pero antes algunas advertencias.

Primero, probablemente algunas relaciones que establezca aquí sean un poco forzadas (por no decir incorrectas); en realidad el mensaje central es simple: el Señor conoce a cada una de Sus ovejas, como leímos al principio, y esto significa que conoce también sus propios estilos, fortalezas y debilidades; y cada una de ellas tiene “a la mano” una bienaventuranza para alcanzar. Dicho de otra forma, las bienaventuranzas expuestas en Mateo 5 abarcan a todos los estilos de cristianos, por lo que “nadie queda afuera”. Así de simple:

Juan 14:2 DHH
2 En la casa de mi Padre hay muchos lugares donde vivir; si no fuera así, yo no les hubiera dicho que voy a prepararles un lugar.

En el Cielo hay lugar para todos, y en la “porción de Cielo” que vivimos en esta Tierra, también.

Segunda advertencia: probablemente la relación que establezca entre bienaventuranzas, dones y estilos de espiritualidad sea también un poco forzada porque pueden partir de distintos enfoques, por lo que estén “mezcladas”. Así que nadie debería considerar lo que sigue como una forma de encasillar a las personas, como si se las estuviera “encerrando en una celda” que determina cómo son, sin cambios ni alternativas posibles. Repito: todas las bienaventuranzas se aplican a todos los cristianos fieles porque todos ellos, en mucho o en poco, cumplen con todas esas descripciones.

Dicho esto, siempre es bueno tener un orden o clasificación porque eso nos permite entender los puntos fuertes, los ataques que sufriremos preferentemente, los puntos débiles y qué tenemos para compartir especialmente con otros… y qué necesitamos recibir de ellos. Sin que se convierta en una “cárcel”, toda clasificación según Dios resulta útil.



b)    El amor: aquellos que no se aman a sí mismos por encima de todo, y por lo tanto pueden amar a Dios

«Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
“Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el reino de los cielos.

El amor es el primero de los frutos mencionados en Gálatas y probablemente debamos considerarlo como “el” fruto, siendo los ocho restantes diversas manifestaciones de él. Pero también, en un sentido más “pequeño”, es uno de los frutos. Los pobres en espíritu son los humildes, los que no tienen orgullo, que no es más que un amor propio “usurpador”, porque ocupa el lugar que le corresponde al amor a Dios. Esa es una (o la principal) de las raíces del pecado de Satanás y uno de los pecados más extendidos, insidiosos y difíciles de erradicar en los seres humanos.

Aunque todos los estilos de espiritualidad pueden “encajar” aquí (como en el resto), creo que el “estilo sensorial”, que se encuentra con Dios a través de las obras de la creación, es el que más fácilmente puede manifestar esta realidad debido a que cuando nos enfrentamos con la grandeza de la Naturaleza y del Universo no podemos menos que humillarnos ante su Hacedor.

Lo creado es el primer testimonio de Dios, tal como dice Romanos 1, y aquellos que lo encuentran ahí quizás sean los que más potencialidad tienen para estar cerca de su Creador.

Los humildes, por otra parte, son los humillados, los pisoteados y menospreciados, los “últimos de la fila”, los que terminan siendo desposeídos, los que “no tienen nada”, sea porque en efecto no lo tengan o sea porque saben que todo lo que tienen (aunque sean ricos en este mundo) no es suyo y no pueden disponer de ello. A los que están en tal condición de pobreza se les promete la posesión más grande: el Reino.

c)     El gozo: la capacidad para sufrir

Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
“Dichosos los que sufren, porque serán consolados.

El ser humano no está preparado para sufrir y no tiene la capacidad para soportar el sufrimiento y “salir ileso” de él. Todos los colectivos de Derechos Humanos lo demuestran cada día; el sufrimiento genera profundas heridas que no cierran nunca… excepto que se tenga el consuelo y el gozo que viene del Espíritu.

Sólo aquellos que reciben el gozo de lo Alto pueden enfrentar el sufrimiento y obtener victoria, el resto podrá construir un cascarón sobre él, pero no vencerlo.

Todos los seres humanos experimentamos diversas formas de sufrimiento, y no es privativo de los pobres o carenciados. Pero el contexto en el que se presenta este sufrimiento nos da a entender que se trata, al menos en parte, del sufrimiento por hacer la voluntad divina, por creer en un mundo incrédulo, por mantenerse fiel en un mundo pecador.

Todos los cristianos sufren, pero algunos sufren más que otros, aunque no lo parezca, y la clave la encontramos en un libro escrito “debajo del sol”, desde la perspectiva humana y racional:

Eclesiastés 8:16-17 DHH
16 Mientras más me entregué a aprender y a saber y a observar todo lo que se hace en este mundo —llega un momento en que no puede uno dormir a ninguna hora—,
17 más cuenta me di de que el hombre no puede comprender lo que Dios hace ni lo que ocurre en este mundo. Por más que luche buscando la respuesta, no la encontrará; aun cuando el sabio diga conocerla, en realidad no ha podido encontrarla.

Yo creo que el estilo de espiritualidad racional, aquel que busca entender la naturaleza de Dios, que más puede utilizar la lógica y la ciencia al servicio de la Fe, es el que más sufre, “llora” en su interior. Por un lado porque se le dificulta ver las realidades espirituales pero más que nada porque entiende mucho, conoce mucho y sabe perfectamente del mucho dolor, pecado, injusticia, maldad y sufrimiento inmerecido que hay en el mundo, ¡y se ve absolutamente impotente para hacer algo!

El engaño de Satanás aquí consiste en oscurecer las armas espirituales que tenemos y los diseños de Dios, quien al final traerá vindicación sobre todo ese dolor.


d)    La mansedumbre, aquellos que no pelean para conquistar sus derechos

»Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
“Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra prometida.

Los mansos son los que aceptan lo que les toca sin pelear por sus derechos, aunque pueden ser leones rugientes para defender el honor de Dios, tal como Jesús en el Templo.

Propiamente dicho, los mansos no van a hacer una revolución para expulsar al tirano de sobre ellos, aunque pueden ser terribles guerreros luchando por la justicia, ¿paradójico, no? Pero lo más paradójico es que esos, que no van a defender sus derechos tal como casi toda la sociedad hoy en día hace, aquellos que no se van a abrir paso a codazos, son los que recibirán el Reino por venir. Mientras que los hombres consideran que hay que hacer la guerra para conquistar tierras, Dios se encargará de repartirlas a quién Él determine.

De nuevo, aunque esto es (o debería ser…) una cualidad de todos los creyentes, creo que el estilo de espiritualidad centrado en la Biblia se puede aplicar aquí, porque son los que se concentran en las Escrituras, no en las acciones “hacia afuera”, y prefieren perder antes que “perderse” de la Biblia. Son los que conocen bien la historia según Dios y saben perfectamente Quien gana al final, y que los resultados de las guerras no son como los hombres esperan. Son los mansos, porque saben muy bien que hay un Dios que rige los destinos, que obra a través de todos y que cumplirá Su voluntad, dando la recompensa a quién Él quiera.

Los mansos son los “perdedores” en el mundo regido por Satanás, los que estudian la Biblia son los que se quedan “relegados” de la formación profesional y académica constante que requiere este mundo competitivo. Pero son los que pueden recibir la Tierra Prometida, es decir, autoridad sobre ella, autoridad sobre el Reino por venir porque conocen las leyes (escritas en la Palabra) que deberán regir ese mundo.


e)     Los justos, aquellos que aplican la ley tal como es

»Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
“Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán satisfechos.

Aunque el clamor por justicia es de todos los hombres, algunos destacan en él. Los que tienen “hambre y sed” de justicia son los desesperados porque la justicia de Dios sea establecida en la Tierra, los que aborrecen el sistema injusto y perverso en el cual vivimos, las injusticias que destruyen la Creación y oprimen a los hombres y mujeres.

El fruto que mejor expresa, creo yo, esta característica es la bondad, que erróneamente consideramos como si fuera una especie de misericordia indulgente pero que en realidad tiene que ver con hacer lo que es bueno, sea que eso bueno resulte agradable para el que lo recibe o no; es decir, también cuando “lo bueno” es confrontador e incluso ofensivo para el otro.

Hacer lo bueno es hacer lo que es justo, y de entre los distintos estilos de espiritualidad, creo que el estilo doctrinal se encuadra bien aquí. Estas son las personas que procuran un pensamiento correcto sobre Dios y se enfocan en la verdad y la doctrina, que no es exactamente “la Biblia” sino más bien las distintas verdades (doctrinas) entendidas y aplicadas a las realidades concretas que podemos extraer de ella.

Son los que sufren cuando se pervierte la enseñanza, cuando la verdad no se aplica correctamente. Son los que verán con sus propios ojos, aquí, pero más que nada en el Reino por venir, la aplicación correcta de la verdad, la eliminación de todo error engañoso y sutil.


f)      La misericordia: dar y recibir

»Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos serán tratados con misericordia.
“Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos.

Probablemente la misericordia aplicada sea lo que menos “recompensa directa” pueda tener en esta Tierra.

Lucas 14:12-14 RVC
12 También le dijo a su anfitrión: «Cuando ofrezcas una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos, ni a tus parientes y vecinos ricos, no sea que ellos también te vuelvan a invitar, y quedes así compensado.
13 Al contrario, cuando ofrezcas un banquete, invita a los pobres y a los mancos, a los cojos y a los ciegos,
14 y así serás dichoso. Porque aunque ellos no te puedan devolver la invitación, tu recompensa la recibirás en la resurrección de los justos.»

Los misericordiosos son los que dan sin esperar nada a cambio, ¡pero nada! Es más, quien recibe las acciones de misericordia muchas veces ni las puede agradecer o incluso las considera ofensivas o molestas. Dios promete ser el que haga la contabilidad de todas ellas y se encargue de la recompensa.

El estilo de espiritualidad definido como de compartir, que encuentra a Dios a través de transmitir a otros la gracia de Dios (enfoque en evangelismo y servicio) es el que más claramente encaja aquí.

El engaño del Adversario consiste precisamente en hacerles ver que “no recibirán nada a cambio de ellos”, lo cual es cierto, pero ¡no se trata de “ellos”, sino de Dios!


g)     El corazón limpio, los que buscan a Dios

»Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
“Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios.

Aunque el reclamo de santidad pesa sobre todos los creyentes, no todos tienen el mismo fervor por ella, y una vida pura implica el especial desarrollo del fruto del dominio propio: no hago lo que quiero, no busco mi propia satisfacción, sino que mi única satisfacción es hacer lo que Dios quiere, lo que es bueno ante Él. El mayor ejemplo de dominio propio es Jesucristo permitiéndose sufrir y morir en la cruz, porque, recordemos, ni los azotes, ni los golpes, ni las espinas, ni la cruz romana tenían absolutamente ningún poder sobre Él, que Él mismo no permitiera. No es posible y no hay sobre esta Tierra, ni lo habrá jamás, un ejemplo igual de dominio propio.

Los que se abstienen de lo malo por servir a Dios son los que especialmente mantienen su corazón (y sus manos) limpio de pecado, son los que han llegado a poner su máximo deleite en Dios, de tal forma que no hay deleite o placer posible en este mundo que se iguale con el de agradar a su Señor y estar en Su presencia. A ellos se les promete justamente eso, ver a Dios.

El estilo de espiritualidad que más cerca está, según entiendo, es el denominado ascético, aquel que se enfoca en desarrollar disciplinas para Dios, en el sacrificio y los valores internos.

Estos son los “bichos raros” de la sociedad, los que el híper hedonista mundo actual tiene por malos, desubicados y peligrosos, los que no van a ser invitados a los programas de televisión (mientras que los inmundos y pervertidos artistas y políticos sí). Pero, ¿cuál es el problema? El Despacho Principal del Creador tiene las puertas permanentemente abiertas para ellos.


h)    Los pacificadores que viven en la paz de Dios

»Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
“Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos.

Buscar la paz nunca ha sido tarea fácil ni lo es ahora. No sé cómo era la vida siglos atrás, pero puedo decir, comparando las últimas décadas, que cada vez es más difícil procurar la paz con los otros y entre las personas, cada vez hay menor tolerancia, mayor exigencia por los derechos propios, menor capacidad de perdón.

La paz es uno de los anhelos más profundos del hombre porque tiene que ver con estar en paz con Dios, y los pacificadores son los que pueden poner a los hombres “en paz”, con Dios primero y con sus semejantes después. Son los que representan a Dios en la tierra, los llamados “hijos de Dios”. Pero hay más.

La expresión “hijo de Dios” tenía un sentido específico en Israel, un rey era “adoptado” como hijo de Dios en el momento de su entronización (de ahí que en un momento Jesucristo es llamado “Hijo de Dios”, no porque no lo fuera desde la eternidad, sino que como Hombre Perfecto resultó constituido Rey de la Creación). Pero lo que se esperaba de un Rey era que hiciera la guerra; que conquistara tierras nuevas y que defendiera la nación de los enemigos, es decir, algo bastante diferente a lo que llamamos “paz”.

Pues bien, estos nuevos “reyes” que Jesús estaba instituyendo hacían la paz de una manera diferente a como la había establecido Roma décadas atrás:

Juan 14:27 DHH

27 dejo la paz. Les doy mi paz, pero no se la doy como la dan los que son del mundo. No se angustien ni tengan miedo.

Creo que el estilo de espiritualidad místico tiene una especial conexión con la paz, aunque serían las últimas personas que uno buscaría para que gobernaran un país… quizás por eso nos va así, ¿no? Son los que procuran el descanso en la presencia de Dios, se enfocan en el “misterio” (lo oculto de Dios para los buscadores superficiales) y en la devoción (fidelidad) a Dios.


i)       Los perseguidos porque no pueden dejar de expresar lo que son

»Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
“Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque de ellos es el reino de los cielos.

De nuevo tenemos aquí algo que abarca a todos los cristianos, y que requiere el ejercicio de la paciencia, es decir, soportar cuando no es agradable hacerlo. A ellos, que son expulsados de los reinos humanos, se les promete la ciudadanía en el Reino de los Cielos.

Aunque parezca extraño, creo que el estilo llamado sacramental se ajusta bien aquí. No entendamos mal, se trata de aquellos que pueden encontrarse con Dios a través de “liturgias” y simbolismos, es decir, a través de expresiones “materiales” de las realidades espirituales. Normalmente son los que nosotros, los mismos evangélicos, más perseguimos.

¿Qué tiene de interesante esta cuestión como para merecer especialmente la persecución? Por supuesto digamos que todos los fieles, no importa cuál sea su estilo de espiritualidad, son blanco prioritario para el reino de las tinieblas, pero aquellos que pueden hacer de la fe algo perfectamente accesible para las gentes sencillas (los más) a través de simbolismos y expresiones fáciles de entender, son un blanco especialmente interesante.


j)       Perseguidos y vituperados, los que la sociedad tiene por escoria

»Bienaventurados serán ustedes cuando por mi causa los insulten y persigan, y mientan y digan contra ustedes toda clase de mal. Gócense y alégrense, porque en los cielos ya tienen ustedes un gran galardón; pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes.
“Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras. Alégrense, estén contentos, porque van a recibir un gran premio en el cielo; pues así también persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes.


En cierto sentido las bienaventuranzas van “in crescendo” hasta llegar a la mayor persecución posible, y a ellos se les destina dos versículos. ¿Quiénes son éstos, que reciben tanta vehemencia de oposición? Son los que se parecen a los profetas de antaño, son proféticos ellos mismos y si hay un grupo de iglesias que encajan bien aquí son los que llamamos pentecostales clásicos (no los neopentecostales de la prosperidad).

Estos son los pobres y sin estudios, que recibieron el Evangelio y lo abrazaron con fe, precisamente porque manifestaron el fruto de la fe de una manera superior, y por esa misma fe hablaron, predicaron y se entregaron a las obras de fe. Pero claro, no tienen las formas ni los cuidados sociales para desenvolverse “adecuadamente” y por lo tanto son despreciados, rechazados y perseguidos por esa sociedad (y por unos cuantos cristianos también).

Estos son aquellos que recién el más hondo desprecio de nuestros sectores más cultos y “progresistas” de la sociedad, aquellos que se llenan la boca hablando de derechos, respeto y tolerancia; hipócritas eximios (¿o ex-simios?) llenos de palabras y engaño.

Estos son los que tienen “poco”, pero lo que tienen lo usan todo para el Reino, y por lo tanto obtienen los resultados más altos, ¡y por lo tanto reciben la mayor persecución!

Ellos son los que tienen fe, que es la cobertura del Espíritu, los que viven encendidos en el fuego del Espíritu porque de otra manera no podrían atravesar ese nivel de persecución. Y esos son algunos de los que literalmente están muriendo hoy con fuego terrenal (y diabólico), pero cuya recompensa en los cielos, que en esta Tierra no tuvieron, será sobremanera grande.


k)    ¡Nadie se queda afuera!

El Reino de Dios es paradójico, pero a esta altura ya deberíamos saberlo muy bien. Estas paradojas significan que Dios “da vueltas” cualquier situación, que nada lo “supera”, que nada se le escapa de las manos. Y en estas Sus recompensas, todos tienen un lugar, y un lugar propio, no algo masivo y común, como la sociedad de consumo nos tiene acostumbrados, sino algo estrictamente personalizado.

¡Nadie se queda afuera! Hay una recompensa especial para cada uno de los fieles.


Danilo Sorti




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