lunes, 25 de junio de 2018

519. Obediencia a destiempo es desobediencia


Números 14:39-45 RVC
39 Moisés comunicó todo esto a todos los hijos de Israel, y ellos se entristecieron mucho.
40 Entonces madrugaron y subieron a la cumbre del monte, pues decían: «Hemos pecado, así que estamos dispuestos a ir al lugar del cual nos ha hablado el Señor.»
41 Pero Moisés dijo: «¿Por qué quebrantan el mandamiento del Señor? Esto tampoco les saldrá bien.
42 No suban, para que no sean derrotados delante de sus enemigos, porque el Señor no está en medio de ustedes.
43 Los amalecitas y los cananeos están allí, delante de ustedes, y ustedes morirán a filo de espada por haberse negado a seguir al Señor. Por eso el Señor no está con ustedes.»
44 Y aunque ellos se obstinaron en subir a la cima del monte, el arca del pacto del Señor, y Moisés, no se apartaron de en medio del campamento.
45 Entonces bajaron los amalecitas y los cananeos que habitaban en aquel monte, y los hirieron y los derrotaron, y los persiguieron hasta Jormá.

Mateo 21:28-32 RVC
28 Jesús les preguntó: «¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos, y se acercó al primero y le pidió: “Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.”
29 El primero le respondió: “No quiero”; pero después se arrepintió y fue.
30 Luego, se acercó al otro hijo, y le pidió lo mismo. Éste le respondió: “Sí, señor, ya voy”; pero no fue.
31 ¿Cuál de los dos hijos hizo la voluntad de su padre?» Ellos respondieron: «El primero». Entonces Jesús les dijo: «De cierto les digo, que los cobradores de impuestos y las rameras les llevan la delantera hacia el reino de Dios.
32 Porque Juan se acercó a ustedes para encaminarlos en la justicia, y no le creyeron; mientras que los cobradores de impuestos y las rameras sí le creyeron. Pero ustedes, aunque vieron esto, no se arrepintieron ni le creyeron.»


Los israelitas, después de darse cuenta de su terrible error, trataron de remediarlo haciendo lo que ya no debían hacer, y fue tal la derrota que sufrieron que ese lugar se llamó Jormá, “destrucción”. Entre el mandato del Señor y ese “acto fallido” hubo algo que “se les perdió” a los israelitas: lo que Dios había dicho.

En realidad, eso se les había “perdido” hacía rato ya; venían ya de varias rebeldías, no habían terminado de aceptar la autoridad de Moisés, y no pudieron ver con los ojos de Dios la buena tierra que Él les iba a dar. Tampoco pudieron “oír” la sentencia divina que los mandaba de vuelta al desierto, y por lo tanto, quisieron hacer lo que ya no debían hacer: una obediencia “tardía” que se convirtió en desobediencia. ¿Esto es siempre así?

En los tiempos del Nuevo Testamento nos encontramos con el relato de los dos hijos. Propiamente dicho ninguno de los dos estuvo cien por ciento bien, pero el que primero no quiso ir terminó obedeciendo, y el que primero dijo que sí al final se volvió atrás. Parece que la historia es diferente, más bien al revés. Sin embargo, nos pone en perspectiva que fue lo que realmente ocurrió en el desierto.

31 … Entonces Jesús les dijo: «De cierto les digo, que los cobradores de impuestos y las rameras les llevan la delantera hacia el reino de Dios.
32 Porque Juan se acercó a ustedes para encaminarlos en la justicia, y no le creyeron; mientras que los cobradores de impuestos y las rameras sí le creyeron. Pero ustedes, aunque vieron esto, no se arrepintieron ni le creyeron.»

Los que primero habían desechado los mandatos de Dios reconocieron en Juan un verdadero profeta y se arrepintieron. Fueron los que habían dicho “no” al principio, pero después obedecieron. Los israelitas en el desierto dijeron “no” al principio y “no” después, cuando el mandato del Señor cambió. Ellos no se arrepintieron de corazón, tuvieron remordimiento, se dieron cuenta de que habían hecho mal, es cierto, pero no había habido un cambio profundo en sus corazones; y de eso nos damos cuenta simplemente leyendo unos capítulos más adelante, al ver las rebeliones y conflictos que generaron: eso fue señal de que sus corazones no habían sido transformados por el arrepentimiento genuino.

Inevitable es que todos nosotros perdamos parte de nuestro propósito; que los diseños originales de Dios sean alterados en nuestras vidas por nuestra desobediencia. Por más duro que suene, es la realidad de TODOS los cristianos, y mucho más de los no creyentes. Hay un momento en el que Dios “cierra” algunos propósitos o diseños, incluso algunas palabras proféticas que recibimos. No estoy diciendo que sea algo de todos los días, es más, puede ser que no se trate necesariamente de grandes cosas, pero esas pérdidas ocurren. ¿Cómo reaccionamos ante ellas?

Para Israel como nación no se trataba de una pérdida definitiva, en realidad era una demora, lo cual también es común en nuestras vidas. De nuevo, ¿cómo tratamos esas demoras?

Primero entendiendo que son demoras para nosotros, no para el que todo lo sabe, aunque Dios estaba dispuesto a hacerlo. Es parte del aprendizaje que necesitamos, del largo proceso de morir a nosotros mismos. Es algo tan común que de hecho no nos damos cuenta muchas veces de esas oportunidades que perdemos, y que Dios pospone. Pero cuando por fin nos damos cuenta, ¿qué hacemos?

Supongamos que estamos esperando el tren de las 20:00 hs, pero nos distrajimos y se nos pasó. Vamos a la boletería, cambiamos el boleto (a veces tenemos que pagar algo más) y nos dicen que el próximo pasa a las 23:00 hs; con lo cual nos queda por delante la perspectiva de 3 largas horas en la estación, llegar tarde a casa, dormir menos y tener que pasar el día siguiente con sueño toda la jornada. No es agradable, pero, ¿a quién se le ocurriría correr el tren de las 20:00, y pararse enfrente para que se detenga? Excepto que tengamos la plata suficiente para tomar un taxi (cosa que dudo), no nos queda más remedio que esperar el próximo tren, cuyos horarios no los determinamos nosotros sino que así vienen establecidos por la empresa y el Ente regulador del transporte.

Bien, lo mismo pasa cuando perdemos los “trenes” de las oportunidades y propósitos divinos. Algunos no tienen un segundo horario, pero muchos otros sí, solo que tienen SU horario, no el nuestro, y necesitan que hayamos reconocido previamente nuestro error.

Una obediencia a “destiempo” puede ser una terrible desobediencia; por ello es necesario volver a escuchar a Dios cuando nos hayamos apartado de sus propósitos y entender cuál sea el camino que ahora debamos seguir.


Danilo Sorti




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