Números 14:39-45 RVC
39 Moisés comunicó todo esto a todos los
hijos de Israel, y ellos se entristecieron mucho.
40 Entonces madrugaron y subieron a la cumbre
del monte, pues decían: «Hemos pecado, así que estamos dispuestos a ir al lugar
del cual nos ha hablado el Señor.»
41 Pero Moisés dijo: «¿Por qué quebrantan el
mandamiento del Señor? Esto tampoco les saldrá bien.
42 No suban, para que no sean derrotados
delante de sus enemigos, porque el Señor no está en medio de ustedes.
43 Los amalecitas y los cananeos están allí,
delante de ustedes, y ustedes morirán a filo de espada por haberse negado a
seguir al Señor. Por eso el Señor no está con ustedes.»
44 Y aunque ellos se obstinaron en subir a la
cima del monte, el arca del pacto del Señor, y Moisés, no se apartaron de en
medio del campamento.
45 Entonces bajaron los amalecitas y los
cananeos que habitaban en aquel monte, y los hirieron y los derrotaron, y los
persiguieron hasta Jormá.
Mateo 21:28-32 RVC
28 Jesús les preguntó: «¿Qué les parece? Un
hombre tenía dos hijos, y se acercó al primero y le pidió: “Hijo, ve hoy a
trabajar en mi viña.”
29 El primero le respondió: “No quiero”; pero
después se arrepintió y fue.
30 Luego, se acercó al otro hijo, y le pidió
lo mismo. Éste le respondió: “Sí, señor, ya voy”; pero no fue.
31 ¿Cuál de los dos hijos hizo la voluntad de
su padre?» Ellos respondieron: «El primero». Entonces Jesús les dijo: «De
cierto les digo, que los cobradores de impuestos y las rameras les llevan la
delantera hacia el reino de Dios.
32 Porque Juan se acercó a ustedes para
encaminarlos en la justicia, y no le creyeron; mientras que los cobradores de
impuestos y las rameras sí le creyeron. Pero ustedes, aunque vieron esto, no se
arrepintieron ni le creyeron.»
Los israelitas, después de darse cuenta de su
terrible error, trataron de remediarlo haciendo lo que ya no debían hacer, y
fue tal la derrota que sufrieron que ese lugar se llamó Jormá, “destrucción”.
Entre el mandato del Señor y ese “acto fallido” hubo algo que “se les perdió” a
los israelitas: lo que Dios había dicho.
En realidad, eso se les había “perdido” hacía
rato ya; venían ya de varias rebeldías, no habían terminado de aceptar la
autoridad de Moisés, y no pudieron ver con los ojos de Dios la buena tierra que
Él les iba a dar. Tampoco pudieron “oír” la sentencia divina que los mandaba de
vuelta al desierto, y por lo tanto, quisieron hacer lo que ya no debían hacer:
una obediencia “tardía” que se convirtió en desobediencia. ¿Esto es siempre
así?
En los tiempos del Nuevo Testamento nos
encontramos con el relato de los dos hijos. Propiamente dicho ninguno de los
dos estuvo cien por ciento bien, pero el que primero no quiso ir terminó
obedeciendo, y el que primero dijo que sí al final se volvió atrás. Parece que
la historia es diferente, más bien al revés. Sin embargo, nos pone en
perspectiva que fue lo que realmente ocurrió en el desierto.
31 … Entonces Jesús les dijo: «De cierto les
digo, que los cobradores de impuestos y las rameras les llevan la delantera
hacia el reino de Dios.
32 Porque Juan se acercó a ustedes para
encaminarlos en la justicia, y no le creyeron; mientras que los cobradores de
impuestos y las rameras sí le creyeron. Pero ustedes, aunque vieron esto, no se
arrepintieron ni le creyeron.»
Los que primero habían desechado los mandatos
de Dios reconocieron en Juan un verdadero profeta y se arrepintieron. Fueron
los que habían dicho “no” al principio, pero después obedecieron. Los
israelitas en el desierto dijeron “no” al principio y “no” después, cuando el
mandato del Señor cambió. Ellos no se arrepintieron de corazón, tuvieron
remordimiento, se dieron cuenta de que habían hecho mal, es cierto, pero no
había habido un cambio profundo en sus corazones; y de eso nos damos cuenta
simplemente leyendo unos capítulos más adelante, al ver las rebeliones y
conflictos que generaron: eso fue señal de que sus corazones no habían sido
transformados por el arrepentimiento genuino.
Inevitable es que todos nosotros perdamos
parte de nuestro propósito; que los diseños originales de Dios sean alterados
en nuestras vidas por nuestra desobediencia. Por más duro que suene, es la
realidad de TODOS los cristianos, y mucho más de los no creyentes. Hay un
momento en el que Dios “cierra” algunos propósitos o diseños, incluso algunas
palabras proféticas que recibimos. No estoy diciendo que sea algo de todos los
días, es más, puede ser que no se trate necesariamente de grandes cosas, pero
esas pérdidas ocurren. ¿Cómo reaccionamos ante ellas?
Para Israel como nación no se trataba de una
pérdida definitiva, en realidad era una demora, lo cual también es común en
nuestras vidas. De nuevo, ¿cómo tratamos esas demoras?
Primero entendiendo que son demoras para
nosotros, no para el que todo lo sabe, aunque Dios estaba dispuesto a hacerlo.
Es parte del aprendizaje que necesitamos, del largo proceso de morir a nosotros
mismos. Es algo tan común que de hecho no nos damos cuenta muchas veces de esas
oportunidades que perdemos, y que Dios pospone. Pero cuando por fin nos damos
cuenta, ¿qué hacemos?
Supongamos que estamos esperando el tren de
las 20:00 hs, pero nos distrajimos y se nos pasó. Vamos a la boletería,
cambiamos el boleto (a veces tenemos que pagar algo más) y nos dicen que el
próximo pasa a las 23:00 hs; con lo cual nos queda por delante la perspectiva
de 3 largas horas en la estación, llegar tarde a casa, dormir menos y tener que
pasar el día siguiente con sueño toda la jornada. No es agradable, pero, ¿a
quién se le ocurriría correr el tren de las 20:00, y pararse enfrente para que
se detenga? Excepto que tengamos la plata suficiente para tomar un taxi (cosa
que dudo), no nos queda más remedio que esperar el próximo tren, cuyos horarios
no los determinamos nosotros sino que así vienen establecidos por la empresa y
el Ente regulador del transporte.
Bien, lo mismo pasa cuando perdemos los
“trenes” de las oportunidades y propósitos divinos. Algunos no tienen un
segundo horario, pero muchos otros sí, solo que tienen SU horario, no el
nuestro, y necesitan que hayamos reconocido previamente nuestro error.
Una obediencia a “destiempo” puede ser una
terrible desobediencia; por ello es necesario volver a escuchar a Dios cuando
nos hayamos apartado de sus propósitos y entender cuál sea el camino que ahora
debamos seguir.
Danilo Sorti
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