lunes, 25 de junio de 2018

524. Todavía un poco más de tiempo, pero no mucho


Habacuc 2:1-4 RVC
1 Decidí mantenerme vigilante. Decidí mantenerme en pie sobre la fortaleza. Decidí no dormir hasta saber lo que el Señor me iba a decir, y qué respuesta daría a mi queja.
2 Y el Señor me respondió, y me dijo: «Escribe esta visión. Grábala sobre unas tablillas, para que pueda leerse de corrido.
3 La visión va a tardar todavía algún tiempo, pero su cumplimiento se acerca, y no dejará de cumplirse. Aunque tarde, espera a que llegue, porque vendrá sin falta. No tarda ya.
4 Aquel cuya alma no es recta, es arrogante; pero el justo vivirá por su fe.

Habacuc estaba viendo la amenaza de los caldeos cernirse sobre su nación. Nada podía detenerlos y era cuestión de tiempo para que llegaran a Israel. ¿Podía Dios permitir eso?

La pregunta resultaba ser muy política y “local” si se quiere; tenía que ver con la suerte que correría su nación en los próximos años. Sin embargo, fue la oportunidad para que Dios expresara un principio que se volvió universal bajo el Nuevo Pacto (aunque siempre lo fue): el justo vivirá por su fe.

Habacuc hizo lo que debe hacer un profeta comprometido con la realidad: mirar claramente esa realidad con sus ojos, y luego buscar la palabra del Señor. Entre uno y otro extremo suelen oscilar los profetas hoy, y todos los cristianos en general: o se quedan demasiado fijos en la realidad humana, intentando buscar soluciones “humanas”, o se quedan “en las nubes”, viviendo una realidad muy diferente y sin comprender qué está pasando aquí. No sé si los cristianos individualmente podemos llegar a ubicarnos en el correcto centro, pero por lo menos podemos ser lo suficientemente conscientes del problema como para que nos toleremos unos a otros y así, como iglesia, tengamos una posición más equilibrada.

Y Dios acudió a la cita, pero lo primero que le aclaró es que todavía habría de pasar un tiempo, pero inevitablemente la palabra se cumpliría. Mientras tanto, todo el pueblo, representado en el profeta, debía esperar el cumplimiento de la palabra.

¿Qué es la fe? Mucho malentendido tenemos alrededor de esa palabra, al punto de que más de una vez ha llegado a perder su verdadero significado. Pero aquí tenemos su verdadera definición: Dios da una palabra y espera que Su gente la crea, y que viva en consecuencia MIENTRAS llega su cumplimiento.

Sorprendentemente, lo contrario a la fe que presenta el texto no es la incredulidad, sino la arrogancia, el orgullo. Aunque el pasaje plantea problemas de traducción, podemos entender que el orgullo impide la fe, porque significa “creer que ya lo sé”, que las cosas ocurrirán como uno piensa que lo harán, mientras que la fe implica creer lo que otro con autoridad (en este caso Dios) ha dicho que ocurrirá. Y ese “otro con autoridad” obviamente no soy “yo”, por lo que es necesaria la humildad.

El orgullo nos hace buscar un montón de excusa o “explicaciones lógicas” por las cuales lo que Dios dice que ocurrirá no es razonable, o “no es de Dios”. Normalmente cuando alguien quiere rechazar una palabra divina se enfoca en el mensajero, el profeta que la trae, tratando de descubrir faltas e incongruencias en él, de tal manera que esa “inhabilidad” moral que supuestamente tiene, inhabilita también el mensaje.

Por supuesto: ¿Quién te ha dado la capacidad o autoridad para juzgar a tu hermano? ¿Cuánto conocés en profundidad la vida de tu hermano para juzgarlo rectamente? Pero aún si fuera moralmente inhábil, ¡eso no anula la palabra profética!

Por otro lado, cuando la palabra viene a mi corazón, es mucho más fácil desecharla, “es mi propio pensamiento” y listo, sin siquiera analizar por qué razón consideramos que es el pensamiento propio, si en verdad tiene las características de un “pensamiento propio”.

Muchos hermanos están anunciando que los días de este sistema mundo están contados. Las naciones están bajo juicio, y no les quedan muchos años más de relativa tranquilidad. Aún un poco de tiempo, que tenemos que transcurrir con fe, que implica necesariamente perseverancia, fortaleza, esfuerzo sostenido y constante. Pero son años difíciles todavía, por eso es más necesario mantenernos firmes en la fe.

Romanos 1:16-17 RVC
16 No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree: en primer lugar, para los judíos, y también para los que no lo son.
17 Porque en el evangelio se revela la justicia de Dios, que de principio a fin es por medio de la fe, tal como está escrito: «El justo por la fe vivirá.»

El Evangelio siempre estuvo basado en la fe, no tenemos el cumplimiento todavía, sabemos que no veremos ahora la plenitud de lo que se ha prometido. Que el Príncipe de este mundo sigue gobernando y aparentemente, gana. Allí es donde somos llamados a ejercer la fe. Y especialmente cuando esa “victoria” parece mundial y definitiva.

¿Qué hacemos cuando esa fe flaquea? Lo mismo que el profeta: exponemos con sinceridad nuestra angustia y nuestras dudas delante del Señor y nos quedamos esperando hasta recibir una respuesta. En base a esa respuesta, esa palabra que viene del Señor, es que nuestra fe resulta renovada.


Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario