lunes, 25 de junio de 2018

518. “¡¡Vos tenés la culpa!!”


Números 16:12-14 RVC
12 Entonces Moisés mandó a llamar a Datán y Abirán, hijos de Eliab; pero ellos respondieron: «¡No vamos a ir!
13 Tú, no contento con habernos sacado de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto, ¿ahora quieres también decirnos qué es lo que debemos hacer?
14 Tú, ni nos has llevado a la tierra que fluye leche y miel, ni nos has dado terrenos y viñas. ¿Qué quieres? ¿Sacarle los ojos a esta gente? ¡No vamos a ir!»

Números 16:41 DHH
41 Al día siguiente, todo el pueblo de Israel empezó a hablar contra Moisés y Aarón. Decían:
—¡Ustedes están matando al pueblo del Señor!

Números 20:2-5 RVC
2 Pero la congregación se puso en contra de Moisés y Aarón porque no había agua,
3 y todos hablaron contra Moisés. Dijeron: «¡Cómo quisiéramos haber muerto cuando murieron nuestros hermanos delante del Señor!
4 ¿Para qué trajiste a la congregación del Señor a este desierto? ¿Para que muramos aquí nosotros y nuestras bestias?
5 ¿Por qué nos sacaste de Egipto y nos trajiste a un lugar tan horrible? La tierra no es cultivable, y no hay higueras, ni viñas ni granadas; ¡ni siquiera hay agua para beber!»

Para nosotros resulta claro, al leer los capítulos precedentes, que la gente estaba equivocada: no habían entrado en la Tierra Prometida por su propio pecado, habían sido castigados por su propia rebelión, y Moisés no los había sacado de Egipto, era la Mano de Dios cumpliendo lo prometido a Abraham. ¿Por qué, entonces, descargaban su frustración contra Moisés? ¡Cómo fue que tan rápidamente se habían olvidado de su propia historia?

Cuando leemos estos episodios nos damos cuenta por qué Dios tuvo que trabajar tanto tiempo con Moisés antes de darle ESA COMISIÓN, ¡no iba a ser nada fácil! Moisés no tenía la culpa de lo que les estaba pasando, todo lo contrario; siempre había procurado su bien, se había enfrentado a Dios para que no los destruyera y estaba dedicado íntegramente a cumplir la voluntad del Señor sirviendo a Su Pueblo. Pero esta estrategia de proyectar la culpa propia en el otro ya la conocemos de sobra: líderes, jefes, padres de familia…

Dado que reconocer la culpa propia resulta demasiado terrible, se pone la culpa en el otro, la “figurita visible”. Supongo que en todas partes pasa eso, pero en mi país, Argentina, creo que hemos llevado esa actitud a su máxima expresión: el presidente siempre tiene y tendrá la culpa de todo lo malo que suceda en el país, aún del clima. Y lo más tragicómico de todo eso es que casi la nación entera está “inmersa” en ese tipo de pensamiento, por lo que nadie se da cuenta de la infantilidad del mismo. Se justifica, se repite, se afirma y se cree como un dogma de fe; los discursos políticos se recortan y las palabras son tergiversadas para acomodar todo a esa creencia. ¡Y muchísimos siguen a pies juntillas esos argumentos!

Por supuesto que no son inocentes, en realidad nos queda bien en claro leyendo el episodio de la rebelión de Coré que ellos tenían un objetivo claro: tomar el poder; pero eso que sembraron creció entre el pueblo. En el fondo, se trata de la misma rebelión de Satanás cuando le achaca a Dios sus propias intenciones y pone su maldad en Él.

Sin profundizar tanto, es muy fácil ver “al líder” y no ver las circunstancias, ni mucho menos los fenómenos sociales con los que tiene que lidiar. Eso le pasó a Moisés, y eso mismo pasa hoy día. Es muy fácil que en medio del trajín diario la perspectiva de más largo plazo y “estructural” se pierda en favor de una visión cortoplacista que solo puede ver las decisiones del líder y las consecuencias inmediatas; y es muy fácil darnos cuenta de esto cuando leemos la historia en Números. PRECISAMENTE POR ESO deberíamos ser especialmente cuidadosos en tener la verdadera historia en mente antes de emitir juicios, o rebelarnos contra lo que Dios está mandando a través de algún líder, incluso los seculares.

Pero notemos una cosa: la historia que leemos en Números no es la historia secular, sino la historia desde el punto de vista de Dios, AHÍ SE NOS HACE CLARO TODO, pero en la historia “secular”, o mejor dicho, la historia con una lectura “secular” y a veces sin los suficientes conocimientos, no puede aclarar tampoco demasiado. Necesitamos conocer la historia, saber los fenómenos sociales, y tener una base teórica adecuada; pero más que nada necesitamos los ojos que nos da el Espíritu.

Entonces: si estoy criticando a mi pastor, a mi cónyuge, al jefe, al gobernador, al presidente o al que fuera, ¿hasta dónde estoy haciendo bien y hasta dónde estoy siendo injusto? Ahora bien, ES CLARO que ninguno de ellos es Moisés, y probablemente estén bastante lejos de serlo, por lo que SEGURAMENTE están cometiendo errores. Pero, y especialmente en el mundo actual, es claro también que hay muchas cuestiones del contexto, algunas “de afuera” y otras “de adentro”, que están limitando seriamente su capacidad de acción.

Hermanos, tengamos cuidado; Dios no perdonó a los que duramente criticaron y se rebelaron contra la autoridad que Él había puesto. Hoy vivimos en un tiempo de MUCHÍSIMAS palabras vanas e injuriosas, y no creo que eso disminuya en los próximos años. No debemos sumarnos a eso, más vale veámosnos a nosotros mismos; qué hemos hecho y si Dios debería bendecirnos o no; por cierto que si no merecemos Su bendición (como familia, como iglesia, como comunidad, como país) Dios no lo va a hacer y la autoridad que haya puesto no va a poder hacer nada para impedirlo.

Y si nos toca ser líderes…. ¡que Dios se apiade de nosotros!

Cuando leemos los versículos siguientes en Números 20 nos encontramos con el episodio de la roca:

Números 20:10-12 RVC
10 Moisés y Aarón reunieron a la congregación delante de la peña, y Moisés les dijo: «¡Óiganme ahora, rebeldes! ¿Acaso tendremos que sacar agua de esta peña?»
11 Y dicho esto, levantó su mano y, con su vara, golpeó la peña dos veces. Al instante, brotó agua en abundancia, y bebieron la congregación y sus bestias.
12 Pero el Señor les dijo a Moisés y a Aarón: «Puesto que ustedes no creyeron en mí, ni me santificaron delante de los hijos de Israel, no llevarán a esta congregación a la tierra que les he dado.»

Dios respalda a Sus líderes, pero eso no es un “cheque en blanco”, tal como fue amargamente expresado en la historia de Moisés. Dios tenía que dejar en claro que Él era Dios, y no Moisés. Hay una línea delga allí, que hay que mantener con mucho cuidado, por eso nadie debe apurarse por tener ningún cargo de liderazgo, hasta que no esté lo suficientemente maduro.

¿Cuáles fueron las consecuencias de este desliz de Moisés?

Juan 9:28 RVC
28 Ellos lo insultaron, y le dijeron: «¡Discípulo suyo lo serás tú! ¡Nosotros somos discípulos de Moisés!

Moisés llegó a ser un “semidiós” para los israelitas, a pesar de que Dios dejó muy en claro que era Su siervo. Cualquier pequeña exageración en la autoridad suya habría llevado a una exacerbación de su imagen, que terminaría por nublar la verdadera autoridad del Señor.

Que el Señor nos de la gracia evitar este tipo de errores.

Danilo Sorti





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