Números 16:12-14 RVC
12 Entonces Moisés mandó a llamar a Datán y
Abirán, hijos de Eliab; pero ellos respondieron: «¡No vamos a ir!
13 Tú, no contento con habernos sacado de una
tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto, ¿ahora
quieres también decirnos qué es lo que debemos hacer?
14 Tú, ni nos has llevado a la tierra que
fluye leche y miel, ni nos has dado terrenos y viñas. ¿Qué quieres? ¿Sacarle
los ojos a esta gente? ¡No vamos a ir!»
Números 16:41 DHH
41 Al día siguiente, todo el pueblo de Israel
empezó a hablar contra Moisés y Aarón. Decían:
—¡Ustedes están matando al pueblo del Señor!
Números 20:2-5 RVC
2 Pero la congregación se puso en contra de
Moisés y Aarón porque no había agua,
3 y todos hablaron contra Moisés. Dijeron:
«¡Cómo quisiéramos haber muerto cuando murieron nuestros hermanos delante del
Señor!
4 ¿Para qué trajiste a la congregación del
Señor a este desierto? ¿Para que muramos aquí nosotros y nuestras bestias?
5 ¿Por qué nos sacaste de Egipto y nos
trajiste a un lugar tan horrible? La tierra no es cultivable, y no hay
higueras, ni viñas ni granadas; ¡ni siquiera hay agua para beber!»
Para nosotros resulta claro, al leer los
capítulos precedentes, que la gente estaba equivocada: no habían entrado en la
Tierra Prometida por su propio pecado, habían sido castigados por su propia
rebelión, y Moisés no los había sacado de Egipto, era la Mano de Dios
cumpliendo lo prometido a Abraham. ¿Por qué, entonces, descargaban su
frustración contra Moisés? ¡Cómo fue que tan rápidamente se habían olvidado de
su propia historia?
Cuando leemos estos episodios nos damos
cuenta por qué Dios tuvo que trabajar tanto tiempo con Moisés antes de darle
ESA COMISIÓN, ¡no iba a ser nada fácil! Moisés no tenía la culpa de lo que les
estaba pasando, todo lo contrario; siempre había procurado su bien, se había
enfrentado a Dios para que no los destruyera y estaba dedicado íntegramente a
cumplir la voluntad del Señor sirviendo a Su Pueblo. Pero esta estrategia de
proyectar la culpa propia en el otro ya la conocemos de sobra: líderes, jefes,
padres de familia…
Dado que reconocer la culpa propia resulta
demasiado terrible, se pone la culpa en el otro, la “figurita visible”. Supongo
que en todas partes pasa eso, pero en mi país, Argentina, creo que hemos
llevado esa actitud a su máxima expresión: el presidente siempre tiene y tendrá
la culpa de todo lo malo que suceda en el país, aún del clima. Y lo más
tragicómico de todo eso es que casi la nación entera está “inmersa” en ese tipo
de pensamiento, por lo que nadie se da cuenta de la infantilidad del mismo. Se
justifica, se repite, se afirma y se cree como un dogma de fe; los discursos
políticos se recortan y las palabras son tergiversadas para acomodar todo a esa
creencia. ¡Y muchísimos siguen a pies juntillas esos argumentos!
Por supuesto que no son inocentes, en
realidad nos queda bien en claro leyendo el episodio de la rebelión de Coré que
ellos tenían un objetivo claro: tomar el poder; pero eso que sembraron creció
entre el pueblo. En el fondo, se trata de la misma rebelión de Satanás cuando
le achaca a Dios sus propias intenciones y pone su maldad en Él.
Sin profundizar tanto, es muy fácil ver “al
líder” y no ver las circunstancias, ni mucho menos los fenómenos sociales con
los que tiene que lidiar. Eso le pasó a Moisés, y eso mismo pasa hoy día. Es
muy fácil que en medio del trajín diario la perspectiva de más largo plazo y
“estructural” se pierda en favor de una visión cortoplacista que solo puede ver
las decisiones del líder y las consecuencias inmediatas; y es muy fácil darnos
cuenta de esto cuando leemos la historia en Números. PRECISAMENTE POR ESO
deberíamos ser especialmente cuidadosos en tener la verdadera historia en mente
antes de emitir juicios, o rebelarnos contra lo que Dios está mandando a través
de algún líder, incluso los seculares.
Pero notemos una cosa: la historia que leemos
en Números no es la historia secular, sino la historia desde el punto de vista
de Dios, AHÍ SE NOS HACE CLARO TODO, pero en la historia “secular”, o mejor
dicho, la historia con una lectura “secular” y a veces sin los suficientes
conocimientos, no puede aclarar tampoco demasiado. Necesitamos conocer la
historia, saber los fenómenos sociales, y tener una base teórica adecuada; pero
más que nada necesitamos los ojos que nos da el Espíritu.
Entonces: si estoy criticando a mi pastor, a
mi cónyuge, al jefe, al gobernador, al presidente o al que fuera, ¿hasta dónde
estoy haciendo bien y hasta dónde estoy siendo injusto? Ahora bien, ES CLARO
que ninguno de ellos es Moisés, y probablemente estén bastante lejos de serlo,
por lo que SEGURAMENTE están cometiendo errores. Pero, y especialmente en el
mundo actual, es claro también que hay muchas cuestiones del contexto, algunas
“de afuera” y otras “de adentro”, que están limitando seriamente su capacidad
de acción.
Hermanos, tengamos cuidado; Dios no perdonó a
los que duramente criticaron y se rebelaron contra la autoridad que Él había
puesto. Hoy vivimos en un tiempo de MUCHÍSIMAS palabras vanas e injuriosas, y
no creo que eso disminuya en los próximos años. No debemos sumarnos a eso, más
vale veámosnos a nosotros mismos; qué hemos hecho y si Dios debería bendecirnos
o no; por cierto que si no merecemos Su bendición (como familia, como iglesia,
como comunidad, como país) Dios no lo va a hacer y la autoridad que haya puesto
no va a poder hacer nada para impedirlo.
Y si nos toca ser líderes…. ¡que Dios se
apiade de nosotros!
Cuando leemos los versículos siguientes en
Números 20 nos encontramos con el episodio de la roca:
Números 20:10-12 RVC
10 Moisés y Aarón reunieron a la congregación
delante de la peña, y Moisés les dijo: «¡Óiganme ahora, rebeldes! ¿Acaso
tendremos que sacar agua de esta peña?»
11 Y dicho esto, levantó su mano y, con su
vara, golpeó la peña dos veces. Al instante, brotó agua en abundancia, y
bebieron la congregación y sus bestias.
12 Pero el Señor les dijo a Moisés y a Aarón:
«Puesto que ustedes no creyeron en mí, ni me santificaron delante de los hijos
de Israel, no llevarán a esta congregación a la tierra que les he dado.»
Dios respalda a Sus líderes, pero eso no es
un “cheque en blanco”, tal como fue amargamente expresado en la historia de
Moisés. Dios tenía que dejar en claro que Él era Dios, y no Moisés. Hay una
línea delga allí, que hay que mantener con mucho cuidado, por eso nadie debe
apurarse por tener ningún cargo de liderazgo, hasta que no esté lo
suficientemente maduro.
¿Cuáles fueron las consecuencias de este
desliz de Moisés?
Juan 9:28 RVC
28 Ellos lo insultaron, y le dijeron:
«¡Discípulo suyo lo serás tú! ¡Nosotros somos discípulos de Moisés!
Moisés llegó a ser un “semidiós” para los
israelitas, a pesar de que Dios dejó muy en claro que era Su siervo. Cualquier
pequeña exageración en la autoridad suya habría llevado a una exacerbación de
su imagen, que terminaría por nublar la verdadera autoridad del Señor.
Que el Señor nos de la gracia evitar este
tipo de errores.
Danilo Sorti
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