Mateo 7:7-11 RVC
7 »Pidan, y se les dará, busquen, y
encontrarán, llamen, y se les abrirá.
8 Porque todo aquel que pide, recibe, y el
que busca, encuentra, y al que llama, se le abre.
9 ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan,
le da una piedra?
10 ¿O si le pide un pescado, le da una
serpiente?
11 Pues si ustedes, que son malos, saben dar
cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos dará
buenas cosas a los que le pidan!
a)
El problema de la espiritualidad racional
Una de las formas de acercarse a Dios es a
través de lo que se llama espiritualidad “racional”. Creo que el resto de los
cristianos dirían que eso no es espiritualidad en absoluto, pero dado que ese
estilo de espiritualidad es una parte importante de mí, voy a decir unas
palabras en su defensa…
Por supuesto que el uso de la razón no es
nada contrario al diseño de Dios, ocurre que desde la época de la Ilustración
hasta esta parte, se asoció el término “razón” con “incredulidad”, tanto que al
día de hoy la mayoría de los cristianos creen que nadie que se dedique a una
actividad intelectual intensa puede realmente creer en Dios (teólogos
inclusive…). Y por supuesto es bastante común el pensamiento desde “el otro
lado” (aunque no tanto como se piensa): entre el mundo “intelectual”, pero no
tanto en el mundo científico de las ciencias duras sino más bien el de las
ciencias blandas, se supone que creer en Dios es para mentes débiles o
crédulas.
No voy a entrar en esos debates estériles, basta
recordar un par de versículos que definen toda la discusión:
Romanos
1:19-20 RVC
19 Para ellos, lo que de Dios se puede
conocer es evidente, pues Dios se lo reveló;
20 porque lo invisible de Dios, es decir, su
eterno poder y su naturaleza divina, se hacen claramente visibles desde la
creación del mundo, y pueden comprenderse por medio de las cosas hechas, de
modo que no tienen excusa.
Dado que Dios se revela a través de la
Creación, toda disciplina que la estudie, en la medida que profundice en la verdad
sin mezclas filosóficas pseudocientíficas entremedio, no puede hacer más que
descubrir alguna “partecita” de Dios, que, por cierto, nos lleva toda la vida
de estudio y solo para comprender un poquito de ella…
Dios se revela a través de la Creación y de
los procesos “racionales”, que no son más que ejercer las capacidades que Dios
mismo puso en nosotros para entender esa Creación, y a Él mismo.
Pero precisamente por eso, aquellos que son
más fuertes en este estilo de espiritualidad están más concentrados en los
procesos naturales y lógicos, QUE DIOS MISMO HA CREADO, pero les cuesta más ver
a Dios obrando a través de procesos que no parecen racionales, es decir, cuya
racionalidad es muy superior a la racionalidad que humanamente entendemos, esto
es, que son “espiritualmente racionales”, en un nivel de PERFECTA LÓGICA de
acuerdo a la lógica de los Cielos.
Bueno, si alguno piensa que esto es un juego
de palabras, puede ser, pero digamos que es la forma en que alguien “racional”
puede entender lo que en este mundo se nos manifiesta como “irracional”. En
realidad, no hay nada nuevo aquí, el mismo avance que ha tenido la ciencia,
conociendo nomás lo que podemos conocer humanamente, nos demuestra incluso que
las cosas que antes nos parecían ilógicas pueden serlo perfectamente.
Bueno, dejemos tanta discusión aparentemente
racional… La verdad es que cuando se trata de las leyes espirituales, la
espiritualidad racional hace agua, a menos que haya madurado en el Señor.
Más allá de eso, nuestro (supuestamente) híper
racional mundo contemporáneo necesita hoy recordar estas palabras, que no son
más que el ABC del mundo espiritual: no es por nuestro propio esfuerzo ni por
nuestra propia sabiduría que obtenemos nuestro sustento.
b)
La provisión divina y el problema de sobre
espiritualizar el trabajo
Salmos 127:2 DHH
2 De nada sirve trabajar de sol a sol
y comer un pan ganado con dolor,
cuando Dios lo da a sus amigos mientras
duermen.
Deuteronomio 8:17-18 DHH
17 se les ocurra pensar: esta riqueza la
hemos ganado con nuestro propio esfuerzo.
18 Deben acordarse del Señor su Dios, ya que
ha sido él quien les ha dado las fuerzas para adquirirla, cumpliendo así con
ustedes la alianza que antes había hecho con los antepasados de ustedes.
Proverbios 3:5-6 DHH
5 Confía de todo corazón en el Señor
y no en tu propia inteligencia.
6 Ten presente al Señor en todo lo que hagas,
y él te llevará por el camino recto.
La provisión y protección divina debía ser
algo firmemente grabado en la mentalidad nacional, y de eso se derivaría necesariamente
el hecho de que no se trata del propio esfuerzo o sabiduría el que nos permite
obtener las cosas. El problema es que aquí se aplican leyes espirituales que la
mayoría de los hombres ignoran, por lo tanto lo único que pueden “ver” es la
relación causa efecto entre esfuerzo – provisión o su contraparte: no esfuerzo
/ no capacidad de trabajo – no provisión.
Jesús está trayendo luz sobre lo más básico
del mundo espiritual en su relación con el mundo material: dado que la
bendición y provisión vienen de Dios, es necesario pedirle a Él, y confiar en
que lo hará. Esto es: oración y fe, exactamente lo que más le cuesta a las
personas (supuestamente) racionales.
El protestantismo ha tenido siempre un gran
aprecio por el trabajo y el ahorro, y de hecho tenemos pasajes bíblicos para
fundamentar eso. No hay nada malo allí, al contrario, son verdades que en
Latinoamérica necesitamos que se nos recuerden, ya que nuestra impronta
cultural católica nos hace ser pesimistas en ese sentido. El problema no lo tenemos
allí, sino cuando nuestra espiritualidad superficial “no nos funciona” y no
vemos la provisión prometida, o no entendemos las dificultades por las que
necesitamos pasar, y entonces terminamos desanimándonos, y dejamos de orar con
fe.
Pasan muchas cosas en el mundo espiritual y
dado que el dinero y la provisión para las necesidades materiales es una de las
cosas que más interés y esfuerzo ocupan en las personas, es algo sobre lo cual
hay también mucho interés tanto de parte del reino de las tinieblas como de
parte del Reino de la Luz, precisamente para traer tinieblas o luz al respecto.
La Biblia habla mucho en relación con la
provisión para las necesidades materiales y no voy a resumir tantas enseñanzas
aquí, pero a modo de síntesis muy escueta digamos que el principal interés de
Dios es que seamos salvos y hagamos tesoros en los cielos, y si para eso debe
permitir que pasemos por necesidades, lo hará. Lo ha hecho en el pasado, lo
sigue haciendo hoy y lo hará dramáticamente en el futuro, hasta que la escasez
que comenzó con la expulsión del Huerto termine durante el Reinado Venidero. La
extrema dureza del corazón de los hombres (y también de los cristianos) no
dejan más alternativa que la escasez para que, a lo mejor, las personas se
vuelvan a su Creador.
Por otro lado, hay un sistema usurpado en
parte por Satanás, por lo que mucha de la prosperidad que “vemos” en realidad
está administrada por el Adversario. Con todo, Dios así lo permite para que Sus
propósitos y Sus juicios sean ejecutados sobre la Tierra, pero también hay una
parte de esas riquezas que pueden hoy y ahora ser genuinamente reclamadas por
los santos. Además, el Adversario mismo se interpone en el segundo cielo para
impedir que las bendiciones y la provisión del tercer cielo desciendan fácilmente
a nosotros. Y por otro lado, Dios ha establecido leyes naturales a través de
las cuales debemos conseguir la provisión: uno de los mayores éxitos del
Enemigo es oscurecer la comprensión de esas leyes en los creyentes.
El trabajo correcto es la aplicación de las
leyes de Dios, y hay provisión allí. Pero si no clamamos a Dios estaremos
inevitablemente en una lucha desigual contra un Adversario mucho más poderoso
que nosotros. Y lo primero es la lucha espiritual, lo segundo, es esfuerzo
material. Ni lo primero ni lo segundo pueden ser obviados.
c)
La lucha espiritual para la bendición
Lo primero que “dice” el versículo 7 es que
debemos esforzarnos: pedir, buscar y llamar son acciones todas que tienen
asociada una dimensión temporal y de esfuerzo. Veamos un poco más el
significado de los tres verbos que se usan:
Pedir: αἰτέω, aitéo; pedir, suplicar, exigir,
requerir; suplicar para sí, solicitar.
Buscar: ζητέω, zetéo; buscar, tratar de encontrar la
ubicación de algo, ir en pos de.
Llamar: κρούω, kroúo; tocar, llamar a la
puerta, golpear a la puerta.
Los tres verbos son usados en el Nuevo
Testamento y tienen bastante amplitud de significados. En un sentido más
general, los tres no son más que un triple énfasis en lo mismo: dirigirse a
Dios para buscar las respuestas que necesitamos, antes que procurar hacerlo
solo con nuestro propio esfuerzo, porque es débil y porque puede estar
distorsionado de los propósitos divinos.
Si hay un énfasis tan fuerte y claro aquí es
porque lo necesitamos, porque muy fácilmente nos concentramos en lo que tenemos
que hacer nosotros y no buscamos la provisión divina, porque a cada paso
necesitamos levantar la vista y buscar a Dios.
Pedir implica ir a la casa de alguien,
rebajar nuestro orgullo, reconocer nuestra necesidad y nuestra incapacidad para
suplirla, reconocer la capacidad del otro para satisfacer nuestra necesidad,
reconocer que el otro tiene algo “de sobra” que pudiera darnos (con lo que
indirectamente aceptamos que ha sido exitoso en esa área), reconocer que el
otro puede tener la buena voluntad como para dárnoslo, y exponernos finalmente
a que no lo haga, ya que no estamos en la posición de exigir legalmente nada.
Por otro lado, cuando pedimos podemos recibir exactamente lo que solicitamos,
menos que eso, más que eso o incluso algo un poco diferente; porque ponemos en
el otro la capacidad de decidir sobre nosotros. Además, se trata de un hecho
que por su simpleza deja de lado toda nuestra propia complejidad mental y todo
nuestro esforzado trabajo y capacidad de calcular.
Eso es verdaderamente pedir, de ahí que,
cuando se hace con plena conciencia, resulta un hecho profundamente espiritual,
que deja de lado nuestro orgullo, que reconoce la suficiencia divina y que abre
la puerta la voluntad divina sobre nuestra necesidad, para otorgar la provisión
que Él sabe será la mejor para Sus propósitos y para nosotros. Es, en
definitiva, un acto de adoración a Dios.
ESA FORMA de pedir es la que nos abre los
cielos; pero cuando los cristianos menosprecian el simple hecho de pedir es que
en realidad no han entendido TODO lo que significa, “¿puede ser tan fácil?” se
preguntan, y la respuesta, es, obviamente, no; porque pedir conforme la
voluntad de Dios no es fácil, y pedir con fe, menos.
Buscar se parece a pedir en que hay algo que yo
no tengo y que está en otra parte, y que además es posible de obtener. Sin
embargo, puede ser algo más impersonal que pedir. Implica, como dijimos,
reconocer que me falta algo, que ese algo existe en algún lugar, que es posible
de obtener, que yo no sé exactamente dónde está o cómo se presenta, que debo
hacer un esfuerzo hasta dar con eso, que no sé necesariamente cuánto va a
significar ese esfuerzo, que puedo no encontrarlo pero que debo mantener la fe.
Mientras pedir implica acercarse a Alguien, buscar implica fe en encontrar
algo. Pero también hay riesgo, porque en el camino nos encontramos con cosas
que no son las que realmente estamos buscando.
Por supuesto que buscar no se trata de nada
separado de Dios, pero el énfasis espiritual es un poco distinto; mientras que
en pedir sobresale la relación, aquí sobresale la fe. Cuando buscamos en
oración es cuando realmente no sabemos bien como orar y simplemente nos
mantenemos abiertos a lo que el Espíritu nos diga, o estamos medio a tientas, o
muchas veces oramos en lenguas a fin de que el Espíritu pida lo que Él sabe que
tiene que pedir en nombre nuestro. Buscar implica, como dijimos, un riesgo, y
esto es espiritual; tiene que ver con las voces de otros espíritus que se nos
interponen en el camino y nos pueden distraer hacia algo infructuoso.
Espiritualmente hablando, buscar es para
valientes. De nuevo, no hay nada “simplista” aquí.
Llamar es la imagen de alguien llamando a la
puerta, exactamente lo que está haciendo Cristo en este tiempo con Su iglesia
distraída. Aunque parecido, no es lo mismo que pedir o buscar, el énfasis aquí
está en la relación, es decir, encontrarnos con Alguien a quien podremos
comentarle nuestras necesidades y quien podrá proveer para ellas.
Llamar implica que tenemos, al menos potencialmente,
un amigo a quien acercarnos, implica que él está en algún lugar y que nosotros
debemos ir hacia su presencia. Aquí tampoco hay lugar para el orgullo porque
sino nos quedaríamos nosotros esperando que él viniese: “si de verdad yo le
importara, él se daría cuenta de lo que necesito…”, ¿resulta conocida esta
frase…? Es producto del orgullo.
Llamar implica exponerse a ser rechazado, a
que la puerta no se abra, a que nos quedemos afuera golpeando, desilusionados y
necesitados… como muchos de los que vienen a pedir ayuda a nuestras puertas… Llamar
implica que nos encontraremos con alguien y que tendremos una larga charla, que
recibiremos su hospitalidad, que probablemente no tengamos nada que ofrecer,
que nos expondremos tal como somos, nuestros fracasos y errores, que tendremos
que pasar un buen tiempo con él. Llamar implica que vamos a una puerta y que no
vamos a otras, lo cual parece obvio, pero espiritualmente significa que
rechazamos buscar ayuda de los falsos dioses de este tiempo para llamar a la
puerta del Único y Verdadero, el cual, sin embargo, no se pude manipular con
ritos o procedimientos mágicos, y con el cual nos vamos a tener que sentar a
charlar largo y tendido…
Algo más. La traducción interlineal Westcott
y Hort, que es mucho más literal, utiliza las expresiones: “estén suplicando”,
“estén buscando”, “estén tocando”; lo que nos agrega una dimensión temporal
“continua” y enfatiza lo que dijimos al principio de la sección: no se trata de
acciones aisladas, puntuales, “espasmódicas”; es un estilo de vida, es un
proceso, es algo continuo.
¿Esto no es espiritual? Y de nuevo, ¿de
verdad es algo tan simple como parece? Pedir, buscar y llamar son acciones que
espiritualmente pueden hacerse de rodillas en nuestra habitación, pero la
simpleza y sencillez acaba ahí: lo que ocurre en el mundo espiritual, con
nuestro espíritu, con nuestra alma e incluso con nuestro cuerpo, es otra cosa
muy diferente.
Pedir tiene que ver principalmente con Dios
Padre, Buscar, con Dios Espíritu, y llamar, con Dios Hijo. Así que toda la
Trinidad está implicada en el asunto. ¡No es un tema menor!
Cada verbo tiene inmediatamente asociada una
expresión positiva; mientras que esas mismas acciones aplicadas en el ámbito
humano (desde donde son tomadas como ilustración) no tienen un resultado
garantizado, aplicadas en el ámbito divino sí lo tienen, y por eso necesitamos
fe.
Pero si esto es largo, aunque al principio
parecía tan sencillo, hay más:
8 Porque todo aquel que pide, recibe, y el
que busca, encuentra, y al que llama, se le abre.
9 ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan,
le da una piedra?
10 ¿O si le pide un pescado, le da una
serpiente?
11 Pues si ustedes, que son malos, saben dar
cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos dará
buenas cosas a los que le pidan!
Mientras Jesús utiliza 11 palabras en griego
para enfatizar que no debemos dejar de pedir, buscar y llamar, usa 62 para que
tengamos fe. Y dado que está hablando a gente muy “racional”, utiliza 3
razonamientos por demás de lógicos: si cualquier padre humano “natural” tiene
amor por sus hijos y cuida de ellos, ¿cuánto más no lo hará el Padre celestial?
Aclaremos que ese ejemplo se aplica al hombre
natural, pero lo que estamos teniendo en este tiempo son seres humanos
totalmente anti naturales; es lógico que no se aplique a ellos. Algunos se
asustan cuando dicen “los hombres descendemos de los monos” (hablando del
cuerpo físico, la ciencia no trata de cuestiones espirituales). Personalmente
no me horroriza en nada, es más, viendo el mundo de hoy, mucho más respeto me
merecen los monos, que al menos cumplen con su mandato natural…
Si Dios ha sido bueno, si conocemos Su bondad
y Su protección, si la vemos escrita en la naturaleza, ¿no es lógico que se
aplique lo mismo y mucho más a nosotros? Sí, pero cuidad, Jesús empezó el
discurso en el capítulo 5 hablando a los fieles de su época, y esto se aplica a
esos mismos fieles, no necesariamente a los cristianos tibios o a los
incrédulos.
Notemos también que en todo el proceso se nos
llama a la acción, con lo cual se anula el concepto de se trata de algo
simplemente pasivo y facilista. Hay una acción consciente de pedir, buscar y
llamar, hay un fuerte trabajo en nuestro interior; además, todo el proceso no
ocurre una única vez, es continuo, constante. Y se sobreentiende una respuesta
que nos llevará a una acción material después, es decir, que después de haber
hecho todo el proceso, recibimos una bendición material, una respuesta, algo
con lo cual deberemos seguir trabajando luego.
No se trata de no trabajar, y lamento decir
esto para los creyentes más cómodos, se trata simplemente de hacer conforme las
PRIORIDADES divinas.
d)
Pero también los principios naturales
Pedir, buscar y llamar son acciones que muy
bien pueden verse desde el punto de vista empresarial, y que vale la pena
recordar especialmente a los cristianos más tímidos.
Pedir es simplemente eso: ir a pedir, un
trabajo, una venta, un contrato. Buscar tiene que ver con buscar oportunidades,
buscar información, capacitarse. Llamar tiene que ver con aprovechar contactos,
establecer y mantener redes interpersonales. Y en todo eso debemos tener fe,
porque sino no lograremos nada. Y por encima de eso, está la promesa y la
bendición de Dios en nuestros trabajos. Las oportunidades no vienen solas y
tenemos que tomar una acción decidida, pero siempre con fe.
Todo lo que dijimos del ámbito espiritual se
aplica también al natural, y es lógico que así sea porque el mundo natural no
es más que un reflejo del espiritual.
¡A pedir, buscar y llamar conforme el modelo
divino!
Danilo Sorti
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