lunes, 4 de junio de 2018

495. El Sermón del Monte – VII Dejemos las cosas en claro


Mateo 5:17-19 RVC
17 »No piensen ustedes que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir.
18 Porque de cierto les digo que, mientras existan el cielo y la tierra, no pasará ni una jota ni una tilde de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
19 De manera que, cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los demás, será considerado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los practique y los enseñe, será considerado grande en el reino de los cielos.


a)     Una introducción en tres etapas

Si estamos buscando una “lista de instrucciones” para vivir, hasta el versículo 19 tenemos la “introducción” a ella. En las bienaventuranzas Jesús quitó la carga de los hombros de sus oyentes; les aseguró que ya hay recompensa para ellos y que nadie se queda afuera, además les mostró que el Reino de los Cielos, en este tiempo, es “paradójico”. Luego, les hizo ver la tremenda realidad de su valor para el mundo y para Dios (¡incluso para el mismísimo Satanás!) a la vez que los exhortó a perseverar, a no perder su esencia. En estos últimos versículos de la “introducción” les recuerda en qué consistía Su enseñanza.

En realidad, buena parte de las enseñanzas que siguen están dadas en contraposición a lo que decían los religiosos de la época; la Palabra de Dios en boca de ellos había llegado a transformarse en una piedra imposible de cargar, y era obvio que muchos fieles se preguntaran si realmente era eso lo que Dios había dicho o quería de ellos. Probablemente ninguno de ellos cumpliera todos esos mandamientos (humanos), pero Jesús acababa de llamarlos bienaventurados, sal, luz y ciudad santa, ¿estaba bien, entonces, no cumplir la “Ley”?

Ellos estaban confundidos respecto de lo que Dios decía, como muchos cristianos hoy, con la diferencia importantísima de que ellos no tenían un acceso tan fácil a las Escrituras. El error religioso se había mezclado inextricablemente y no resultaba fácil diferenciarlo de la Verdad.

Por eso se hace necesaria esta aclaración: las Escrituras no habían perdido su valor, pero era necesario entenderlas correctamente. En cierto sentido, Pablo está retomando parte de la esencia de este mensaje en Gálatas, cuando algunos falsos maestros habían comenzado a generar el mismo proceso en la naciente iglesia.


b)    La Biblia no pasó de moda

17 »No piensen ustedes que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir. (RVC)
17 “No crean ustedes que yo he venido a suprimir la ley o los profetas; no he venido a ponerles fin, sino a darles su pleno valor. (DHH)
17 »No crean que vine a quitar la ley ni a decir que la enseñanza de los profetas ya no vale. Al contrario: vine a darles su verdadero valor. (TLA)

La palabra que se traduce por “cumplir” es πληρόω, pleróo, que según el diccionario Strong puede significar: “hacer repleto, i.e. (literalmente) atiborrar (una red), rellenar (un hueco), o (figurativamente) proveer (o imbuir, difundir, influencia), satisfacer, ejercer (un oficio), terminar (un período o tarea), verificar (o coincidir con una predicción), etc.: pasar, perfecto, rellenar, suplir, terminar, lleno, llena, atestar, al cabo, completar, completo, completa, cumplidamente, cumplir.”

Así que la idea está entre cumplir y completar, pero de todas formas no es tan imperativo concentrarse en esta palabra porque los versículos siguientes aclaran su significado en este contexto.

Vimos antes que la Ley que ellos conocían no era ni el verdadero espíritu ni la verdadera letra de las Escrituras, y por lo tanto resultaba comprensible que se sintieran atraídos por ella. Eso no anulaba las Escrituras, sino que hacía necesario reenfocarlas de la manera correcta.

El mismo error lo encontramos hoy, cuando abunda tanto engaño y error. Muchos cristianos terminan desilusionados, no de la Biblia o de la Palabra de Dios, pero sí de algunas enseñanzas particulares, sobre las que terminan concluyendo que “no funcionan”.

Algunos se desilusionan de los pastores o de cualquier liderazgo de iglesia, y conociendo unas cuantas iglesias debo decir que tienen mucha razón… Pero eso no anula lo que dice la Biblia respecto de la autoridad espiritual, simplemente nos hace ser más cuidadosos y aplicar el discernimiento para reconocer a los que verdaderamente la tienen.

Algunos (¡muchos!) están profundamente heridos respecto del tema del dinero, especialmente el abuso del diezmo y su enseñanza incorrecta, por lo que se retraen de dar con generosidad. Algunos han sido lo suficientemente sabios como para reconocer dónde tienen que ofrendar y dónde no, cuánto es lo que el Espíritu realmente les dice que den y cómo.

Otros están desilusionados con las promesas de Dios, porque han salido muchísimos falsos obreros que rebajaron la gracia divina prometiendo bendiciones sin las condiciones que el Señor estableció en Su Palabra, las cuales obviamente no se cumplen. Así, muchos cristianos han dejado de creer en sus corazones en lo que Dios genuinamente promete en Su Palabra.

Cada lugar y cada época tiene sus propios engaños, muy fuertes, de tal manera que hacen dudar de la veracidad de la Palabra a algunos y a otros, los más fieles, de la veracidad de ciertas doctrinas o enseñanzas.

En ese sentido “no he venido para abolir, sino para cumplir” es una nota de sorpresa y de alivio. La “sorpresa” es que la Ley, tal como fue dad, es perfecta y buena. El “alivio” viene por partida doble: hay Alguien que sí puede cumplir con la Ley, el Único en toda la Tierra, y lo que ellos estaban conociendo no era exactamente lo que Dios había dicho; la TLA cuando traduce “vine a darles su verdadero valor” está enfocando en ese sentido.

La Palabra de Dios no “pasó de moda”, no quedó desactualizada pero es necesario corregir interpretaciones erróneas y completar lo que fue dicho parcialmente. Ahora bien, ¿quién era Este que se arrogaba el derecho a completar lo que Dios había dicho? Nadie sino Dios mismo podía hacer eso, por lo tanto tenemos aquí una muy temprana declaración de divinidad mesiánica.


c)     La Palabra de Dios permanecerá por siempre

18 Porque de cierto les digo que, mientras existan el cielo y la tierra, no pasará ni una jota ni una tilde de la ley, hasta que todo se haya cumplido.

No sabemos cuánto durará este universo. Según los últimos estudios, se originó hace unos 13.770.000.000 de años, y los científicos, según lo que conocen hasta ahora, no se ponen de acuerdo en si tendrá un fin o no. Por supuesto, este es el conocimiento “debajo del sol”; personalmente creo que no terminará, pero lo importante aquí es que mientras exista esta creación, hay una Palabra que le fue “dada” a este universo (a nosotros, claro, como sus legítimos líderes) y esa lo regirá por siempre.

La verdad es que ninguna generación podrá nunca entender todo el significado eterno y universal de esta sencilla frase dicha hace casi dos mil años en un monte de Israel, entre un grupo de humildes santos. Quizás no podría haber “contraste” mayor. Cada nueva época deberá descubrir nuevas dimensiones de estas palabras, a medida que le sea permitido descubrir nuevas dimensiones de la Creación, que por cierto, no terminará nunca porque su Creador es también Eterno y eternamente creativo.

Las consecuencias de esta frase son enormes, porque tira por tierra las pretensiones de cualquier doctrina, teología o enseñanza espiritual que quiera ser la “completa y definitiva”. No importa cuán abarcadora o extensiva sea, no importa cuánto haya estudiado el erudito en cuestión, no importa cuánto tiempo haya trabajado en ella; siempre habrá nuevas facetas, nuevas aplicaciones, nuevos tesoros por descubrir, nuevos énfasis que habían permanecido ocultos.

La Palabra que no pasa de moda es a la vez la Palabra siempre renovada, y por ello exige a los hombres y mujeres, niños y ancianos, volver a leerla vez tras vez. Si no “pasa de moda” es que siempre hay algo nuevo.

Los religiosos se “anclan” en el pasado, que, sin embargo, no es el que ellos dicen que es; pero la Revelación de Dios, aunque fue dada en un tiempo para nosotros ya pasado (no para Dios, claro) como es viva, sigue hablando y renovándose. Por supuesto, esto se entiende solo espiritualmente.


d)    ¡Ay de los que enseñamos!

19 De manera que, cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los demás, será considerado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los practique y los enseñe, será considerado grande en el reino de los cielos.

Santiago 3:1 RVC
1 Hermanos míos, no se convierta la mayoría de ustedes en maestros. Bien saben que el juicio que recibiremos será mayor.

A veces parece que las enseñanzas de las epístolas son algo distinto a lo que Jesús dijo en los Evangelios, y en parte es así, pero en esencia se trata de la “ampliación” y aclaración de Sus primeras palabras, y con este pasaje se nos hace evidente.

Se estima que Santiago fue la primera epístola escrita del Nuevo Testamento, proféticamente (en vista de las enseñanzas que vendrían después) el hermano del Señor recordó las palabras de Jesús en ese “primer” sermón.

El significado es tan claro aquí que en vez de tratar de explicar lo que dice y darle unas cuantas vueltas a la interpretación para “moderar” su advertencia (cosa que algunos teólogos, maestros y predicadores saben hacer muy bien…) deberíamos más vale tirarnos al piso junto con el cobrador de impuestos para decir:

Lucas 18:13 RVC
13 Pero el cobrador de impuestos, desde lejos, no se atrevía siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “Dios mío, ten misericordia de mí, porque soy un pecador.”

Entendemos de aquí que no hay “mandamiento pequeño”, concepto que se hace extremadamente “necesario” cuando uno trata de cumplir la Ley por sus propios esfuerzos. Jesús está poniendo una meta imposible de cumplir para los hombres de manera natural; la gracia que Él revelaría progresivamente terminaría de completar esta enseñanza.

Ningún maestro puede obedecer la cien por ciento este mandato, es absolutamente imposible, PRECISAMENTE POR ESO es que ninguno de nosotros debe ser “EL” maestro:

Mateo 23:10 RVC
10 Tampoco se hagan llamar “maestros”, porque sólo uno es su Maestro, y es el Cristo.

La resolución de este pasaje tan conflictivo es simple, no se trata ni de “olvidarlo” ni de “rebajarlo” para que diga menos de lo que dice, se trata de que “yo” no debo ser “el” maestro, sino aquel que lleva a la gente hacia EL MAESTRO, CRISTO. Parece un juego de palabras, pero se hace evidente en las enseñanzas, en las sutilezas, en los énfasis, es decir, en el espíritu de lo que decimos.

Por otro lado, es una exhortación siempre presente a no conformarnos, a estar siempre alertas en el Espíritu respecto de nuestra vida y nuestra enseñanza; no hay cosas “despreciables” en la Palabra, simplemente hay cosas que no se nos han revelado o cosas que no hemos podido cumplir todavía. Allí hace falta la humildad y la gracia del Señor, y la honestidad frente a nuestros hermanos, y por sobre todo, se hace necesario llevar SIEMPRE a la gente hacia Cristo, no hacia nosotros mismos.

Dichas estas advertencias, que a la vez son una declaración de la divinidad y autoridad de Jesucristo, podemos empezar a leer la “nueva ley” con “nuevos ojos”.


Danilo Sorti




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