lunes, 25 de junio de 2018

514. El Sermón del Monte – XXVI Una edificación a punto de concluir


Mateo 7:24-27 RVC
24 »A cualquiera que me oye estas palabras, y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.
25 Cayó la lluvia, vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y azotaron aquella casa, pero ésta no se vino abajo, porque estaba fundada sobre la roca.
26 Por otro lado, a cualquiera que me oye estas palabras y no las pone en práctica, lo compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena.
27 Cayó la lluvia, vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y azotaron aquella casa, y ésta se vino abajo, y su ruina fue estrepitosa.»

Este pasaje es fuertemente profético. Está exactamente al final del Sermón del Monte, y dado que todo el mensaje está dirigido al Pueblo de Dios, esta última sección también. Luego de las bienaventuranzas de la introducción, en las cuales Jesús trae sanidad sobre los heridos corazones de Sus oyentes, continua con una serie de mensajes de ánimo y exhortaciones, para ubicarlos en su verdadero rol como sal, luz y ciudad. Después se dirige en detalle a cada estilo de espiritualidad, y con ella nos da un mensaje a todos en relación con la vida en comunidad y en el contexto vital inmediato, pero Sus palabras son a la vez eternas y trascienden en mucho lo simplemente local.

Cerca de la conclusión establece la separación entre los que son y los que aparentan ser, separación que estamos viendo ocurrir claramente en nuestro tiempo. La conclusión tiene que ver con el edificio completo, y si lo entendemos proféticamente, el “edificio”, que es la Iglesia, solo se completa al final de los tiempos.

Por supuesto, estos pasajes tienen también un contenido que se aplica a todos los tiempos y claramente a los creyentes individualmente, y así ha sido entendido durante cientos de años. No es incorrecto, es una parte de su riqueza de significado.

Efesios 2:19-22 RVC
19 Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios,
20 y están edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, cuya principal piedra angular es Jesucristo mismo.
21 En Cristo, todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para llegar a ser un templo santo en el Señor;
22 en Cristo, también ustedes son edificados en unión con él, para que allí habite Dios en el Espíritu.

Hemos interpretado esto de manera individual, y no es incorrecto, pero es hora que le demos su significado como Cuerpo. Esta es la construcción y también la ciudad, cuyo fundamento mismo es Cristo.

Que Cristo sea el fundamento quiere decir mucho, en realidad, dice todo. Ahora bien, claramente está dando a entender que hay una construcción más arriba, que es algo distinto del fundamento mismo. Más bien, lo que se va a ver es la construcción y no el fundamento, que solo se puede suponer por lo que está sobreedificado. Es decir, si vemos una simple casa prefabricada podremos suponer que los fundamentos no son demasiado profundos, pero si vemos un rascacielos necesariamente sus fundamentos deben ser muy profundos y resistentes. Si la casa se hunde o se ladea, evidentemente los fundamentos fueron mal puestos, pero si se mantiene firme, no.

La imagen de los vientos e inundaciones azotando la casa han referido siempre a las dificultades que enfrenta el cristiano. ¿Cómo “sale” de ellas? Es decir, puede salir herido, enojado, frustrado, con muchísimas dudas e incredulidades. En ese caso, no “entró” bien al proceso, es decir, hubo malos fundamentos, malas bases puestas antes del tiempo de prueba.

Notemos que tempestades, inundaciones y huracanes azotan a ambas casas por igual, que de afuera se ven también iguales. Pero el resultado es distinto. Mientras que en el texto anterior el Señor se refería a los que parecían ser y no eran, aquí el Señor se refiere a los que “son”, es decir, a los que han decidido seguirle. Sin embargo, de ellos hay una mitad que ha tomado una decisión imprudente, porque se ha quedado con las palabras de Jesús pero no se preocupó por obedecerlas.

De nuevo, aparece aquí el problema de “las palabras”, el mucho palabrerío de la religión de la época carente de verdadera vida, el gran problema para los santos, es decir, contagiarse de ese mismo espíritu. Notemos que no se está refiriendo necesariamente a creyentes e inconversos, aunque podría tomarse así, creo que el enfoque principal tiene que ver con creyentes obedientes y desobedientes.

¿Por qué poner en práctica las palabras es lo que nos da la esperanza verdadera? Porque la “práctica” es la señal inevitable de la verdadera fe, pero también es lo que nos da la autoridad espiritual. Cuando ponemos en práctica las Palabras de Dios entonces estamos actuando en justicia, y por lo tanto recibimos ALLÍ la autoridad para resistir a los embates del enemigo, y salir de las pruebas y dificultades victoriosos, confiados, habiendo mantenido y acrecentado nuestra fe.

Este pasaje se puede entender también en el sentido de guerra espiritual, y el Señor nos está dando nuestras armas de guerra para enfrentar al enemigo: actuar en justicia, vivir la verdad. Notemos que no dice nada aquí de reprender, atar, desatar, expulsar, encadenar, encarcelar o algo por el estilo. No estoy diciendo que eso esté mal, simplemente que cuando reprendemos un demonio o atamos al hombre fuerte de una región, será nuestra justicia (siempre imperfecta, claro) la que nos habilitará para utilizar LA JUSTICIA PERFECTA DE CRISTO con autoridad.

Aunque no lo parezca, aquí tenemos palabras de aliento. Para los que se esfuerzan en edificar sus vidas en Cristo, cuando vengan las aflicciones, y por cierto que vienen, ellos se mantendrán firmes. Pero si al venir las dificultades eso no pasa, y salimos embarrados, machucados y revolcados, aún así hay esperanza: evidentemente hicimos las cosas mal, por lo que rápidamente tendremos que cambiar. ¡Qué bueno que ya tenemos el aviso antes de que suceda! No es la voluntad del Señor que pasemos por ese proceso, pero si de todas formas tenemos que atravesarlo, nos podremos dar cuenta de nuestro error.

Pero este pasaje es también profético. Se refiere al fin de los tiempos de la Iglesia, no del período tribulacional. De manera sorprendente, las imágenes simbólicas de “Cayó la lluvia, vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y azotaron aquella casa” encajan perfectamente en los eventos profetizados con la caída del meteorito. Y ya proféticamente el Señor anticipó a quiénes habría de guardar y a quiénes no.

Pero de manera menos literal, se refieren a las dificultades que atraviesa la Iglesia, y que están aumentando grandemente en estos tiempos. La Iglesia, como edificio completo, es sometida a prueba, es decir, no se trata de un fenómeno exclusivamente individual.

De una u otra forma, tenemos aquí el tiempo de prueba para todos, tiempo de azote satánico permitido por el Señor sobre Sus hijos, y tiempo en lo que no debe permanecer será destruido.

1 Corintios 3:12-15 RVC
12 Y si alguno edifica sobre este fundamento, y pone oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, u hojarasca,
13 su obra podrá verse claramente; el día la pondrá al descubierto, y la obra de cada uno, sea la que sea, será revelada y probada por el fuego.
14 Si lo que alguno sobreedificó permanece, ése recibirá su recompensa.
15 Si lo que alguno sobreedificó se quema, ése sufrirá una pérdida, si bien él mismo se salvará, aunque como quien escapa del fuego.

Este pasaje no se aplica necesariamente al juicio final del creyente, sino más bien al tiempo de la prueba, de la dura prueba, la prueba de fuego. Lo que permanece es lo que queda para seguir edificándose en el futuro, es decir, el nuevo “fundamento” de lo que vendrá.

Lucas 6:46-49 RVC
46 »¿Por qué me llaman ustedes “Señor, Señor”, y no hacen lo que les mando hacer?
47 Les voy a decir como quién es el que viene a mí, y oye mis palabras y las pone en práctica:
48 Es como quien, al construir una casa, cava hondo y pone los cimientos sobre la roca. En caso de una inundación, si el río golpea con ímpetu la casa, no logra sacudirla porque está asentada sobre la roca.
49 Pero el que oye mis palabras y no las pone en práctica, es como quien construye su casa sobre el suelo y no le pone cimientos. Si el río golpea con ímpetu la casa, la derrumba y la deja completamente en ruinas.»

Lucas nos cuenta lo mismo pero con otros énfasis: aquí se habla de cavar hondo, es decir, de tener raíces profundas, un conocimiento profundo del Señor, tanto de Su Palabra como de la intimidad con Él. En realidad refuerza la imagen de “fundamento”, que de por sí es algo profundo, que requiere un importante esfuerzo de excavación, que cuesta dinero y no se ve. Así es la vida espiritual, así es la espiritualidad que Jesús enseñó en los pasajes anteriores: sencilla e “invisible” a los ojos humanos, pero visible para Dios. Esforzada y trabajosa.

Esa es la vida espiritual de cada uno en lo personal y de la Iglesia toda. Una vez que la construcción esté terminada, Dios permitirá la mayor prueba, para que en el último avivamiento y cosecha sólo quede Su edificio genuino, porque el falso habrá sido arruinado.

Claro, es más fácil cavar sobre la arena que picar piedra, mucho más fácil y mucho más endeble. La vida cristiana NO ES FÁCIL, no se supone que lo sea, nunca lo fue y nunca lo será. No falta mucho para el tiempo de la prueba, por lo tanto, procuremos edificar sobre el fundamento sólido.


Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario