Mateo 7:15-20 RVC
15 »Cuídense de los falsos profetas, que
vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
16 Ustedes los conocerán por sus frutos, pues
no se recogen uvas de los espinos, ni higos de los abrojos.
17 Del mismo modo, todo buen árbol da buenos
frutos, pero el árbol malo da frutos malos.
18 El buen árbol no puede dar frutos malos,
ni el árbol malo dar frutos buenos.
19 Todo árbol que no da buen fruto, es
cortado y echado en el fuego.
20 Así que ustedes los conocerán por sus
frutos.
a)
De nuevo, ¡no son solo palabas!
Si el Verbo, la Palabra de Dios misma, nos
advierte tanto respecto de no caer en la “palabrería” ni a dejarnos engañar por
ella, deberíamos prestar especial atención.
Aquí tenemos otro tipo de “palabras”, más
sofisticadas y que engañan a muchos hoy, tanto si las creen como si las
sospechan y con ello terminan rechazando también a las profecías verdaderas. El
tema “profecías” sigue siendo problemático para la mayoría de los cristianos,
en parte por su propia dinámica y características, pero, creo yo, más que nada
porque el contenido de esas profecías desde un tiempo a esta parte no resulta
para nada agradable. Toman una actitud parecida (aunque no tan extrema) a la
del impío rey Joacín cuando se le llevó el rollo del profeta Jeremías:
Jeremías 36:23 RVC
23 Yehudí habría leído tres o cuatro columnas
del texto, cuando el rey rasgó el rollo con un cortaplumas de escriba, y lo
arrojó al fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió.
Es decir, “eliminando” la profecía, o en su
variante moderna, no prestándole atención, la profecía “desaparece”.
Lo cierto es que la mayoría de los cristianos
tienen problemas con las profecías actuales, precisamente porque no prestan
debida atención a las indicaciones que tenemos respecto de cómo evaluarlas, y
porque se quedan “solamente con palabras”.
En la Biblia se nos dan muchas indicaciones
sobre cómo discernir las profecías verdaderas de las falsas, y a los verdaderos
profetas de los falsos. En principio digamos que un falso profeta difícilmente
dirá verdaderas profecías y viceversa, aunque a veces ocurre y tenemos claros
ejemplos en la Biblia. Pero con todo, la ministración de un falso profeta,
aunque pueda contener algunas cosas verdaderas y de hecho así ocurre, inevitablemente
llevará al pecado y al fracaso, cuando no a apartarse de Dios. Y sin embargo,
los verdaderos profetas son muy necesarios, tanto más cuanto el engaño crece
exponencialmente y el fin de los tiempos se aproxima.
Jesús no se refiere explícitamente aquí a las
falsas profecías sino a su “origen”: los falsos profetas, aquellos que
fácilmente pueden infiltrarse en la comunidad y transmitir su engaño. ¿Se
pueden discernir sus palabras? Sí, pero hace falta bastante conocimiento y
madurez espiritual, y siempre es posible que persista algún engaño que no
podamos ver. Discernir sus palabras requiere madurez espiritual, lo cual deja a
los más nuevos y pequeños “desprotegidos”, porque los llevaría a confiar en
OTRA PERSONA supuestamente madura que les diga “la verdad” respecto del profeta
Fulano o Mengano. Evidentemente, esa solución no es tal, pero es la que la
mayoría de los cristianos elige: confían en su pastor, un maestro, un líder u
otro profeta para que evalúe por ellos.
Nunca entendí cómo eso fuera posible, por
supuesto que “mi” discernimiento tampoco será perfecto, pero, en lo personal,
jamás confié ni confiaría ciegamente en alguien que “discierna” por mí. Bueno,
de más está decir que normalmente me consideran “rebelde” en las iglesias…
El asunto es que Jesucristo bien hubiera
podido decir que debían preguntarle a Él respecto de la veracidad o falsedad de
algún profeta, y de hecho es lo que hoy hacemos. Pero este Jesús de carne
prefirió darles las herramientas para que ellos mismo (obviamente con la guía
del Espíritu) pudieran darse cuenta, y esta guía consistía en ver las obras de
los tales, así de simple, tan simple que la mayoría lo pasa por alto.
b)
Pensamiento científico
La lógica al comparar los frutos de la
persona con los frutos de un árbol es arrolladora, pero exige “ver” las obras,
o, cuando no podemos hacerlo por distancia, ver qué está produciendo esa
enseñanza en sus seguidores. Pero aún si no fuera posible, no hay nada
absolutamente nuevo “debajo del sol”, y siempre es posible encontrar en la
historia o en el presente algo similar a ese tipo de enseñanza, y observar sus
frutos. Sea como sea, se trata de buscar EVIDENCIAS.
Ahora bien, si esto no es la base del
pensamiento científico, ¿qué es entonces? La ciencia se construye en base a
evidencias y los experimentos tienen el propósito de buscarla. Es un
conocimiento sobre el mundo material, claro, pero el principio rector de
cualquier ciencia es exactamente el mismo que aplicamos aquí.
Los más nuevos en el Señor son llamados a
buscar evidencias, y los más viejos también. De paso, ¿Qué “evidencia” mi
propia vida…?
Jesús está sentando las bases del análisis de
los líderes. Décadas después, encontramos a Pablo escribiendo:
1 Timoteo 3:1-13 RVC
1 Ésta es palabra fiel: Si alguno anhela ser
obispo, desea una buena obra.
2 Pero es necesario que el obispo sea
irreprensible y que tenga una sola esposa; que sea sobrio, prudente, decoroso,
hospedador, apto para enseñar;
3 no afecto al vino, ni pendenciero, ni
codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;
4 que gobierne bien su casa, que tenga a sus
hijos en sujeción y con toda honestidad
5 (pues el que no sabe gobernar su propia
casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?);
6 no debe ser un neófito, no sea que se
envanezca y caiga en la condenación del diablo.
7 También es necesario que tenga buen
testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en los lazos del
diablo.
8 De igual manera, los diáconos deben ser
honestos y sin doblez, no demasiado afectos al vino ni codiciosos de ganancias
deshonestas;
9 y deben guardar el misterio de la fe con
limpia conciencia.
10 Además, éstos primero deben ser puestos a
prueba y, si son irreprensibles, entonces podrán ejercer el diaconado.
11 Las mujeres, por su parte, deben ser
honestas, y no calumniadoras, sino sobrias y fieles en todo.
12 Los diáconos deben tener una sola esposa,
y gobernar bien sus hijos y sus casas,
13 pues los que ejercen bien el diaconado
ganan para sí mismos un grado honroso y mucha confianza en la fe que es en
Cristo Jesús.
Todo lo que dice aquí no es más que una
ampliación de las palabras de Jesús: se trata de analizar las EVIDENCIAS y aún
de buscarlas, al ser puesto a prueba; y esas evidencias tienen que ver poco con
el conocimiento y mucho con la vida, es decir, la manifestación de los frutos.
Si los cristianos hubiéramos escuchado estos
consejos y los hubiéramos puesto en práctica, ¡de cuántos lobos rapaces nos
hubiéramos salvado! Tengamos en cuenta que un lobo con piel de oveja engendra
muchos otros, no solo porque termina transformando a su congregación en tales,
sino también porque nombra y promueve a otros como él. El potencial que tiene
para multiplicarse y causar daño, una vez que ha recibido las credenciales y ha
sido públicamente aceptado, es ENORME.
Necesitamos cambiar nuestro estilo de
pensamiento, de “discursivo” (diría yo, “charlatanero”…) a verdaderamente
científico.
c)
Frutos, más frutos y muchos más frutos
El Señor me dio varios artículos sobre los
frutos espirituales, así que no voy a repetir eso aquí, pero recomiendo que se
lean. Lo cierto es que la palabra “fruto” nos es naturalmente conocida porque
la vemos en acción en la Creación, Jesús no tiene que explicarla porque en un
contexto rural es algo muy cotidiano. Pero en el mundo urbano de hoy, donde la
mayoría de los niños y adolescentes piensan que los alimentos crecen de las
góndolas, probablemente sea necesario recordar algunas cosas.
El fruto es algo “natural”, es decir, los
seres vivos están preparados para darlo. Por supuesto, así fuimos diseñados por
el Creador, pero la realidad es que se nos hace evidente que “se originan
solos”, diríamos, inevitablemente. Y estos conceptos son fundamentales.
Así como los frutos son inevitables en el
mundo natural, también lo son en el espiritual. Así como llevan un tiempo para
producirse en el natural, también en el espiritual. Hay árboles que requieren
unos cuantos años antes de empezar a fructificar; eso pasa con los frutales y
por eso se utilizan plantas injertadas. Y de la misma forma que cada planta
produce fruto según su propia especie, también ocurre en el mundo espiritual.
Por otra parte, el fruto es “algo distinto” a
la planta que lo engendró, aunque lleva en sí el potencial de generar nuevas
plantas con las mismas características. Y muchos frutos, especialmente los
carnosos, necesitan ser comidos para que las semillas sean dispersadas
(rodeadas de “abono” al momento de caer a tierra…).
Entonces, inevitablemente una enseñanza o
ministración espiritual dará fruto en un tiempo determinado, no inmediatamente.
Ese fruto es algo distinto a las “palabras”, tiene que ver con la vida de las
personas (en esencia, frutos de la carne o frutos del Espíritu), aunque
distinto, engendra nuevas plantas de la misma especie, y hay gente que lo
“come”, es decir, que lo recibe y se alimenta espiritualmente de él.
Al conectar Jesús esta verdad espiritual con
su contraparte natural, la está haciendo inmediatamente entendible y accesible
a todos; no debemos pasarla por alto. Necesitamos cambiar nuestra forma de
evaluar y evaluarnos.
d)
¿Quién tiene la responsabilidad?
De los nueve estilos de espiritualidad aquí
vemos reflejado especialmente al estilo místico, aquel que se encuentra con
Dios en la intimidad, que pasa tiempo con Él, propiamente, el más “ermitaño” de
todos. ¿Qué tiene el Señor que decirle? Dos cosas fundamentales.
Primero, todos aquellos que se interesan por
las profecías y pasan tiempo escuchando y escudriñando lo que Dios está
diciendo hoy, necesitan especialmente tener este equilibrio. He comprobado que
los tales terminan evaluando al profeta y las profecías por lo “profundo” y
“espiritual” de las palabras, y no por los frutos. Es más, lo “visible” les
resulta hasta despreciable, sencillamente “no lo ven”. Nadie más que ellos
necesitan que se les recuerde que la base del discernimiento no se basa en las
palabras, sino en los resultados de esas palabras.
Dado que ellos mismos viven en su propio
mundo espiritual, casi ni se fijan en sus propias obras o en cómo se relacionan
con sus hermanos o cercanos; no es que vivan pecaminosamente, pero suelen tener
algunos errores evidentes que no ven, al igual que todos los cristianos, pero
como su mundo es estar en comunión con el Señor, lo miran tanto a Él que
descuidan de mirar un poco alrededor.
Los cristianos más prácticos no tienen este
problema, pero la espiritualidad mística sí.
Y por otro lado, nadie mejor que ellos para
discernir a los falsos profetas, y de hecho lo hacen muy bien. Debemos entender
que cuando decimos que pueden ser engañados no estamos diciendo que
necesariamente ocurra, o que caigan en algún engaño grosero; más bien pueden
caer en algún error relativamente menor.
Ellos disciernen muy bien a los lobos con
piel de cordero, mucho más cuando han madurado lo suficiente como para ver los
frutos y someter toda palabra al Espíritu antes de aceptarla. Ellos son los que
tienen la responsabilidad primaria de alertar a sus hermanos acerca de esos
engañadores, pero son los que más difícilmente lo hacen: normalmente prefieren
estar en sus “cuevas espirituales” antes de “salir al ruedo”. ¡Qué paradoja!
Su propio temperamento les dificulta
enormemente exponer a los falsos profetas, y suelen estar tan heridos por
haberlo hecho incorrectamente en el pasado, que callan aún teniendo la verdad.
Aunque parece que “no necesitan nada” porque están en la misma presencia del
Señor, necesitan, al igual que todos, del amor de sus hermanos que los restaure
en su ministerio público. Pero es difícil que uno se anime a acercarse a ellos…
Resumiendo, aquí tenemos un pasaje tan actual
como todo el Sermón del Monte, aunque a la vez dirigido especialmente a un
grupo de cristianos, que tiene un rol crítico dentro del Cuerpo de Cristo.
Danilo Sorti
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