lunes, 25 de junio de 2018

523. Esperábamos el plan “A” de Dios pero aplicó el plan “B”… ¿o era el “A”?


Lucas 24:13-35 RVC
13 Ese mismo día, dos de ellos iban de camino a una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios.
14 Iban hablando de todo lo que había sucedido,
15 y mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó y los iba acompañando.
16 Pero ellos no lo reconocieron, y es que parecían tener vendados los ojos.
17 Se veían tan tristes que Jesús les preguntó: «¿De qué tanto hablan ustedes?»
18 Uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha sucedido en estos días?»
19 «¿Y qué ha sucedido?», preguntó Jesús. Y ellos le respondieron: «Lo de Jesús de Nazaret, que ante Dios y ante todo el pueblo era un profeta poderoso en hechos y en palabra.
20 Pero los principales sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
21 Nosotros teníamos la esperanza de que él habría de redimir a Israel. Sin embargo, ya van tres días de que todo esto pasó.
22 Aunque también nos han dejado asombrados algunas mujeres de entre nosotros, que fueron al sepulcro antes de que amaneciera.
23 Como no hallaron el cuerpo, han venido a decirnos que tuvieron una visión, en la que unos ángeles les dijeron que él vive.
24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro, y encontraron todo tal y como las mujeres lo dijeron, pero a él no lo vieron.»
25 Entonces Jesús les dijo: «¡Ay, insensatos! ¡Cómo es lento su corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
26 ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, antes de entrar en su gloria?»
27 Y partiendo de Moisés, y siguiendo por todos los profetas, comenzó a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él.
28 Cuando llegaron a la aldea adonde iban, Jesús hizo como que iba a seguir adelante,
29 pero ellos lo obligaron a quedarse. Le dijeron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde, y es casi de noche.» Y Jesús entró y se quedó con ellos.
30 Mientras estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y les dio a ellos.
31 En ese momento se les abrieron los ojos, y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista.
32 Y se decían el uno al otro: «¿Acaso no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
33 En ese mismo instante se levantaron y volvieron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los once y a los que estaban con ellos,
34 los cuales decían: «¡En verdad el Señor ha resucitado, y se le ha aparecido a Simón!»
35 Los dos, por su parte, les contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Este suceso que relata Lucas y brevemente Marcos no es solo histórico: es profético y se aplica a muchas situaciones por las que hemos transcurrido los cristianos durante dos milenios. Esperábamos una manifestación pública y política de Dios pero nada de eso pasó… sin embargo, Dios comenzó otros planes más extraños, que al final redundaron en una mayor gloria.

19 «¿Y qué ha sucedido?», preguntó Jesús. Y ellos le respondieron: «Lo de Jesús de Nazaret, que ante Dios y ante todo el pueblo era un profeta poderoso en hechos y en palabra.
20 Pero los principales sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
21 Nosotros teníamos la esperanza de que él habría de redimir a Israel. Sin embargo, ya van tres días de que todo esto pasó.

Ellos tenían una expectativa política acerca de Jesús, “teníamos la esperanza de que él habría de redimir a Israel” no significaba alcanzar el perdón de pecados sino la liberación política y económica de Roma. Viéndolo en perspectiva es muy fácil darse cuenta de que la redención que Dios estaba logrando era muy superior y duradero a una liberación política, pero en ese momento no resultaba tan sencillo entenderlo. Ellos esperaban una victoria para su nación, Dios planeó una victoria para todo el mundo.

Cuando los discípulos decían “profeta” no se referían a un pronosticador del futuro, estaban hablando de alguien que denunciaba públicamente a los poderes de turno, que traía la luz de Dios sobre los asuntos terrenales: sociales, políticos, económicos. Además, los hechos demostraban que el poder divino estaba con Él, ¿cómo fue posible que de repente fracasara, fuera condenado y muriera?

“Nosotros teníamos la esperanza…” es decir, ¿por qué seguían a Jesús? ¿Tres años de ministerio no fueron suficientes como para entender que venía a fundar un reino terrenal, no en este tiempo? No, no lo fueron. Y de nuevo, es muy fácil juzgarlos de este lado de la historia, pero en ese momento…

Ellos tenían un plan “A” e implicaba que el Señor fuera a Jerusalén, hiciera unos cuantos hechos asombrosos y tomara el control de Israel, pero pasó exactamente lo contrario. Peor aún, no fue un simple “fracaso político momentáneo”, un intento que más adelante podía volver a repetirse con éxito, ¡fue un rotundo fracaso! Simplemente, lo mataron.

Por eso fueron embargados de una profunda tristeza, y ese “manto de tristeza”, verdaderamente espiritual, les impidió ver a su Señor resucitado. Cuando alguno de nuestros planes no se cumplen como nosotros esperábamos, la tristeza, la frustración, la confusión, caen como un manto que nos envuelve y nos impide ver más allá. Literalmente es una “nube gris” que nos rodea.

Ese manto espiritual es tan poderoso que envuelve naciones o sociedades enteras y frustra los planes de Dios durante mucho tiempo. Pero es tan sólido como el humo. ¿Cómo hizo Jesús para romperlo? ¿Acaso vinieron ejércitos celestiales a destruir a los perversos romanos? ¿Los sacerdotes se murieron de repente por una plaga fulminante? ¿Acontecieron una serie de señales asombrosas en el cielo? Nada de eso. “Solamente” una simple charla durante un largo camino, de al menos dos horas, pero probablemente tres o cuatro. “Solo” palabras bastaron para disipar esa terrible desazón… bueno, no tan solamente “palabras”.

La incredulidad les impidió reconocer a Jesús pero Él no hizo nada “espectacular” como para que sus ojos fueran abiertos. En cambio, empezó a recordarles las Escrituras, no las palabras que habían escuchado de Él en esos tres años, sino las que habían sido escritas por los profetas y que leían todos los sábados en las sinagogas. Qué interesante es esto: no hizo falta recurrir a nada “innovador” ni espectacular, bastó la Palabra Eterna de Dios, la única arma necesaria y suficiente para dispersar cualquier manto de mentira. ¿Qué “armas” usamos nosotros hoy? ¿Estamos buscando algo “más efectivo y moderno” que la Palabra de Dios…?

Por supuesto, no terminó todo en la exposición de la Palabra. En realidad, esa fue la preparación que culminó en el momento de comunión: “Mientras estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y les dio a ellos. En ese momento se les abrieron los ojos, y lo reconocieron”. El entendimiento de la Palabra les permitió ver a Jesús obrando. Si ellos se quedaban en su incredulidad y desesperanza, no se habrían dado cuenta de que el Señor estaba allí mismo, pero cuando su entendimiento (natural y espiritual) fue aclarado, fácilmente pudieron ver que Jesús estaba vivo y actuando en su realidad.

Y resultó que lo que vieron era mucho más asombroso de lo que jamás hubieran imaginado. Pensar que un líder político tomara el poder y devolviera la autonomía a Israel era difícil, pero pensar que ese líder muriera y resucitara, ¡era “imposible”! Jesús no cumplió el “plan A”, según ellos entendían, pero resultó que el “plan B” finalmente fue muy superior. Y el “plan B” en realidad aseguraba que el “plan A” inevitablemente se cumpliría, ¿quién podía dudar ahora que ese Jesús que había vencido la muerte podría volver para reinar políticamente sobre Israel y derrotar al imperio invasor? De nuevo, Jesús tendría que aclararles que eso no ocurriría inmediatamente, pero la victoria estaba asegurada.

Algunas décadas después, Dios mismo se encargó de enjuiciar severamente a los que habían tratado con tanto desprecio al Regalo de salvación que les fue enviado: no precisamente a los romanos, que ningún discernimiento espiritual tenían de lo que estaban haciendo y sobre los cuales Jesús pidió perdón (y gracias a ese acto, el imperio romano no fue destruido y, en cambio, llegó a ser conquistado él mismo por el Evangelio) sino a los judíos, especialmente a los de Jerusalén, porque ellos SÍ SABÍAN lo que estaban haciendo (y sobre ellos Jesús no pidió perdón).

Así, aunque ahora, por un poco de tiempo, parece que los planes de Dios se frustran, en realidad lo único que se frustra es nuestra comprensión de esos planes. Pero hay algo más grande, más glorioso, y más terrible aún para los enemigos de Dios, que está esperando un poquito más adelante, solo un poquito.

Si en este momento hay una densa nube gris rodeándonos (a veces, muy negra), sugiero que nos hagamos tiempo para dar un paseo con el Señor y que Él nos vaya explicando nuevamente las Escrituras, y finalicemos la caminata con un buen tiempo de comunión. No hay manto de depresión que se le resista.


Danilo Sorti




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