Hechos 1:8 RVC
8 Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu
Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria,
y hasta lo último de la tierra.»
Hechos 4:31 RVC
31 Cuando terminaron de orar, el lugar donde
estaban congregados se sacudió, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y
proclamaban la palabra de Dios sin ningún temor.
La era de la Iglesia es inaugurada con el
poder del Espíritu. Ahora bien, no se trata de algo totalmente “novedoso”
porque el Espíritu estuvo siempre activo sobre el pueblo de Dios, pero nunca
sobre tantas personas y con tales manifestaciones.
La cuestión del bautismo en el Espíritu Santo
salió a luz a principios del siglo XX con el movimiento pentecostal, y ha sido
y sigue siendo uno de los ingredientes fundamentales en todo avivamiento. Sin
embargo, los últimos años han visto un menguar importante en la enseñanza sobre
el tema, siendo prácticamente olvidada en muchas grandes iglesias, amén de que
no se enseña en iglesias evangélicas más tradicionales.
Ya se ha escrito mucho y hay suficientes
evidencias empíricas como para tener que volver sobre la discusión que originó
en sus comienzos; es un ingrediente valioso en la vida cristiana y nos
estaremos perdiendo una parte importante y necesaria de la gracia de Dios si lo
descuidamos.
De todas formas, cuando hablamos del poder
del Espíritu Santo nos estamos refiriendo a algo más que sólo las
manifestaciones de hablar en lenguas, que son importantes para la edificación
personal y la edificación de la iglesia con interpretación. Vemos en Hechos 4
que la manifestación del Espíritu fue acompañada de un valor sobrenatural para
predicar en medio de la oposición. Hay mucho que el Espíritu hace con poder a
través de los cristianos, si estos se disponen a buscarlo y abrirse con
humildad.
Ese entendible por qué las manifestaciones
del Espíritu se hayan apagado en muchas iglesias, especialmente en iglesias que
otrora fueran poderosas en ese aspecto; los espíritus de religión no lo pueden
soportar y a medida que van tomando control en un cristiano y en una
congregación, necesitan apagar toda manifestación de poder y toda fuente de
poder (oración, ayuno, búsqueda).
El genuino poder del Espíritu se ha
reemplazado por una pobre caricatura: grandes reuniones en donde el “contagio
de masa” reemplaza el fervor del Espíritu, una música especial que logra tocar
las emociones, una hábil predicación que manipula la voluntad, grandes
construcciones, grandes espectáculos religiosos, a veces importantes obras de
caridad, e incluso algún “otro espíritu” que se mueve haciendo “cosas
sobrenaturales” que parecen del Espíritu Santo pero que no santifican a nadie.
El poder del Espíritu hoy hace lo mismo que
leemos en las páginas bíblicas, y es tan distinto a nuestras obras naturales
como lo era entonces. No podemos anhelar nada menos, no podemos conformarnos
con nada inferior. Puede ser que no sea sencillo llegar a ese nivel, es más,
quizás más de una congregación no llegue, pero cuando Jesús mandó a sus
discípulos que se quedaran en Jerusalén esperando la manifestación del Espíritu
no les dijo que ellos tenían que “producirla”, simplemente que oraran y
esperaran. Eso mismo vale para nosotros; no podemos manipular al Espíritu ni
decirle qué tiene que hacer, cuándo y cómo; pero podemos orar, buscar y
esperar.
¿Esto que tenemos y estamos viviendo es la
manifestación genuina del Espíritu? ¿No hay más disponible para nosotros?
¿Estamos buscando eso más? ¿O nos hemos conformado con lo que tenemos pensando
que es “mucho”? Pidamos al Señor que nos muestre en qué consiste realmente el
poder del Espíritu, qué está disponible para Su Iglesia hoy, y qué es lo que Él
quiere derramar y no nos conformemos con menos de eso.
Gálatas 3:3 RVC
3 ¿Tan necios son? ¿Comenzaron por el
Espíritu, y ahora van a acabar por la carne?
Esta cuestión de “empezar bien y terminar
mal” no es para nada nueva, y no está pasando nada que no haya ocurrido antes;
precisamente por eso deberíamos estar lo suficientemente alertas. “Acabar por
la carne” no significa necesariamente terminar “revolcado en el más bajo
pecado”, sino, “simplemente”, intentar hacer la obra del Reino con nuestra
buena voluntad y esfuerzos humanos. Creo que buena parte de las iglesias
pentecostales y carismáticas hoy están en esta situación. Hermanos, volvamos al
poder del Espíritu.
La palabra griega que se traduce por
“comenzar”, ἐνάρχομαι, aparece en el Nuevo Testamento solo dos veces, aquí y en
Filipenses:
Filipenses 1:6 RVC
6 Estoy persuadido de que el que comenzó en
ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.
Y esto debería servirnos como una palabra de
esperanza: la buena voluntad humana nos lleva a empezar bien pero terminar mal,
sin embargo, en aquellos que están dispuestos, Dios mismo se encargará de
terminar bien, en el poder del Espíritu, lo que Él empezó bien. ¡Bendito sea
nuestro salvador!
Danilo Sorti
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