Hechos 11:27-30 RVC
27 Por aquellos días, unos profetas salieron
de Jerusalén para visitar Antioquía.
28 Uno de ellos, llamado Agabo, se levantó
para anunciar la hambruna que estaba por llegar a toda la tierra, y que el
Espíritu le había dado a saber. Esto sucedió en los días del emperador Claudio.
29 Entonces los discípulos acordaron socorrer
a los hermanos que vivían en Judea, según lo que cada uno tuviera,
30 y por medio de Bernabé y de Saulo enviaron
ayuda a los ancianos.
A pesar de que el movimiento profético fue
restaurado completamente hace ya varias décadas, todavía persiste entre muchos
hermanos actitudes incorrectas. Algunos siguen sin aceptarlo, o bien lo hacen a
duras penas, tomando sólo algunas palabras de las que se dicen, aquellas que
están más de acuerdo a sus propios esquemas de pensamiento. Otros aceptan
cualquier cosa que venga en el “envoltorio profético”…
Pero la función del ministerio profético hoy
está perfectamente explicada en las Escrituras, y uno de los ejemplos más
claros que podemos encontrar en el contexto de la Iglesia es el de Agabo. En el
pasaje de más arriba lo vemos profetizando un evento de implicancias
“mundiales” si consideramos todo lo que ellos conocían como “mundo” o bien
territoriales desde nuestro punto de vista moderno. Como sea, se trataba de un
hecho particular QUE NO ESTABA en las
Escrituras (para ellos, el Antiguo Testamento), pero que sin embargo era la voz
de Dios advirtiendo de un peligro.
La Iglesia hizo caso, y vemos un amplio
movimiento para superar esa situación. Los predicadores del éxito hoy
anularían, cancelarían, aplastarían, destrozarían y otras tantas cosas por el
estilo la palabra de Agabo para decretar, declarar, anunciar, establecer,
levantar, clavar, atravesar y enchastrar bendición y prosperidad…
Pero no, venía un juicio para todo el mundo
de ese momento, la Iglesia iba a estar en medio de ese juicio, y debían
prepararse. La fe para ellos no consistía en creer que atravesarían el juicio
como si no pasara nada sino en prepararse de antemano. Y lo hicieron, movidos
primeramente por la fe en una palabra profética contextual, que “no estaba” en
las Escrituras. De paso digamos que varios historiadores antiguos relatan ese
episodio.
Ahora bien, ¿de verdad “no estaba” en las
Escrituras? Bueno, por supuesto que no estaba escrito en ninguna parte
literalmente que “entre los años 46 y 47 después de Cristo vendría una gran
hambre sobre la región de Siria e Israel debido a varios años de malas
cosechas”, pero Jesús había dicho más de quince años atrás:
Marcos 13:8 RVC
8 Se levantará nación contra nación, y reino
contra reino, y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá también hambre.
Esto será el principio de los dolores.
Ahora bien, esta palabra muestra una
situación general, de la cual ese episodio en particular fue solo una parte,
pequeña si la ponemos en 2.000 años de perspectiva pero crítica para ellos y
fundamentalmente para la naciente Iglesia. ¿Esa palabra profética particular
estaba escrita en La Palabra Profética? Sí, en un sentido general. Y por eso
pudieron aceptarla como válida.
Hermanos, cualquier palabra profética hoy
para ser genuina debe cumplir varios requisitos, pero uno de ellos, quizás el
“primero”, sea que esté en consonancia con La Palabra Profética, esto es, la
Revelación Bíblica. El sentido, tenor o “espíritu” de cualquier profecía hoy no
puede estar fuera de lo que ya ha sido revelado en la Biblia.
Así que, por un lado tenemos un ejemplo (y
hay muchos más) de profecías contextuales, que tenían que ver con hechos o
personas de ese tiempo y que nos dan el perfecto argumento para sostener que
sigue habiendo palabra profética hoy sobre personas y países. Pero por otro
lado nos pone el límite que tal palabra debe estar de acuerdo a la revelación
más general de las Escrituras. Dentro de esos límites todavía hay bastante para
analizar y no todo lo que “quepa” allí necesariamente es de Dios; pero sin duda
lo que salga de allí no lo es.
Veamos otros ejemplos:
Hechos 21:10-11 RVC
10 Durante los días que allí permanecimos, un
profeta llamado Agabo llegó de Judea,
11 pues venía a vernos. Agabo tomó el cinto
de Pablo, se ató con él las manos y los pies, y dijo: «El Espíritu Santo ha
dicho: “Así atarán los judíos en Jerusalén al dueño de este cinto, y lo
entregarán a los no judíos.”»
Otra palabra puntual que se cumplió
“sobradamente”. ¿Tenía antecedentes? Por supuesto:
Mateo 10:17-18 RVC
17 Cuídense de la gente, porque los
entregarán a los tribunales, y los azotarán en las sinagogas;
18 y por causa de mí, incluso los harán
comparecer ante gobernadores y reyes, para que den testimonio ante ellos y ante
las naciones.
Pero también podemos encontrar ejemplos en
los Evangelios:
Marcos 14:30 RVC
30 Jesús le dijo: «De cierto te digo que esta
misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres
veces.»
Y eso ocurrió. Bueno, de hecho algunos dicen
que a esta altura el gallo se volvió un cantante eximio debido a tantas y
tantas veces que hemos negado al Señor… Pero aún esta palabra profética puntual
tiene antecedentes en el Antiguo Testamento, por ejemplo:
Proverbios 29:25 RVC
25 El miedo a los hombres es una trampa, pero
el que confía en el Señor es exaltado.
Pedro temió, y por eso lo negó.
Proverbios 16:18 DHH
18 Tras el orgullo viene el fracaso;
tras la altanería, la caída.
Pedro afirmó osadamente que seguiría a Jesús
donde fuera… pero no…
¿Quién hubiera dicho que estos dos pasajes de
Proverbios hubieran resultado “proféticos”? Es que de hecho toda la Biblia lo
es, en una dimensión que no alcanzamos a comprender plenamente.
Así que, cuando escuchemos o leamos las
palabras proféticas que Dios está trayendo hoy, antes de juzgar según “lo que
me parece” o “lo que ya sé”, veamos primero si está de acuerdo con la
revelación más general de toda la Biblia, y luego pidamos discernimiento más
específico.
Danilo Sorti
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