Nehemías 2:1-6 RVC
1 »En el mes de Nisán, del año veinte del
reinado de Artajerjes, mientras yo me disponía a servirle vino al rey, éste me
miró, y como nunca antes me había visto triste en su presencia,
2 me preguntó: “¿Por qué estás triste,
Nehemías? Enfermo no estás. Lo que reflejas es un profundo pesar.” »Yo sentí
mucho miedo,
3 y le respondí: “¡Larga vida a Su Majestad!
¿Cómo no estar triste, si la ciudad donde mis padres están sepultados se
encuentra en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego?”
4 »El rey me preguntó entonces: “¿Y qué es lo
que pides?” Yo oré al Dios de los cielos,
5 y le respondí al rey: “Si es la voluntad de
Su Majestad, y este siervo suyo es digno de su bondad, permítame Su Majestad ir
a Judá, a la ciudad donde están sepultados mis padres, para reedificarla.”
6 »El rey, que tenía a su lado a la reina, me
preguntó: “¿Cuánto tiempo necesitas? ¿Cuándo piensas regresar?” Y yo le dije el
tiempo que necesitaba, y el rey consintió en dejarme partir.
Hay muchas y preciosas enseñanzas que podemos
sacar de este libro; relativamente corto pero “concentrado”. Una de ellas es
referida al tema vocacional.
Nehemías era copero del rey, y esto no es
poca cosa. Veamos una caracterización tal como la presenta Wikipedia:
“Copero era un oficial o encargado de alto
rango en las cortes reales, cuya tarea era servir las bebidas en la mesa. A
causa del temor constante a las conspiraciones e intrigas, esta persona debía
ser considerada totalmente digna de confianza para poder mantener su posición.
Debía proteger la copa del rey ante el riesgo de envenenamientos, por lo que se
requería, a veces, probar un poco de vino antes de servirlo.
“Sus relaciones de confianza con el rey, a
menudo les granjeaba una posición de gran influencia y era muy valorada, por lo
que fueron pocos los elegidos a lo largo de la historia. Los requisitos para
obtener el trabajo no se llevaban a cabo a la ligera, valorándose y apreciando
además de su porte, su modestia, laboriosidad y coraje.”
Aún sin conocer mucho de historia no es
difícil darse cuenta de que debía ser así. Por lo tanto, ser “copero” no era
simplemente cumplir una función de “fusible”, que se moría para que no se
muriera el rey (lo que, de hecho, podía pasar); era mucho más. Implicaba una
selección muy cuidadosa y era un puesto de gran privilegio e influencia.
Conllevaba su riesgo, por supuesto, pero no demasiado más que el riesgo de
cualquier trabajo en el palacio del rey.
Podemos hacernos una idea de sus funciones,
el ambiente lujoso en el que vivía, su capacidad para influir en las decisiones
del reino (y no era “cualquier” reino), las perspectivas a futuro que podía
tener… Pero fallamos mucho si lo pensamos solo en términos de “privilegios”,
como sería nuestra tendencia como latinoamericanos. Había una gran
responsabilidad y una verdadera vocación; no podía estar al lado del rey un
simple esclavo que solo probara el vino, era uno de sus consejeros más cercanos
y debía ser capaz de hablar e intervenir en asuntos diversos y delicados
(políticos, económicos, sociales, culturales), además de ser experto en
relaciones interpersonales y etiqueta. Y podemos entender por el relato que no
era un “recién llegado” al cargo, ni mucho menos a la corte del rey.
Pero algo pasó:
Nehemías 1:1-4 RVC
1 Palabras de Nehemías hijo de Jacalías: «En
el mes de Quisleu del año veinte, mientras yo me encontraba en Susa, que era la
ciudad capital del reino,
2 recibí la visita de Jananí, uno de mis
hermanos, y de algunos varones de Judá. Al preguntarles por los judíos que
habían escapado con vida del cautiverio, y por Jerusalén,
3 me dijeron: “Los cautivos que quedaron con
vida están muy mal y pasando por muchas vergüenzas; la muralla de Jerusalén
está en ruinas, y las puertas de la ciudad fueron quemadas.”
4 »Cuando escuché esto, me senté a llorar y
durante varios días me puse en duelo; y ayuné y oré al Dios de los cielos.
Nehemías era “exitoso” en su “carrera
profesional” y razonablemente tenía una vocación para lo que hacía, porque sino
no lo hubiera podido hacer lo suficientemente bien como para estar delante del rey.
Pero los sucesos que le relata su hermano despertaron en él una vocación mayor.
Sabemos lo que pasó después y como Nehemías
se convirtió en gobernador y reconstructor de la muralla; a partir del mismo
versículo 7 del capítulo 2 lo vemos asumiendo su nuevo rol: ahora el
planificador, líder, constructor, estratega militar, economista. ¿Y el copero
que vivía cómodo y seguro en el palacio del rey? Ya no estaba más, ahora tenía
una nueva vocación, un nuevo rol, un nuevo lugar, nuevos desafíos… y menos privilegios,
menos comodidades, mucha menos seguridad, y mucha más responsabilidad porque
estaba al frente del pueblo escogido.
No leemos en ninguna parte que Nehemías haya
“protestado” por su nueva vocación, que significó un cambio radical en todo su
sistema de vida.
Así, debido a un llamado mayor Nehemías
cambió su vocación. Pero eso no es raro en las páginas bíblicas.
No sabemos qué podía haber sido Noé, pero por
cierto constructor de arcas no era. Tampoco Abraham era pastor nómade. Ni se
hubiera imaginado José que sería primer ministro. Moisés era algo parecido a
eso para cambiar abruptamente a pastor de ovejas… para luego pasar a ser
libertador y constructor de una nación, ¡eso sí que son cambios drásticos!
David, Eliseo, Jeremías, Amós, Pedro, Juan, Pablo… Todos ellos, y muchos más,
tuvieron un “cambio vocacional” en sus vidas, algunos antes, otros después.
Claro, no es que de repente les sobrevino la “crisis de los 40” y se
replantearon toda su vida anterior, simplemente fueron llamados a una nueva función.
No podemos generalizar diciendo que Dios haga
esto con todos. En cierto sentido, todos los hijos de Dios sufrimos un cambio
de ese estilo cuando nos convertimos, y algo parecido cuando, cada tanto, somos
confrontados de manera especial por el Señor y se producen cambios profundos en
nosotros. Pero es probable que tengamos una vocación, un trabajo, un rol y lo
mantengamos razonablemente a lo largo del tiempo.
Pero no es raro que podamos ser llamados a un
nuevo rol, un nuevo trabajo o función; dentro de la iglesia o “afuera”,
sirviendo al Señor en el mercado. No es raro hoy en el ámbito secular, y
resulta traumático para las personas cuando obligatoriamente deben dejar
trabajos o actividades y dedicarse a cosas nuevas, a veces pasando períodos de
inactividad. A veces hay un claro llamado del Señor, a veces es Su voluntad
permisiva, pero si estamos en Sus caminos podemos estar seguros de que nada
escapa a Sus propósitos. ¿Estamos aprovechando cada tiempo, cada situación,
cada función particular para aprender lo que debamos aprender y servir en lo
que se nos presente? ¿O nos quedamos llorando en un rincón por lo que perdimos,
sin saber que hacer o protestando contra el gobierno o la empresa en cuestión?
Y si el Señor nos llama a una “nueva
vocación”, ¿podemos aceptarlo o estamos luchando en nuestro interior contra
esas “voces espurias”?
Vemos en la Biblia como Dios llevó a muchos
de sus hombres y mujeres a profundos cambios. El mundo está en cambio pero
mucho más profundo será lo que vendrá. En breve seremos llamados a cumplir
funciones y asumir roles que nunca nos hubiéramos imaginado. Como preparación,
muchos de Sus hijos están pasando hoy por cambios en sus trabajos, contextos,
iglesias. No todos esos cambios son vistos como “positivos”, no todos son agradables,
muchas veces tenemos más responsabilidad y peligro por menos dinero, y no se
supone que las personas que decidieron o permitieron esos cambios hayan actuado
siempre de manera justa, pero todos ellos fueron permitidos por el Señor y en
todos hay algo que el Señor nos quiere dar. Y en medio de esos cambios también
puede haber un llamado a cumplir otro rol, a otra vocación, a un cambio más
radical que simplemente cambiar de una sección a otra de una empresa o
conseguir otro empleo similar en la competencia.
Mantengámonos abiertos a lo que Dios quiera
hacer y a Su voz que nos puede guiar hacia cambios profundos.
Danilo Sorti
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