Hechos 20:25-32 DHH
25 ahora estoy seguro de que ninguno de
ustedes, entre quienes he anunciado el reino de Dios, me volverá a ver.
26 Por esto quiero decirles hoy que no me
siento culpable respecto de ninguno,
27 porque les he anunciado todo el plan de
Dios, sin ocultarles nada.
28 Por lo tanto, estén atentos y cuiden de
toda la congregación, en la cual el Espíritu Santo los ha puesto como pastores
para que cuiden de la iglesia de Dios, que él compró con su propia sangre.
29 Sé que cuando yo me vaya vendrán otros
que, como lobos feroces, querrán acabar con la iglesia.
30 Aun entre ustedes mismos se levantarán
algunos que enseñarán mentiras para que los creyentes los sigan.
31 Estén alerta; acuérdense de que durante
tres años, de día y de noche, no dejé de aconsejar con lágrimas a cada uno de
ustedes.
32 hermanos, los encomiendo a Dios y al
mensaje de su amor. Él tiene poder para hacerlos crecer espiritualmente y
darles todo lo que ha prometido a su pueblo santo.
Si Pablo estuviera haciendo eso hoy casi que
podríamos denunciarlo por “desamparo de iglesia”. Bueno, eran otros tiempos, en
los que las comunicaciones y los viajes no resultaban tan fáciles. Con visión
profética, les anuncia lo que iba a ocurrir luego de su partida, y los siglos
posteriores lo confirmaron letra por letra. ¿Por qué esa “tranquilidad” de
Pablo en dejarlos así nomás?
Bueno, no es que fuera exactamente
tranquilidad; era la realidad de su labor, pero hay un par de cuestiones
interesantes. Él los encomienda a Dios, el Espíritu Santo se encargaría de
cuidarlos. Pero también está seguro y confiado en el trabajo que hizo, y más
exactamente en que les había “anunciado todo el plan de Dios, sin ocultarles
nada”, por lo tanto, nada podría tomarlos por sorpresa. Que ellos quisieran
recordar y obedecer esas palabras era otra historia, pero habían sido
depositarios de todo lo que tenían que saber.
“El plan de Dios” utiliza la palabra griega βουλή
(boulé), que significa: voluntad, propósito, acuerdo, concejo, designio, intención. No se
trata solamente de la Palabra tal como la leeríamos en un compendio de teología
ni una explicación exegética versículo por versículo de todas las Escrituras
que ellos tenían disponibles, que hubiera llevado más tiempo incluso del que
Pablo estuvo allí. Se trataba de la Palabra de Dios, sin duda, pero enfocada en
función de los propósitos divinos, Sus designios, la Biblia actualizada a su
tiempo y aplicada en su realidad; lo que ellos necesitaban saber.
Y Pablo explicó todo esto, todo el plan, no
una parte, no solo las bendiciones, sino también las dificultades que vendrían.
Por eso pudo hablar con tanta tranquilidad en esta última reunión acerca de la
apostasía interna y las dificultades que vendrían de afuera, porque no era nada
nuevo ni extraño para los discípulos.
Pablo, “con lágrimas”, no perdió ni un solo
día de los tres años que estuvo con ellos sino que aprovechó todo el tiempo
disponible para enseñarles todo lo que necesitaban saber. Y realmente no vemos
que en otro lugar se haya demorado tanto tiempo como allí, ni siquiera en
Corinto, Pablo se volcó completamente a ellos, y por eso pudo levantarse en la
región un grupo de iglesias lo suficientemente grandes y fuertes como para
perdurar en el tiempo y recibir, décadas después, la revelación de Apocalipsis…
¡ellos ya tenían la “semilla” de esa revelación sembrada por Pablo!
Haber podido decir “todo el plan de Dios, sin
ocultarles nada” fue algo muy grande, no solo implica conocerlo, sino también
tener el valor para anunciarlo, aún las cosas menos populares, más
desagradables o incluso que nos hacen “perder autoridad” delante de los
hermanos. Haber podido anunciar “todo el plan de Dios” implica no solo (y
quizás principalmente) tener el valor suficiente como para hacerlo, sino
también el conocimiento y la guía del Espíritu. Y porque pudo hacerlo, la
iglesia de Éfeso, y de toda la provincia en realidad, resultó firmemente
cimentada en la fe y pudo resistir los embates del error durante varios siglos.
Lo opuesto también es cierto.
Cuando no anunciamos TODO el consejo de Dios,
todos los principios de la Palabra, lo bueno y lo malo, lo agradable y lo
desagradable, lo que nos conviene y lo que no nos conviene, no podemos esperar
que haya una iglesia firme y efectiva, sana y de verdad poderosa en el Espíritu.
Entonces, cuando vemos iglesias débiles, llenas de problemas, inmaduras y
pecadoras, evidentemente no se les ha anunciado TODO el consejo divino. A lo
mejor tienen muchos estudios (aunque lo más probable es que no), pero en todo
caso esas muchas palabras no abarcan TODA la verdad ni menos aún todo lo que
Dios específicamente necesita decirle a esa iglesia (es decir, Su “consejo”; su
voluntad y propósito general y específico).
Podemos tener predicadores que se llenen de
palabras, que hablen acerca de la Palabra, que graben sus mensajes y que los
multipliquen por radios, televisoras e Internet, pero las “muchas palabras” no
necesariamente contienen toda La Palabra, simplemente son eso: muchas palabras;
¡lo que tenemos que ver es qué están diciendo!
¿Qué nos están enseñando? ¿Qué estamos
repitiendo y enseñando nosotros? ¿Es TODO el consejo divino, toda la Palabra
actualizada para los propósitos y necesidades presentes y futuras de nuestros
oyentes? Recordemos: muchas palabras no implican mucha Palabra, así que
necesitamos discernimiento específico para no confundirnos. ¡Señor, ayudanos!
Danilo Sorti
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