miércoles, 6 de diciembre de 2017

331. ¿Predicamos toda la Palabra de Dios?

Hechos 20:25-32 DHH
25 ahora estoy seguro de que ninguno de ustedes, entre quienes he anunciado el reino de Dios, me volverá a ver.
26 Por esto quiero decirles hoy que no me siento culpable respecto de ninguno,
27 porque les he anunciado todo el plan de Dios, sin ocultarles nada.
28 Por lo tanto, estén atentos y cuiden de toda la congregación, en la cual el Espíritu Santo los ha puesto como pastores para que cuiden de la iglesia de Dios, que él compró con su propia sangre.
29 Sé que cuando yo me vaya vendrán otros que, como lobos feroces, querrán acabar con la iglesia.
30 Aun entre ustedes mismos se levantarán algunos que enseñarán mentiras para que los creyentes los sigan.
31 Estén alerta; acuérdense de que durante tres años, de día y de noche, no dejé de aconsejar con lágrimas a cada uno de ustedes.
32 hermanos, los encomiendo a Dios y al mensaje de su amor. Él tiene poder para hacerlos crecer espiritualmente y darles todo lo que ha prometido a su pueblo santo.


Si Pablo estuviera haciendo eso hoy casi que podríamos denunciarlo por “desamparo de iglesia”. Bueno, eran otros tiempos, en los que las comunicaciones y los viajes no resultaban tan fáciles. Con visión profética, les anuncia lo que iba a ocurrir luego de su partida, y los siglos posteriores lo confirmaron letra por letra. ¿Por qué esa “tranquilidad” de Pablo en dejarlos así nomás?

Bueno, no es que fuera exactamente tranquilidad; era la realidad de su labor, pero hay un par de cuestiones interesantes. Él los encomienda a Dios, el Espíritu Santo se encargaría de cuidarlos. Pero también está seguro y confiado en el trabajo que hizo, y más exactamente en que les había “anunciado todo el plan de Dios, sin ocultarles nada”, por lo tanto, nada podría tomarlos por sorpresa. Que ellos quisieran recordar y obedecer esas palabras era otra historia, pero habían sido depositarios de todo lo que tenían que saber.

“El plan de Dios” utiliza la palabra griega βουλή (boulé), que significa: voluntad, propósito,  acuerdo, concejo, designio, intención. No se trata solamente de la Palabra tal como la leeríamos en un compendio de teología ni una explicación exegética versículo por versículo de todas las Escrituras que ellos tenían disponibles, que hubiera llevado más tiempo incluso del que Pablo estuvo allí. Se trataba de la Palabra de Dios, sin duda, pero enfocada en función de los propósitos divinos, Sus designios, la Biblia actualizada a su tiempo y aplicada en su realidad; lo que ellos necesitaban saber.

Y Pablo explicó todo esto, todo el plan, no una parte, no solo las bendiciones, sino también las dificultades que vendrían. Por eso pudo hablar con tanta tranquilidad en esta última reunión acerca de la apostasía interna y las dificultades que vendrían de afuera, porque no era nada nuevo ni extraño para los discípulos.

Pablo, “con lágrimas”, no perdió ni un solo día de los tres años que estuvo con ellos sino que aprovechó todo el tiempo disponible para enseñarles todo lo que necesitaban saber. Y realmente no vemos que en otro lugar se haya demorado tanto tiempo como allí, ni siquiera en Corinto, Pablo se volcó completamente a ellos, y por eso pudo levantarse en la región un grupo de iglesias lo suficientemente grandes y fuertes como para perdurar en el tiempo y recibir, décadas después, la revelación de Apocalipsis… ¡ellos ya tenían la “semilla” de esa revelación sembrada por Pablo!

Haber podido decir “todo el plan de Dios, sin ocultarles nada” fue algo muy grande, no solo implica conocerlo, sino también tener el valor para anunciarlo, aún las cosas menos populares, más desagradables o incluso que nos hacen “perder autoridad” delante de los hermanos. Haber podido anunciar “todo el plan de Dios” implica no solo (y quizás principalmente) tener el valor suficiente como para hacerlo, sino también el conocimiento y la guía del Espíritu. Y porque pudo hacerlo, la iglesia de Éfeso, y de toda la provincia en realidad, resultó firmemente cimentada en la fe y pudo resistir los embates del error durante varios siglos. Lo opuesto también es cierto.

Cuando no anunciamos TODO el consejo de Dios, todos los principios de la Palabra, lo bueno y lo malo, lo agradable y lo desagradable, lo que nos conviene y lo que no nos conviene, no podemos esperar que haya una iglesia firme y efectiva, sana y de verdad poderosa en el Espíritu. Entonces, cuando vemos iglesias débiles, llenas de problemas, inmaduras y pecadoras, evidentemente no se les ha anunciado TODO el consejo divino. A lo mejor tienen muchos estudios (aunque lo más probable es que no), pero en todo caso esas muchas palabras no abarcan TODA la verdad ni menos aún todo lo que Dios específicamente necesita decirle a esa iglesia (es decir, Su “consejo”; su voluntad y propósito general y específico).

Podemos tener predicadores que se llenen de palabras, que hablen acerca de la Palabra, que graben sus mensajes y que los multipliquen por radios, televisoras e Internet, pero las “muchas palabras” no necesariamente contienen toda La Palabra, simplemente son eso: muchas palabras; ¡lo que tenemos que ver es qué están diciendo!

¿Qué nos están enseñando? ¿Qué estamos repitiendo y enseñando nosotros? ¿Es TODO el consejo divino, toda la Palabra actualizada para los propósitos y necesidades presentes y futuras de nuestros oyentes? Recordemos: muchas palabras no implican mucha Palabra, así que necesitamos discernimiento específico para no confundirnos. ¡Señor, ayudanos!


Danilo Sorti




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