Marcos 14:55-60 RVC
55 Los principales sacerdotes y todo el
tribunal buscaban alguna prueba contra Jesús, para poder condenarlo a muerte,
pero no la encontraban.
56 Muchos presentaban falsos testimonios
contra él, pero sus testimonios no concordaban.
57 Entonces algunos se levantaron y
presentaron un falso testimonio contra él. Dijeron:
58 «Nosotros le hemos oído decir: “Yo
derribaré este templo hecho por la mano del hombre, y en tres días levantaré
otro sin la intervención humana.”»
59 Pero ni aun así se ponían de acuerdo en
sus testimonios.
60 El sumo sacerdote se paró en medio del
tribunal y le preguntó a Jesús: «¿No vas a responder? ¡Mira lo que éstos dicen
contra ti!»
Vivimos en un mundo plagado de falsos
razonamientos, aunque eso no es nada nuevo. Quizás lo novedoso sea la magnitud
y la extensión que han cobrado hoy día, pero en esencia las “semillas” de las
falacias siguen siendo las mismas. Una de ellas la podemos ver claramente en la
parodia de juicio que recibió Jesús.
«¿No vas a responder? ¡Mira lo que éstos
dicen contra ti!» Le preguntó el Sumo Sacerdote a Jesús, y la respuesta por
demás de obvia era: “¿QUÉ es lo que dicen?”. Se suponía, entonces y ahora, que
en un juicio debía haber testimonios consistentes y concordantes de varios
testigos, sin embargo no había nada de eso, sólo un cúmulo de acusaciones que
no podían articularse entre sí y que no cumplían los requisitos suficientes
como para condenar a nadie. Tan evidente era esto aún para un corrupto de
primer nivel como el sumo sacerdote de ese tiempo, que se vio en la obligación
de buscar algo más consistente tratando de lograr un testimonio del mismo
Jesús.
Pero concentrémonos en un aspecto, porque de
hecho el “juicio” a Jesús está lleno de errores; muchas afirmaciones
inconsistentes no hacen una verdad. “Amontonar” muchas palabras sobre un tema
no lo definen como verdad; es necesaria la consistencia de las pruebas que se
ofrecen.
Bueno, creo que todos podríamos estar más o
menos de acuerdo en este razonamiento que estoy planteando, el asunto es si
realmente somos capaces de discernirlo en la vida cotidiana y en nuestra
práctica cristiana. Una situación tan excepcional como el “juicio” a Jesucristo
no es algo que nos toque presenciar… ¿o sí?
Por supuesto que no estuvimos allí, ni ese
hecho se volverá a repetir, pero las palabras, las enseñanzas y aún el mismo
Cristo son continuamente “enjuiciados” en este mundo; muchísimos ya han hecho
su propio juicio y emitido su veredicto: muchos han determinado que nunca
existió, otros que sí, pero que no fue quien dijo que era (con lo que asumen
como correcto el veredicto del sumo sacerdote), y otros siguen cuestionando
algunas de sus enseñanzas. Finalmente algunos pocos han determinado que, en
efecto, fue y es quien dice ser, y que todas sus enseñanzas son dignas de
crédito y por lo tanto es justo creer en Él y obedecer sus palabras. Pero
cualquiera sea la actitud que tengamos hacia Cristo y Sus enseñanzas,
inevitablemente lo habremos “hecho comparecer” en un juicio personal. Y la
verdad es que ese “juicio personal” no se terminó todavía, porque seguimos
juzgando sus palabras en la medida que somos confrontados con ellas.
¿Pero cómo estamos juzgando? ¿Cómo llegamos a
las conclusiones? ¿No estaremos cometiendo los mismos errores de la parodia de
juicio que soportó?
Muchas palabras amontonadas sobre un tema no
lo hacen verdadero. Incluso muchas personas que repitan lo mismo tampoco. En
todo caso pueden llamar nuestra atención, pueden indicar que “algo está pasando
allí”, que hay un tema para analizar, pero de ninguna manera determinan una
verdad. Muchas palabras repetidas sobre un tema no hacen una verdad. Y no es
para nada raro que la mentira se repita hasta el cansancio, por muchos y
durante mucho tiempo; es lo que viene haciendo Satanás desde que tuvo acceso a
la humanidad. Y más abunda la mentira que la verdad, es un hecho.
¿Por qué crees lo que crees? ¿Porque muchos
lo repiten? ¿Lo dicen siempre desde el púlpito? ¿Lo repiten todos tus amigos?
¿Hay muchos libros escritos sobre el tema? Eso no lo convierte en verdad. Las
pruebas tienen que estar claramente “allá afuera”, los testimonios deben ser
consistentes y concordantes, pero precisamente de TESTIGOS, de personas, de
datos, de registros, de hechos comprobables.
Y esto nos lleva quizás a la raíz del tema
que es, muchas veces, la IGNORANCIA unida a la PEREZA, que engendran la
NECEDAD, es decir: no saber cómo juzgar rectamente, cómo analizar las
verdaderas evidencias, dónde buscarlas, cómo interpretarlas, cómo valorarlas,
unido a no querer esforzarse por aprender a hacerlo, por pasar tiempo leyendo o
estudiando, por no querer cambiar la manera de pensar y reconocer los errores
cometidos; y esto conduce a reforzar el pre – juicio que ya de dictaminó en la
mente amontonando muchas palabras y testimonios que lo confirmen, sin que todo
eso tenga la suficiente consistencia.
Muchas palabras no hacen una verdad, pero
para la mayoría de nosotros tener que profundizar y analizar evidencias puede
ser muy trabajoso y, peor aún, podríamos llegar a la conclusión de que lo que
hemos estado pensando era erróneo y por lo tanto debamos cambiar de opinión.
Una serie de falacias (y mala voluntad, por supuesto) llevó a aquel grupo de
religiosos a condenar a Jesús, pero las mismas falacias (e incluso algo de mala
voluntad) nos puede llevar a nosotros a creer y practicar el error. Si nos
disponemos a tener buena voluntad, es necesario que también tengamos un
razonamiento y análisis de evidencia correcto. ¡Señor, ayúdanos!
Danilo Sorti
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