martes, 12 de diciembre de 2017

341. Excelente, suficientemente bueno o decididamente malo

Proverbios 22:29 RVC
29 Cuando veas alguien que hace bien su trabajo, no lo verás entre gente de baja condición sino que estará en presencia de reyes.

Daniel 6:1-5 RVC
1 Darío tomó la decisión de constituir sobre su reino ciento veinte sátrapas que se encargaran del gobierno.
2 Sobre ellos puso a tres gobernadores, a quienes los sátrapas debían rendir cuentas, para que los intereses del rey no se vieran afectados. Uno de los tres gobernadores era Daniel,
3 aunque Daniel estaba por encima de los sátrapas y los gobernadores porque en él radicaba un espíritu superior. Incluso, el rey pensaba ponerlo a cargo de todo el reino.
4 Por eso los gobernadores y los sátrapas buscaban la ocasión de acusar a Daniel en lo que tuviera relación con el reino, pero no podían hallarla, ni tampoco acusarlo de ninguna falta, porque él era confiable y no tenía ningún vicio ni cometía ninguna falta.
5 Finalmente, dijeron: «Nunca vamos a hallar la ocasión de acusar a este Daniel, a menos que la busquemos en algo que tenga que ver con la ley de su Dios.»


La excelencia en el trabajo es considerada una virtud, y así la Biblia nos lo muestra. Como ejemplo más paradigmático tenemos a Daniel, en quién se combinaban honestidad, responsabilidad y talento dado por Dios para su trabajo. Por supuesto, eso no quiere decir que haya sido el único de los personajes bíblicos con esas cualidades, pero resulta especialmente notorio debido a que eso le abrió puertas en el imperio pagano y le permitió ser de gran influencia. No sabemos cuáles hayan sido sus decisiones, en realidad solo tenemos algunas pocas escenas de una vida política muy larga.

Este tipo de ejemplos suele tener muy “buena prensa” dentro del ámbito cristiano, y normalmente los ministerios que predican el Evangelio o extienden el Reino a través de alguna actividad “secular” toman como una de sus prioridades la excelencia en el trabajo, para llegar, como dice el proverbio, “en presencia de reyes”. ¿Para qué?

Los “reyes” son aquellos que toman las decisiones en el ámbito terrenal y conforme los límites de autoridad que el Señor les haya dado. Influir con el Evangelio o con los principios del Reino sobre la gente que toma decisiones que repercuten sobre mucho es un tema no menor. El camino para llegar a esos espacios es, obviamente, la excelencia, que sin embargo, debe venir de la mano de dones y llamamiento dado específicamente por el Espíritu.

La excelencia también permite influir sobre multitudes, en donde quizás sea más fácil impactar con mensajes o principios del reino. También es un área importante, y si ése es el llamado, nada menos que la excelencia debe buscarse.

Hasta aquí podemos estar de acuerdo, pero ¿eso es todo? Llegar a la excelencia es un camino largo y difícil, que en buena parte no depende de la persona sino de otras condiciones que le hayan sido dadas, como son dones especiales y oportunidades en la vida. Cómo es algo frecuentemente valorado en la prédica cristiana, los “mediocres” se quedan a un costado, ¡no hay lugar para ellos en el Reino! ¿O sí?

El discurso sobre la búsqueda de la excelencia es muy importante, sin embargo, como toda simplificación, termina siendo erróneo, ¿lo “suficientemente bueno” ocupa un lugar?

Hechos 18:1-5 RVC
1 Después de esto, Pablo salió de Atenas y se fue a Corinto.
2 Allí se encontró con un judío que se llamaba Aquila, nacido en el Ponto, y que había llegado recientemente de Italia junto con Priscila, su mujer, porque Claudio había ordenado que todos los judíos salieran de Roma. Pablo fue a verlos
3 y se quedó con ellos para que trabajaran juntos, pues tanto ellos como él fabricaban tiendas de campaña;
4 y todos los días de reposo debatía en la sinagoga y lograba persuadir a judíos y a griegos.
5 Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo estaba totalmente dedicado a la predicación de la palabra, y les probaba a los judíos que Jesús era el Cristo.

Acá tenemos otro ejemplo por demás de conocido, pero creo que no adecuadamente valorado en todos sus aspecto. Sabemos que Pablo hacía tiendas como sostén económico, aunque no se dedicaba exclusivamente a ello. Lo conocemos por su mensaje apostólico a través de los cuales el Espíritu Santo ha sentado cimientos eternos de la Iglesia, pero ¿cómo lo conocía la sociedad?

Pablo debió tener una identidad lo suficientemente clara como artesano, hacedor de tiendas. Eso no era un rol espectacular ni lo iba a ubicar delante de reyes. De hecho, cuando iba delante de los reyes lo hacía encadenado… No, evidentemente, no seguía el mismo modelo que Daniel, aunque su ministerio resultó para nosotros, en este tiempo, más importante.

Está claro que si sus tiendas se desarmaban con el primer vientito terminaría muriéndose de hambre con su trabajo, por lo tanto debían tener una calidad suficientemente buena. Aunque la Biblia no lo dice, lo más lógico es suponer que su trabajo era “lo suficientemente bueno”.

Jesús mismo se identificó como un artesano, y no hay registro de que el Hacedor del Universo haya hecho una súper espectacular construcción de madera. Con solo una parte indescriptiblemente mínima de Su sabiduría hubiera hecho cosas en madera que habrían sido demandadas desde todos los puntos conocidos del imperio romano y más allá. Es más, sin levantar una sola espada hubiera podido construir un imperio económico de la industria maderera que hubiera ubicado a Israel por encima de todas las naciones de ese entonces. ¿Medio loco el razonamiento, no? Pero perfectamente posible. Jesús no hizo nada de eso. Tampoco tenemos registro de sus muebles, pero no es ilógico pensar que fueron “razonablemente” buenos.

Ni Pablo, ni Jesús, ni tantos otros fueron, ni son, llamados a descollar en sus actividades seculares, y no porque el Espíritu no hubiera podido ungirlos para eso, sino porque simplemente no debían distraerse de su función principal. La experiencia de un artesano “común” le dio a nuestro Señor las “credenciales” como para que la gente de su época lo reconociera como “un igual”, y pudieran aceptar el mensaje de un hombre perfecto, no de una especie de “semidiós en la Tierra”. Lo mismo para Pablo.

Cuántos y cuántos no han recibido ni los dones ni las oportunidades como para ser excelentes en comparación con sus colegas. Cuántos NO HAN SIDO LLAMADOS para eso, a pesar de tener potencialmente los dones, sencillamente porque tienen otra función. Y también cuántos, teniendo los dones y el llamado, no pudieron desarrollarlo debido a la falta de oportunidades, ayuda o errores propios. También eso tiene un propósito. ¡Claro que hay lugar en el Reino para los “suficientemente buenos”!

Job 30:1-9 DHH
1 Pero ahora se ríen de mí
muchachos más jóvenes que yo,
cuyos padres no hubiera yo aceptado
para estar con los perros que cuidaban mis rebaños.
2 ¿De qué me hubiera servido la fuerza de sus brazos?
Ellos eran gente desgastada
3 por el hambre terrible y la necesidad.
De noche, en el desierto solitario,
tenían que roer raíces secas;
4 arrancaban hierbas amargas de los matorrales,
y hasta raíces de retama comían.
5 Eran gente rechazada por la sociedad,
perseguida a gritos como los ladrones;
6 tenían que vivir en cuevas,
en los barrancos y entre los peñascos;
7 aullaban en la maleza,
amontonados bajo los matorrales.
8 Gente inútil, hijos de nadie,
indignos de vivir en el país.
9 Pero ahora ellos se burlan
y hacen chistes a costa mía.

Job, un empresario próspero y exitoso, excelente en su trabajo, tuvo que conocer de primera mano lo que significa la más extrema necesidad. Dios pudo elogiar la rectitud de Job delante del mismo Adversario, pero eso no significaba que fuera perfecto, y la historia del libro lo confirmó.

Podemos conjeturar mucho el por qué esta gente descrita aquí había llegado a tal estado, seguramente hubo malas decisiones y malas actitudes entremedio, pero sus hijos, y los hijos de sus hijos heredaron una condición de la que difícilmente podían salir. ¿Qué excelencia humana podían tener ellos? ¿Delante de qué gente importante hubieran podido estar? De ninguna por supuesto, por eso Dios mismo se encargó de que alguien muy importante como Job estuviera delante de ellos.

Hay una gran diferencia entre el ministerio de alguien como Daniel y el propósito que Dios pueda tener para alguien de los más pobres entre los pobres, pero todos tienen su lugar en el Reino de los Cielos. Todos los hijos de Dios somos llamados a desarrollar nuestro trabajo con excelencia y no importa cuál sea ni de donde partamos, puede ser que “esa” excelencia no sea juzgada como tal por los hombres, pero Dios mira las cosas diferente.

Pero aún hay más. Tenemos un caso interesante:

Zacarías 11:15-16 DHH
15 El Señor me dijo: “Y ahora hazte pasar por un pastor irresponsable.
16 Porque voy a poner sobre este país un pastor que no se preocupará por la oveja descarriada, ni buscará a la perdida, ni curará a la herida, ni dará de comer a la debilitada, sino que se comerá la carne de las más gordas y no dejará de ellas ni las pezuñas.

Bueno, este caso es muy particular y no creo que debamos usarlo como excusa para nuestra incompetencia e irresponsabilidad; pero es interesante el hecho de que Dios mismo lo dispuso por algo muy específico. Sería largo para exponer, pero estoy convencido de que hay ocasiones en las que Dios permite que nuestro trabajo sea malo para tratar con nuestras actitudes, o para que seamos echados de un lugar donde no debemos estar, o sencillamente para no bendecir a los que Él no quiere bendecir a través nuestro. Dios quiso bendecir al imperio del pagano e idólatra Nabucodonosor, pero eso no significa que debamos pensar necesariamente lo mismo de cualquier sistema político actual.

Y sí, también “hay un lugar” para lo que es decididamente malo…

Con todo esto en mente, podemos volver a leer la parábola de los talentos y tener otra perspectiva:

Mateo 25:15 DHH
15 A uno de ellos le entregó cinco mil monedas, a otro dos mil y a otro mil: a cada uno según su capacidad. Entonces se fue de viaje.

A su regreso, su señor valoró la fidelidad de cada uno; el que más recibió (recursos, dones, talentos, oportunidades, herencia, etc.) tenía todo a su disposición para ser “excelente” en su trabajo, el que no recibió tanto podía hacer un trabajo “razonablemente bueno”, el que recibió poco iba a hacer un trabajo pobre en comparación con los otros; desde el punto de vista de un inversor, poner el dinero en un banco es algo tan mínimo que sería inmediatamente despedido apenas lo dijera. Repito, un operador financiero o inversor (que en definitiva era la función de estos tres empleados) que solo pusiera el dinero en el banco estaría al día siguiente leyendo los clasificados del diario para conseguir un empleo. Sin embargo, el señor de estos tres, figura de nuestro Señor, se habría conformado con eso, es decir, con un trabajo “pobre y mediocre”.

En el Reino hay lugar para todos, en el ámbito “secular” Dios también tiene un lugar para cada uno a pesar de cómo sea juzgado el trabajo por los hombres y las puertas que abra o deje de abrir. No debemos menospreciarnos como el tercer empleado de la parábola ni mucho menos menospreciar nosotros a los que están en esa situación, no sea cosa que el Señor tenga que darnos una lección “estilo Job”…


Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario