Proverbios 22:29 RVC
29 Cuando veas alguien que hace bien su
trabajo, no lo verás entre gente de baja condición sino que estará en presencia
de reyes.
Daniel 6:1-5 RVC
1 Darío tomó la decisión de constituir sobre
su reino ciento veinte sátrapas que se encargaran del gobierno.
2 Sobre ellos puso a tres gobernadores, a
quienes los sátrapas debían rendir cuentas, para que los intereses del rey no
se vieran afectados. Uno de los tres gobernadores era Daniel,
3 aunque Daniel estaba por encima de los
sátrapas y los gobernadores porque en él radicaba un espíritu superior.
Incluso, el rey pensaba ponerlo a cargo de todo el reino.
4 Por eso los gobernadores y los sátrapas
buscaban la ocasión de acusar a Daniel en lo que tuviera relación con el reino,
pero no podían hallarla, ni tampoco acusarlo de ninguna falta, porque él era
confiable y no tenía ningún vicio ni cometía ninguna falta.
5 Finalmente, dijeron: «Nunca vamos a hallar
la ocasión de acusar a este Daniel, a menos que la busquemos en algo que tenga
que ver con la ley de su Dios.»
La excelencia en el trabajo es considerada
una virtud, y así la Biblia nos lo muestra. Como ejemplo más paradigmático
tenemos a Daniel, en quién se combinaban honestidad, responsabilidad y talento
dado por Dios para su trabajo. Por supuesto, eso no quiere decir que haya sido
el único de los personajes bíblicos con esas cualidades, pero resulta
especialmente notorio debido a que eso le abrió puertas en el imperio pagano y
le permitió ser de gran influencia. No sabemos cuáles hayan sido sus
decisiones, en realidad solo tenemos algunas pocas escenas de una vida política
muy larga.
Este tipo de ejemplos suele tener muy “buena
prensa” dentro del ámbito cristiano, y normalmente los ministerios que predican
el Evangelio o extienden el Reino a través de alguna actividad “secular” toman
como una de sus prioridades la excelencia en el trabajo, para llegar, como dice
el proverbio, “en presencia de reyes”. ¿Para qué?
Los “reyes” son aquellos que toman las
decisiones en el ámbito terrenal y conforme los límites de autoridad que el
Señor les haya dado. Influir con el Evangelio o con los principios del Reino
sobre la gente que toma decisiones que repercuten sobre mucho es un tema no
menor. El camino para llegar a esos espacios es, obviamente, la excelencia, que
sin embargo, debe venir de la mano de dones y llamamiento dado específicamente
por el Espíritu.
La excelencia también permite influir sobre
multitudes, en donde quizás sea más fácil impactar con mensajes o principios
del reino. También es un área importante, y si ése es el llamado, nada menos
que la excelencia debe buscarse.
Hasta aquí podemos estar de acuerdo, pero
¿eso es todo? Llegar a la excelencia es un camino largo y difícil, que en buena
parte no depende de la persona sino de otras condiciones que le hayan sido
dadas, como son dones especiales y oportunidades en la vida. Cómo es algo
frecuentemente valorado en la prédica cristiana, los “mediocres” se quedan a un
costado, ¡no hay lugar para ellos en el Reino! ¿O sí?
El discurso sobre la búsqueda de la
excelencia es muy importante, sin embargo, como toda simplificación, termina
siendo erróneo, ¿lo “suficientemente bueno” ocupa un lugar?
Hechos 18:1-5 RVC
1 Después de esto, Pablo salió de Atenas y se
fue a Corinto.
2 Allí se encontró con un judío que se
llamaba Aquila, nacido en el Ponto, y que había llegado recientemente de Italia
junto con Priscila, su mujer, porque Claudio había ordenado que todos los
judíos salieran de Roma. Pablo fue a verlos
3 y se quedó con ellos para que trabajaran
juntos, pues tanto ellos como él fabricaban tiendas de campaña;
4 y todos los días de reposo debatía en la
sinagoga y lograba persuadir a judíos y a griegos.
5 Cuando Silas y Timoteo llegaron de
Macedonia, Pablo estaba totalmente dedicado a la predicación de la palabra, y
les probaba a los judíos que Jesús era el Cristo.
Acá tenemos otro ejemplo por demás de
conocido, pero creo que no adecuadamente valorado en todos sus aspecto. Sabemos
que Pablo hacía tiendas como sostén económico, aunque no se dedicaba
exclusivamente a ello. Lo conocemos por su mensaje apostólico a través de los
cuales el Espíritu Santo ha sentado cimientos eternos de la Iglesia, pero ¿cómo
lo conocía la sociedad?
Pablo debió tener una identidad lo
suficientemente clara como artesano, hacedor de tiendas. Eso no era un rol
espectacular ni lo iba a ubicar delante de reyes. De hecho, cuando iba delante
de los reyes lo hacía encadenado… No, evidentemente, no seguía el mismo modelo
que Daniel, aunque su ministerio resultó para nosotros, en este tiempo, más
importante.
Está claro que si sus tiendas se desarmaban
con el primer vientito terminaría muriéndose de hambre con su trabajo, por lo
tanto debían tener una calidad suficientemente buena. Aunque la Biblia no lo
dice, lo más lógico es suponer que su trabajo era “lo suficientemente bueno”.
Jesús mismo se identificó como un artesano, y
no hay registro de que el Hacedor del Universo haya hecho una súper
espectacular construcción de madera. Con solo una parte indescriptiblemente
mínima de Su sabiduría hubiera hecho cosas en madera que habrían sido
demandadas desde todos los puntos conocidos del imperio romano y más allá. Es
más, sin levantar una sola espada hubiera podido construir un imperio económico
de la industria maderera que hubiera ubicado a Israel por encima de todas las
naciones de ese entonces. ¿Medio loco el razonamiento, no? Pero perfectamente
posible. Jesús no hizo nada de eso. Tampoco tenemos registro de sus muebles,
pero no es ilógico pensar que fueron “razonablemente” buenos.
Ni Pablo, ni Jesús, ni tantos otros fueron,
ni son, llamados a descollar en sus actividades seculares, y no porque el
Espíritu no hubiera podido ungirlos para eso, sino porque simplemente no debían
distraerse de su función principal. La experiencia de un artesano “común” le
dio a nuestro Señor las “credenciales” como para que la gente de su época lo
reconociera como “un igual”, y pudieran aceptar el mensaje de un hombre
perfecto, no de una especie de “semidiós en la Tierra”. Lo mismo para Pablo.
Cuántos y cuántos no han recibido ni los
dones ni las oportunidades como para ser excelentes en comparación con sus
colegas. Cuántos NO HAN SIDO LLAMADOS para eso, a pesar de tener potencialmente
los dones, sencillamente porque tienen otra función. Y también cuántos,
teniendo los dones y el llamado, no pudieron desarrollarlo debido a la falta de
oportunidades, ayuda o errores propios. También eso tiene un propósito. ¡Claro
que hay lugar en el Reino para los “suficientemente buenos”!
Job 30:1-9 DHH
1 Pero ahora se ríen de mí
muchachos más jóvenes que yo,
cuyos padres no hubiera yo aceptado
para estar con los perros que cuidaban mis
rebaños.
2 ¿De qué me hubiera servido la fuerza de sus
brazos?
Ellos eran gente desgastada
3 por el hambre terrible y la necesidad.
De noche, en el desierto solitario,
tenían que roer raíces secas;
4 arrancaban hierbas amargas de los
matorrales,
y hasta raíces de retama comían.
5 Eran gente rechazada por la sociedad,
perseguida a gritos como los ladrones;
6 tenían que vivir en cuevas,
en los barrancos y entre los peñascos;
7 aullaban en la maleza,
amontonados bajo los matorrales.
8 Gente inútil, hijos de nadie,
indignos de vivir en el país.
9 Pero ahora ellos se burlan
y hacen chistes a costa mía.
Job, un empresario próspero y exitoso,
excelente en su trabajo, tuvo que conocer de primera mano lo que significa la más
extrema necesidad. Dios pudo elogiar la rectitud de Job delante del mismo
Adversario, pero eso no significaba que fuera perfecto, y la historia del libro
lo confirmó.
Podemos conjeturar mucho el por qué esta
gente descrita aquí había llegado a tal estado, seguramente hubo malas
decisiones y malas actitudes entremedio, pero sus hijos, y los hijos de sus
hijos heredaron una condición de la que difícilmente podían salir. ¿Qué
excelencia humana podían tener ellos? ¿Delante de qué gente importante hubieran
podido estar? De ninguna por supuesto, por eso Dios mismo se encargó de que
alguien muy importante como Job estuviera delante de ellos.
Hay una gran diferencia entre el ministerio
de alguien como Daniel y el propósito que Dios pueda tener para alguien de los
más pobres entre los pobres, pero todos tienen su lugar en el Reino de los
Cielos. Todos los hijos de Dios somos llamados a desarrollar nuestro trabajo
con excelencia y no importa cuál sea ni de donde partamos, puede ser que “esa”
excelencia no sea juzgada como tal por los hombres, pero Dios mira las cosas
diferente.
Pero aún hay más. Tenemos un caso
interesante:
Zacarías 11:15-16 DHH
15 El Señor me dijo: “Y ahora hazte pasar por
un pastor irresponsable.
16 Porque voy a poner sobre este país un
pastor que no se preocupará por la oveja descarriada, ni buscará a la perdida,
ni curará a la herida, ni dará de comer a la debilitada, sino que se comerá la
carne de las más gordas y no dejará de ellas ni las pezuñas.
Bueno, este caso es muy particular y no creo
que debamos usarlo como excusa para nuestra incompetencia e irresponsabilidad;
pero es interesante el hecho de que Dios mismo lo dispuso por algo muy específico.
Sería largo para exponer, pero estoy convencido de que hay ocasiones en las que
Dios permite que nuestro trabajo sea malo para tratar con nuestras actitudes, o
para que seamos echados de un lugar donde no debemos estar, o sencillamente
para no bendecir a los que Él no quiere bendecir a través nuestro. Dios quiso
bendecir al imperio del pagano e idólatra Nabucodonosor, pero eso no significa
que debamos pensar necesariamente lo mismo de cualquier sistema político
actual.
Y sí, también “hay un lugar” para lo que es
decididamente malo…
Con todo esto en mente, podemos volver a leer
la parábola de los talentos y tener otra perspectiva:
Mateo 25:15 DHH
15 A uno de ellos le entregó cinco mil
monedas, a otro dos mil y a otro mil: a cada uno según su capacidad. Entonces
se fue de viaje.
A su regreso, su señor valoró la fidelidad de
cada uno; el que más recibió (recursos, dones, talentos, oportunidades,
herencia, etc.) tenía todo a su disposición para ser “excelente” en su trabajo,
el que no recibió tanto podía hacer un trabajo “razonablemente bueno”, el que
recibió poco iba a hacer un trabajo pobre en comparación con los otros; desde
el punto de vista de un inversor, poner el dinero en un banco es algo tan mínimo
que sería inmediatamente despedido apenas lo dijera. Repito, un operador
financiero o inversor (que en definitiva era la función de estos tres
empleados) que solo pusiera el dinero en el banco estaría al día siguiente
leyendo los clasificados del diario para conseguir un empleo. Sin embargo, el
señor de estos tres, figura de nuestro Señor, se habría conformado con eso, es
decir, con un trabajo “pobre y mediocre”.
En el Reino hay lugar para todos, en el ámbito
“secular” Dios también tiene un lugar para cada uno a pesar de cómo sea juzgado
el trabajo por los hombres y las puertas que abra o deje de abrir. No debemos
menospreciarnos como el tercer empleado de la parábola ni mucho menos
menospreciar nosotros a los que están en esa situación, no sea cosa que el
Señor tenga que darnos una lección “estilo Job”…
Danilo Sorti
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