sábado, 23 de diciembre de 2017

349. El amor del Señor

Cantares 8:5-7 RVC
5 ¿Quién es ésta, que por el desierto viene recostada en el hombro de su amado? Bajo un manzano te desperté; Fue allí donde tu madre tuvo dolores y te dio a luz.
6 Ponme como un sello sobre tu corazón; ponme como una marca sobre tu brazo. Inquebrantable como la muerte es el amor; inflexibles como el sepulcro son los celos. ¡Candentes brasas son, candente fuego!
7 Las muchas aguas no pueden apagar el amor, ni pueden tampoco sofocarlo los ríos. Si por el amor diera el hombre todos los bienes de su casa, ciertamente sería despreciado.


¡Cómo necesitamos siempre recordar el amor del Señor! Todo el libro de Cantares, aunque breve, nos da una muestra de Su amor a través de su paralelo más cercano en la tierra: el amor entre los esposos. No hay otro modelo de amor, compromiso y responsabilidad, que es en realidad lo mismo, más cercano que un matrimonio conforme al propósito del Señor.

Dios es muchas cosas, no podemos abarcarlo, no podemos entenderlo en su plenitud; y aunque esta sea una verdad de escuelita dominical, el ABC del cristianismo, con todo, nunca se agota. Así es la sabiduría divina: sus principios son muy simples, pero la profundidad que abarcan es insondable para nosotros. Aprendemos algunas cosas básicas y creemos que “ya las sabemos”, pero esas mismas “cosas básicas” nos siguen hablando y enseñando siempre.

Y entonces, Dios puede mostrar alguna de Sus facetas en un momento, o mejor dicho, puede mostrar preferentemente algo de lo que es, y nosotros terminamos pensando que es solo eso. Y ahí surgen prácticamente todas las herejías de la historia, al “ver” solamente alguna parte de Dios y “borrar” o distorsionar las otras.

Dios es nuestro Padre que nos ama, y es también nuestro Esposo, y la Iglesia es Su Novia. Su amor es el de un Padre y también es el de un Esposo. Es ardiente en Su celo; el Padre sabe que nutre y educa a sus hijos para luego “lanzarlos” a la vida, y aunque siempre permanezca cerca, sabe finalmente que los hijos no son “suyos”. El esposo, en cambio, es el que está tan unido a la esposa que la “tiene”, en el mejor sentido de la palabra. Es “suya” porque es una parte de él, literalmente.

Proverbios 18:22 DHH
22 Encontrar esposa es encontrar lo mejor:
es recibir una muestra del favor de Dios.

Proverbios 18:22 TLA
22 Si ya tienes esposa,
ya tienes lo mejor:
¡Dios te ha demostrado su amor!

Y aunque algunos no tienen esta vocación, porque Dios ha repartido en ellos el don de celibato, para el resto de los hombres, y lo mismo para las mujeres, encontrar a su cónyuge dado por el Señor es lo mejor que le puede pasar en la vida. Así piensa Dios de nosotros. Eso somos para el Amado.

No somos obreros que deben completar esforzadamente su trabajo, aunque es una parte de nuestra identidad. No somos servidores siempre dispuestos a sacrificarse por su Señor, aunque también es una parte. Tampoco somos colaboradores en la obra de Dios, aunque en algún lugar se nos llama así. ¡Ni muchísimo menos somos lo proveedores materiales en este mundo para construir cosas en Su nombre, aunque hay algo de eso cierto! Somos primero y antes que nada, Su Esposa amada, literalmente una parte de Sí Mismo, Su deleite, Su alegría, Su gozo, y, aunque suene a herejía, aquello que lo “completa”, no porque Dios necesite ser completado o necesite algo de alguna de Sus creaturas, sino porque así Él lo ha querido porque “abrió” en Su corazón un espacio para que lo completemos nosotros.

No había necesidad de ello, es eterno, viene desde la eternidad y permanecerá por la eternidad, no hay límites a lo que pueda crear, no tiene que estar “renegando” con ninguna criatura díscola y rebelde. No necesita que nadie le dé nada ni tampoco “debe” dar nada a nadie, no fue creado y no es “incompleto” como los seres humanos, creados a propósito así para que necesitemos uno del otro. Pero nos hizo un espacio en Él, en lo más profundo de Su Santo Ser, para que allí recibamos todo el amor que ya había destinado para Su Esposa.

Podemos acercarnos a Él como siervos, como obreros, como colaboradores, incluso como hijos o hermanos, porque el Señor mismo nos ha llamado “hermanos”, y está bien, pero nada de eso da de lleno en el blanco. Son partes, se aproxima al centro, pero no es el centro. En el centro, propiamente en el punto central, somos Su Esposa, y no podremos entender lo que Él quiere de nosotros si no lo sabemos.

“Inquebrantable como la muerte es el amor; inflexibles como el sepulcro son los celos. ¡Candentes brasas son, candente fuego!”

Esto explica la magnitud de los juicios que están por manifestarse primeramente sobre la Iglesia, y que ya están aquí. ¿Cómo el Esposo podría soportar que Su Amada se fuera tras otros amores? Si los hombres pueden aceptarlo y resignarse (a veces) por cierto que Dios no; no lo ha hecho y nunca lo hará. En Él se cumple perfectamente esta palabra profética: “inflexibles como el sepulcro son los celos”. NUNCA permitirá que Su Novia sea profanada; es solo Su paciencia que ha dado un tiempo a la multitud de apóstatas y burladores que se han introducido entre los santos, pero ese tiempo ya llegó a su fin.

Pablo alcanzó a sentir algo de eso cuando dijo:

2 Corintios 11:2 RVC
2 El celo que muestro por ustedes proviene de Dios; ustedes son como una doncella pura, a la que he comprometido en matrimonio con un solo esposo, que es Cristo.

Hoy está de moda que muchos que a sí mismos se llaman apóstoles, usen el título de “padres”. Supongo que no han leído realmente la Biblia porque sino temblarían de solo pensar en usar esa palabra como la usan. Con todo, asumamos que el verdadero sentido de la “paternidad” (palabra que también se puso de moda y se vació de verdadero significado), que viene de Dios, puede llegar a manifestarse en los santos hombres y mujeres de Dios. ¡SÍ, TAMBIÉN MUJERES, EN SU ROL MATERNAL, QUE ES PARTE DE LA NATURALEZA DE DIOS! Y malditos serán en este tiempo los líderes que no acepten el rol que Dios les ha dado a las mujeres dentro de Su obra y entorpezcan el ministerio femenino excusándose con la Biblia. Ya Dios no permitirán que sigan teniendo éxito en construir Su obra.

Pero aunque la paternidad y la maternidad puedan manifestarse, el rol del “amigo del novio” es más difícil aún. Juan el bautista también lo entendió:

Juan 3:29 RVC
29 El que tiene la esposa, es el esposo; pero el amigo del esposo, que está a su lado y lo oye, se alegra mucho al oír la voz del esposo. Así que esta alegría mía ya se ha cumplido.

El Espíritu Santo nos llama a:

1) Aceptar y entender (luego de aceptar) el amor de Dios como Esposo, ya no como Creador, como Salvador o como Padre, sino como ESPOSO.

2) Vivir en ese amor para que inunde nuestro ser y nos con-forme a esa imagen.

3) Mantenernos dentro de ese amor conociendo Su celo por nosotros.

4) Asumir, como siervos de nuestros hermanos, el rol del “amigo del esposo” y ministrar con ese espíritu en la comunidad de los santos.

Ese amor por Su pueblo no será apagado. No todos los llamados “pueblo” lo son, y al final del tiempo habrá una clara separación. Por eso, emergiendo de los terribles juicios que vendrán, aún habrá una Novia en esta Tierra para alegría y gozo del Amado. Y eso también es una profecía.

Danilo Sorti




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