miércoles, 6 de diciembre de 2017

325. “Ni una jota ni una tilde”... y algunas interpretaciones simbólicas de las profecías

Mateo 5:17-18 RVC
17 »No piensen ustedes que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir.
18 Porque de cierto les digo que, mientras existan el cielo y la tierra, no pasará ni una jota ni una tilde de la ley, hasta que todo se haya cumplido.

Mateo 5:17-18 DHH
17 “No crean ustedes que yo he venido a suprimir la ley o los profetas; no he venido a ponerles fin, sino a darles su pleno valor.
Mat 5:18  Pues les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, no se le quitará a la ley ni un punto ni una letra, hasta que todo llegue a su cumplimiento.

La sección de Mateo capítulos 5 al 7 es un mensaje destinado no a inconversos sino a creyentes. Pero no a cualquier tipo de creyentes, sino a aquellos que habían vivido durante mucho tiempo bajo una fe desvirtuada, legalista y, particularmente, “selectiva”, es decir, una forma de ley que en realidad tomaba algunas cosas de la Palabra de Dios, olvidaba otras, le daba preeminencia a algunos temas y cuestiones y minimizaba otros. Sí, tenían la Palabra revelada hasta ese entonces, la leían y la repetían, pero no se creía y vivía en su integralidad, sino en un “recorte” adecuado para mantener el status quo de los religiosos de la época.

Cuando entendemos bien lo que Jesús dijo, vemos que hay temas principales y secundarios, no porque los últimos sean menos importantes, sino porque en realidad “se derivan” de los principales y no es sensato que nos ocupemos primero de ellos. Cuando le preguntaron a Jesús cuál era el mandamiento más importante, gran problema para un pueblo con 613 mandamientos, no vemos que haya dudado ni por un instante en mencionar el primero y el segundo, y no porque alguno de los 611 restantes pudiera quedar sin cumplir, sino porque había un orden y, tratándose de seres humanos imperfectos que de todas formas no cumplirían ni la mitad de ellos, más vale que se concentraran en lo más importante.

Volviendo a la palabra profética, Jesús dejó en claro que ni aún la letra más pequeña del abecedario sería pasada por alto, todo se cumpliría y mantendría su valor mientras existiera esta creación. Esa expresión nos puede parecer una exageración, y creo que durante siglos se ha entendido como una figura literaria, es decir, como una forma de remarcar la importancia de lo que se dice a través de la exageración. A medida que pasa el tiempo y conocemos cada vez más el valor de las palabras e incluso las letras del texto bíblico, cada vez más me convenzo de que no hay aquí ninguna exageración y ninguna figura literaria, sino algo muy literal, más de lo que podemos comprender hoy.

Sin embargo, no me interesa hablar sobre esta opinión personal, pero sí sobre un hecho muy común en la interpretación bíblica, precisamente el uso y abuso de la interpretación por “figuras literarias” o “simbólica”, con la cual muchas veces le hacemos decir al texto algo distinto a lo que está escrito, o nos convencemos de que tal o cual párrafo debe interpretarse simbólicamente y que no es posible un entendimiento literal. El corolario de esto es que terminamos por “entender” algo que no sé si el texto dice en verdad. Y, tratándose de profecía y los eventos que están próximos a cumplirse, eso puede ser especialmente grave.

Está claro que en la Biblia hay pasajes que son claramente simbólicos, también está claro que hay pasajes totalmente literales que además admiten una interpretación simbólica (por ejemplo, la analogía entre Agar y Sara que utiliza Pablo), pero ¿qué pasa con las profecías?

Hay palabras proféticas que han tenido un cumplimiento histórico, por ejemplo las referidas a la primera venida del Señor, su ministerio, muerte y resurrección. Hay palabras proféticas que tendrán un cumplimiento futuro, aunque también hayan tenido un cumplimiento parcial pasado, y son lo suficientemente claras como para no interpretarlas simbólicamente. Hay palabras proféticas que, claramente, además de tener un cumplimiento futuro esperable, tienen “cumplimientos parciales” en este tiempo, de tal manera que admiten una interpretación “simbólica” o, mejor dicho, “parcial” a lo largo del tiempo. Es más, creo que hay una gran riqueza profética que a veces no aprovechamos si nos perdemos esta interpretación “parcial” de las profecías, es decir, en el sentido de fenómenos o situaciones que se repiten en el tiempo y que tienen desenlaces similares, porque obedecen a principios o dinámicas espirituales que están expresadas en las profecías.

Pero hay profecías que decididamente no entendemos o, lo que es lo mismo, resultan demasiado extrañas o difíciles de ubicar en un tiempo pasado o futuro, y que por lo tanto interpretamos simbólicamente… o sería mejor decir, “como se nos da la gana”.

En algún momento de la historia reciente creo que se “llegó” a la conclusión de que “ya sabíamos” todo lo que la Biblia decía y que, dado el gran desarrollo de la teología y todo lo mucho que se había investigado y escrito, ya entendíamos perfectamente todo lo que teníamos que entender, y si no era así, bastaba con buscar un poco en los más eruditos libros de teología disponibles. El asunto es que terminamos “explicando” todo de alguna forma e, inconscientemente, “cerrando” la posibilidad de entendimientos diferentes; si el gran teólogo Fulano o el erudito Mengano dijo tal cosa, el hermanito Sultano no puede agregar nada más.

Y así, conforme al entendimiento que había de las profecías en determinado momento de la historia reciente, y dependiendo de la corriente interpretativa, algunas cosas se aceptaron como simbólicas y listo, es decir, sin ningún cumplimiento literal en el futuro.

Habría muchísimo para hablar al respecto, pero para no ser demasiado extenso simplemente diré que si aceptamos que “la Biblia se interpreta a sí misma”, es decir, que la misma Palabra de Dios nos brinda los recursos necesarios para interpretarla (es decir, el Espíritu Santo a través de Su Palabra), deberíamos ser cuidadosos con decir que tal o cual pasaje es “simbólico” porque así lo aprendimos o porque es tan extraño a nuestros oídos que no vemos de qué forma se pueda acomodar en un relato que nos resulte lógico.

Ni la más pequeña letra de la Palabra de Dios quedará sin cumplirse, por lo tanto, seamos muy cuidadosos a la hora de interpretar las profecías, ESPECIALMENTE en este tiempo, en el que muchas están por ocurrir. No sea que, por nuestra “interpretación simbólica”, por el “uso y abuso” de los recursos literarios, nos pasemos por alto alguna “jota” o alguna “tilde” que necesitaríamos leer hoy. Puede haber interpretaciones parciales, “simbólicas”, que nos resulten útiles en el aquí y ahora, y puede haber una interpretación literal más difícil de entender, que desconozca. Pues bien, no hay ninguna obligación de saber todo lo que dice la Biblia, al fin y al cabo, es una expresión de la Mente de Dios, ¿y quién puede comprenderla en su totalidad? Mantengámonos atentos a la nueva luz que el Espíritu quiera traer sobre pasajes que hemos leído desde hace ya mucho tiempo.


Danilo Sorti




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