Mateo 5:17-18 RVC
17 »No piensen ustedes que he venido para
abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir.
18 Porque de cierto les digo que, mientras
existan el cielo y la tierra, no pasará ni una jota ni una tilde de la ley,
hasta que todo se haya cumplido.
Mateo 5:17-18 DHH
17 “No crean ustedes que yo he venido a suprimir
la ley o los profetas; no he venido a ponerles fin, sino a darles su pleno
valor.
Mat 5:18
Pues les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, no se le
quitará a la ley ni un punto ni una letra, hasta que todo llegue a su
cumplimiento.
La sección de Mateo capítulos 5 al 7 es un
mensaje destinado no a inconversos sino a creyentes. Pero no a cualquier tipo
de creyentes, sino a aquellos que habían vivido durante mucho tiempo bajo una fe
desvirtuada, legalista y, particularmente, “selectiva”, es decir, una forma de
ley que en realidad tomaba algunas cosas de la Palabra de Dios, olvidaba otras,
le daba preeminencia a algunos temas y cuestiones y minimizaba otros. Sí,
tenían la Palabra revelada hasta ese entonces, la leían y la repetían, pero no
se creía y vivía en su integralidad, sino en un “recorte” adecuado para
mantener el status quo de los religiosos de la época.
Cuando entendemos bien lo que Jesús dijo,
vemos que hay temas principales y secundarios, no porque los últimos sean menos
importantes, sino porque en realidad “se derivan” de los principales y no es
sensato que nos ocupemos primero de ellos. Cuando le preguntaron a Jesús cuál
era el mandamiento más importante, gran problema para un pueblo con 613
mandamientos, no vemos que haya dudado ni por un instante en mencionar el
primero y el segundo, y no porque alguno de los 611 restantes pudiera quedar
sin cumplir, sino porque había un orden y, tratándose de seres humanos
imperfectos que de todas formas no cumplirían ni la mitad de ellos, más vale
que se concentraran en lo más importante.
Volviendo a la palabra profética, Jesús dejó
en claro que ni aún la letra más pequeña del abecedario sería pasada por alto,
todo se cumpliría y mantendría su valor mientras existiera esta creación. Esa
expresión nos puede parecer una exageración, y creo que durante siglos se ha
entendido como una figura literaria, es decir, como una forma de remarcar la
importancia de lo que se dice a través de la exageración. A medida que pasa el
tiempo y conocemos cada vez más el valor de las palabras e incluso las letras
del texto bíblico, cada vez más me convenzo de que no hay aquí ninguna
exageración y ninguna figura literaria, sino algo muy literal, más de lo que
podemos comprender hoy.
Sin embargo, no me interesa hablar sobre esta
opinión personal, pero sí sobre un hecho muy común en la interpretación
bíblica, precisamente el uso y abuso de la interpretación por “figuras
literarias” o “simbólica”, con la cual muchas veces le hacemos decir al texto
algo distinto a lo que está escrito, o nos convencemos de que tal o cual
párrafo debe interpretarse simbólicamente y que no es posible un entendimiento
literal. El corolario de esto es que terminamos por “entender” algo que no sé
si el texto dice en verdad. Y, tratándose de profecía y los eventos que están
próximos a cumplirse, eso puede ser especialmente grave.
Está claro que en la Biblia hay pasajes que
son claramente simbólicos, también está claro que hay pasajes totalmente
literales que además admiten una interpretación simbólica (por ejemplo, la
analogía entre Agar y Sara que utiliza Pablo), pero ¿qué pasa con las
profecías?
Hay palabras proféticas que han tenido un
cumplimiento histórico, por ejemplo las referidas a la primera venida del
Señor, su ministerio, muerte y resurrección. Hay palabras proféticas que
tendrán un cumplimiento futuro, aunque también hayan tenido un cumplimiento
parcial pasado, y son lo suficientemente claras como para no interpretarlas simbólicamente.
Hay palabras proféticas que, claramente, además de tener un cumplimiento futuro
esperable, tienen “cumplimientos parciales” en este tiempo, de tal manera que
admiten una interpretación “simbólica” o, mejor dicho, “parcial” a lo largo del
tiempo. Es más, creo que hay una gran riqueza profética que a veces no
aprovechamos si nos perdemos esta interpretación “parcial” de las profecías, es
decir, en el sentido de fenómenos o situaciones que se repiten en el tiempo y
que tienen desenlaces similares, porque obedecen a principios o dinámicas
espirituales que están expresadas en las profecías.
Pero hay profecías que decididamente no
entendemos o, lo que es lo mismo, resultan demasiado extrañas o difíciles de
ubicar en un tiempo pasado o futuro, y que por lo tanto interpretamos
simbólicamente… o sería mejor decir, “como se nos da la gana”.
En algún momento de la historia reciente creo
que se “llegó” a la conclusión de que “ya sabíamos” todo lo que la Biblia decía
y que, dado el gran desarrollo de la teología y todo lo mucho que se había
investigado y escrito, ya entendíamos perfectamente todo lo que teníamos que
entender, y si no era así, bastaba con buscar un poco en los más eruditos
libros de teología disponibles. El asunto es que terminamos “explicando” todo
de alguna forma e, inconscientemente, “cerrando” la posibilidad de
entendimientos diferentes; si el gran teólogo Fulano o el erudito Mengano dijo
tal cosa, el hermanito Sultano no puede agregar nada más.
Y así, conforme al entendimiento que había de
las profecías en determinado momento de la historia reciente, y dependiendo de
la corriente interpretativa, algunas cosas se aceptaron como simbólicas y
listo, es decir, sin ningún cumplimiento literal en el futuro.
Habría muchísimo para hablar al respecto,
pero para no ser demasiado extenso simplemente diré que si aceptamos que “la
Biblia se interpreta a sí misma”, es decir, que la misma Palabra de Dios nos
brinda los recursos necesarios para interpretarla (es decir, el Espíritu Santo
a través de Su Palabra), deberíamos ser cuidadosos con decir que tal o cual
pasaje es “simbólico” porque así lo aprendimos o porque es tan extraño a
nuestros oídos que no vemos de qué forma se pueda acomodar en un relato que nos
resulte lógico.
Ni la más pequeña letra de la Palabra de Dios
quedará sin cumplirse, por lo tanto, seamos muy cuidadosos a la hora de
interpretar las profecías, ESPECIALMENTE en este tiempo, en el que muchas están
por ocurrir. No sea que, por nuestra “interpretación simbólica”, por el “uso y
abuso” de los recursos literarios, nos pasemos por alto alguna “jota” o alguna
“tilde” que necesitaríamos leer hoy. Puede haber interpretaciones parciales,
“simbólicas”, que nos resulten útiles en el aquí y ahora, y puede haber una
interpretación literal más difícil de entender, que desconozca. Pues bien, no
hay ninguna obligación de saber todo lo que dice la Biblia, al fin y al cabo,
es una expresión de la Mente de Dios, ¿y quién puede comprenderla en su
totalidad? Mantengámonos atentos a la nueva luz que el Espíritu quiera traer
sobre pasajes que hemos leído desde hace ya mucho tiempo.
Danilo Sorti
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