Lucas 24:15-31 RVC
15 y mientras hablaban y discutían entre sí,
Jesús mismo se acercó y los iba acompañando.
16 Pero ellos no lo reconocieron, y es que
parecían tener vendados los ojos.
17 Se veían tan tristes que Jesús les
preguntó: «¿De qué tanto hablan ustedes?»
18 Uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le
respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha
sucedido en estos días?»
19 «¿Y qué ha sucedido?», preguntó Jesús. Y
ellos le respondieron: «Lo de Jesús de Nazaret, que ante Dios y ante todo el
pueblo era un profeta poderoso en hechos y en palabra.
20 Pero los principales sacerdotes y nuestros
gobernantes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
21 Nosotros teníamos la esperanza de que él
habría de redimir a Israel. Sin embargo, ya van tres días de que todo esto
pasó.
22 Aunque también nos han dejado asombrados
algunas mujeres de entre nosotros, que fueron al sepulcro antes de que
amaneciera.
23 Como no hallaron el cuerpo, han venido a
decirnos que tuvieron una visión, en la que unos ángeles les dijeron que él
vive.
24 Algunos de los nuestros fueron al
sepulcro, y encontraron todo tal y como las mujeres lo dijeron, pero a él no lo
vieron.»
25 Entonces Jesús les dijo: «¡Ay, insensatos!
¡Cómo es lento su corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
26 ¿Acaso no era necesario que el Cristo
padeciera estas cosas, antes de entrar en su gloria?»
27 Y partiendo de Moisés, y siguiendo por
todos los profetas, comenzó a explicarles todos los pasajes de las Escrituras
que hablaban de él.
28 Cuando llegaron a la aldea adonde iban,
Jesús hizo como que iba a seguir adelante,
29 pero ellos lo obligaron a quedarse. Le
dijeron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde, y es casi de noche.» Y
Jesús entró y se quedó con ellos.
30 Mientras estaba sentado a la mesa con
ellos, tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y les dio a ellos.
31 En ese momento se les abrieron los ojos, y
lo reconocieron; pero él desapareció de su vista.
Nosotros estamos acostumbrados a leer en
Juan:
Juan 1:10-11 RVC
10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho
por ella, pero el mundo no la conoció.
11 La Palabra vino a lo suyo, pero los suyos
no la recibieron.
Y también:
Lucas 19:44 RVC
44 Y te destruirán por completo, a ti y a tus
hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no te
diste cuenta del momento en que Dios vino a visitarte.»
Y llegamos a la conclusión, cierta, de que
teniendo claramente las profecías que desde hacía siglos anunciaban ese día de
la venida del Señor, ellos no quisieron darse cuenta, no quisieron entender y
prefirieron rechazarlo. Hasta ahí es todo correcto, pero vamos a analizar un
“matiz” dentro de ese razonamiento: ¿era tan fácil darse cuenta? O mejor dicho,
¿cómo es que podían “entenderse” las profecías?
Hermanos, debemos ser sinceros: no siempre
resulta fácil entender una profecía, ni para nosotros ni para ellos; y es por
demás de común que haya una serie de interpretaciones erradas, o equivocadas en
parte, danto vueltas por ahí y siendo creídas por muchos. No quiero quitarles
responsabilidad porque el mismo Señor se las atribuyó:
Mateo 16:3 RVC
3 Por la mañana, ustedes dicen: “Hoy habrá
tempestad, porque el cielo está rojizo y nublado.” ¡Bien que saben distinguir
el aspecto del cielo, pero no pueden distinguir las señales de los tiempos!
Pero veremos que tampoco era “tan fácil”. Las
profecías refieren a tiempos, lugares y circunstancias que resultan extrañas
para los oyentes, y permanecen así durante siglos, precisamente porque en el
momento que se van a cumplir van a ocurrir esas circunstancias que no habían
ocurrido antes y que no eran conocidas, ¡porque ese es el propósito de la
profecía! Si la profecía dijera lo que pasa siempre, aquello que sabemos y que
podemos discernir fácilmente, ¿cuánto sentido tendría?
La Biblia ya es lo suficientemente larga como
para que el Espíritu Santo escribiera cosas redundantes. Precisamente la
profecía es útil cuando alerta sobre fenómenos únicos, cosas lo suficientemente
extrañas como para no ser conocidas de antemano ni tampoco predichas por
razonamientos humanos. Pero si se trata de tales eventos, es lógico que no
puedan entenderse adecuadamente hasta que no llegue el momento, faltan los
conceptos en la sociedad como para hacerlo, conceptos que se van adquiriendo
con el tiempo y con las circunstancias que van configurando el escenario del
cumplimiento profético.
Así las cosas, además de la experiencia que
tenemos, debemos reconocer que comprender adecuadamente las palabras proféticas
no siempre resulta sencillo, y hay cosas que decididamente no terminaremos de
entenderlas hasta que ocurran.
Volvamos a los dos discípulos, tristes y
cabizbajos. Para empezar resulta por demás de evidente el hecho de que “no
reconocer a Jesús” caminando con ellos estaba asociado a no entender las
palabras proféticas que leían todos los sábados y que se habían cumplido
delante de sus propios ojos. Y antes de seguir analizando algo, esto debería
servirnos como una seria advertencia: cuando no estamos entendiendo
adecuadamente la profecía bíblica, y por extensión, a la Palabra de Dios,
tampoco podemos “ver” a Jesús caminando con nosotros; ni discernimos Su mano
obrando en las circunstancias, ni lo vemos a través de los hermanos y personas
que pone al lado nuestro, ni mucho menos lo podemos percibir adecuadamente en
el espíritu.
La gran tristeza que tenían, que la Iglesia
primitiva reconoció como uno de los “pecados capitales”, era evidentemente algo
malo que les había cerrado los ojos. Jesús no los compadece ni los consuela,
porque esta tristeza no venía de una aflicción genuina por una pérdida o por un
daño recibido, sino de la incredulidad.
Jesús hace un “como sí” para que ellos
comenzaran a expresar su dolor, pero quedaron sorprendidos por Su respuesta,
¡ahora resultaba que ellos, que estaban desolados por la “pérdida” de su
Maestro, resultaban culpables de no entender las profecías! Y de hecho sí,
porque habían estado tres años con el Señor, habían visto las señales y
milagros, habían recibido la revelación de la Palabra a través de la Palabra
hecha carne y tenían todo su trasfondo judío en el conocimiento de la Ley y los
Profetas. Es decir, conociendo y habiendo experimentado más de lo que los
religiosos incrédulos de su época habían conocido, seguían sin entender. Eso es
grave…
¿Sin entender qué? ¿Algún par de versículos
secretos que tenían la “clave” de la revelación? Cada tanto tenemos algún
maestro o predicador que viene con una curiosa ensalada de (generalmente pocos)
versículos, condimentada con abundante sensacionalismo y servida en la bandeja
de “la última revelación que solo pocos conocen”. Pero ese no fue el caso,
Jesús empezó con “Moisés”, es decir, el principio del Antiguo Testamento, y
siguió hasta “todos los profetas”, pasando obviamente por los libros históricos
y poéticos, es decir, ¡toda la Escritura que ellos tenían! No fueron “un par de
versículos desconocidos”, me atrevería a afirmar que fueron cientos. Eran once
kilómetros en un camino de montaña, no sé cuándo Jesús se encontró con ellos,
pero parece que cerca del principio del camino; una persona camina a 5 km/h,
supongamos que menos si era un camino accidentado y de montaña, por lo que
pienso que es probable que Jesús hubiera estado caminando con ellos por un par
de horas, o quizás más si hicieron algunos altos en el camino para descansar.
¡Eso fue un seminario realmente intensivo! Como sea, tuvo tiempo suficiente
como para llevarlos por todos los libros del Antiguo Testamento.
Pero eso no bastó, tuvieron que sentarse a la
mesa y recibir el pan de manos de Jesús para que su venda espiritual fuera
definitivamente quitada y ellos “lo reconocieran”, lo cual era una “metáfora
vivida” para decir que habían terminado de entender las profecías.
Entonces, ¿resulta fácil comprender las
profecías? No. Los doce estaban reunidos y si no fuera porque el Señor se había
aparecido a Pedro tampoco lo creerían, y de hecho tampoco lo reconocieron
fácilmente cuando se apareció en medio de ellos.
Así como no era fácil comprender las
profecías mesiánicas para los judíos de aquel entonces, aunque tenían todos los
recursos para hacerlo, tampoco es fácil comprender las profecías sobre los
últimos tiempos para los cristianos de ESTE ENTONCES, o sea, nosotros, con el
agravante de que, porque entendemos las profecías mesiánicas que ellos no
entendían (¡qué inteligentes! ya pasaron, por eso las entendemos…) CREEMOS que
sabemos perfectamente lo que va a pasar en el futuro.
Aclaremos. Sin duda estamos en una situación
mucho mejor que ellos, el Espíritu Santo está accesible para todo el cristianos
fiel que lo quiera oír, el grado de revelación que tenemos es mayor, y SÍ
tenemos mucho entendimiento sobre las profecías escatológicas. Pero eso no
significa que tengamos TODO el entendimiento, o que una corriente del
cristianismo en particular lo tenga, por más de que posea una escatología
desarrollada. Si reconocemos que a nosotros TAMBIÉN se nos dificulta, por más
de que haya tanto escrito hoy, entonces podemos ponernos en una posición de
humildad espiritual que nos permitirá acceder a lo que nos falta comprender.
¿Pero por qué no entendemos? Jesús no criticó
a estos discípulos por su ignorancia bíblica, porque no eran ignorantes. Los
criticó por su incredulidad. No prestó atención a su profunda tristeza porque
esta venía en realidad de la incredulidad de ellos. Los criticó por la
“lentitud de su corazón”, es decir, por aferrarse a su sistema de creencias aún
sabiendo que ya está caduco y que deberían cambiarlo por algo nuevo. ¡Cuántos
cristianos hoy se enorgullecen de no cambiar fácilmente de opinión ni “dejarse
llevar por todo viento de doctrina”! Por cierto que es una virtud, pero observo
con demasiada frecuencia que esa “virtud” está asociada con la dureza del
corazón para creer algo nuevo que el Espíritu quiera mostrar.
Esa incredulidad llega a ser una venda, que
ni aún se quita con una enseñanza magistral, porque no fue sino hasta que Jesús
les ministró directamente que se terminaron de abrir sus ojos naturales (porque
se habían abierto los espirituales). La dificultad para entender la profecía no
es una cuestión principalmente intelectual sino del corazón; es nuestra
incredulidad y dureza la que hace que nuestra mente “no entienda”.
Hermano, ¿no estás entendiendo lo que el
Espíritu viene hablando en este tiempo? ¿Te parecen cosas extrañas, medio
raras, a las que no le das demasiada importancia? Bueno, si te cuesta entender,
¡bienvenido al club! Pero la buena noticia es que podemos abrir nuestro corazón
para recibir revelación, y te aseguro que no demorará mucho en llegar.
Danilo Sorti
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