miércoles, 6 de diciembre de 2017

330. ¿Cuán fácil es entender las profecías de lo por venir?

Lucas 24:15-31 RVC
15 y mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó y los iba acompañando.
16 Pero ellos no lo reconocieron, y es que parecían tener vendados los ojos.
17 Se veían tan tristes que Jesús les preguntó: «¿De qué tanto hablan ustedes?»
18 Uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha sucedido en estos días?»
19 «¿Y qué ha sucedido?», preguntó Jesús. Y ellos le respondieron: «Lo de Jesús de Nazaret, que ante Dios y ante todo el pueblo era un profeta poderoso en hechos y en palabra.
20 Pero los principales sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
21 Nosotros teníamos la esperanza de que él habría de redimir a Israel. Sin embargo, ya van tres días de que todo esto pasó.
22 Aunque también nos han dejado asombrados algunas mujeres de entre nosotros, que fueron al sepulcro antes de que amaneciera.
23 Como no hallaron el cuerpo, han venido a decirnos que tuvieron una visión, en la que unos ángeles les dijeron que él vive.
24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro, y encontraron todo tal y como las mujeres lo dijeron, pero a él no lo vieron.»
25 Entonces Jesús les dijo: «¡Ay, insensatos! ¡Cómo es lento su corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
26 ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, antes de entrar en su gloria?»
27 Y partiendo de Moisés, y siguiendo por todos los profetas, comenzó a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él.
28 Cuando llegaron a la aldea adonde iban, Jesús hizo como que iba a seguir adelante,
29 pero ellos lo obligaron a quedarse. Le dijeron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde, y es casi de noche.» Y Jesús entró y se quedó con ellos.
30 Mientras estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y les dio a ellos.
31 En ese momento se les abrieron los ojos, y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista.


Nosotros estamos acostumbrados a leer en Juan:

Juan 1:10-11 RVC
10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la conoció.
11 La Palabra vino a lo suyo, pero los suyos no la recibieron.

Y también:

Lucas 19:44 RVC
44 Y te destruirán por completo, a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no te diste cuenta del momento en que Dios vino a visitarte.»

Y llegamos a la conclusión, cierta, de que teniendo claramente las profecías que desde hacía siglos anunciaban ese día de la venida del Señor, ellos no quisieron darse cuenta, no quisieron entender y prefirieron rechazarlo. Hasta ahí es todo correcto, pero vamos a analizar un “matiz” dentro de ese razonamiento: ¿era tan fácil darse cuenta? O mejor dicho, ¿cómo es que podían “entenderse” las profecías?

Hermanos, debemos ser sinceros: no siempre resulta fácil entender una profecía, ni para nosotros ni para ellos; y es por demás de común que haya una serie de interpretaciones erradas, o equivocadas en parte, danto vueltas por ahí y siendo creídas por muchos. No quiero quitarles responsabilidad porque el mismo Señor se las atribuyó:

Mateo 16:3 RVC
3 Por la mañana, ustedes dicen: “Hoy habrá tempestad, porque el cielo está rojizo y nublado.” ¡Bien que saben distinguir el aspecto del cielo, pero no pueden distinguir las señales de los tiempos!

Pero veremos que tampoco era “tan fácil”. Las profecías refieren a tiempos, lugares y circunstancias que resultan extrañas para los oyentes, y permanecen así durante siglos, precisamente porque en el momento que se van a cumplir van a ocurrir esas circunstancias que no habían ocurrido antes y que no eran conocidas, ¡porque ese es el propósito de la profecía! Si la profecía dijera lo que pasa siempre, aquello que sabemos y que podemos discernir fácilmente, ¿cuánto sentido tendría?

La Biblia ya es lo suficientemente larga como para que el Espíritu Santo escribiera cosas redundantes. Precisamente la profecía es útil cuando alerta sobre fenómenos únicos, cosas lo suficientemente extrañas como para no ser conocidas de antemano ni tampoco predichas por razonamientos humanos. Pero si se trata de tales eventos, es lógico que no puedan entenderse adecuadamente hasta que no llegue el momento, faltan los conceptos en la sociedad como para hacerlo, conceptos que se van adquiriendo con el tiempo y con las circunstancias que van configurando el escenario del cumplimiento profético.

Así las cosas, además de la experiencia que tenemos, debemos reconocer que comprender adecuadamente las palabras proféticas no siempre resulta sencillo, y hay cosas que decididamente no terminaremos de entenderlas hasta que ocurran.

Volvamos a los dos discípulos, tristes y cabizbajos. Para empezar resulta por demás de evidente el hecho de que “no reconocer a Jesús” caminando con ellos estaba asociado a no entender las palabras proféticas que leían todos los sábados y que se habían cumplido delante de sus propios ojos. Y antes de seguir analizando algo, esto debería servirnos como una seria advertencia: cuando no estamos entendiendo adecuadamente la profecía bíblica, y por extensión, a la Palabra de Dios, tampoco podemos “ver” a Jesús caminando con nosotros; ni discernimos Su mano obrando en las circunstancias, ni lo vemos a través de los hermanos y personas que pone al lado nuestro, ni mucho menos lo podemos percibir adecuadamente en el espíritu.

La gran tristeza que tenían, que la Iglesia primitiva reconoció como uno de los “pecados capitales”, era evidentemente algo malo que les había cerrado los ojos. Jesús no los compadece ni los consuela, porque esta tristeza no venía de una aflicción genuina por una pérdida o por un daño recibido, sino de la incredulidad.

Jesús hace un “como sí” para que ellos comenzaran a expresar su dolor, pero quedaron sorprendidos por Su respuesta, ¡ahora resultaba que ellos, que estaban desolados por la “pérdida” de su Maestro, resultaban culpables de no entender las profecías! Y de hecho sí, porque habían estado tres años con el Señor, habían visto las señales y milagros, habían recibido la revelación de la Palabra a través de la Palabra hecha carne y tenían todo su trasfondo judío en el conocimiento de la Ley y los Profetas. Es decir, conociendo y habiendo experimentado más de lo que los religiosos incrédulos de su época habían conocido, seguían sin entender. Eso es grave…

¿Sin entender qué? ¿Algún par de versículos secretos que tenían la “clave” de la revelación? Cada tanto tenemos algún maestro o predicador que viene con una curiosa ensalada de (generalmente pocos) versículos, condimentada con abundante sensacionalismo y servida en la bandeja de “la última revelación que solo pocos conocen”. Pero ese no fue el caso, Jesús empezó con “Moisés”, es decir, el principio del Antiguo Testamento, y siguió hasta “todos los profetas”, pasando obviamente por los libros históricos y poéticos, es decir, ¡toda la Escritura que ellos tenían! No fueron “un par de versículos desconocidos”, me atrevería a afirmar que fueron cientos. Eran once kilómetros en un camino de montaña, no sé cuándo Jesús se encontró con ellos, pero parece que cerca del principio del camino; una persona camina a 5 km/h, supongamos que menos si era un camino accidentado y de montaña, por lo que pienso que es probable que Jesús hubiera estado caminando con ellos por un par de horas, o quizás más si hicieron algunos altos en el camino para descansar. ¡Eso fue un seminario realmente intensivo! Como sea, tuvo tiempo suficiente como para llevarlos por todos los libros del Antiguo Testamento.

Pero eso no bastó, tuvieron que sentarse a la mesa y recibir el pan de manos de Jesús para que su venda espiritual fuera definitivamente quitada y ellos “lo reconocieran”, lo cual era una “metáfora vivida” para decir que habían terminado de entender las profecías.

Entonces, ¿resulta fácil comprender las profecías? No. Los doce estaban reunidos y si no fuera porque el Señor se había aparecido a Pedro tampoco lo creerían, y de hecho tampoco lo reconocieron fácilmente cuando se apareció en medio de ellos.

Así como no era fácil comprender las profecías mesiánicas para los judíos de aquel entonces, aunque tenían todos los recursos para hacerlo, tampoco es fácil comprender las profecías sobre los últimos tiempos para los cristianos de ESTE ENTONCES, o sea, nosotros, con el agravante de que, porque entendemos las profecías mesiánicas que ellos no entendían (¡qué inteligentes! ya pasaron, por eso las entendemos…) CREEMOS que sabemos perfectamente lo que va a pasar en el futuro.

Aclaremos. Sin duda estamos en una situación mucho mejor que ellos, el Espíritu Santo está accesible para todo el cristianos fiel que lo quiera oír, el grado de revelación que tenemos es mayor, y SÍ tenemos mucho entendimiento sobre las profecías escatológicas. Pero eso no significa que tengamos TODO el entendimiento, o que una corriente del cristianismo en particular lo tenga, por más de que posea una escatología desarrollada. Si reconocemos que a nosotros TAMBIÉN se nos dificulta, por más de que haya tanto escrito hoy, entonces podemos ponernos en una posición de humildad espiritual que nos permitirá acceder a lo que nos falta comprender.

¿Pero por qué no entendemos? Jesús no criticó a estos discípulos por su ignorancia bíblica, porque no eran ignorantes. Los criticó por su incredulidad. No prestó atención a su profunda tristeza porque esta venía en realidad de la incredulidad de ellos. Los criticó por la “lentitud de su corazón”, es decir, por aferrarse a su sistema de creencias aún sabiendo que ya está caduco y que deberían cambiarlo por algo nuevo. ¡Cuántos cristianos hoy se enorgullecen de no cambiar fácilmente de opinión ni “dejarse llevar por todo viento de doctrina”! Por cierto que es una virtud, pero observo con demasiada frecuencia que esa “virtud” está asociada con la dureza del corazón para creer algo nuevo que el Espíritu quiera mostrar.

Esa incredulidad llega a ser una venda, que ni aún se quita con una enseñanza magistral, porque no fue sino hasta que Jesús les ministró directamente que se terminaron de abrir sus ojos naturales (porque se habían abierto los espirituales). La dificultad para entender la profecía no es una cuestión principalmente intelectual sino del corazón; es nuestra incredulidad y dureza la que hace que nuestra mente “no entienda”.

Hermano, ¿no estás entendiendo lo que el Espíritu viene hablando en este tiempo? ¿Te parecen cosas extrañas, medio raras, a las que no le das demasiada importancia? Bueno, si te cuesta entender, ¡bienvenido al club! Pero la buena noticia es que podemos abrir nuestro corazón para recibir revelación, y te aseguro que no demorará mucho en llegar.


Danilo Sorti




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