Génesis 47:13-21 RVC
13 En ninguna parte del país había pan, y el
hambre era muy grave. Por causa del hambre decayeron la tierra de Egipto y la
tierra de Canaán.
14 José recaudó todo el dinero que había en
la tierra de Egipto y en la tierra de Canaán, a cambio del grano que de él
compraban. Ese dinero José lo depositó en la casa del faraón.
15 Cuando se acabó el dinero en Egipto y en
Canaán, todos los egipcios fueron a ver a José y le dijeron: «Danos pan. ¿Por
qué hemos de morir en tu presencia, sólo por haberse acabado el dinero?»
16 Y José les dijo: «Si se ha acabado el
dinero, denme sus ganados y a cambio de ellos les daré pan.»
17 Ellos llevaron sus ganados a José, y a
cambio de caballos, ovejas, vacas y asnos, es decir, a cambio de todos sus
ganados, José los alimentó con pan todo aquel año.
18 Aquel año llegó a su fin, y el segundo año
fueron otra vez a verlo y le dijeron: «No es un secreto para nuestro señor que
el dinero ya se ha acabado, y que hasta el ganado es ya de nuestro señor. No
tenemos nada que ofrecer a nuestro señor, sino nuestra tierra y nosotros
mismos.
19 ¿Por qué hemos de morir ante ti, nosotros
y nuestra tierra? ¡Cómpranos a nosotros y a nuestra tierra, a cambio de pan!
Nosotros y nuestra tierra seremos siervos del faraón. ¡Pero danos semilla, para
que sigamos con vida y no muramos, ni sea asolada la tierra!»
20 Así fue como José compró toda la tierra de
Egipto, y la tierra llegó a ser propiedad del faraón, pues todos los egipcios
vendieron sus tierras porque el hambre se agravó sobre ellos.
21 Al pueblo lo hizo pasar a las ciudades, de
un extremo al otro del territorio de Egipto.
José ocupó un lugar clave en la historia de
la redención; sencillamente, ¡sin José no hubiera habido redención! A través de
todas las vicisitudes que pasó Dios lo llevó al lugar clave en el momento específico
para salvar la vida del naciente pueblo de Israel y de los otros pueblos que más
tarde jugarían un rol también importante en la historia de Israel: Egipto y los
pueblos de Canaán. José fue ungido, perfeccionado y finalmente promovido al
segundo lugar del imperio más importante de la época. Desde allí alimentó a su
familia, además de a numerosas personas de toda la región, y les dio el lugar que
más tarde sería su refugio en medio de las plagas que azotaban a Egipto.
Sin embargo, toda esta historia maravillosa y
fundamental para nuestra redención nos deja también un “sabor amargo”: José
terminó haciendo prácticamente esclavos a los egipcios más pobres, los que vivían
del campo, formó la primer clase proletaria despojada de recursos productivos y
hasta “sembró” la semilla espiritual de la esclavitud que luego se volvería
contra su mismo pueblo. José hizo muy buenos negocios para su empleador, el
Faraón, pero pésimo para cientos de miles o millones de personas.
Claro, es fácil criticarlo con nuestra mirada
occidental tres mil años después; probablemente no hizo nada distinto a lo que
cualquiera hubiera hecho en ese entonces, pero, como escuché a un pastor
predicar hace años atrás, ¡nadie querría tener a José como ministro de economía!
No, de verdad que no.
Aprovechando su posición de autoridad, puso
un impuesto sobre el campo, impidiendo de esa forma el ahorro y capitalización
campesina. Bueno, contextualicemos un poco más; la realidad es que difícilmente
hubieran ahorrado y menos aún preparado por su propia cuenta para los siete
años de hambre que vendrían. En tres mil años la historia no ha cambiado,
normalmente los sectores económicos medios para abajo difícilmente ahorren, sea
porque no les sobra mucho, aunque siempre es posible sacar algunos pesos, sea
porque la presión del sistema económico es al consumo inmediato y compulsivo,
sea porque están resignados a que “de todas formas esa plata la voy a perder”.
No quiero ser injusto en el juicio, simplemente que es muy difícil el ahorro y
más aún poder tener un proyecto a 14 años, como fue el de José.
Y propiamente, un proyecto así corresponde a
un estado; el asunto es qué hace el estado con ese proyecto…
Bueno, sería interesante hacer el ejercicio
de qué de distinto hubiera podido hacer José en ese entonces, aunque requeriría
mucho conocimiento histórico, pero lo cierto es que al final de todo el período,
el pueblo sobrevivió, pero prácticamente esclavo. José logró en Egipto lo que
siglos más tarde ocurriría a partir de la Revolución Industrial: los campesinos
serían progresivamente expulsados de sus tierras y transformados en el “proletariado”,
personas sin recursos materiales, solamente vendiendo su fuerza de trabajo,
mientras pudieran trabajar, por lo necesario para vivir y nada más, tal como
fue establecido por David Ricardo en la “Ley de hierro de los salarios”, según
la cual estos debían mantenerse en un nivel mínimo para que las familias se
sostuvieran y perpetuaran, y nada más.
Aprovechó el conocimiento sobrenatural que
Dios le dio para hacer un magistral negocio… para el Faraón y sus amigos. Así
pasa con los dueños del poder mundial: se esfuerzan gastando fortunas para
saber lo que va a pasar, y cuando hay una crisis en vista, se preparan para
tomar los recursos de la gente empobrecida. Hoy estamos más sofisticados, por
lo que ellos mismos pueden generar las crisis, tal como expuso tiempo atrás Stiglitz.
Bueno, al final resulta que nuestros
problemas macroeconómicos actuales y las manipulaciones tras las sombras de los
dueños del poder no tienen nada nuevo… Evidentemente, ellos aprendieron de la
historia, aunque no de cómo TERMINA la historia…
Hermanos, el Espíritu Santo ha sido siempre
ABSOLUTAMENTE franco al mostrarnos las historias de los hombres y mujeres de la
Biblia, y no debemos idealizar inocentemente a ninguno, porque ABSOLUTAMENTE
ninguno ha sido perfecto sino UNO. Entonces, podemos aprender de todo lo bueno
que tuvo José, pero también de lo otro.
Repito, es fácil hacer el análisis hoy, pero quién
sabe si sus decisiones no fueron lo único que hubiera podido hacerse en ese
momento. Como sea, el “espíritu de esclavitud” que desató sobre el pueblo (que
tampoco era nada extraño en ese entonces, aclaremos) siglos después se volvió
contra su propio pueblo, pero también con eso Dios tenía un propósito: formar
una nación que no se quedara en la buena y cómoda tierra de Gosén, y que fuera
lo suficientemente ruda como para luchar.
¿Debemos tomar todos los ejemplos que vemos
en la Biblia? No. Todos se han escrito para nuestra instrucción, pero en
realidad, hay SOLO UN ejemplo que podemos tomar sin reparos, SOLO UNO perfecto,
SOLO UNO que no tiene ninguna contaminación. Los otros, a pesar de pertenecer a
la Palabra Eterna, son imperfectos.
Danilo Sorti
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