martes, 12 de diciembre de 2017

342. El espantoso sistema económico de José, o como los dueños del mundo aprendieron de la Biblia

Génesis 47:13-21 RVC
13 En ninguna parte del país había pan, y el hambre era muy grave. Por causa del hambre decayeron la tierra de Egipto y la tierra de Canaán.
14 José recaudó todo el dinero que había en la tierra de Egipto y en la tierra de Canaán, a cambio del grano que de él compraban. Ese dinero José lo depositó en la casa del faraón.
15 Cuando se acabó el dinero en Egipto y en Canaán, todos los egipcios fueron a ver a José y le dijeron: «Danos pan. ¿Por qué hemos de morir en tu presencia, sólo por haberse acabado el dinero?»
16 Y José les dijo: «Si se ha acabado el dinero, denme sus ganados y a cambio de ellos les daré pan.»
17 Ellos llevaron sus ganados a José, y a cambio de caballos, ovejas, vacas y asnos, es decir, a cambio de todos sus ganados, José los alimentó con pan todo aquel año.
18 Aquel año llegó a su fin, y el segundo año fueron otra vez a verlo y le dijeron: «No es un secreto para nuestro señor que el dinero ya se ha acabado, y que hasta el ganado es ya de nuestro señor. No tenemos nada que ofrecer a nuestro señor, sino nuestra tierra y nosotros mismos.
19 ¿Por qué hemos de morir ante ti, nosotros y nuestra tierra? ¡Cómpranos a nosotros y a nuestra tierra, a cambio de pan! Nosotros y nuestra tierra seremos siervos del faraón. ¡Pero danos semilla, para que sigamos con vida y no muramos, ni sea asolada la tierra!»
20 Así fue como José compró toda la tierra de Egipto, y la tierra llegó a ser propiedad del faraón, pues todos los egipcios vendieron sus tierras porque el hambre se agravó sobre ellos.
21 Al pueblo lo hizo pasar a las ciudades, de un extremo al otro del territorio de Egipto.


José ocupó un lugar clave en la historia de la redención; sencillamente, ¡sin José no hubiera habido redención! A través de todas las vicisitudes que pasó Dios lo llevó al lugar clave en el momento específico para salvar la vida del naciente pueblo de Israel y de los otros pueblos que más tarde jugarían un rol también importante en la historia de Israel: Egipto y los pueblos de Canaán. José fue ungido, perfeccionado y finalmente promovido al segundo lugar del imperio más importante de la época. Desde allí alimentó a su familia, además de a numerosas personas de toda la región, y les dio el lugar que más tarde sería su refugio en medio de las plagas que azotaban a Egipto.

Sin embargo, toda esta historia maravillosa y fundamental para nuestra redención nos deja también un “sabor amargo”: José terminó haciendo prácticamente esclavos a los egipcios más pobres, los que vivían del campo, formó la primer clase proletaria despojada de recursos productivos y hasta “sembró” la semilla espiritual de la esclavitud que luego se volvería contra su mismo pueblo. José hizo muy buenos negocios para su empleador, el Faraón, pero pésimo para cientos de miles o millones de personas.

Claro, es fácil criticarlo con nuestra mirada occidental tres mil años después; probablemente no hizo nada distinto a lo que cualquiera hubiera hecho en ese entonces, pero, como escuché a un pastor predicar hace años atrás, ¡nadie querría tener a José como ministro de economía! No, de verdad que no.

Aprovechando su posición de autoridad, puso un impuesto sobre el campo, impidiendo de esa forma el ahorro y capitalización campesina. Bueno, contextualicemos un poco más; la realidad es que difícilmente hubieran ahorrado y menos aún preparado por su propia cuenta para los siete años de hambre que vendrían. En tres mil años la historia no ha cambiado, normalmente los sectores económicos medios para abajo difícilmente ahorren, sea porque no les sobra mucho, aunque siempre es posible sacar algunos pesos, sea porque la presión del sistema económico es al consumo inmediato y compulsivo, sea porque están resignados a que “de todas formas esa plata la voy a perder”. No quiero ser injusto en el juicio, simplemente que es muy difícil el ahorro y más aún poder tener un proyecto a 14 años, como fue el de José.

Y propiamente, un proyecto así corresponde a un estado; el asunto es qué hace el estado con ese proyecto…

Bueno, sería interesante hacer el ejercicio de qué de distinto hubiera podido hacer José en ese entonces, aunque requeriría mucho conocimiento histórico, pero lo cierto es que al final de todo el período, el pueblo sobrevivió, pero prácticamente esclavo. José logró en Egipto lo que siglos más tarde ocurriría a partir de la Revolución Industrial: los campesinos serían progresivamente expulsados de sus tierras y transformados en el “proletariado”, personas sin recursos materiales, solamente vendiendo su fuerza de trabajo, mientras pudieran trabajar, por lo necesario para vivir y nada más, tal como fue establecido por David Ricardo en la “Ley de hierro de los salarios”, según la cual estos debían mantenerse en un nivel mínimo para que las familias se sostuvieran y perpetuaran, y nada más.

Aprovechó el conocimiento sobrenatural que Dios le dio para hacer un magistral negocio… para el Faraón y sus amigos. Así pasa con los dueños del poder mundial: se esfuerzan gastando fortunas para saber lo que va a pasar, y cuando hay una crisis en vista, se preparan para tomar los recursos de la gente empobrecida. Hoy estamos más sofisticados, por lo que ellos mismos pueden generar las crisis, tal como expuso tiempo atrás Stiglitz.

Bueno, al final resulta que nuestros problemas macroeconómicos actuales y las manipulaciones tras las sombras de los dueños del poder no tienen nada nuevo… Evidentemente, ellos aprendieron de la historia, aunque no de cómo TERMINA la historia…

Hermanos, el Espíritu Santo ha sido siempre ABSOLUTAMENTE franco al mostrarnos las historias de los hombres y mujeres de la Biblia, y no debemos idealizar inocentemente a ninguno, porque ABSOLUTAMENTE ninguno ha sido perfecto sino UNO. Entonces, podemos aprender de todo lo bueno que tuvo José, pero también de lo otro.

Repito, es fácil hacer el análisis hoy, pero quién sabe si sus decisiones no fueron lo único que hubiera podido hacerse en ese momento. Como sea, el “espíritu de esclavitud” que desató sobre el pueblo (que tampoco era nada extraño en ese entonces, aclaremos) siglos después se volvió contra su propio pueblo, pero también con eso Dios tenía un propósito: formar una nación que no se quedara en la buena y cómoda tierra de Gosén, y que fuera lo suficientemente ruda como para luchar.

¿Debemos tomar todos los ejemplos que vemos en la Biblia? No. Todos se han escrito para nuestra instrucción, pero en realidad, hay SOLO UN ejemplo que podemos tomar sin reparos, SOLO UNO perfecto, SOLO UNO que no tiene ninguna contaminación. Los otros, a pesar de pertenecer a la Palabra Eterna, son imperfectos.


Danilo Sorti




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