Proverbios 11:24-26 DHH
24 Hay gente desprendida que recibe más de lo
que da,
y gente tacaña que acaba en la pobreza.
25 El que es generoso, prospera;
el que da, también recibe.
26 Al que acapara trigo, la gente lo maldice;
al que lo vende, lo bendice.
Lucas 6:38 RVC
38 Den, y se les dará una medida buena,
incluso apretada, remecida y desbordante. Porque con la misma medida con que
ustedes midan, serán medidos.»
2 Corintios 9:6 RVC
6 Pero recuerden esto: El que poco siembra,
poco cosecha; y el que mucho siembra, mucho cosecha.
Normalmente no hay mucho problema en entender
este principio, lamentablemente el énfasis actual en el dinero que ha
contaminado muchas iglesias lo ha circunscripto solamente a lo material,
despojándolo de sus alcances más valiosos.
Es cierto que esto se aplica en relación con
los bienes materiales, y así nos sugiere el contexto de los pasajes citados,
pero, ¿no se aplica también el mismo principio a lo espiritual? Es decir, si
damos a otros bienes espirituales, ¿recibiremos de Dios más aún para seguir
dando?
Es claro que las riquezas espirituales son
superiores a las materiales:
Lucas 9:25 RVC
25 Porque ¿de qué le sirve a uno ganarse todo
el mundo, si se destruye o se pierde a sí mismo?
“Ganarse todo el mundo” obviamente se aplica
a lo material, aunque quizás no exclusivamente. También sabemos que los dones y
el llamado son irrevocables, por lo que si Dios ha determinado ciertos dones,
al menos en algo se va a seguir manifestando, a veces por pura gracia. Pero la
clave creo que está en la conocida parábola de los talentos:
Mateo 25:20-21 RVC
20 El que había recibido las cinco mil
monedas se presentó, le entregó otras cinco mil, y dijo: “Señor, tú me
entregaste cinco mil monedas, y con ellas he ganado otras cinco mil; aquí las
tienes.”
21 Y su señor le dijo: “Bien, buen siervo y
fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu
señor.”
Y también podemos considerar:
Lucas 8:18 RVC
18 Escúchenme bien: a todo el que tiene, se
le dará; y al que no tiene, hasta lo que cree tener se le quitará.»
La manifestación de la gracia de Dios, el
conocimiento y revelación, la autoridad espiritual, no son cosas que se ganen
humanamente, ni tampoco es algo que Dios esté “obligado” de alguna manera a
dárnoslo por algún sacrificio especial que hagamos, es por gracia, y sin
pretender simplificar excesivamente ni “reducir” la soberanía divina a una
fórmula sencilla, creo que también ahí se aplica el principio de “dar abundantemente”
para “recibir abundantemente”, por supuesto, todo circunscripto a los
propósitos específicos de Dios para cada uno.
Hay un plan perfecto que Dios ha diseñado
para cada persona, solamente Uno lo pudo cumplir totalmente, pero nosotros
podemos aproximarnos a él. Y en ese camino Dios puede soltar más gracia sobre
nosotros en la medida que somos fieles con lo que tenemos, y ser fiel implica,
entre otras cosas, dar lo que hemos recibido conforme las leyes de las
“transacciones espirituales”, esto es:
Mateo 10:8 RVC
8 Sanen enfermos, limpien leprosos, resuciten
muertos y expulsen demonios. Den gratuitamente lo que gratuitamente recibieron.
Entonces, podemos pensar en el principio de
dar y recibir en el sentido espiritual a nivel individual: en la medida que soy
fiel para ministrar a otros conforme lo que he recibido, y no lo guardo para
mí, voy a recibir más gracia, revelación y autoridad espiritual, pero también a
nivel grupal o ministerial. Esto pasó con la iglesia de Filadelfia:
Apocalipsis 3:8 RVC
8 Yo sé todo lo que haces. Delante de ti he
puesto una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar. Aunque son pocas tus
fuerzas, has obedecido mi palabra y no has negado mi nombre.
Dios juzgó las obras de Filadelfia y decretó
Su sentencia: no serían cerradas las puertas del ministerio. Mientras otras
iglesias se debatían entre retener su candelabro o perderlo, y Dios estaba
posponiendo Su juicio, aquí pudo dar una sentencia de recompensa: más
oportunidades para le ministerio.
Esto es fácil de entender en un sentido
absoluto, pero pensémoslo de una manera un poco más sutil.
Un ministerio, iglesia o equipo profético
apostólico puede recibir algo muy bueno de Dios. Comienzan ministrándolo a
todos, esta es la etapa de “la plaza pública”, cuando Pablo llegaba a una
ciudad o pueblo y predicaba en la plaza. Dura un tiempo, después viene la etapa
de la formación de discípulos, en la cual el ministerio se concentra en
aquellos que respondieron al mensaje. No está mal, Jesús lo hizo, Pablo lo
hacía, es necesario. Pero entonces aparece el dilema.
Cuando ha habido una manifestación importante
del Espíritu, y el ministerio o iglesia ha sido bendecido, y se ha formado un
grupo importante de discípulos y ya hay una cierta trayectoria formada,
ENTONCES resulta muy fácil acomodarse en el centro de toda esa zona de confort
y aprovechar la manifestación de la gracia de Dios recibida y la estructura
formada para “traer” a la gente y ministrar SOLAMENTE a los que han hecho un
compromiso de fidelidad con tan ministerio.
Sí, puede haber ministración, se transmiten
las riquezas espirituales, pero también hay un propósito egoísta entremezclado,
y finalmente no son todos ministrados, sino solamente aquellos que “prometen”
fidelidad al ministerio, que van a trabajar para engrandecerlo… y a lo líderes
junto con él.
Esto es delicado, porque también el Señor nos
enseñó a no dar “las perlas a los cerdos” y sería necio vociferar a los cuatro
vientos algunas verdades espirituales que son solamente para los santos
consagrados, pero creo que no le agrada a Dios cuando razonablemente se puede
compartir la revelación recibida con otros hermanos y ministerios que nunca van
a estar bajo ese liderazgo pero que muy bien pueden utilizar lo que recibieron
para extender el Reino. No puedo decir cuál es el límite, pero no dudo que lo
hay.
Ahora bien, la actitud aquí es la que Jesús
critica cuando dice:
Lucas 14:12-14 RVC
12 También le dijo a su anfitrión: «Cuando
ofrezcas una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos, ni a
tus parientes y vecinos ricos, no sea que ellos también te vuelvan a invitar, y
quedes así compensado.
13 Al contrario, cuando ofrezcas un banquete,
invita a los pobres y a los mancos, a los cojos y a los ciegos,
14 y así serás dichoso. Porque aunque ellos
no te puedan devolver la invitación, tu recompensa la recibirás en la
resurrección de los justos.»
En el sentido espiritual y ministerial,
cuando damos lo recibido a los que no están “con nosotros” y no nos van a
“devolver” nada (con gratitud, servicio, compañerismo, oración), estamos dando
un “banquete espiritual” hacia los “pobres”, los que están generalmente
huérfanos de verdaderos padres espirituales, que necesitan porque nadie les ha
dado riquezas espirituales, que no tienen las herramientas para construir en el
Reino (mancos), que no pueden avanzar (cojos), que no tienen visión espiritual
(ciegos). Esos, habiendo recibido las riquezas espirituales, no están todavía
en condiciones de devolver nada, más aún si no permanece con el ministerio que
les ayuda, lo cual es perfectamente lógico en la economía de un Dios misionero,
que nos impulsa a salir, a extendernos, incluso a “romper” lazos fraternales
para que Su mensaje llegue más lejos.
Cuando esto no ocurre, entonces el tal
ministerio deja de recibir lo nuevo. Permanece en lo que recibió, si es que se
mantiene más o menos en santidad, y Dios puede seguir usándolo como un escalo
de paso hacia algo mayor, y lo hace. Pero se queda ahí, en ese nivel de
revelación. Bueno, normalmente también hay otros pecados más o menos ocultos
dando vueltas por ahí, pero este “egoísmo espiritual” es parte de ellos.
Cuando no damos con generosidad no podemos
recibir con generosidad. Cuando no damos espiritualmente con generosidad,
tampoco. Y lo que se recibe (o no) es “lo nuevo”, por lo que un ministerio que
ya no recibe necesariamente se queda en “lo viejo”. Este criterio nos sirve
para evaluar ministerios e iglesias, y también a nosotros mismos: ¿qué estamos
recibiendo? ¿O seguimos ministrando en lo que nos fue revelado en un pasado, y
nada más? Puede ser que en algún punto nos volvimos “egoístas espirituales” y
no fuimos generosos en dar sin esperar nada a cambio, sin pretender luego que
los receptores permanecieran “bajo” nuestro ministerio. No digo que esto sea lo
único, pero creo que es un elemento a tener en cuenta.
Por tanto, que el Señor nos ayude a tener el
adecuado discernimiento.
Danilo Sorti
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