martes, 19 de diciembre de 2017

346. Los campos blancos

Juan 4:31-38 RVC
31 Mientras tanto, con ruegos los discípulos le decían: «Rabí, come.»
32 Pero él les dijo: «Para comer, yo tengo una comida que ustedes no conocen.»
33 Los discípulos se decían unos a otros: «¿Alguien le habrá traído algo para comer?»
34 Jesús les dijo: «Mi comida es hacer la voluntad del que me envió, y llevar a cabo su obra.
35 ¿Acaso no dicen ustedes: “Aún faltan cuatro meses para el tiempo de la siega”? Pues yo les digo: Alcen los ojos, y miren los campos, porque ya están blancos para la siega.
36 Y el que siega recibe su salario y recoge fruto para vida eterna, para que se alegren por igual el que siembra y el que siega.
37 Porque en este caso es verdad lo que dice el dicho: “Uno es el que siembra, y otro es el que siega.”
38 Yo los he enviado a segar lo que ustedes no cultivaron; otros cultivaron, y ustedes se han beneficiado de sus trabajos.»


Los tiempos de Jesús eran política, social y económicamente complicados. Roma vivía un tiempo de esplendor, a costa del sufrimiento de las provincias, y tanto Judea como Samaria eran, precisamente, provincias. Pero aún en Samaria, no solo tenía la misma opresión romana sino que además debía sufrir el desprecio de sus vecinos judíos.

En medio de esa situación difícil, el relato de Juan 4 es un oasis lleno de vida, y no podía ser para menos, ¡estaba Jesús allí! Entre paréntesis, ¿estamos siendo lo suficientemente conscientes del tremendo poder de vida y restauración que sigue teniendo el Señor?

Una mujer equivocada y despreciada se encuentra con un judío, que rompe la barrera que había entre samaritanos y judíos, y entre hombres y mujeres en aquel entonces. Un hombre que no se acerca a ella para tratar de sacarle provecho, como los cinco que había tenido antes y, probablemente, el que también tenía ahora. No solo eso, también puede llegar a las cuestiones más personales y delicadas de un ser humano y de una sociedad trayendo verdad pero no condenación, sino corrección, restauración y una visión superadora de siglos de antinomia. Y más, les devuelve la esperanza de un futuro mejor: estaba frente al Mesías, y eso tenía profundas implicancias políticas. Y todo termina nada menos que con una comisión de vuelta hacia la comunidad que la había rechazado que transforma a esta persona, una de las “últimas”, en portavoz de las Buenas Nuevas e iniciadora de un movimiento en todo su pueblo. Todo eso en una charla de un rato nomás, quizá son más de quince o veinte minutos. Y todo eso en medio de profundos y candentes problemas nacionales.

Pero el verdadero problema no fue la mujer, sino convencer a Sus discípulos que ese era el mejor lugar y el mejor momento para levantar una cosecha. Ahora, entendamos bien los tiempos: “¿Acaso no dicen ustedes: “Aún faltan cuatro meses para el tiempo de la siega”? Pues yo les digo: Alcen los ojos, y miren los campos, porque ya están blancos para la siega.” ¿Qué significan los “cuatro meses”? Puede ser casi el tiempo de un cultivo, es decir, “cuatro meses” podía significar que ellos estaban viendo recién el trigo asomar, que en el campo solo había un “pasto verde”, pero todavía nada parecido a una espiga, ni lo habría por bastante tiempo. Ellos pensaban que la cosecha estaba “muy verde aún”, y que todavía había que hacer un gran trabajo para recogerla. Exactamente lo contrario a lo que estaba viendo Jesús.

El Señor tiene que abrir sus ojos para que pudieran ver que había pasado algo en el ámbito espiritual mucho más rápido de lo que ellos estaban acostumbrados o podían entender hasta ese momento. Y no es que los discípulos recién se habían convertido, ya llevaban un cierto tiempo caminando con Jesús. Con todo, la cuestión política y social seguía ocupando su agenda aún después de haberlo visto resucitado.

Precisamente en este momento es que el Señor nos dice que alcemos los ojos, en el contexto puntual que tenemos en el país a la fecha de escribir este artículo pero también en el contexto general del mundo, en medio del caos, del dolor y, fundamentalmente, de los conflictos reinantes en todas partes.

Al igual que esta mujer, la humanidad ha estado buscando la paz y el bienestar en un “marido”, y en otro, y en otro, y en otro, y sucesivamente TODOS, ABSOLUTAMENTE TODOS la han defraudado. Creo que este último siglo es el ejemplo más paradigmático que ha habido en toda la historia de la humanidad. ¿Ha encontrado la felicidad con el socialismo, el capitalismo, el comunismo, la revolución hippie, la tecnología, la vuelta a la naturaleza, los movimientos populares, el conspiracionismo, etc., etc., etc.? DECIDIDAMENTE NO.

Es cierto, no todos están yendo al mediodía, bajo el rayo del sol, con su cántaro vacío a buscar agua para saciar su sed, es decir, no todos reconocen que están muertos de sed, pero bastó que una sola persona lo hiciera, y se encontrara “por casualidad” con el agua de vida como para que todo un pueblo se diera cuenta de cuánta sed tenía y no lo sabía.

Este es ese tiempo, el Adversario mismo se ha encargado de preparar el terreno, ofreciendo solución falsa tras solución falsa, mintiendo y engañando hasta el hartazgo a una humanidad hambrienta, que no ha hecho más que darse cuenta de que su hambre sigue sin ser satisfecha. Otros han sembrado la semilla del Evangelio, a veces durante siglos, sin ver la cosecha anhelada. Nosotros tenemos el terreno y la cosecha lista, quizás no todavía la última, no la mayor, pero sí una muy importante para levantar. Hermanos, ¡alcemos la vista, aunque parezca todo lo contrario, los campos están blancos!

“Y el que siega recibe su salario y recoge fruto para vida eterna, para que se alegren por igual el que siembra y el que siega.”

Danilo Sorti




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