Juan 4:31-38 RVC
31 Mientras tanto, con ruegos los discípulos
le decían: «Rabí, come.»
32 Pero él les dijo: «Para comer, yo tengo
una comida que ustedes no conocen.»
33 Los discípulos se decían unos a otros:
«¿Alguien le habrá traído algo para comer?»
34 Jesús les dijo: «Mi comida es hacer la
voluntad del que me envió, y llevar a cabo su obra.
35 ¿Acaso no dicen ustedes: “Aún faltan
cuatro meses para el tiempo de la siega”? Pues yo les digo: Alcen los ojos, y
miren los campos, porque ya están blancos para la siega.
36 Y el que siega recibe su salario y recoge
fruto para vida eterna, para que se alegren por igual el que siembra y el que
siega.
37 Porque en este caso es verdad lo que dice
el dicho: “Uno es el que siembra, y otro es el que siega.”
38 Yo los he enviado a segar lo que ustedes
no cultivaron; otros cultivaron, y ustedes se han beneficiado de sus trabajos.»
Los tiempos de Jesús eran política, social y
económicamente complicados. Roma vivía un tiempo de esplendor, a costa del
sufrimiento de las provincias, y tanto Judea como Samaria eran, precisamente,
provincias. Pero aún en Samaria, no solo tenía la misma opresión romana sino
que además debía sufrir el desprecio de sus vecinos judíos.
En medio de esa situación difícil, el relato
de Juan 4 es un oasis lleno de vida, y no podía ser para menos, ¡estaba Jesús
allí! Entre paréntesis, ¿estamos siendo lo suficientemente conscientes del
tremendo poder de vida y restauración que sigue teniendo el Señor?
Una mujer equivocada y despreciada se
encuentra con un judío, que rompe la barrera que había entre samaritanos y judíos,
y entre hombres y mujeres en aquel entonces. Un hombre que no se acerca a ella
para tratar de sacarle provecho, como los cinco que había tenido antes y,
probablemente, el que también tenía ahora. No solo eso, también puede llegar a
las cuestiones más personales y delicadas de un ser humano y de una sociedad
trayendo verdad pero no condenación, sino corrección, restauración y una visión
superadora de siglos de antinomia. Y más, les devuelve la esperanza de un
futuro mejor: estaba frente al Mesías, y eso tenía profundas implicancias
políticas. Y todo termina nada menos que con una comisión de vuelta hacia la
comunidad que la había rechazado que transforma a esta persona, una de las
“últimas”, en portavoz de las Buenas Nuevas e iniciadora de un movimiento en
todo su pueblo. Todo eso en una charla de un rato nomás, quizá son más de
quince o veinte minutos. Y todo eso en medio de profundos y candentes problemas
nacionales.
Pero el verdadero problema no fue la mujer,
sino convencer a Sus discípulos que ese era el mejor lugar y el mejor momento
para levantar una cosecha. Ahora, entendamos bien los tiempos: “¿Acaso no dicen
ustedes: “Aún faltan cuatro meses para el tiempo de la siega”? Pues yo les
digo: Alcen los ojos, y miren los campos, porque ya están blancos para la
siega.” ¿Qué significan los “cuatro meses”? Puede ser casi el tiempo de un
cultivo, es decir, “cuatro meses” podía significar que ellos estaban viendo
recién el trigo asomar, que en el campo solo había un “pasto verde”, pero
todavía nada parecido a una espiga, ni lo habría por bastante tiempo. Ellos
pensaban que la cosecha estaba “muy verde aún”, y que todavía había que hacer
un gran trabajo para recogerla. Exactamente lo contrario a lo que estaba viendo
Jesús.
El Señor tiene que abrir sus ojos para que
pudieran ver que había pasado algo en el ámbito espiritual mucho más rápido de
lo que ellos estaban acostumbrados o podían entender hasta ese momento. Y no es
que los discípulos recién se habían convertido, ya llevaban un cierto tiempo
caminando con Jesús. Con todo, la cuestión política y social seguía ocupando su
agenda aún después de haberlo visto resucitado.
Precisamente en este momento es que el Señor
nos dice que alcemos los ojos, en el contexto puntual que tenemos en el país a
la fecha de escribir este artículo pero también en el contexto general del
mundo, en medio del caos, del dolor y, fundamentalmente, de los conflictos
reinantes en todas partes.
Al igual que esta mujer, la humanidad ha
estado buscando la paz y el bienestar en un “marido”, y en otro, y en otro, y
en otro, y sucesivamente TODOS, ABSOLUTAMENTE TODOS la han defraudado. Creo que
este último siglo es el ejemplo más paradigmático que ha habido en toda la
historia de la humanidad. ¿Ha encontrado la felicidad con el socialismo, el capitalismo,
el comunismo, la revolución hippie, la tecnología, la vuelta a la naturaleza,
los movimientos populares, el conspiracionismo, etc., etc., etc.? DECIDIDAMENTE
NO.
Es cierto, no todos están yendo al mediodía,
bajo el rayo del sol, con su cántaro vacío a buscar agua para saciar su sed, es
decir, no todos reconocen que están muertos de sed, pero bastó que una sola
persona lo hiciera, y se encontrara “por casualidad” con el agua de vida como
para que todo un pueblo se diera cuenta de cuánta sed tenía y no lo sabía.
Este es ese tiempo, el Adversario mismo se ha
encargado de preparar el terreno, ofreciendo solución falsa tras solución
falsa, mintiendo y engañando hasta el hartazgo a una humanidad hambrienta, que
no ha hecho más que darse cuenta de que su hambre sigue sin ser satisfecha.
Otros han sembrado la semilla del Evangelio, a veces durante siglos, sin ver la
cosecha anhelada. Nosotros tenemos el terreno y la cosecha lista, quizás no
todavía la última, no la mayor, pero sí una muy importante para levantar.
Hermanos, ¡alcemos la vista, aunque parezca todo lo contrario, los campos están
blancos!
“Y el que siega recibe su salario y recoge
fruto para vida eterna, para que se alegren por igual el que siembra y el que
siega.”
Danilo Sorti
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