Gálatas 3:27-29 RVC
27 Porque todos
ustedes, los que han sido bautizados en Cristo, están revestidos de Cristo.
28 Ya no hay judío ni
griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes
son uno en Cristo Jesús.
29 Y si ustedes son
de Cristo, ciertamente son linaje de Abrahán y, según la promesa, herederos.
Romanos 10:12-13 RVC
12 Porque no hay
diferencia entre el que es judío y el que no lo es, pues el mismo que es Señor
de todos, es rico para con todos los que lo invocan,
13 porque todo el que
invoque el nombre del Señor será salvo.
Colosenses 3:9-11 RVC
9 No se mientan los
unos a los otros, pues ya ustedes se han despojado de la vieja naturaleza y de
sus hechos,
10 y se han revestido
de la nueva naturaleza, la naturaleza del nuevo hombre, que se va renovando a
imagen del que lo creó hasta el pleno conocimiento,
11 donde ya no
importa el ser griego o judío, estar circuncidado o no estarlo, ser extranjero
o inculto, siervo o libre, sino que Cristo es todo, y está en todos.
Hubo un tiempo hace algunas décadas en que la discriminación
y el odio entre grupos humanos en el mundo parecía estar disminuyendo, o al
menos no generaba hechos demasiado violentos y “visibles”. A medida que nos
acercamos al final de los tiempos y el mal aumenta exponencialmente, es lógico
que esta situación hubiera de cambiar.
Y así llegamos al día de hoy, en que a medida que la
economía mundial se vuelve cada vez más caótica y la crisis ambiental causa
cada vez más desastres y destruye los recursos productivos, las sociedades
necesitan alguien a quien echarle la culpa, como en la tristemente célebre
época de Hitler, los “judíos modernos” (y, de paso, digamos que también el
antisemitismo está en aumento en el mundo actual).
¿Cómo se manifiesta este mismo espíritu dentro del Pueblo de
Dios? De maneras más sutiles, pero que en el fondo tienen la misma raíz:
empezando a valorar una “raza” por encima de otra debido a muchas razones que
no vale la pena mencionar, de las que Pablo dijo:
Filipenses 3:7-8 DHH
7 Pero todo esto, que
antes valía mucho para mí, ahora, a causa de Cristo, lo tengo por algo sin
valor.
8 Aún más, a nada le
concedo valor si lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi
Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a
cambio de ganarlo a él
Todo lo que delante de Dios es menos importante que el polvo
que se junta en los pisos de nuestras casas comienza a ser revestido de
dignidad y espiritualidad. Sinceramente, para los muchos cristianos que conocen
muy poco la Palabra de Dios, con “amontonar” unos cuantos versículos bíblicos
alrededor de un tema, gritar y llorar un poco durante algunas predicaciones y
hacer un poco de show escénico; se pude armar una doctrina creíble.
Sé que puede molestar esto que estoy diciendo, no es mi
intención ofender, pero si es necesario que alguien sea “sacudido” un poco con
estas palabras para despertar a las realidades espirituales, no lo lamento.
La realidad es que todos los pueblos tienen historias muy
oscuras y hechos muy nobles en su pasado. Y no creo que esté mal valorar lo
bueno que traemos en nuestra herencia, con la suficiente humildad como para no
creernos mejor que nadie porque:
Romanos 3:9-12 RVC
9 ¿Entonces, qué?
¿Somos nosotros mejores que ellos? ¡De ninguna manera! Porque ya hemos
demostrado que todos, judíos y no judíos, están bajo el pecado.
10 Como está escrito:
«¡No hay ni uno solo que sea justo!
11 No hay quien
entienda; no hay quien busque a Dios.
12 Todos se
desviaron, a una se han corrompido. No hay quien haga lo bueno, ¡no hay ni
siquiera uno!
Les comento algo personal: como descendiente cien por ciento
de italianos, tengo “sobre mis espaldas” unas cuantas cosas nefastas: la
Iglesia Romana y su historia de persecución a los protestantes y evangélicos,
el juicio y crucifixión de nuestro Señor, la persecución de los primeros
cristianos, la participación de Italia en la 2° Guerra Mundial junto con la
Alemania Nazi… Bueno, no es para enorgullecerse.
Pero resulta que también mis antepasados fueron los que
abrazaron el Evangelio cuando Israel, la nación a la que primero estaba
destinado, lo rechazaba. Ellos fueron los que murieron como mártires durante
varios siglos a lo largo de todo el Imperio Romano, los primeros que habrían de
dar el testimonio a tantos y tantos otros hoy día que están ofreciendo sus vidas
en Medio Oriente, Asia y África (muchísimos más en número que esos primeros).
Fueron los romanos los que mantuvieron encendida la antorcha del Evangelio en
una Europa desmembrada, durante más de 1.000 años; por cierto con muchos
errores y graves pecados, ¡sin duda!, pero la mantuvieron. Y, aunque no nos
guste admitirlo, un Lutero no hubiera podido surgir si no hubiera habido una
estructura tal como la Iglesia Católica Romana. ¡Con esto no quiero de ninguna
manera hacer una apología de la Iglesia Romana! ¡Ni tampoco de los italianos!
Pero entender esto me sirvió para darme cuenta de que también mi pueblo tenía
un rol muy importante en la historia.
Hermanos, es absurdo tratar de sobresalir por nuestra
nacionalidad o incluso por nuestra “historia evangélica” (alguna vez estuve en
una iglesia en donde más “rango” tenían los que venían de tres o cuatro
generaciones de evangélicos…).
En la época de los primeros cristianos la sociedad estaba
profundamente dividida, más de lo que lo está en este momento histórico, aunque
es probable que más cerca del fin de los tiempos lleguemos a ese mismo nivel de
“grieta” (pusimos de moda la palabra en nuestro país…), y esas divisiones
“raciales” y culturales se trasladaban a la iglesia. El Espíritu exhortó
fuertemente a los hermanos para que entendiera que nada de eso tenía ya valor.
Hermanos, ni participemos ni dejemos que “nos participen” en
estas cuestiones. Y por sobre todo, cuidemos nuestras congregaciones para que
tales espíritus no se infiltren, porque les aseguro que si no reforzamos las
murallas no pasará mucho tiempo para que lo hagan.
¡Que el Señor nos dé Su gracia para construir una Novia
unida, digna de su Prometido!
Danilo Sorti
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