viernes, 14 de julio de 2017

55. Los obreros de la última hora, es decir, ¡esta!

Mateo 20:9 RVC
9  Los que habían llegado cerca de las cinco de la tarde pasaron y cada uno recibió el salario de un día de trabajo.

Siempre ha sido un tema de debate dentro del “mundillo” evangélico la cuestión del liderazgo: quién puede ser reconocido, quién no, qué responsabilidades se le pueden dar a uno y qué a otro, cuánto tiempo debe ser creyente antes de ser ubicado en algún ministerio, quién tiene más autoridad, si es el pastor, el apóstol, el patriarca, el pater, o vaya a saber qué título nuevo estaremos inventando en este preciso momento, etc., etc., etc.

Bueno, no seamos tan críticos, todos esos temas tienen su importancia y su valor, al menos en tiempos “normales”, ¡y ahí está el problema! ¡No estamos en tiempos normales!

La parábola de Mateo 20 nos muestra a un estanciero buscando desesperadamente obreros para su viña: todos eran bienvenidos, todos eran necesarios, ninguno sobraba, y aún el trabajo más breve (el que había entrado a las 5 de la tarde, porque la jornada terminaba a las 6) merecía igual recompensa.

Dejemos de lado la protesta de los trabajadores de la primera hora (¿se parecerá en algo a la protesta de ciertos líderes evangélicos añosos de hoy…?), el hecho es que para el señor del campo ninguno estaba de más. Y para el Señor del mundo ninguno está de más hoy.

Nadie sobra, todos son importantes, todos son necesarios; el creyente de hace 80 años y el pecador recontra pecador que se arrepintió esta mañana; ninguno debe quedarse sentado; aunque las responsabilidades sean distintas, cada uno es necesario e imprescindible. Aún el trabajo más “pequeño” o breve en el final de los tiempos (las 5 de la tarde en la parábola) tiene tanta recompensa como el ministerio más largo y “exitoso” de los cristianos de antaño. Y si tiene le misma recompensa es porque, proporcionalmente, resulta igual de importante.

Ni podemos quedarnos sentados en un rinconcito esperando unos cuantos años hasta que nos “mejoremos” lo suficiente ni podemos dejar sentado a nadie. ¡Por supuesto que esto no es de ningún modo una excusa para seguir pecando! Lo cierto es que TODOS Y CADA uno tiene una labor muy importante que hacer AQUÍ Y AHORA, antes del fin. En el cielo analizaremos cuán bien o cuán mal la hicimos, pero para  eso falta todavía, aunque no mucho.

¡Señor, ayúdanos a servirte fielmente!


Danilo Sorti




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