Lucas 5:39 DHH
39 Y
nadie que toma el vino añejo quiere después el nuevo, porque dice: añejo es más
sabroso.
El contexto de este pasaje es fundamental
para entender el significado del versículo: Jesús está hablando de la novedad
del Reino, del “vino nuevo” que él estaba trayendo, en comparación con lo
“viejo” que era la manifestación del Reino que conocían hasta ese momento. Él
está hablando principalmente de actitudes, aunque por extensión se refiere a
todo lo que abarca el Reino de Dios.
La manifestación del Reino estaba cambiando,
eso nuevo había que recibirlo con alegría y regocijo, sin intentar hacer una
mezcla o emparche. Muchos judíos de su época no llegaron a entenderlo y por eso
trataron de “judaizar” a los cristianos gentiles.
Pero en este discurso el Señor pone una
advertencia: “nadie que toma el vino añejo…”. ¿Qué quiere decir? Este pasaje ha
sido interpretado de diversas formas, aquí voy a plantear lo que entiendo al
respecto.
Si “lo añejo” es la vieja manifestación del
reino, entonces resulta lógico que la gente se aferre a ello: ya es conocido,
por lo que no hay sorpresas “desagradables” ni incertezas respecto de cómo va a
seguir en el futuro. Ya sabemos cómo funciona, no hay que esforzarse demasiado
por aprender algo nuevo. Probablemente ya tengan un “lugarcito” más o menos
acomodado, por lo que cambiar implicaría perder lo ganado durante años o
incluso generaciones. Está funcionando “bien”; hay ministerios de niños, de
jóvenes, de adolescentes, de mujeres, de música, etc., etc. Ya hemos aprendido
como “son las cosas” y cómo pensar, cómo comportarnos (cómo aparentar…), qué
decir y qué no decir. Los lugares ya están “repartidos”, por lo que no veremos
luchas por el poder demasiado importantes. En fin, ya está todo “armadito” y
“funcionando”, ¿por qué cambiar?
Lo nuevo, en cambio, es desconocido,
impredecible, variable. Hay que construir todo, ¡es mucho esfuerzo! No tiene
ministerios armados y funcionando bien, el lugar hay que ganárselo por mérito
propio y mucha creatividad y esfuerzo. No sabemos bien todavía como funciona y
de hecho tampoco los líderes lo saben, y además, tampoco sabemos cómo se
comportarán los líderes en el futuro, al fin y al cabo, ¡hay tantos que cuando
tienen un poquito de éxito se desvían!
No, decididamente, lo nuevo es muy
problemático, mejor nos quedamos con lo viejo… si no fuera que Dios, por Su
propia naturaleza, tiene la incómoda (para nosotros) costumbre de cambiar
continuamente las cosas, de estar trayendo siempre algo nuevo en Su Reino, de
plantear nuevos desafíos, nueva luz sobre La Palabra… y eso nuevo, que llamamos
“vino nuevo” necesariamente va de la mano de un nuevo liderazgo, casi siempre
jóvenes o relativamente jóvenes, y también casi siempre con poca trayectoria
“oficial” en las iglesias establecidas.
Sí, lo nuevo es arriesgado e inseguro, pero
también es lo único que ha logrado extender el Reino de Dios hasta cumplir Su
pleno propósito. Lo viejo “cambia para que nada cambie”, lo nuevo cambia de
verdad. Claro que voy a ser el primero en advertir que uno no debe buscar “lo
nuevo” solo por el afán de “lo nuevo” en sí mismo, y que, de hecho, mucho de lo
que se presenta como “nuevo” al final termina siendo el mismo y viejísimo
engaño de la serpiente. Lo nuevo de Dios se discierne espiritualmente, y es el
desafío mayor que Él nos pone. ¿Estaremos dispuestos a afrontarlo en el poder
del Espíritu?
Danilo Sorti
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