domingo, 30 de julio de 2017

79. La revelación de la intimidad espiritual

Apocalipsis 3:20 RVC
20 ¡Mira! Ya estoy a la puerta, y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, yo entraré en su casa, y cenaré con él, y él cenará conmigo.


Realmente la iglesia de Laodicea es desastrosa, es más, creo que no hay otra que sea peor, no tanto por lo “mala” que se vea sino por la hipocresía que tiene. Creo que el cristiano con un poquito de discernimiento nomás se da cuenta de que es el modelo predominante hoy… y mejor no entremos a dar nombres…

Lo cierto es que lo malo que se muestra de Laodicea en Apocalipsis sumado a los (muy) malos testimonios de las “laodiceas” actuales y el enojo que ello produce en los cristianos heridos hace que nos perdamos de vista una riqueza maravillosa que tiene esta iglesia y que no se le dio a ninguna de las otras: la intimidad.

Los cristianos que nacimos en el modelo de Filadelfia, el de las iglesias fieles, con pocos recursos pero con mucha fe, paciencia y sinceridad, hemos sufrido un gran choque al “pasar” a Filadelfia; mucho nunca se recuperaron de ello. Los que nacieron en Filadelfia no tienen ese problema, pero muy lamentablemente la mayoría de ellos vive un cristianismo muy superficial, creyendo sinceramente que están muy bien así. Los que tuvieron un poco de luz probablemente estén tan enojados que rechacen todo lo que Laodicea es. Y así, unos y otros se pierden algo maravilloso: la revelación de la intimidad con el Señor.

Es fácil reconocer el modelo de Filadelfia, porque la obra cristiana tiene todavía mucho de “humano”: nos esforzamos por vivir en santidad, nos esforzamos por hacer la obra del ministerio, tenemos que esforzarnos por tener fe para recibir el milagro, leemos y estudiamos asiduamente para tratar de conocer la voluntad del Señor; en resumen, Dios está allí, pero no tan cerca. Lo fantástico de Filadelfia es que, teniéndolo relativamente distante, es fiel en mantener lo que recibió.

Sin embargo, en Laodicea la revelación es muy superior: la santidad fluye naturalmente de la comunión estrecha con el Amado, la obra del ministerio es un paseo al lado del Maestro, no hay que esforzarse en creer porque el Consejero nos dice cuáles son Sus planes; lo que va a hacer y lo que no, y no necesitamos cursar seminario tras seminario porque la voz del Espíritu es claramente audible indicándonos el camino a seguir en cada momento. ¡Eso, y mucho más, significa tener al Señor cerca! Esa es la intimidad.

El problema, y aquello que tanto rechazo produce en Laodicea, es que teniendo una revelación tan clara y cercana del Señor, se confió pensando que ya se había “comprado a Dios” y que podía vivir como quisiera total la gracia de Dios siempre iba a cubrir todo pecado… y se olvidó del Dios Santo y Justo tal como se reveló en el Antiguo Pacto. Por eso es que tal iglesia deberá pasar por los juicios de la tribulación.

Muchos de nosotros, como dije antes, tenemos muy buenas razones para rechazar al modelo de Laodicea, pero no debemos desestimar la revelación que el Espíritu le dio: si la mayoría de la iglesia la malinterpretó, es problema de ellos, ¡nada de eso cambia los propósitos de Dios!

Hermanos heridos por Laodicea: tomemos aquello que el Espíritu derramó en esta iglesia; la mayor parte de ese Vino Nuevo en realidad está tirado en el piso; no hubo vasijas santas dispuestas a contenerlo, ¿podremos recogerlo nosotros?

Es un error pretender “quedarse” en Filadelfia, porque no podremos ser efectivos con el ministerio para alcanzar a la última generación antes del Rapto; la unción de Filadelfia servía para ese tiempo, pero es muy escasa en resultados ahora. Es un error meterse descuidadamente en Laodicea porque vamos a perder toda la riqueza que hayamos llevado.

¿¡Cuál es la iglesia entonces!? Exactamente ninguna de ellas, es aquella que menciona el Señor al final de cada carta, son los que vencen en cada momento, los que logran superar las debilidades de cada modelo, aquellos que, en realidad, pertenecen a la iglesia gloriosa de Apocalipsis 4, como anticipo de lo que vendrá. ¡Allí quiero estar!

Danilo Sorti




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