Hace unos cuantos años, cuando era un
jovencito, iba a una iglesia bastante activa, con muchas oportunidades para que
un muchacho inquieto pudiera servir. Claro, dar el mensaje en los distintos
grupos no era para cualquiera; pero yo sentía que tenía una palabra para
compartir y que podía hacerlo.
La esposa del pastor decidió finalmente que
me daría algunas lecciones para predicar, así que un día me citó, me dio unos
cuantos consejos y me encargó que preparara un buen mensaje sobre el Salmo 24.
Así que toda esa semana estuve estudiando el texto y tratando de armar algo que
conmoviera los corazones… pero yo inevitablemente soy maestro, así que lo que
logré armar fue una buena enseñanza.
Llegó el día y comencé a exponer mi mejor
predicación… que fue cortada en la mitad con una cara de decepción, seguida de
una larga explicación de lo mucho que me faltaba para ser un buen predicación,
de las muchas cualidades que no tenía, y del largo tiempo que tendría que
trabajar para llegar a ese objetivo. Luego me dio ella una muestra de cómo era
una buena predicación (y, sinceramente, no entendí en qué se diferenciaba
sustancialmente de la mía).
No fue fácil en ese momento remontar el
“fracaso”, pero, eventualmente, con la ayuda de algunos amigos y la
ministración del Espíritu lo logré; y el Señor abrió luego puertas hermosas
para el ministerio; en la radio, en la enseñanza, en grupos de misiones.
Con el tiempo me fui de esa iglesia, pero hay
heridas que no terminan de cerrar tan fácilmente, más que nada porque quedan
escondidas en un rincón del corazón y pensamos que no están más. Finalmente, el
Señor trajo sanidad y pude ver todo el panorama en una perspectiva adecuada.
Pasaron más de quince años. ¿Qué fue de la
vida de mi “mentora” frustrada?
Los malos testimonios del liderazgo de esa
iglesia se hicieron notorios en toda la ciudad. Muchos de sus líderes o bien se
terminaron yendo (heridos) o tuvieron serios problemas y pecados. El pastor y
su familia pasaron por muchos y serios problemas. Muchos de los hermanos de mi
época se fueron, y unos cuantos de los que se quedaron por más tiempo
terminaron siendo seriamente afectados en su salud espiritual.
Mis queridos hermanos, ¡qué felicidad que
ella me dijera que yo no podía predicar DE ACUERDO A SU MODELO! ¡Qué bendición
que no me dejara participar de su “selecto” grupo de líderes! ¡Qué misericordia
la de nuestro Padre Celestial que me guardó de tan grande mal! Sí, es toda la
verdad, no era apto para predicar… ahí.
No digo esto para criticar a esa
congregación, porque Dios ama la redención y la restauración, y de hecho sé que
Él está trabajando en eso, pero creo que es necesario contar algunos
testimonios así porque muchos pasan por lo mismo.
¿Qué es lo que te han dicho? ¿Cuánto te han denigrado
injustamente? Tranquilo mi hermano, mi hermana. No te aflijas demasiado, déjalo
en las manos del Señor y seguí adelante con los hermosos ministerios que él
tiene para vos. No va a pasar mucho tiempo hasta que sea visto claramente quién
es quién y sobre quién está el respaldo del Señor. Confía en él, y él hará.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario