sábado, 1 de julio de 2017

42. ¡No sos apto para predicar!

Hace unos cuantos años, cuando era un jovencito, iba a una iglesia bastante activa, con muchas oportunidades para que un muchacho inquieto pudiera servir. Claro, dar el mensaje en los distintos grupos no era para cualquiera; pero yo sentía que tenía una palabra para compartir y que podía hacerlo.

La esposa del pastor decidió finalmente que me daría algunas lecciones para predicar, así que un día me citó, me dio unos cuantos consejos y me encargó que preparara un buen mensaje sobre el Salmo 24. Así que toda esa semana estuve estudiando el texto y tratando de armar algo que conmoviera los corazones… pero yo inevitablemente soy maestro, así que lo que logré armar fue una buena enseñanza.

Llegó el día y comencé a exponer mi mejor predicación… que fue cortada en la mitad con una cara de decepción, seguida de una larga explicación de lo mucho que me faltaba para ser un buen predicación, de las muchas cualidades que no tenía, y del largo tiempo que tendría que trabajar para llegar a ese objetivo. Luego me dio ella una muestra de cómo era una buena predicación (y, sinceramente, no entendí en qué se diferenciaba sustancialmente de la mía).

No fue fácil en ese momento remontar el “fracaso”, pero, eventualmente, con la ayuda de algunos amigos y la ministración del Espíritu lo logré; y el Señor abrió luego puertas hermosas para el ministerio; en la radio, en la enseñanza, en grupos de misiones.

Con el tiempo me fui de esa iglesia, pero hay heridas que no terminan de cerrar tan fácilmente, más que nada porque quedan escondidas en un rincón del corazón y pensamos que no están más. Finalmente, el Señor trajo sanidad y pude ver todo el panorama en una perspectiva adecuada.

Pasaron más de quince años. ¿Qué fue de la vida de mi “mentora” frustrada?

Los malos testimonios del liderazgo de esa iglesia se hicieron notorios en toda la ciudad. Muchos de sus líderes o bien se terminaron yendo (heridos) o tuvieron serios problemas y pecados. El pastor y su familia pasaron por muchos y serios problemas. Muchos de los hermanos de mi época se fueron, y unos cuantos de los que se quedaron por más tiempo terminaron siendo seriamente afectados en su salud espiritual.

Mis queridos hermanos, ¡qué felicidad que ella me dijera que yo no podía predicar DE ACUERDO A SU MODELO! ¡Qué bendición que no me dejara participar de su “selecto” grupo de líderes! ¡Qué misericordia la de nuestro Padre Celestial que me guardó de tan grande mal! Sí, es toda la verdad, no era apto para predicar… ahí.

No digo esto para criticar a esa congregación, porque Dios ama la redención y la restauración, y de hecho sé que Él está trabajando en eso, pero creo que es necesario contar algunos testimonios así porque muchos pasan por lo mismo.

¿Qué es lo que te han dicho? ¿Cuánto te han denigrado injustamente? Tranquilo mi hermano, mi hermana. No te aflijas demasiado, déjalo en las manos del Señor y seguí adelante con los hermosos ministerios que él tiene para vos. No va a pasar mucho tiempo hasta que sea visto claramente quién es quién y sobre quién está el respaldo del Señor. Confía en él, y él hará.


Danilo Sorti




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