Hebreos 1:1-2 RVC
1 Dios, que muchas veces y de distintas
maneras habló en otros tiempos a nuestros padres por medio de los profetas,
2 en estos días finales nos ha hablado por
medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y mediante el cual hizo el
universo.
La carta a los hebreos, según entiendo
escrita por Pablo, es un llamado a cristianos que estaban abandonando su fe
debido a las presiones por algo “menor”, se estaban volviendo atrás, nuevamente
al judaísmo, o al menos a una mezcla de judaísmo con cristianismo. No estaban
abandonando la fe, no estaban negando a Dios, pero se habían enfriado en el
amor y buscaban una forma de “fe” que no les resultara tan costosa.
A lo largo de la carta Pablo animará a los
hermanos a no desmayar, a mantenerse firmes, y esas mismas palabras son muy
necesarias “con más razón ahora que vemos que aquel día se acerca”. Hay muchos
cristianos fieles que están cansados de luchar durante mucho tiempo sin ver
fruto, más bien, observando que todo “va para atrás”. ¿Cómo hacer para no
doblegarse?
Recuerdo una frase que suele repetir Edgardo
Silvoso, haciendo alusión a esas peleas de box de película en las cuales el
protagonista gana en el último round casi por desfallecer: si nosotros estamos
agobiados y golpeados, ¡tenemos que mirar cómo está el contrincante! El reino
de las tinieblas se presenta victorioso e “invencible” para los hombres, pero
de nuestro lado hay un Campeón que, cuando llegue el momento preciso, le va a
asestar el golpe final, y los demonios lo saben bien, saben muy bien que ese
día está muy próximo, por eso están multiplicando sus esfuerzos, somos nosotros
quienes no debemos perder la perspectiva.
La lucha espiritual no era algo desconocido
en un mundo idólatra en el cual los espíritus se manifestaban por todos lados,
por eso no era necesario que Pablo hablara demasiado de ese tema, lo que
necesitaban saber era que Jesucristo, en quién había creído, estaba muy por encima
de cualquier poder espiritual e incluso muy por encima de cualquier forma
“menor” de fe.
Necesitamos lo mismo hoy, cuando hay tantos
poderes que se levantan, aparentemente invencibles. Dentro de las iglesias las
estructuras religiosas que se expresan en liderazgos empresariales y
“todopoderosos” no dejan lugar para nada más que no sea seguir sus programas,
sus proyectos y rendir pleitesía a los pequeños monarcas. En el mundo, el NOM
avanza cada vez con mayor claridad, concentrando poder y arrasando con lo poco
que quedaba de la independencia de las naciones. Todas las revoluciones
ideológicas terminaron fracasando, y cuando no, se mostraron iguales o peores
del sistema que pretendían suplantar. No es de extrañar el cinismo y apatía del
hombre posmoderno.
Basta una lectura superficial de la Biblia
para saber que Dios tiene predilección por dejar que los imperios lleguen al
punto en el que se creen invencibles precisamente para desarmarlos por
completo: lo ha hecho así en la historia, lo hizo incluso con la Israel de
Salomón cuando la nación se volvió idólatra, ¿no lo hará ahora? Está escrito,
ya sabemos el final de la historia y no es el que Fukuyama anunciara años
atrás.
Pero MIENTRAS TANTO debemos transitar por ESA
historia, y del “dicho al hecho hay mucho trecho”. Necesitamos volver a
levantar los ojos para no caer en un cristianismo de trinchera, refugiados en
un pozo para evitar los disparos (del mundo y de la iglesia) pero sin salir a
luchar con el poder del Espíritu. Necesitamos volver a enfocarnos en la
naturaleza y el poder de Jesucristo, nuestro Salvador, nuestro Capitán, el
Vencedor.
“Dios, que muchas veces y de distintas
maneras habló en otros tiempos a nuestros padres por medio de los profetas, en
estos días finales nos ha hablado por medio del Hijo” Dios nunca se quedó sin
testimonio, nunca estuvo tan lejos como para que no lo pudieran escuchar, aún
en el peor de los escenarios, en medio de Su juicio, también Su voz resultaba
audible. Cuando vemos una historia apartada del Creador no es por falta de
palabras, sino por expreso rechazo.
Para los que quisieron oír, siempre hubo una
voz disponible, aquellos que pudieron afinar más el oído siempre pudieron
conocer Su gracia y Su amor, y por sobre todo, la promesa del que vendría. Pero
ese tiempo de promesas “termina” con Cristo, el Hijo, es decir, Uno de la misma
naturaleza de Dios pero también como nosotros, y que en esa condición humana
ganó legítimamente el derecho de gobernar el Universo, además de haberlo
creado.
Cristo es superior a todos los profetas y
mensajeros del Antiguo Testamento, pero también es superior a todos los hombres
que hoy se erigen como autoridad dentro de la iglesia. Es superior a las
palabras de cualquier teólogo o cualquier iglesia. Él sigue estando por encima
de cualquiera que hable en Su nombre, o que pretenda hacerlo. Nadie tiene el
derecho de bloquear el acceso directo a nuestro Señor, y cuando llegamos a Su
presencia encontramos las palabras de Verdad, escritas en la Biblia pero
también pronunciadas a nuestro corazón.
Él sigue siendo el heredero de todo y muy
pronto reclamará Su heredad, sigue siendo el Creador que conoce en lo más
mínimo cómo funciona cada cosa y cuál es su propósito original. ¿Cómo podían
comparar ellos las palabras de los profetas con las palabras de Jesús? Y no se
trataba de que Moisés y los profetas hubieran escrito algo incorrecto, nada de
eso, “simplemente” que había una revelación muy superior.
Por eso, cualquier “revelación” que pretenda
ganar preeminencia por encima de las palabras de Cristo termina siendo una
herejía. Hoy vemos como se repiten las palabras de pastores y apóstoles, sus
frases se copian y publican. No digo que esté necesariamente mal, pero, ¿en qué
se comparan la paja con el trigo?
Sólo cuando volvemos a ver con claridad Quién
es Cristo es cuando podemos empezar a ver con claridad cuál es el tamaño de
nuestros problemas. Sólo cuando volvemos a subir la montaña es cuando los
problemas se ven como son: pequeños y pasajeros.
Pablo conecta el nombre de Cristo con el
Universo, hoy sabemos muchísimo más que ellos sobre él, y “nuestro” Universo,
aquello que conocemos todavía muy imperfecto, es increíblemente más grande que
el Universo que ellos podían conocer, ¡el alcance de esas palabras ha crecido
en la medida que crece el conocimiento del espacio! Pero sobre todo eso, desde
sus orígenes y por la eternidad, Jesucristo reina. Ése es nuestro Dios.
Los cristianos que recibían esta carta
conocían las escrituras; eran judíos y conocían muy bien la Torá, y ahora el
mensaje de Jesucristo. Pablo desarrollará muchos argumentos luego pero comienza
presentando a Cristo, el más “simple” mensaje evangelístico, aquello que para
los cristianos conocedores de la Palabra resulta demasiado básico. Precisamente
ahí ha estado el error: demasiada teología, mezclada con suficiente error, ha
conducido a muchos hacia la frustración y frialdad espiritual, ¿no conocen
acaso? Sí, pero no como deben conocer.
La revelación de Dios se basa en principios
sencillos, es increíblemente profunda, pero sus bases son increíblemente
simples; cuando llega el momento en que nos encontramos en medio de un
atolladero, cuando parece que nada funciona, debemos volver a los simples
fundamentos de la fe, a Cristo, y reconstruir a partir de allí.
Eso hará Pablo en el resto de esta extensa
carta y eso mismo somos llamados a hacer nosotros hoy, para levantar “las manos
caídas y las rodillas entumecidas”.
¡Señor, ayudanos a volver a mirarte a Ti!
Danilo Sorti
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