miércoles, 3 de octubre de 2018

587. Nada menos que lo mejor de Dios


Hebreos 1:1-2 RVC
1 Dios, que muchas veces y de distintas maneras habló en otros tiempos a nuestros padres por medio de los profetas,
2 en estos días finales nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y mediante el cual hizo el universo.

La carta a los hebreos, según entiendo escrita por Pablo, es un llamado a cristianos que estaban abandonando su fe debido a las presiones por algo “menor”, se estaban volviendo atrás, nuevamente al judaísmo, o al menos a una mezcla de judaísmo con cristianismo. No estaban abandonando la fe, no estaban negando a Dios, pero se habían enfriado en el amor y buscaban una forma de “fe” que no les resultara tan costosa.

A lo largo de la carta Pablo animará a los hermanos a no desmayar, a mantenerse firmes, y esas mismas palabras son muy necesarias “con más razón ahora que vemos que aquel día se acerca”. Hay muchos cristianos fieles que están cansados de luchar durante mucho tiempo sin ver fruto, más bien, observando que todo “va para atrás”. ¿Cómo hacer para no doblegarse?

Recuerdo una frase que suele repetir Edgardo Silvoso, haciendo alusión a esas peleas de box de película en las cuales el protagonista gana en el último round casi por desfallecer: si nosotros estamos agobiados y golpeados, ¡tenemos que mirar cómo está el contrincante! El reino de las tinieblas se presenta victorioso e “invencible” para los hombres, pero de nuestro lado hay un Campeón que, cuando llegue el momento preciso, le va a asestar el golpe final, y los demonios lo saben bien, saben muy bien que ese día está muy próximo, por eso están multiplicando sus esfuerzos, somos nosotros quienes no debemos perder la perspectiva.

La lucha espiritual no era algo desconocido en un mundo idólatra en el cual los espíritus se manifestaban por todos lados, por eso no era necesario que Pablo hablara demasiado de ese tema, lo que necesitaban saber era que Jesucristo, en quién había creído, estaba muy por encima de cualquier poder espiritual e incluso muy por encima de cualquier forma “menor” de fe.

Necesitamos lo mismo hoy, cuando hay tantos poderes que se levantan, aparentemente invencibles. Dentro de las iglesias las estructuras religiosas que se expresan en liderazgos empresariales y “todopoderosos” no dejan lugar para nada más que no sea seguir sus programas, sus proyectos y rendir pleitesía a los pequeños monarcas. En el mundo, el NOM avanza cada vez con mayor claridad, concentrando poder y arrasando con lo poco que quedaba de la independencia de las naciones. Todas las revoluciones ideológicas terminaron fracasando, y cuando no, se mostraron iguales o peores del sistema que pretendían suplantar. No es de extrañar el cinismo y apatía del hombre posmoderno.

Basta una lectura superficial de la Biblia para saber que Dios tiene predilección por dejar que los imperios lleguen al punto en el que se creen invencibles precisamente para desarmarlos por completo: lo ha hecho así en la historia, lo hizo incluso con la Israel de Salomón cuando la nación se volvió idólatra, ¿no lo hará ahora? Está escrito, ya sabemos el final de la historia y no es el que Fukuyama anunciara años atrás.

Pero MIENTRAS TANTO debemos transitar por ESA historia, y del “dicho al hecho hay mucho trecho”. Necesitamos volver a levantar los ojos para no caer en un cristianismo de trinchera, refugiados en un pozo para evitar los disparos (del mundo y de la iglesia) pero sin salir a luchar con el poder del Espíritu. Necesitamos volver a enfocarnos en la naturaleza y el poder de Jesucristo, nuestro Salvador, nuestro Capitán, el Vencedor.

“Dios, que muchas veces y de distintas maneras habló en otros tiempos a nuestros padres por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio del Hijo” Dios nunca se quedó sin testimonio, nunca estuvo tan lejos como para que no lo pudieran escuchar, aún en el peor de los escenarios, en medio de Su juicio, también Su voz resultaba audible. Cuando vemos una historia apartada del Creador no es por falta de palabras, sino por expreso rechazo.

Para los que quisieron oír, siempre hubo una voz disponible, aquellos que pudieron afinar más el oído siempre pudieron conocer Su gracia y Su amor, y por sobre todo, la promesa del que vendría. Pero ese tiempo de promesas “termina” con Cristo, el Hijo, es decir, Uno de la misma naturaleza de Dios pero también como nosotros, y que en esa condición humana ganó legítimamente el derecho de gobernar el Universo, además de haberlo creado.

Cristo es superior a todos los profetas y mensajeros del Antiguo Testamento, pero también es superior a todos los hombres que hoy se erigen como autoridad dentro de la iglesia. Es superior a las palabras de cualquier teólogo o cualquier iglesia. Él sigue estando por encima de cualquiera que hable en Su nombre, o que pretenda hacerlo. Nadie tiene el derecho de bloquear el acceso directo a nuestro Señor, y cuando llegamos a Su presencia encontramos las palabras de Verdad, escritas en la Biblia pero también pronunciadas a nuestro corazón.

Él sigue siendo el heredero de todo y muy pronto reclamará Su heredad, sigue siendo el Creador que conoce en lo más mínimo cómo funciona cada cosa y cuál es su propósito original. ¿Cómo podían comparar ellos las palabras de los profetas con las palabras de Jesús? Y no se trataba de que Moisés y los profetas hubieran escrito algo incorrecto, nada de eso, “simplemente” que había una revelación muy superior.

Por eso, cualquier “revelación” que pretenda ganar preeminencia por encima de las palabras de Cristo termina siendo una herejía. Hoy vemos como se repiten las palabras de pastores y apóstoles, sus frases se copian y publican. No digo que esté necesariamente mal, pero, ¿en qué se comparan la paja con el trigo?

Sólo cuando volvemos a ver con claridad Quién es Cristo es cuando podemos empezar a ver con claridad cuál es el tamaño de nuestros problemas. Sólo cuando volvemos a subir la montaña es cuando los problemas se ven como son: pequeños y pasajeros.

Pablo conecta el nombre de Cristo con el Universo, hoy sabemos muchísimo más que ellos sobre él, y “nuestro” Universo, aquello que conocemos todavía muy imperfecto, es increíblemente más grande que el Universo que ellos podían conocer, ¡el alcance de esas palabras ha crecido en la medida que crece el conocimiento del espacio! Pero sobre todo eso, desde sus orígenes y por la eternidad, Jesucristo reina. Ése es nuestro Dios.

Los cristianos que recibían esta carta conocían las escrituras; eran judíos y conocían muy bien la Torá, y ahora el mensaje de Jesucristo. Pablo desarrollará muchos argumentos luego pero comienza presentando a Cristo, el más “simple” mensaje evangelístico, aquello que para los cristianos conocedores de la Palabra resulta demasiado básico. Precisamente ahí ha estado el error: demasiada teología, mezclada con suficiente error, ha conducido a muchos hacia la frustración y frialdad espiritual, ¿no conocen acaso? Sí, pero no como deben conocer.

La revelación de Dios se basa en principios sencillos, es increíblemente profunda, pero sus bases son increíblemente simples; cuando llega el momento en que nos encontramos en medio de un atolladero, cuando parece que nada funciona, debemos volver a los simples fundamentos de la fe, a Cristo, y reconstruir a partir de allí.

Eso hará Pablo en el resto de esta extensa carta y eso mismo somos llamados a hacer nosotros hoy, para levantar “las manos caídas y las rodillas entumecidas”.

¡Señor, ayudanos a volver a mirarte a Ti!


Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario