miércoles, 3 de octubre de 2018

591. ¿De verdad todo sometido a Cristo?


2 Corintios 10:4-6 RVC
4 Las armas con las que luchamos no son las de este mundo, sino las poderosas armas de Dios, capaces de destruir fortalezas
5 y de desbaratar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y de llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.
6 Estamos listos para castigar toda desobediencia, una vez que la obediencia de ustedes llegue a la perfección.

2 Corintios 10:4-6 DHH
4 Las armas que usamos no son las del mundo, sino que son poder de Dios capaz de destruir fortalezas. Y así destruimos las acusaciones
5 y toda altanería que pretenda impedir que se conozca a Dios. Todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que lo obedezca a él,
6 y estamos dispuestos a castigar toda desobediencia, una vez que ustedes obedezcan perfectamente.


La autoridad absoluta de Cristo es algo que no se discute en nuestras iglesias, pero del dicho al hecho… hay mucho trecho.

El hecho mismo de la conversión, gracias al cual Dios nos integra al Cuerpo de Cristo, nos hace herederos de la salvación y de todas las promesas que viene con ella, nos reconcilia consigo mismo, implica necesariamente no sólo reconocer nuestro pecado, la obra suficiente de Cristo sino a Cristo mismo como Señor, soberano absoluto. Vivir ese señorío, entenderlo y ponerlo en práctica, es un proceso de toda la vida, propiamente, es lo que llamamos discipulado o crecimiento espiritual.

Sin  embargo no solemos enfocarlo desde ese punto de vista, más bien hablamos de “crecimiento espiritual” como algo que conseguimos nosotros, como un mejoramiento de NUESTRA vida, NUESTRA santidad, NUESTRA relación con Dios, NUESTRO conocimiento, pero no suele quedar lo suficientemente claro el hecho de que en realidad todo eso EMPIEZA y va de la mano del SOMETIMIENTO al señorío de Cristo.

Pero aún si hablamos de eso, hay un “ajuste fino” que no siempre se entiende. Me atrevo a decir que en la mayoría de las iglesias, o al menos en buena parte de los mensajes que uno podría escuchar normalmente, el contenido es más bien básico; en iglesias que predican la sana doctrina. Como resultado, los hermanos no se acostumbran a procurar ese “ajuste fino”, cuando lograron determinado nivel espiritual más o menos básico, la mayoría piensa que “ya llegó” y se dedica a hacer cosas para el Señor, o conseguir victorias espirituales, pero no suele preocuparse por continuar sometiendo TODO su ser a Cristo. Por supuesto, siempre hay hermanos especialmente motivados que siguen creciendo y profundizando en el Señor, pero podríamos decir que buena parte de los creyentes no tiene el suficiente desafío como para hacerlo.

Entonces, cualquier cristiano “que se precie” afirmaría sin dudar que Cristo es el Señor de todo y de toda su vida, pero es un hecho que el tal cristiano tendrá algunas (cuantas) áreas de su vida en donde Cristo aún no reina. De algunas de esas áreas será consciente y estará en una lucha para entronizar a Dios allí, de otras no tendrá ni idea que existen…

Finalmente el pensamiento, el alma, que representa la voluntad humana y que es la parte que tomó preeminencia luego de la caída, es la clave para traer el Reino de Dios a nuestras vidas y a esta tierra, y allí tenemos LA lucha, la “madre de todas las batallas” en relación con la santificación del creyente (no con su salvación, entendamos bien).

Es allí, en el área de los pensamientos, donde subsisten esas áreas no entregadas a Cristo. Allí anidan estructuras de ideas y razonamientos tan fuertemente establecidas que la mayoría de la gente no las cuestiona en toda su vida, y ni siquiera se da cuenta de que son valores relativos, que pueden modificarse. Es más, siendo cristianos, muchas veces “racionalizamos cristianamente” esas formas de pensamiento y esas ideas que no están de acuerdo con la Palabra de Dios, y con eso quedan doblemente aferradas porque no solamente las recibimos como mandatos culturales, sino que las justificamos bíblicamente.

Y es que esas estructuras son precisamente mandatos culturales o formaciones profesionales que aceptamos sin dudar, son paradigmas personales, estructuras de pensamiento a partir de las cuales explicamos todo el resto y que jamás nos atreveríamos a poner en duda.

Ahora bien, no necesariamente se trata de cosas malas. Es más, EL GRAN PROBLEMA que tenemos los cristianos, aquello que es lo más difícil de tratar del Espíritu con nosotros, no son las raíces pecaminosas en nuestro interior, que pueden ser fácilmente identificadas y por las que podemos orar y trabajar conscientemente (puede ser que no logremos vencerlas completamente en toda nuestra vida, pero al menos sabemos que están allí y que debemos permanecer alertas). El gran problema está con las cosas “buenas y útiles” pero que no constituyen verdades absolutas.

Una de esas estructuras es, por ejemplo, el pensamiento de que “el hombre debe ser el proveedor de la familia”. ¡Eso no tiene nada de malo! Hay unos cuantos pasajes bíblicos que hablan al respecto y en líneas generales, todo el contexto bíblico tiene ese concepto de trasfondo. Pero no es una verdad absoluta, y en el mundo de hoy, en donde es fácil que los hombres pasen temporadas sin trabajo, o que las mujeres encuentren trabajo más rápidamente (aunque con salarios menores, claro), ese mandato cultural llega a dominar de tal modo a los hombres que los sume en la depresión, en conductas incorrectas, en un activismo desenfrenado, o los empuja a la desesperanza y la vagancia. Y en realidad, la verdad eterna es que debo esforzarme en la medida de mis posibilidades y confiar en la provisión de Dios, pero aún si el Señor quiere tratar conmigo y me deja una temporada sin trabajo, ¿cuál es el problema?

A nivel profesional me he encontrado con profesionales cristianos que tienen grabado a fuego una estructura de pensamiento científico o profesional, que no necesariamente está mal o es inútil, pero que es una herramienta humana, algo que puede servir mucho pero que puede ser cambiado por algo superior. Sin embargo, su esquema profesional llega a ser una especie de “semidiós”, y no están dispuestos a cambiarlo o a considerar algo mejor cuando se les presenta la oportunidad. Por ejemplo, en ciencia se habla de la “idolatría del método científico” como uno de estos casos.

Algunos tienen fijo en la mente el hecho de que tienen que trabajar y ganar plata, y no necesariamente por motivos incorrectos, quizás han pasado necesidad toda su vida, o su familia. Algunos tienen un mandato familiar impreso a fuego: seguir con la misma actividad de los padres (por ejemplo, ser pastor si el padre lo es), seguir en la misma iglesia, con la misma exacta doctrina, ser profesional, estudiar en la universidad, etcétera. No se trata de cosas malas, bien puede el Señor indicar que se hagan, el hecho es que puede ser también que el Señor quiera otra cosa.

¿Cómo trata el Señor con eso? Notemos que Pablo está diciendo claramente que las armas espirituales sirven para atacar pensamientos erróneos, y que cualquier desobediencia, esto es, pensar lo que no debemos pensar, resulta castigada. Pues bien, ¡Dios castiga nuestra desobediencia! También nuestra desobediencia “sutil”. Y esto explica por qué (al menos en parte) a los cristianos fieles le ocurren unas cuantas cosas difíciles: Dios está tratando de ahondar en su estructura de pensamiento, de trabajar con cuestiones más “sutiles”, con mandatos culturales.

Jesucristo sigue siendo el Señor de todo, aún de nuestros pensamientos, aún de nuestras ideas y valores más profundos, aún de aquellas cosas a las cuales nos aferramos y no siempre son realmente la verdad eterna, o al menos, no como las estamos entendiendo.

Filipenses 3:7-8 RVC
7 Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida, por amor de Cristo.
8 Y a decir verdad, incluso estimo todo como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por su amor lo he perdido todo, y lo veo como basura, para ganar a Cristo

Este pasaje también se aplica a nuestra forma de pensar profunda, aquello que constituye “lo que somos”, lo que nos da identidad. También eso debemos someterlo a Cristo, y si nos toca atravesar momentos difíciles, puede ser que constituyan la herramienta que el Espíritu está usando para intentar que nos cuestionemos algunas formas de pensar incorrectas que tenemos.

¡Señor, ayudanos!


Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario