2 Corintios 10:4-6 RVC
4 Las armas con las que luchamos no son las
de este mundo, sino las poderosas armas de Dios, capaces de destruir fortalezas
5 y de desbaratar argumentos y toda altivez
que se levanta contra el conocimiento de Dios, y de llevar cautivo todo
pensamiento a la obediencia a Cristo.
6 Estamos listos para castigar toda
desobediencia, una vez que la obediencia de ustedes llegue a la perfección.
2 Corintios 10:4-6 DHH
4 Las armas que usamos no son las del mundo,
sino que son poder de Dios capaz de destruir fortalezas. Y así destruimos las
acusaciones
5 y toda altanería que pretenda impedir que
se conozca a Dios. Todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que lo
obedezca a él,
6 y estamos dispuestos a castigar toda
desobediencia, una vez que ustedes obedezcan perfectamente.
La autoridad absoluta de Cristo es algo que
no se discute en nuestras iglesias, pero del dicho al hecho… hay mucho trecho.
El hecho mismo de la conversión, gracias al
cual Dios nos integra al Cuerpo de Cristo, nos hace herederos de la salvación y
de todas las promesas que viene con ella, nos reconcilia consigo mismo, implica
necesariamente no sólo reconocer nuestro pecado, la obra suficiente de Cristo
sino a Cristo mismo como Señor, soberano absoluto. Vivir ese señorío,
entenderlo y ponerlo en práctica, es un proceso de toda la vida, propiamente,
es lo que llamamos discipulado o crecimiento espiritual.
Sin
embargo no solemos enfocarlo desde ese punto de vista, más bien hablamos
de “crecimiento espiritual” como algo que conseguimos nosotros, como un
mejoramiento de NUESTRA vida, NUESTRA santidad, NUESTRA relación con Dios,
NUESTRO conocimiento, pero no suele quedar lo suficientemente claro el hecho de
que en realidad todo eso EMPIEZA y va de la mano del SOMETIMIENTO al señorío de
Cristo.
Pero aún si hablamos de eso, hay un “ajuste
fino” que no siempre se entiende. Me atrevo a decir que en la mayoría de las
iglesias, o al menos en buena parte de los mensajes que uno podría escuchar
normalmente, el contenido es más bien básico; en iglesias que predican la sana
doctrina. Como resultado, los hermanos no se acostumbran a procurar ese “ajuste
fino”, cuando lograron determinado nivel espiritual más o menos básico, la
mayoría piensa que “ya llegó” y se dedica a hacer cosas para el Señor, o
conseguir victorias espirituales, pero no suele preocuparse por continuar
sometiendo TODO su ser a Cristo. Por supuesto, siempre hay hermanos
especialmente motivados que siguen creciendo y profundizando en el Señor, pero
podríamos decir que buena parte de los creyentes no tiene el suficiente desafío
como para hacerlo.
Entonces, cualquier cristiano “que se precie”
afirmaría sin dudar que Cristo es el Señor de todo y de toda su vida, pero es
un hecho que el tal cristiano tendrá algunas (cuantas) áreas de su vida en
donde Cristo aún no reina. De algunas de esas áreas será consciente y estará en
una lucha para entronizar a Dios allí, de otras no tendrá ni idea que existen…
Finalmente el pensamiento, el alma, que
representa la voluntad humana y que es la parte que tomó preeminencia luego de
la caída, es la clave para traer el Reino de Dios a nuestras vidas y a esta
tierra, y allí tenemos LA lucha, la “madre de todas las batallas” en relación
con la santificación del creyente (no con su salvación, entendamos bien).
Es allí, en el área de los pensamientos,
donde subsisten esas áreas no entregadas a Cristo. Allí anidan estructuras de
ideas y razonamientos tan fuertemente establecidas que la mayoría de la gente
no las cuestiona en toda su vida, y ni siquiera se da cuenta de que son valores
relativos, que pueden modificarse. Es más, siendo cristianos, muchas veces
“racionalizamos cristianamente” esas formas de pensamiento y esas ideas que no
están de acuerdo con la Palabra de Dios, y con eso quedan doblemente aferradas
porque no solamente las recibimos como mandatos culturales, sino que las
justificamos bíblicamente.
Y es que esas estructuras son precisamente
mandatos culturales o formaciones profesionales que aceptamos sin dudar, son
paradigmas personales, estructuras de pensamiento a partir de las cuales
explicamos todo el resto y que jamás nos atreveríamos a poner en duda.
Ahora bien, no necesariamente se trata de
cosas malas. Es más, EL GRAN PROBLEMA que tenemos los cristianos, aquello que
es lo más difícil de tratar del Espíritu con nosotros, no son las raíces pecaminosas
en nuestro interior, que pueden ser fácilmente identificadas y por las que
podemos orar y trabajar conscientemente (puede ser que no logremos vencerlas
completamente en toda nuestra vida, pero al menos sabemos que están allí y que
debemos permanecer alertas). El gran problema está con las cosas “buenas y
útiles” pero que no constituyen verdades absolutas.
Una de esas estructuras es, por ejemplo, el
pensamiento de que “el hombre debe ser el proveedor de la familia”. ¡Eso no
tiene nada de malo! Hay unos cuantos pasajes bíblicos que hablan al respecto y
en líneas generales, todo el contexto bíblico tiene ese concepto de trasfondo.
Pero no es una verdad absoluta, y en el mundo de hoy, en donde es fácil que los
hombres pasen temporadas sin trabajo, o que las mujeres encuentren trabajo más
rápidamente (aunque con salarios menores, claro), ese mandato cultural llega a
dominar de tal modo a los hombres que los sume en la depresión, en conductas
incorrectas, en un activismo desenfrenado, o los empuja a la desesperanza y la
vagancia. Y en realidad, la verdad eterna es que debo esforzarme en la medida
de mis posibilidades y confiar en la provisión de Dios, pero aún si el Señor
quiere tratar conmigo y me deja una temporada sin trabajo, ¿cuál es el
problema?
A nivel profesional me he encontrado con
profesionales cristianos que tienen grabado a fuego una estructura de
pensamiento científico o profesional, que no necesariamente está mal o es
inútil, pero que es una herramienta humana, algo que puede servir mucho pero
que puede ser cambiado por algo superior. Sin embargo, su esquema profesional
llega a ser una especie de “semidiós”, y no están dispuestos a cambiarlo o a
considerar algo mejor cuando se les presenta la oportunidad. Por ejemplo, en
ciencia se habla de la “idolatría del método científico” como uno de estos
casos.
Algunos tienen fijo en la mente el hecho de
que tienen que trabajar y ganar plata, y no necesariamente por motivos
incorrectos, quizás han pasado necesidad toda su vida, o su familia. Algunos
tienen un mandato familiar impreso a fuego: seguir con la misma actividad de
los padres (por ejemplo, ser pastor si el padre lo es), seguir en la misma
iglesia, con la misma exacta doctrina, ser profesional, estudiar en la
universidad, etcétera. No se trata de cosas malas, bien puede el Señor indicar
que se hagan, el hecho es que puede ser también que el Señor quiera otra cosa.
¿Cómo trata el Señor con eso? Notemos que
Pablo está diciendo claramente que las armas espirituales sirven para atacar
pensamientos erróneos, y que cualquier desobediencia, esto es, pensar lo que no
debemos pensar, resulta castigada. Pues bien, ¡Dios castiga nuestra
desobediencia! También nuestra desobediencia “sutil”. Y esto explica por qué
(al menos en parte) a los cristianos fieles le ocurren unas cuantas cosas
difíciles: Dios está tratando de ahondar en su estructura de pensamiento, de
trabajar con cuestiones más “sutiles”, con mandatos culturales.
Jesucristo sigue siendo el Señor de todo, aún
de nuestros pensamientos, aún de nuestras ideas y valores más profundos, aún de
aquellas cosas a las cuales nos aferramos y no siempre son realmente la verdad
eterna, o al menos, no como las estamos entendiendo.
Filipenses 3:7-8 RVC
7 Pero todo lo que para mí era ganancia, lo
he estimado como pérdida, por amor de Cristo.
8 Y a decir verdad, incluso estimo todo como
pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por su
amor lo he perdido todo, y lo veo como basura, para ganar a Cristo
Este pasaje también se aplica a nuestra forma
de pensar profunda, aquello que constituye “lo que somos”, lo que nos da
identidad. También eso debemos someterlo a Cristo, y si nos toca atravesar
momentos difíciles, puede ser que constituyan la herramienta que el Espíritu
está usando para intentar que nos cuestionemos algunas formas de pensar
incorrectas que tenemos.
¡Señor, ayudanos!
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario