domingo, 14 de octubre de 2018

609. Éfeso: el modelo de Iglesia – IX; la fe como fundamento del amor


Efesios 1:15-23 RVC
15 Por esta causa también yo, desde que supe de la fe de ustedes en el Señor Jesús y del amor que ustedes tienen para con todos los santos,
16 no ceso de dar gracias por ustedes al recordarlos en mis oraciones,
17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él.
18 Pido también que Dios les dé la luz necesaria para que sepan cuál es la esperanza a la cual los ha llamado, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros, los que creemos, según la acción de su fuerza poderosa,
20 la cual operó en Cristo, y lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en los lugares celestiales,
21 muy por encima de todo principado, autoridad, poder y señorío, y por encima de todo nombre que se nombra, no sólo en este tiempo, sino también en el venidero.
22 Dios sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio a la iglesia, como cabeza de todo,
23 pues la iglesia es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena a plenitud.


¿De dónde viene el amor? Podemos amar a Dios y a nuestro prójimo porque Él nos amó primero, pero sin fe es imposible recibir ese amor. Pablo establece esa relación en el versículo 15, primero menciona la fe y luego el amor.

El panorama de la carta a los efesios es maravilloso, al menos en sus primeros capítulos. En realidad, cuando seguimos leyendo nos encontramos con otra realidad más terrenal, en un aparentemente gran contraste con lo que se dijo al principio. Pero lo cierto es que al momento de escribir Pablo, la fe y el consiguiente amor de los santos de Éfeso (probablemente toda la región, ya que Éfeso era la ciudad principal allí) resultaban notorios.

Sin fe es imposible agradar a Dios diría Pablo en otra oportunidad, y es que el amor no puede nacer donde no hay fe. Puede resultar interesante discutir si primero hay amor o primero hay fe, pero no creo que sea nada sencillo ni en el fondo práctico, al fin y al cabo, los demonios también creen y estudian muy bien la Biblia para encontrar allí las oportunidades legales para tomar dominio sobre nosotros. Digamos que están interconectadas, y una de las cosas que eso significa es que hay una relación, en este caso, que la fe es la que nos permite recibir el amor de Dios, lo que a su vez me permite amarlo, y ser salvo, ¡claro!

No puedo amar si no tengo fe en Dios, aclaremos, “fe en Dios”. Todos los seres humanos, aún el más recalcitrante ateo, tenemos fe, es algo constitutivo ya que no somos “Dios” y no podemos conocer todo, por lo que debemos necesariamente creer en muchas cosas de lo que nos dicen o leemos. El problema no es la fe, el problema es “fe en qué”; tanta fe es necesaria para creer en Dios como para no creer en Él, lo que en realidad implica creer en el discurso del Adversario, que puede estar disfrazado de ciencia o progresismo, por ejemplo. Por eso es que tenemos que tener cuidado cuando en los ambientes cristianos se habla demasiado de la “fe” independizándola de la “fe-en-Dios”, puede ser sutil a veces pero ese cambio de énfasis en realidad ha escondido la “fe” del pensamiento positivo.

Cuando hablamos de “fe” es inevitable recordar Hebreos 11:

Hebreos 11:3-5 RVC
3 Por la fe entendemos que Dios creó el universo por medio de su palabra, de modo que lo que ahora vemos fue hecho de lo que no se veía.
4 Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, y por eso fue reconocido como un hombre justo, y Dios aceptó con agrado sus ofrendas. Y aunque Abel está muerto, todavía habla por medio de su fe.
5 Por la fe, Enoc traspuso sin morir el umbral de la muerte, y nunca más se supo de él, porque Dios le hizo cruzar ese umbral; pero antes de cruzarlo, todos reconocieron que él era del agrado de Dios.

Por la fe aceptamos lo que Dios hizo y hace por nosotros, por fe entendemos que lo hace Él, por fe aceptamos el testimonio de los que vieron a Dios obrar a lo largo de la historia y de los que fueron testigos de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Por fe aceptamos que las palabras que leemos en ese libro llamado “Biblia” son verdadera y que lo que Dios dice allí es cierto. Es claro que la fe no nace en el intelecto, más bien, la mente tiene que llamar “fe” a lo que resulta un hecho espiritual que ella no puede comprender. La fe es visión espiritual, “ojos del espíritu” que el alma no tiene, por lo que solo debe aceptar, o no, su testimonio. Cuando no lo acepta en realidad está poniendo la fe en ella misma, en lo que puede ver y entender.

Entonces, la fe nos permite captar la realidad del mundo espiritual, quiénes somos nosotros, nuestra condición, quién es Dios y qué hace por nosotros, y a partir de esa fe que nos da la verdadera comprensión espiritual es que entonces recibimos el amor de Dios para luego ser transformados por él y transmitir a su vez ese amor.

La oración de Pablo está encaminada en ese mismo sentido: “para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él”.

Sabiduría, entendimiento, conocimiento, revelación; son palabras repetidas en este pasaje, y tienen que ver con el proceso que mencionamos más arriba. No se trata de un conocimiento o sabiduría tal como podríamos comprenderlos humanamente, algo (supuestamente) “neutro”, que en realidad puede ser usado para bien o para mal y que no necesariamente nos acerca a Dios, se trata del conocimiento           DE DIOS, de la revelación de quién es, qué hace, cuáles son Sus planes y diseños. Ese conocimiento espiritual nos acerca más a Él, nos llena de Su amor, nos transforma, y, como consecuencia, nos permite traer Su reino de manera más efectiva. NO ES el conocimiento de “cómo alcanzar las bendiciones” de Dios, es el conocimiento de cómo alcanzarlo A ÉL.

Ese es el conocimiento más valioso y lo primero que debemos tener. Fijémonos que está en el centro de la oración de Pablo por su amada iglesia, aquella en la que había invertido tanto tiempo y esfuerzo. Y debería ser la prioridad en nuestra vida espiritual: crecer en ese conocimiento, que recibimos “en semilla” cuando creímos por primera vez, y que no se agota en ningún momento, más bien, cuando creemos que “ya llegamos” es cuando hemos empezado a perderlo.

Una nota final:

Apocalipsis 2:1-4 RVC
1 »Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: Así dice el que lleva siete estrellas en su mano derecha y anda en medio de los siete candeleros de oro:
2 »Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu paciencia. Sé que no soportas a los malvados, que has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y que has descubierto que son unos mentirosos.
3 Por causa de mi nombre has resistido, sufrido y trabajado arduamente, sin rendirte.
4 Pero tengo contra ti que has abandonado tu primer amor.

Algunas décadas después de que Pablo alabara el amor de esa iglesia, éste se había enfriado. Podríamos suponer que al menos una de sus causas fue que perdieron la “conexión” con Dios a través de la fe, dejaron de mirarlo a Él, de conocer sus grandezas. Cuidado, probablemente estemos hablando de una nueva generación (podían haber pasado unas tres décadas desde la epístola) que, al igual de lo que narra el inicio de Jueces, no había conocido adecuadamente ese amor ni las grandes obras del Señor. Como sea, se quedaron con las obras del amor, pero perdieron al amor en sí, y en ese proceso inevitablemente tuvo que ver “perder de vista” a Dios, es decir, dejarlo de ver por la fe. Es paradigmático el ejemplo de Éfeso, no hay ningún “poder mágico” en la intercesión del “más grande apóstol” (digo, Pablo…), sólo hay una decisión diaria y permanente, cada mañana, cuando Sus misericordias se renuevan, de seguir creyendo y aceptando esas misericordias, para seguir creciendo en amor.


Danilo Sorti




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