Efesios 1:3-6 RVC
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que en Cristo nos ha bendecido con toda bendición espiritual
en los lugares celestiales.
4 En él, Dios nos escogió antes de la
fundación del mundo, para que en su presencia seamos santos e intachables. Por
amor
5 nos predestinó para que por medio de
Jesucristo fuéramos adoptados como hijos suyos, según el beneplácito de su
voluntad,
6 para alabanza de la gloria de su gracia,
con la cual nos hizo aceptos en el Amado.
Esta sección empieza con una promesa maravillosa
y sigue con un problemón teológico. Según dónde nos paremos tenemos una
maravillosa bendición o un terrible dolor de cabeza.
Efesios nos va a plantear unos cuantos
problemas teológicos, pero son problemas sólo según el punto de vista que
estemos utilizando. No pretendo hacer aquí un análisis exegético de una tesis
doctoral, y ciertamente a poca gente le serviría. Si nos quedamos “sólo” con la
carta tendremos unos cuantos problemas, si tomamos en cuenta lo que dijimos en
el artículo anterior, y analizamos lo expuesto aquí en el contexto más amplio
de la Biblia, podremos llegar a conclusiones más acertadas.
Vamos al grano. La obra de redención fue
pensada y diseñada por Dios Padre, y Dios Hijo fue el ejecutor. La magnitud de
lo que hizo Jesucristo, TODO lo que llevó a cabo, no se puede resolver en una
sola epístola y en realidad, creo que tampoco toda la revelación escrita lo
agota: simplemente el Espíritu nos ha dejado lo que podemos entender de una
obra inabarcable para nosotros, como es de inabarcable Dios. De esa obra tan
grande se nos habla aquí de una parte, la “consecuencia”: hemos sido bendecidos,
permaneciendo en Cristo, con todas las bendiciones espirituales en ese mismo
ámbito, los lugares celestiales.
Todas las bendiciones que el ser humano pueda
desear o imaginar existen sólo a través de Cristo, consecuencia directa de que
la salvación sea sólo por Él. Por lo tanto, cualquier promesa o pensamiento de
que podamos obtener algo por “otro” camino es erróneo. Es decir, es erróneo
pensar que con nuestras buenas obras, o con nuestro esfuerzo, o con algún
pacto, o con nuestra generosidad. ¿No nos pide Dios a veces un esfuerzo, una
“siembra”, algún sacrificio para alcanzar algo? Sí, claro que sí; pero
entendamos bien que no recibiremos nada porque lo hayamos ganado o merecido con
nuestro esfuerzo, y en realidad, ningún esfuerzo nuestro obliga a Dios a hacer
nada, porque por más que nos esforcemos y aún lleguemos a dar nuestra propia
vida, nada de eso basta para obtener ni la más pequeña bendición divina.
Recibimos por gracia y eso nos asegura de que
la promesa de Dios se cumpla porque no depende de nosotros. Pero a nosotros se
nos recuerda de que es “en Cristo”, esto es, permaneciendo fieles a Él,
siguiéndolo en el camino, procurando obedecerlo, escuchándolo… En definitiva,
“caminando”, y no se refiere tanto a cuán avanzados o no estemos en ese camino,
sino a que estemos caminando.
Ahora bien: estas bendiciones hoy están en
los lugares celestiales. Esa es la realidad de la Iglesia que fundó Jesucristo
y quedó firmemente establecida cuando le aclaró a Poncio Pilato que Su reino no
era de este mundo. De los lugares celestiales descienden a la Tierra conforme
la voluntad del Padre si es que no son estorbadas por el segundo cielo, cosa
que ocurre con harta frecuencia y ni nos damos cuenta. Efesios es también una
carta de guerra espiritual, y si no se menciona tanto como quisiéramos, es
porque ellos, tan acostumbrados al mundo espiritual, no necesitaban que se lo
recordaran a cada instante.
Nuestra esperanza más perfecta no está en
esta Tierra, está en el Cielo y así empieza la carta. Pero si queremos traer
algunas de esas bendiciones aquí, para nosotros y para todo lo que esté bajo
nuestra influencia, hay que seguir el “procedimiento” correcto para que
desciendan del 3° cielo, y no olvidar que tendrán que pasar por el 2°…
A continuación tenemos uno de los conflictos
teológicos más serios: ¿salvo siempre salvo? ¿Dios eligió a algunos para
salvación y a otros para perdición? Hay mucho para charlar aquí, aclaro que mi
posición no es “calvinista” propiamente dicha, pero tampoco del “arminianismo
extremo”. De nuevo, si vamos a lo que dijimos en el artículo anterior, no
podemos resolver el tema de estos pocos versículos sin tener en cuenta todo el
contexto de la Biblia, y allí se nos hace evidente la responsabilidad en
responder al mensaje, la necesidad de oírlo y la posibilidad de apartarse de la
salvación.
Cuando tomamos algunos pocos pasajes,
construimos una visión extrema del asunto y acomodamos el resto de los pasajes
a esa visión, estamos en un problema. En el fondo, creo que eso tiene que ver
con la “necesidad” de armar algún tipo de requisito o posición teológica
extrema de tal forma que “me diferencie” del resto, que “me haga original”, que
lo haga “bien difícil”, así tengo más mérito en creer eso… Así se llegó al
extremo “calvinista” de la predestinación, y esto dentro de un trabajo
teológico y pastoral formidable y “fundacional” del reformador francés, si lo
entendemos en la época en que fue hecho.
Las primeras escenas del Huerto nos muestra
un ser humano con capacidad de decidir, y el pecado solo vale cuándo existe tal
capacidad, por lo tanto, no puede haber tal cosa como una predestinación
arbitraria para salvación o condenación, y con ellos, el salvo NO ES siempre
salvo.
EN CRISTO, es decir, por la fe en Él, estando
en Su Cuerpo espiritual, por la obediencia que es manifestación de la verdadera
fe, somos escogidos desde la eternidad, desde el momento en que el Cordero fue
sacrificado:
1 Pedro 1:19-20 RVC
19 sino con la sangre preciosa de Cristo, sin
mancha y sin contaminación, como la de un cordero,
20 que ya había sido destinado desde antes de
que Dios creara el mundo, pero que se manifestó en estos últimos tiempos por
amor a ustedes.
Desde antes que existiera nada de lo que
conocemos Dios ya había preparado la herramienta de salvación y nos había
conocido de antemano. Dios escogió a los que decidimos aceptarlo. Algunos dicen
que la decisión ocurrió en el cielo en el momento en que éramos espíritu antes
de venir a estos cuerpos. Como sea, nuestra decisión no sirve para nada si Dios
mismo no realiza un acto de “elección”, es decir, nos toma y nos confiere un
destino de salvación. Por más que decidamos y recontra decidamos, no vamos a
lograr nada por nosotros mismos, ¡ni siquiera nuestra fe nos salva! Nos salva
Dios al ver que tenemos fe en Él, nada podemos hacer nosotros. Eso es gracia,
de principio a fin, algo que Pablo conocía mejor que nadie en su época, y creo
que en la mayoría de las épocas del cristianismo.
Saber que hemos sido conocidos y preparados,
“predestinados”, a escuchar de Cristo, ser salvos y recibir Sus bendiciones, es
una de las promesas más fuertes y constitutivas de la vida cristiana. Es algo
básico, pero por ser tal, no puede olvidarse ni faltar.
Si tenemos algún problema con esto de ser
escogido o conocido, veamos las palabras de Jesús:
Mateo 7:21-23 RVC
21 »No todo el que me dice: “Señor, Señor”,
entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que
está en los cielos.
22 En aquel día, muchos me dirán: “Señor,
Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y
en tu nombre hicimos muchos milagros?”
23 Pero yo les diré claramente: “Nunca los
conocí. ¡Apártense de mí, obreros de la maldad!”
Aquí hay gente que claramente no fue
escogida, ¿porque Jesús no los “conociera”? ¡Si Él es el Dueño de la toda la
Creación! No fueron conocidos porque siempre estuvieron en la maldad; y por
ello, no fueron escogidos.
Escogidos EN CRISTO, conocidos desde la
eternidad por ello, pero ¿para qué? “Para que en su presencia seamos santos e
intachables”. Algunos plantean que el verdadero significado de “elección” aquí
no tiene que ver tanto con la salvación sino con la santificación, aunque eso
puede resultar una división un poco artificial porque no puede existir la
segunda sin la primera y la primera necesariamente lleva a la segunda, pero
finalmente uno puede ser salvo por fe, “por los pelos”, y no tener ninguna
recompensa porque no ha avanzado en la santificación.
De nuevo, más allá de cualquier disquisición
teológica, la verdad es que si somos salvos, si estamos en Cristo, se supone
que seamos santos e irreprensibles porque Dios ha dispuesto la provisión para
que eso ocurra. Bueno, cuando seguimos leyendo nos damos cuenta de que los
tales efesios no eran ni tan santos ni tan irreprensibles, así que no nos queda
más remedio que admitir que estas palabras de Pablo se refieren a una realidad
espiritual, que está en los cielos y que debe hacerse efectiva en esta tierra.
“Por amor nos predestinó para que por medio
de Jesucristo fuéramos adoptados como hijos suyos”. Aquí no se está refiriendo
exactamente a los que conoció de antemano, sino a los que destinó, a los que
desde el principio preparó para ser hijos, aquellos que creeríamos. Pablo pudo
decir que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan para bien,
precisamente porque a ellos Dios les preparó todas las circunstancias para que
les sirvieran para crecer espiritualmente y en recompensa eterna. Pero eso no
aplica necesariamente para aquellos que de antemano Dios sabría que no lo
aceptarían. Todos en esta Tierra tienen testimonio de Dios, no todos tienen el
cuidado y la guía para salvación y crecimiento, sólo los que Dios sabe que
habrían de creer. Cuidado, es un conocimiento divino, no necesariamente algo
que sepamos nosotros, más bien, el mandato que hemos recibido es el de predicar
el Evangelio a toda criatura, y lo cierto es que aún los que nunca creerán
deben escuchar claramente el mensaje.
“según el beneplácito de su voluntad” La
salvación es un diseño de Dios, Dios Padre, el Juez, el que exige perfecta
justicia, el “Dios terrible” del Antiguo Testamento. Siempre ha sido Dios de
perfecto amor.
“para alabanza de la gloria de su gracia, con
la cual nos hizo aceptos en el Amado” Por la obra de Cristo hemos sido hechos
aceptables para Dios. Y la consecuencia de todo esto es alabanza eterna al
Creador.
Ahora bien, no me preocupa demasiado trata de
hilar fino aquí qué quiere decir respecto de la predestinación, lo único que se
logra con esos debates teológicos es transformar a la Palabra de Dios en un
campo de lucha libre y generar una sobrecarga emocional en distintos pasajes
que nos hacen perder un maravilloso significado. ¡Dios nos conoció desde antes
de la creación, y preparó todas las circunstancias para que conociéramos el
Evangelio en el momento preciso y fuéramos santificados, creciendo
espiritualmente mientras estuviéramos en esta Tierra.
Voy a hacer una digresión sólo para
aficionados a la astronomía: diríamos que, ya en las primeras fracciones de
segundo del Big Bang, esas inhomogeneidades de la etapa de la inflación
cósmica, tenían ya grabado el plan de Dios para los que hoy hemos sido llamados
a la salvación…
Espero que nadie se espante por lo anterior…
Lo cierto es que desde la eternidad Dios pensó en nosotros y todo lo diseñó
para nuestra salvación y santificación, quizás no para nuestra prosperidad
económica o perfecta salud EN ESTA TIERRA, pero sí para la mayor recompensa
posible en los cielos. Escogidos y preparados desde antes del tiempo, esos
somos nosotros, ¿cómo no habremos de alabarle por la eternidad? Ya con esto han
perdido trabajo muchos psicólogos…
Danilo Sorti
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