Jonás 2:10-3:5 RVC
10 Y el Señor ordenó al pez que vomitara a
Jonás en tierra.
1 La palabra del Señor vino a Jonás por
segunda vez, y le dijo:
2 «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive,
y proclama allí el mensaje que yo te daré.»
3 Jonás se levantó y, conforme a la palabra
del Señor, fue a Nínive. Y era Nínive una ciudad grande en extremo, de tres
días de camino.
4 Jonás comenzó a recorrer la ciudad, camino
de un día, y en su predicación decía: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será
destruida!»
5 Todos los habitantes de Nínive creyeron a
Dios y decretaron ayuno, y desde el mayor hasta el menor se vistieron de
cilicio.
Es interesante que cronológicamente Jonás
resulte el primero de los profetas del que tenemos un libro propio. El tiempo
posterior a su predicación resultó de relativa tranquilidad para Israel,
seguramente por la conversión momentánea de Nínive. La historia del gran pez es
cuestionada por muchos modernosos, que no pueden aceptar lo que no pueden
entender (es decir, asumen que lo que comprenden científicamente hoy es la
realidad y que no puede haber nada más allá de eso, ni descubrirse algo nuevo).
Sin embargo, ¿cómo explicamos que un menospreciado y odiado israelita, solo y
sin ninguna “credencial” o guardia real que lo acompañara, pudiera haber
recorrido tranquilamente el mismo centro del territorio enemigo sin que lo
“pasaran a degüello” enseguida? Es más, ¿cómo explicamos que una nación
orgullosa, convencida de ser el centro del mundo, el imperio más grande y
poderoso de la época, al que ningún pueblo y ningún dios podía hacerle frente,
escuchara a un “subdesarrollado” israelita diciéndole que su Dios (uno más de
tantos, para ellos) habría de castigarlos en cuarenta días? Si ellos no
hubieran visto o tenido el testimonio de primera mano de un profeta salir de la
boca de un pez, algo que se relacionaba con ciertas creencias fundamentales de
su religión, resulta difícil explicar cómo recibieron y creyeron a un mensaje
tan contrario a su estructura de pensamiento.
Pero no me ocupa tanto la apologética aquí
como la comparación entre las dos “bestias”, claro, en un sentido que podemos
comprender con nuestra actual perspectiva bíblica.
Jonás, habiendo rechazado el primer llamado,
tuvo que atravesar una “primera bestia” para luego ser recibido por la “gran
bestia”. Creo que allí tenemos una enseñanza simbólica interesante.
¿Hubiera podido Jonás ser aceptado en Nínive
sin pasar por la experiencia del gran pez? Uno diría que sí, ya que el gran pez
resultó un “accidente” debido a la rebeldía del profeta. ¿Hubiera pasado lo
mismo si hubiera ido de buena gana, es decir, que yendo a cumplir su misión
hubiera habido una tormenta que lo arrojara al mar y fuera tragado por una
bestia marina? De todas formas, hay que ver realmente hasta qué punto es útil
conjeturar sobre esto porque para la mayoría de nosotros obedecer las órdenes
más difíciles y extrañas de Dios implica siempre atravesar un período de
rebeldía y negación, así que la experiencia de Jonás termina resultando lo más
común.
Salir del pez, supuestamente con la piel
completamente blanca o con alguna señal externa que indicara claramente donde
había estado. Ahora bien, Dagón era una dios muy importante para los asirios,
y, ¡oh casualidad!, era un dios – pez, nadie mejor para engullirse a ese
profeta molesto que pretendía anunciar la destrucción de su reino. Así que
cuando esos sanguinarios y orgullosos asirios vieron salir de las aguas, y más
aún, de un gran pez, al profeta israelita, no tuvieron más remedio que
reconocer la derrota de su dios. En términos de guerra espiritual, la victoria
en los aires ocurrió en el vientre del pez, cuando el arrepentimiento y
humillación de Jonás derrotó el espíritu de orgullo que Dagón inspiraba: el
lugar de la “muerte”, el peor lugar en el que podría estar, y la paga de su
desobediencia, fue el inicio de su victoria. Así es nuestro Dios, ¡resulta
especialista en transformar las peores derrotas en fantásticas victorias!
Cuando Jonás reconoció su pecado y se
humilló, comenzó el cambio.
Jonás 2:1-9 RVC
1 Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde
el vientre del pez,
2 y dijo: «Señor, en mi angustia te invoqué,
y tú me oíste. Desde el fondo del abismo clamé a ti, y tú escuchaste mi voz.
3 Me echaste a las profundidades del mar, y
las corrientes me rodearon; ¡todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí!
4 Entonces dije: “Me has desechado delante de
tus ojos, pero todavía he de ver tu santo templo.”
5 Las aguas me rodearon hasta el cuello, y el
abismo me envolvió. ¡Las algas se enredaron en mi cabeza!
6 Bajé hasta los cimientos de los montes; la
tierra echó para siempre sus cerrojos sobre mí; pero tú, mi Señor y Dios,
rescataste mi vida del sepulcro.
7 Cuando dentro de mí desfallecía mi alma, me
acordé de ti, Señor, Y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo templo.
8 Los que siguen vanidades ilusorias,
abandonan tu misericordia.
9 Pero yo, con voz de alabanza, te ofreceré
sacrificios y cumpliré mis promesas. La salvación es tuya, Señor.»
Jonás no solamente reconoció su pecado,
también se arrepintió y confió en la salvación del Señor. Y llegó a la costa,
aunque no en un crucero de primera clase sino en el vómito de un animal marino…
pero bueno, peor hubiera sido quedarse allí…
Luego de haber ganado la guerra en el ámbito
espiritual, exactamente en el mismo terreno del Enemigo (sabemos que en el
fondo del mar existe uno de los principales reinos de Ha Satan), la conquista
“terrestre” fue sorprendentemente fácil.
El animal marino representa la “pequeña
bestia”, pero en realidad, el principio que operaba allí era el de la Gran
Bestia, la principal, el reino satánico. La Bestia mayor, Nínive, era en
realidad la expresión terrenal de esa Bestia. Y ya vimos que fue necesario
atravesar por la “pequeña” para conquistar la mayor.
ENTONCES, nuestras dolorosas experiencias en
sistemas “bestiales” (porque tienen el mismo espíritu del Imperio, de la
Bestia), como puede ser pasar por iglesias manipuladoras, o ser oprimidos por
el sistema del mundo, de pobreza y expoliación, nos capacita para obtener
grandes victorias sobre ese propio sistema, en ámbitos mayores. Allí, en lo
pequeño y en lo oculto, es cuando vencemos espiritualmente, es donde debemos
vencer. Luego aparecen los resultados sorprendentes, pero con una clara
explicación en el ámbito de “lo secreto”. Atravesemos con fe ese “valle de
sombra de muerte” que nos toca a cada uno, porque allí está la victoria.
Danilo Sorti
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