miércoles, 3 de octubre de 2018

590. Jonás: del vientre de la pequeña bestia al vientre de la GRAN BESTIA


Jonás 2:10-3:5 RVC
10 Y el Señor ordenó al pez que vomitara a Jonás en tierra.

1 La palabra del Señor vino a Jonás por segunda vez, y le dijo:
2 «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive, y proclama allí el mensaje que yo te daré.»
3 Jonás se levantó y, conforme a la palabra del Señor, fue a Nínive. Y era Nínive una ciudad grande en extremo, de tres días de camino.
4 Jonás comenzó a recorrer la ciudad, camino de un día, y en su predicación decía: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»
5 Todos los habitantes de Nínive creyeron a Dios y decretaron ayuno, y desde el mayor hasta el menor se vistieron de cilicio.


Es interesante que cronológicamente Jonás resulte el primero de los profetas del que tenemos un libro propio. El tiempo posterior a su predicación resultó de relativa tranquilidad para Israel, seguramente por la conversión momentánea de Nínive. La historia del gran pez es cuestionada por muchos modernosos, que no pueden aceptar lo que no pueden entender (es decir, asumen que lo que comprenden científicamente hoy es la realidad y que no puede haber nada más allá de eso, ni descubrirse algo nuevo). Sin embargo, ¿cómo explicamos que un menospreciado y odiado israelita, solo y sin ninguna “credencial” o guardia real que lo acompañara, pudiera haber recorrido tranquilamente el mismo centro del territorio enemigo sin que lo “pasaran a degüello” enseguida? Es más, ¿cómo explicamos que una nación orgullosa, convencida de ser el centro del mundo, el imperio más grande y poderoso de la época, al que ningún pueblo y ningún dios podía hacerle frente, escuchara a un “subdesarrollado” israelita diciéndole que su Dios (uno más de tantos, para ellos) habría de castigarlos en cuarenta días? Si ellos no hubieran visto o tenido el testimonio de primera mano de un profeta salir de la boca de un pez, algo que se relacionaba con ciertas creencias fundamentales de su religión, resulta difícil explicar cómo recibieron y creyeron a un mensaje tan contrario a su estructura de pensamiento.

Pero no me ocupa tanto la apologética aquí como la comparación entre las dos “bestias”, claro, en un sentido que podemos comprender con nuestra actual perspectiva bíblica.

Jonás, habiendo rechazado el primer llamado, tuvo que atravesar una “primera bestia” para luego ser recibido por la “gran bestia”. Creo que allí tenemos una enseñanza simbólica interesante.

¿Hubiera podido Jonás ser aceptado en Nínive sin pasar por la experiencia del gran pez? Uno diría que sí, ya que el gran pez resultó un “accidente” debido a la rebeldía del profeta. ¿Hubiera pasado lo mismo si hubiera ido de buena gana, es decir, que yendo a cumplir su misión hubiera habido una tormenta que lo arrojara al mar y fuera tragado por una bestia marina? De todas formas, hay que ver realmente hasta qué punto es útil conjeturar sobre esto porque para la mayoría de nosotros obedecer las órdenes más difíciles y extrañas de Dios implica siempre atravesar un período de rebeldía y negación, así que la experiencia de Jonás termina resultando lo más común.

Salir del pez, supuestamente con la piel completamente blanca o con alguna señal externa que indicara claramente donde había estado. Ahora bien, Dagón era una dios muy importante para los asirios, y, ¡oh casualidad!, era un dios – pez, nadie mejor para engullirse a ese profeta molesto que pretendía anunciar la destrucción de su reino. Así que cuando esos sanguinarios y orgullosos asirios vieron salir de las aguas, y más aún, de un gran pez, al profeta israelita, no tuvieron más remedio que reconocer la derrota de su dios. En términos de guerra espiritual, la victoria en los aires ocurrió en el vientre del pez, cuando el arrepentimiento y humillación de Jonás derrotó el espíritu de orgullo que Dagón inspiraba: el lugar de la “muerte”, el peor lugar en el que podría estar, y la paga de su desobediencia, fue el inicio de su victoria. Así es nuestro Dios, ¡resulta especialista en transformar las peores derrotas en fantásticas victorias!

Cuando Jonás reconoció su pecado y se humilló, comenzó el cambio.

Jonás 2:1-9 RVC
1 Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde el vientre del pez,
2 y dijo: «Señor, en mi angustia te invoqué, y tú me oíste. Desde el fondo del abismo clamé a ti, y tú escuchaste mi voz.
3 Me echaste a las profundidades del mar, y las corrientes me rodearon; ¡todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí!
4 Entonces dije: “Me has desechado delante de tus ojos, pero todavía he de ver tu santo templo.”
5 Las aguas me rodearon hasta el cuello, y el abismo me envolvió. ¡Las algas se enredaron en mi cabeza!
6 Bajé hasta los cimientos de los montes; la tierra echó para siempre sus cerrojos sobre mí; pero tú, mi Señor y Dios, rescataste mi vida del sepulcro.
7 Cuando dentro de mí desfallecía mi alma, me acordé de ti, Señor, Y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo templo.
8 Los que siguen vanidades ilusorias, abandonan tu misericordia.
9 Pero yo, con voz de alabanza, te ofreceré sacrificios y cumpliré mis promesas. La salvación es tuya, Señor.»

Jonás no solamente reconoció su pecado, también se arrepintió y confió en la salvación del Señor. Y llegó a la costa, aunque no en un crucero de primera clase sino en el vómito de un animal marino… pero bueno, peor hubiera sido quedarse allí…

Luego de haber ganado la guerra en el ámbito espiritual, exactamente en el mismo terreno del Enemigo (sabemos que en el fondo del mar existe uno de los principales reinos de Ha Satan), la conquista “terrestre” fue sorprendentemente fácil.

El animal marino representa la “pequeña bestia”, pero en realidad, el principio que operaba allí era el de la Gran Bestia, la principal, el reino satánico. La Bestia mayor, Nínive, era en realidad la expresión terrenal de esa Bestia. Y ya vimos que fue necesario atravesar por la “pequeña” para conquistar la mayor.

ENTONCES, nuestras dolorosas experiencias en sistemas “bestiales” (porque tienen el mismo espíritu del Imperio, de la Bestia), como puede ser pasar por iglesias manipuladoras, o ser oprimidos por el sistema del mundo, de pobreza y expoliación, nos capacita para obtener grandes victorias sobre ese propio sistema, en ámbitos mayores. Allí, en lo pequeño y en lo oculto, es cuando vencemos espiritualmente, es donde debemos vencer. Luego aparecen los resultados sorprendentes, pero con una clara explicación en el ámbito de “lo secreto”. Atravesemos con fe ese “valle de sombra de muerte” que nos toca a cada uno, porque allí está la victoria.


Danilo Sorti





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