miércoles, 3 de octubre de 2018

603. No toleremos al impío


Apocalipsis 2:12-16 RVC
12 »Escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: Así dice el que tiene la espada aguda de doble filo:
13 »Yo sé dónde vives, y dónde está el trono de Satanás. Sin embargo, te mantienes fiel a mi nombre, y no has negado mi fe, ni siquiera cuando a Antipas, mi testigo fiel, lo mataron en esa ciudad, donde vive Satanás.
14 Pero tengo algunas cosas contra ti. Tienes contigo a los que se aferran a la doctrina de Balaam, el que enseñó a Balac a poner tropiezos a los hijos de Israel, a hacerlos comer de lo sacrificado a los ídolos, y a caer en inmoralidades sexuales.
15 También tienes contigo a los que se aferran a la doctrina de los nicolaítas.
16 Así que, ¡arrepiéntete! De lo contrario, pronto vendré a ti, y con la espada de mi boca pelearé contra ellos.

Uno de los defectos de los que tenemos el don de enseñanza es la “excesiva” paciencia con los impíos. Bueno, seamos un poco misericordiosos con nosotros mismos…

El don de enseñanza implica necesariamente paciencia; es la paciencia del maestro, ¡de EL Maestro!, con los ignorantes, duros para entender, débiles. No se puede enseñar si no se tiene paciencia, es claro. La gente no aprende la primera vez que escucha sobre un tema, normalmente uno tiene que darse varios cabezazos contra la pared antes de entender que allí hay, precisamente, una pared, generalmente estamos distraídos o preocupados con muchas cosas (más en este tiempo) y la enseñanza “resbala” fácilmente… En fin, hay muchas razones que le requieren al maestro ser paciente. Eso es parte de la naturaleza divina como Maestro Perfecto.

Pero esto tiene una contraparte negativa: el EXCESO de paciencia que es más bien no querer asumir la responsabilidad de confrontar cuando es necesario, o incluso expulsar a alguien de la comunión. Es cierto que uno nunca debiera ser apresurado para hacer esto, pero el maestro decididamente NO LO HACE.

La iglesia de Pérgamo representa el don redentor de Maestro (estoy siguiendo a Arthur Burk en este tema): ellos se habían mantenido fieles en medio de una dura persecución (proféticamente se refiere a la iglesia que recién había salido de las persecuciones romanas, hacia el siglo IV); aún teniendo el mismo “trono de Satanás” en su ciudad seguían siendo fieles (no analizaremos a qué se refiere con eso, basta saber que es el mismo “asiento del mal” sobre la Tierra). Esto es una virtud del maestro: permanecer firme cuando todo se viene en contra. Esa es la virtud por la cual la gente busca a los maestros cuando todo está en crisis. Normalmente no descuella en tiempos “normales”, ¡hay ministerios mucho más atractivos y espectaculares! Pero cuando el vendaval arrecia, y los ministerios “espectaculares” no tienen respuestas, allí están los maestros…

Esa fortaleza es también una debilidad cuando toleran a los pecadores, algo que estaba pasando en Pérgamo. ¿Por qué?

Por un lado, la enseñanza, propiamente la función de maestro, requiere mucho tiempo y dedicación. A la gente le gusta escuchar una ponencia de cuarenta minutos de un maestro y saldrá de la reunión diciendo “¡Qué sabiduría tiene Fulano! ¡Cuánto que conoce!” Pero normalmente no sabe que esa “sabiduría” ha requerido días y años de estudio. ¡Hay que dedicar tiempo!

Como contraparte negativa, el maestro tiende a no prestar atención a las cosas que no le interesan, que no corresponden con “su vocación”. Entonces la canilla gotea durante meses, la cerradura rota ya está oxidada y no fue cambiada, la pintura descascarada se cae a pedazos… Y junto con eso, tampoco se ejercitan las disciplinas de salud, de ejercicio, de cuidado de la familia, de oración… El maestro naturalmente puede concentrarse con toda su energía en un tema, y su lucha reside en hacerse tiempo para las cosas que no considera “importantes” o que tiene temor de realizar.

Y es que el temor resulta otro de sus problemas (a diferencia del profeta): el maestro busca agradar a su estudiante, es lógico porque es la forma en que la enseñanza llega; no es una persona de guerra, está en la trastienda, en la “cocina” como solía comparar un amigo maestro. Aquí está otra de sus luchas: enfrentar la oposición y a los oponentes. La iglesia de Pérgamo no había hecho eso, y por consiguiente, el error se había introducido.

Por un lado, el maestro necesita entregar sus miedos a Dios y enfrentar a los cercanos, lo que es más difícil (para todos, supongo). El problema no parte tanto “de afuera” como de adentro: “tienes contigo…” De ellos el apóstol pudo decir:

1 Juan 2:18-19 RVC
18 Hijitos, han llegado los últimos tiempos; y así como ustedes oyeron que el anticristo viene, ahora han surgido muchos anticristos; por esto sabemos que han llegado los últimos tiempos.
19 Ellos salieron de nosotros, pero no eran de nosotros. Si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros. Pero salieron para que fuera evidente que no todos son de nosotros.

Juan, al que llamamos el apóstol del amor, no había tenido problemas en aplicar el amor firme contra esos anticristos. No los justificó, no se disculpó ni trató de cambiar los hechos: estuvieron CON ellos, fueron enseñados y compartieron muchos momentos e incluso sufrimientos, Juan los amó como a hijos queridos, pero finalmente se dieron a conocer y fue evidente que nunca habían sido de ellos. Eso implica dolor, es cierto, pero también corta una relación: por más cercanos que ellos hayan estado, nunca fueron verdaderamente “cercanos”. Hay una diferencia entre el hermano débil que necesita paciencia y el hipócrita engañador que necesita ser expulsado de la comunión antes de que sea tarde (en nuestras iglesias solemos ascenderlos a puestos de autoridad…). Cuando el maestro puede entender eso, resulta bienaventurado. En esencia, se trata de no amar más a las personas que a Dios, de no depender de la aprobación de las personas, ni siquiera de su trabajo o su apoyo económico; y la forma más práctica para no sentirse tentado en este sentido es, simplemente, no construir ninguna enorme estructura eclesiástica que, primero, atraiga a estos lobos rapaces, y, segundo, necesite de mucha gente ofrendando y colaborando para sostenerse.

También el maestro debe entregar sus dones al Señor (bueno, todos ¿no?), sus sueños, sus proyectos. Distraernos de nuestras funciones, dejar pasar oportunidades laborales o de estudio implica que en el futuro, humanamente, no tendremos tantas puertas abiertas, ni tanto escrito en el currículum como para que nos recomienden. En el sistema educativo formal de mi país la antigüedad es muy importante (en la mayoría), por lo tanto, si uno deja pasar un reemplazo no solamente tendrá unos pesos menos a fin de mes, sino que unas centésimas menos de antigüedad y eso implicará un puesto más abajo en el escalafón para el próximo año. Algo parecido podríamos decir del sistema científico o incluso del trabajo de los profesionales independientes. Allí es donde el maestro debe aprender a confiar en Dios y “resignar” ese puesto más alto (aunque lo de “más alto” esté solamente en su mente…).

Cuando un maestro, o un seminario, o un equipo de enseñanza, falla en purificar su ámbito se infectará de, obviamente, falsas doctrinas. Balaam nos habla de una manipulación astuta y en extremo perversa, porque se trata de alguien que conocía perfectamente a Dios, que había sido usado por Él, pero que se terminó volviendo su enemigo. Notemos bien: NO ES alguien de afuera que viene con una enseñanza totalmente errada, se trata de alguien de adentro, que ha compartido el ministerio, que ha sido instruido en la verdad.

De los nicolaítas no se nos dice mucho en la Biblia y no tenemos referencias muy claras en los escritos de los primeros siglos, así que no me parece que debiéramos preocuparnos tanto respecto del contenido de su enseñanza como de la progresión, porque en un par de cartas atrás encontramos:

Apocalipsis 2:6 RVC
6 Pero tienes algo a tu favor: que no soportas las obras de los nicolaítas, las cuales tampoco yo soporto.

Es decir, en Éfeso, proféticamente la primera iglesia luego del tiempo apostólico, los nicolaítas tenían ciertas prácticas heréticas, pero unos siglos después ya se trataba de una doctrina establecida. La iglesia de Éfeso, paralela al don redentor de profeta, no había tolerado ni siquiera sus prácticas, pero Pérgamo toleraba hasta su doctrina. Cuando no cortamos las prácticas erradas, éstas crecerán hasta convertirse en doctrinas, no debemos permitir que esto suceda, no podemos aceptar “desviaciones de práctica” por más que la confesión resulte “ortodoxa” (lo que en realidad esconde una hipocresía del que tal cosa hace).

Claro que no solamente el que tiene el don de maestro cae en este error, por diversas razones toleramos lo que no debemos, y dado que vivimos en un tiempo de “tolerancia y no discriminación”, aunque es cada vez más evidente que eso resulta una falacia, todavía algunos pueden tener más misericordia que Dios. Hermanos, no toleremos al impío, aquel que estando entre nosotros no es de los nuestros.

Y de paso, tampoco toleremos el pecado en nosotros, justificándonos a nosotros mismos pensando que porque hacemos algunas cosas muy bien o somos muy consagrados en algunas áreas de nuestra vida, podemos permitirnos ciertas libertades en otras. Se trata de lo mismo que dijimos antes pero aplicado a uno mismo. ¡Señor, ayudanos!


Danilo Sorti




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